Lo que más me suele reventar del cine galo es la mezcla entre didactismo y demagogia que rezuman algunas de sus películas. Este film de François Ozon está saturado de ambos ingredientes. La trama, entre el verismo y el surrealismo, podría haber sido efectiva si no se viera venir desde la primera escena el afán de reconvenir al espectador respecto a los valores educativos de cierto tipo de enseñanza.

De nuevo Clint Eastwood crea un producto que sirve para entretener al espectador. Tal vez esa sea la función principal del séptimo arte y a eso encamina el director sus conocimientos y buen hacer. Lo más original es el planteamiento de la trama aunque parece ser que el guionista se basó en un hecho verídico aparecido en la prensa. Clint Eastwood hace el mismo papel que viene haciendo a lo largo de su carrera como actor: un hombre duro, honesto, mujeriego, valiente, etc. Lo demás es una situación absurda en que tanto la policía como los traficantes quedan retratados como unos tontos de capirote.

Es difícil tocar un tema tan duro sin caer en el sentimentalismo. Sin embargo, en esta película está tratado con una gran serenidad que nos evita escenas demasiado sensibleras. Conmueve pero sin trampas burdas.

Si nos damos cuenta, todos los melodramas noteamericanos sufren el mismo esquema: Tragedia, lucha por salir de la tragedia, aparente salvación, nueva tragedia que pone en jaque a los personajes y al final, el reparto de perdices para todos. Es una historia que te engancha al principio pero que te va desenganchando conforme avanza y adquiere tintes de cuento de hadas. Lo de siempre...

Entre tanta acción y tanto crimen el espectador pierde la dirección y el sentido del argumento. Creo que los espectadores tenemos un límite para aceptar lo imposible y la casualidad. Cuando se rebasa este límite de forma abrumadora la trama cae en el absurdo y tienes la impresión de que esta película ya la has visto otras veces. O bien enmarcada en el legendario Oeste, o en un mundo del futuro, o incluso en la América profunda. Creo que los hermanos Coen manejan con más solvencia estas tramas de malos invencibles, aliados con la casualidad y el absurdo. Patética me parece también esa dosis de filosofía barata que rezuman algunos diálogos.