Sin embargo, ahí es donde radica uno de sus problemas más evidentes: la falta de sutileza. En cierto punto, el misterio en torno al hermano y el padre deja de ser tal, ya que la película prácticamente te entrega las respuestas antes de que sucedan. No es que el espectador deba ser engañado todo el tiempo, pero tampoco hace falta subrayar con neón lo que vendrá a continuación. Cuando, 15 minutos antes del desenlace, ya puedes predecir que el padre ha muerto o que el hermano es el sicario con el que el protagonista terminará peleando, se pierde parte del impacto. Es un problema común en muchas películas de los 2000: subestiman a su audiencia y, en lugar de construir un clímax realmente sorprendente, nos llevan de la mano hasta él como si no fuéramos capaces de atar cabos por nuestra cuenta.

Tras ver todos los episodios, queda claro que es un anime entretenido, sí, pero de esos que ves sin más, sin esperar con emoción el próximo capítulo. Los personajes parecen mentalmente limitados, con un protagonista cuya única "carisma" es ser fuerte, sin más matices. Las clasificaciones de poder —como los rangos S— acaban sin significado alguno, y todos los personajes femeninos caen irremediablemente rendidos ante el protagonista sin razón aparente.

Todo se reduce a peleas, más peleas, y poco más. No hay desarrollo de personajes, el humor brilla por su ausencia, y ni siquiera hay un atisbo de tensión: desde el primer minuto sabes que el protagonista va a ganar, sin sudar, sin ayuda, mientras todos los demás apenas sirven de decoración. Un anime que parece épico por fuera, pero por dentro está hueco.