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6,1
5.023
9
7 de agosto de 2019
7 de agosto de 2019
18 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un año más llegó, y ya van tres. Primera jornada del III Ciclo de Cine Fantástico y de Terror al Aire Libre de Burgos, y no se puede abrir esta edición de una mejor manera.
Infinidad e infinidad de recovecos pueblan esta rotunda y desvergonzada versión moderna de los juicios de Salem que es “Nación salvaje”. La sociedad a examen en una magnífica obra comandada por un Sam Levinson con certera mano de hierro en todos y cada uno los aspectos.
La paranoia social de la brujería, acontecida con mayores ecos en Salem entre 1692 y 1693, es sustituida en “Nación salvaje” por la no menos dañina paranoia digital. De la cual surgen además infinidad de ramificaciones que sirven para radiografiar una sociedad no menos enferma que la de mediados del siglo XVII. Machismo, homofobia, transfobia, la doble moral, el peligro de las redes sociales… Y podría seguir enumerando los puertos en los que atraca este barco, pero no lo haré porque el propio Levinson ya se encarga de ello al principio de la cinta. Todo ello para generar un genial y sano debate posterior, que beneficia el ya de por si excelente poso del film.
Técnicamente nada que reprochar, Sam Levinson se sale. Controla a la perfección todos y cada uno de los ámbitos de la película. Hay momentos que están hechos para el evidente lucimiento, como cierto plano secuencia, pero es que el cineasta no deja nada al azar. El montaje, la selección musical, la fotografía, la realización, el diseño de producción… Todo en “Nación salvaje” seduce antes o después.
“Nación salvaje”, con gran valor, opta por criar desde bien pequeño a su propio monstruo antes que por aprovecharse de él ya crecido. Su desarrollo argumental y narrativo es muy jugoso. Cierto que al principio puede chocar un poco, haciendo que cueste un rato entrar y aposentarse en el producto, pero luego todo va rodado. El film empieza con un velado guiño a "El resplandor" (Stanley Kubrick, 1980) y acaba con un tercer acto puro Harmony Korine. No hará falta citar todo lo de en medio para comprobar el buen gusto cinéfilo de Levinson, reflejado en un carismático trabajo incapaz de acomodarse en un género. Cierto que dentro del estupendo y maduro desarrollo argumental choca un poco lo hiperbólico e incluso inverosímil del tercer acto, muy a lo “Spring breakers” (2012). Es evidente que está hecho con la intención de que resulte exagerado, pero no deja de chocar que Sam Levinson haya medio tirado por el retrete la rectitud que llevaba durante el resto del metraje.
En definitiva, “Nación salvaje” es de lo mejor del 2018. Cierto que el producto va inevitablemente destinado a un target bastante concreto, pudiendo dejar algo apartado al que no pertenezca a dicho grupo. Pero en fin, no se puede tener todo.
Infinidad e infinidad de recovecos pueblan esta rotunda y desvergonzada versión moderna de los juicios de Salem que es “Nación salvaje”. La sociedad a examen en una magnífica obra comandada por un Sam Levinson con certera mano de hierro en todos y cada uno los aspectos.
La paranoia social de la brujería, acontecida con mayores ecos en Salem entre 1692 y 1693, es sustituida en “Nación salvaje” por la no menos dañina paranoia digital. De la cual surgen además infinidad de ramificaciones que sirven para radiografiar una sociedad no menos enferma que la de mediados del siglo XVII. Machismo, homofobia, transfobia, la doble moral, el peligro de las redes sociales… Y podría seguir enumerando los puertos en los que atraca este barco, pero no lo haré porque el propio Levinson ya se encarga de ello al principio de la cinta. Todo ello para generar un genial y sano debate posterior, que beneficia el ya de por si excelente poso del film.
Técnicamente nada que reprochar, Sam Levinson se sale. Controla a la perfección todos y cada uno de los ámbitos de la película. Hay momentos que están hechos para el evidente lucimiento, como cierto plano secuencia, pero es que el cineasta no deja nada al azar. El montaje, la selección musical, la fotografía, la realización, el diseño de producción… Todo en “Nación salvaje” seduce antes o después.
“Nación salvaje”, con gran valor, opta por criar desde bien pequeño a su propio monstruo antes que por aprovecharse de él ya crecido. Su desarrollo argumental y narrativo es muy jugoso. Cierto que al principio puede chocar un poco, haciendo que cueste un rato entrar y aposentarse en el producto, pero luego todo va rodado. El film empieza con un velado guiño a "El resplandor" (Stanley Kubrick, 1980) y acaba con un tercer acto puro Harmony Korine. No hará falta citar todo lo de en medio para comprobar el buen gusto cinéfilo de Levinson, reflejado en un carismático trabajo incapaz de acomodarse en un género. Cierto que dentro del estupendo y maduro desarrollo argumental choca un poco lo hiperbólico e incluso inverosímil del tercer acto, muy a lo “Spring breakers” (2012). Es evidente que está hecho con la intención de que resulte exagerado, pero no deja de chocar que Sam Levinson haya medio tirado por el retrete la rectitud que llevaba durante el resto del metraje.
En definitiva, “Nación salvaje” es de lo mejor del 2018. Cierto que el producto va inevitablemente destinado a un target bastante concreto, pudiendo dejar algo apartado al que no pertenezca a dicho grupo. Pero en fin, no se puede tener todo.
29 de marzo de 2016
29 de marzo de 2016
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se si os habéis dado cuenta pero la relación entre Warner/DC y Zack Snyder es como la que hay entre un padre y su hijo, por más que este se equivoque al final siempre encontrara el apoyo del padre. Snyder se estrelló con "El hombre de acero" (2013), y la productora le premio con la catódica secuela. Ahora se ha estrellado el doble con "Batman Vs. Superman (El amanecer de la justicia)", y la productora le vuelve a premiar con el film de "La liga de la justicia". ¿Me gustaría saber que habría ocurrido con el bueno de Zack Snyder de prestar servicios a Marvel?... Supongo que ponerlo de patitas en la calle, algo que ya tendría que haber hecho Warner si lo que quiere es beneficiar a sus futuros films.
Yo en su momento definí "Él hombre de acero" como una buena película hasta llegar al horrible caos digital final. Ahora defino "Batman Vs. Superman (El amanecer de la justicia)" como una mala película hasta llegar al horrible caos digital final. Para ser sinceros, la película tiene una primera mitad insulsa, lenta y poco imaginativa. Los dos primeros actos son tan lentos como las cámaras lentas que tanto se empeña Snyder en utilizar. Y no solo es lenta sino que no aporta nada nuevo al universo DC. Hay películas largas y luego esta "Batman Vs. Superman (El amanecer de la justicia)" que se hace larga, muy larga. Siendo honestos, es paradójico que lo que a priori iba a ser lo más odiado del film al final se ha convertido en su mayor virtud, el Batman de Affleck. El Lex Luthor de Jesse Eisenberg me ha resultado estomagante y plano. Wonder Woman, por contra, esta bien, pero más por aportar frescura a un producto bastante podrido.
Al final resulta que el mayor enemigo del binomio Warner/DC no es Marvel, ¡es Zack Snyder!... "Batman Vs. Superman (El amanecer de la justicia)" es una cinta que poco, o nada, puede ofrecer a todo aquel que no sea acérrimo de los personajes de la editorial DC. E incluso creo que, si esos acérrimos tienen un mínimo de coherencia, también saldrán de la sala cabreados.
Yo en su momento definí "Él hombre de acero" como una buena película hasta llegar al horrible caos digital final. Ahora defino "Batman Vs. Superman (El amanecer de la justicia)" como una mala película hasta llegar al horrible caos digital final. Para ser sinceros, la película tiene una primera mitad insulsa, lenta y poco imaginativa. Los dos primeros actos son tan lentos como las cámaras lentas que tanto se empeña Snyder en utilizar. Y no solo es lenta sino que no aporta nada nuevo al universo DC. Hay películas largas y luego esta "Batman Vs. Superman (El amanecer de la justicia)" que se hace larga, muy larga. Siendo honestos, es paradójico que lo que a priori iba a ser lo más odiado del film al final se ha convertido en su mayor virtud, el Batman de Affleck. El Lex Luthor de Jesse Eisenberg me ha resultado estomagante y plano. Wonder Woman, por contra, esta bien, pero más por aportar frescura a un producto bastante podrido.
Al final resulta que el mayor enemigo del binomio Warner/DC no es Marvel, ¡es Zack Snyder!... "Batman Vs. Superman (El amanecer de la justicia)" es una cinta que poco, o nada, puede ofrecer a todo aquel que no sea acérrimo de los personajes de la editorial DC. E incluso creo que, si esos acérrimos tienen un mínimo de coherencia, también saldrán de la sala cabreados.

6,4
40.933
7
5 de diciembre de 2017
5 de diciembre de 2017
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Perfectos desconocidos” nos ofrece a un nuevo Álex de la Iglesia, siendo seguramente la cinta menos Álex de la Iglesia desde “Los crímenes de Oxford” (2008). Bien porque adapta, o remakea, un guion de Paolo Genovese; o bien porque ha decidido abrir nuevas vías dentro de su cine para adaptarse a sus detractores (¿?); pero el caso es que se nos muestra bastante diferente a lo que suele ser habitual en él. Y ¿sabéis qué?, a pesar del cambio sigue funcionando a las mil maravillas.
En “Perfectos desconocidos” hay dos permutas muy evidentes. En primer lugar la cinta se muestra muy comedida visualmente; algo peligroso, a priori, ya que el aspecto visual es una de las grandes señas de identidad del realizador bilbaíno. En ese sentido su nuevo trabajo es muy teatral; siete personajes a medio camino entre el salón y la terraza, no hay más. ¿Demasiada limitación para una fiera como de la Iglesia?... ¿Fiera enjaulada quizás?… El segundo gran cambio radica en el ritmo. “Perfectos desconocidos” es una comedia negra que, apoyada en ese aspecto escénico más calmado, escoge una cocción lenta para su desarrollo, a diferencia de ese ritmo vertiginoso, casi caótico, al que nos tiene acostumbrados habitualmente el cineasta. Otro riesgo de buenas a primeras ya que no dar pausa al espectador es otra de las marcas de la casa de Álex.
Y ahora llega el golpe de gracia. Álex de la Iglesia, en un alarde de maestría, renuncia a dos de sus indiscutibles sellos y lo bueno es que sigue resultando tan efectivo como siempre. “Perfectos desconocidos” es un placer absolutamente eficaz. Sí diré que yo, personalmente, prefiero al otro Álex de la Iglesia, pero me parecen muy admirables esas ganas de explorar terreno desconocido.
A nivel guion “Perfectos desconocidos” mantiene sin problemas los habituales puntos fuertes del director vasco. El cinismo, la mala leche y la naturalidad siguen al pie del cañón en esta historia a medio camino entre la feroz crítica a esta cultura que le rinde ciega pleitesía al teléfono móvil y la terapia de pareja. Tan cierta esa eficacia como que en uno de esos aspectos el film podría haberse desatado mucho más, creo que “Perfectos desconocidos” tenia mimbres para haber alcanzado más cotas de mala leche, incluso podía haber sido más bestia. Pero lo dicho, es otro Álex de la Iglesia.
En el plano actoral las cosas funcionan de maravillas una vez más, no por algo Álex de la Iglesia es uno de los mejores directores de actores del panorama nacional. Los siete intérpretes protagonistas están estupendos, pero he de destacar a tres: Eduard Fernández, Juana Acosta y Ernesto Alterio. Del primero me lo podía esperar, es uno de los grandes y un todoterreno; pero lo de Alterio y Acosta me ha resultado verdaderamente inesperado.
En resumidas cuentas, “Perfectos desconocidos” me ha resultado muy satisfactoria, aun no siendo puro de la Iglesia. Con algún que otro debe, pero muy grata. Y hasta tiene el lote un desenlace bastante decente dentro de esos flojos finales de obra a los que, por desgracia, nos tiene acostumbrados el director. ¿Qué más se puede pedir?...
En “Perfectos desconocidos” hay dos permutas muy evidentes. En primer lugar la cinta se muestra muy comedida visualmente; algo peligroso, a priori, ya que el aspecto visual es una de las grandes señas de identidad del realizador bilbaíno. En ese sentido su nuevo trabajo es muy teatral; siete personajes a medio camino entre el salón y la terraza, no hay más. ¿Demasiada limitación para una fiera como de la Iglesia?... ¿Fiera enjaulada quizás?… El segundo gran cambio radica en el ritmo. “Perfectos desconocidos” es una comedia negra que, apoyada en ese aspecto escénico más calmado, escoge una cocción lenta para su desarrollo, a diferencia de ese ritmo vertiginoso, casi caótico, al que nos tiene acostumbrados habitualmente el cineasta. Otro riesgo de buenas a primeras ya que no dar pausa al espectador es otra de las marcas de la casa de Álex.
Y ahora llega el golpe de gracia. Álex de la Iglesia, en un alarde de maestría, renuncia a dos de sus indiscutibles sellos y lo bueno es que sigue resultando tan efectivo como siempre. “Perfectos desconocidos” es un placer absolutamente eficaz. Sí diré que yo, personalmente, prefiero al otro Álex de la Iglesia, pero me parecen muy admirables esas ganas de explorar terreno desconocido.
A nivel guion “Perfectos desconocidos” mantiene sin problemas los habituales puntos fuertes del director vasco. El cinismo, la mala leche y la naturalidad siguen al pie del cañón en esta historia a medio camino entre la feroz crítica a esta cultura que le rinde ciega pleitesía al teléfono móvil y la terapia de pareja. Tan cierta esa eficacia como que en uno de esos aspectos el film podría haberse desatado mucho más, creo que “Perfectos desconocidos” tenia mimbres para haber alcanzado más cotas de mala leche, incluso podía haber sido más bestia. Pero lo dicho, es otro Álex de la Iglesia.
En el plano actoral las cosas funcionan de maravillas una vez más, no por algo Álex de la Iglesia es uno de los mejores directores de actores del panorama nacional. Los siete intérpretes protagonistas están estupendos, pero he de destacar a tres: Eduard Fernández, Juana Acosta y Ernesto Alterio. Del primero me lo podía esperar, es uno de los grandes y un todoterreno; pero lo de Alterio y Acosta me ha resultado verdaderamente inesperado.
En resumidas cuentas, “Perfectos desconocidos” me ha resultado muy satisfactoria, aun no siendo puro de la Iglesia. Con algún que otro debe, pero muy grata. Y hasta tiene el lote un desenlace bastante decente dentro de esos flojos finales de obra a los que, por desgracia, nos tiene acostumbrados el director. ¿Qué más se puede pedir?...

6,6
31.433
9
11 de octubre de 2018
11 de octubre de 2018
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Ha nacido una estrella (2018)” es una cinta de esas generacionales que siempre funcionan. Este es el tercer remake que se hace de la película original de 1937 dirigida por William A. Wellman. El primer remake se obró en 1954 y el segundo en 1976, y si los cálculos no me fallan es muy probable que dentro de veinticinco o treinta años volvamos a tener otra versión que funcionará con precisión de reloj suizo.
Abandona los prejuicios en casa (si los hubiera) y entregate por completo a la causa como si nada más importase, y una vez dentro déjate llevar cual pluma por este torbellino tanto en lo musical como en lo emocional. Eso es “Ha nacido una estrella (2018)”, un tren de emociones que te pasa por encima, literalmente. Jackson Maine es un cantante de éxito que llena conciertos, aunque su vida detrás de los escenarios y la fama es bastante convulsa. En esas conoce a Ally, una joven cantante y compositora de mucho talento que no ha podido triunfar en la música, y desde ese primer vistazo la chispa se prende entre ambos, tanto en lo profesional como en lo personal. Esquemáticamente “Ha nacido una estrella (2018)” es el vivo reflejo de las etapas por las que pasan Jackson y Ally como pareja en ambos ámbitos. Una primera mitad de metraje que es pura y ciega emoción sin frenos, la chispa surge espontanea casi sin necesidad de combustible, y luego arribamos en una segunda mitad de película en la que nos quitamos la venda de los ojos para descubrir el verdadero y cruel drama que se oculta detrás, el cual la propia felicidad del momento nos impide ver. Todo ese tsunami de sensaciones se transmite al espectador a la perfección, y creo que el que más reforzado sale de todo lo anterior es un Bradley Cooper que logra caer de pie como director de esta doble voltereta que es “Ha nacido una estrella (2018)”.
Actoralmente Lady Gaga y Bradley Cooper están soberbios, llevando además todo el peso de la película. La química entre ambos es brutal, y la naturalidad que rebosan tres cuartos de lo mismo. Los momentos musicales son de diez. Aquí es cuando debería decir otro minipunto para el Cooper director, pero no lo voy a hacer porque en este aspecto he encontrado una pequeña pega, igual la única del film. No se si por celos o por torpeza pero el director le priva a Lady Gaga de un par de escenas de esas que claramente se presentaban para su lucimiento en lo dramático. Hay una en la que Ally llora, pero el torpe de Bradley enchufa el plano de la cara de Gaga cuando la lagrima ya esta cayendo, ¿por qué no enfoca desde el momento en que sale del ojo?… Es una decisión confusa que me duele y me mosquea por igual.
Las dobles lecturas del film son más que evidentes y agradecidas, pero quiero destacar ese golpe que le asesta Lady Gaga a la industria musical y a todo los que la menospreciaron en sus inicios. La cantante usa “Ha nacido una estrella (2018)” para pasar facturas, y hace bien.
En resumidas cuentas, “Ha nacido una estrella (2018)” es un golpe absolutamente inesperado a nuestros sentimientos, tanto en calidad como en cantidad. Imagino que cuando se anunció este proyecto nadie daba un duro porque a estas alturas estuviese donde está, como está y con las sólidas aspiraciones que tiene de cara a la temporada de premios que se avecina.
Abandona los prejuicios en casa (si los hubiera) y entregate por completo a la causa como si nada más importase, y una vez dentro déjate llevar cual pluma por este torbellino tanto en lo musical como en lo emocional. Eso es “Ha nacido una estrella (2018)”, un tren de emociones que te pasa por encima, literalmente. Jackson Maine es un cantante de éxito que llena conciertos, aunque su vida detrás de los escenarios y la fama es bastante convulsa. En esas conoce a Ally, una joven cantante y compositora de mucho talento que no ha podido triunfar en la música, y desde ese primer vistazo la chispa se prende entre ambos, tanto en lo profesional como en lo personal. Esquemáticamente “Ha nacido una estrella (2018)” es el vivo reflejo de las etapas por las que pasan Jackson y Ally como pareja en ambos ámbitos. Una primera mitad de metraje que es pura y ciega emoción sin frenos, la chispa surge espontanea casi sin necesidad de combustible, y luego arribamos en una segunda mitad de película en la que nos quitamos la venda de los ojos para descubrir el verdadero y cruel drama que se oculta detrás, el cual la propia felicidad del momento nos impide ver. Todo ese tsunami de sensaciones se transmite al espectador a la perfección, y creo que el que más reforzado sale de todo lo anterior es un Bradley Cooper que logra caer de pie como director de esta doble voltereta que es “Ha nacido una estrella (2018)”.
Actoralmente Lady Gaga y Bradley Cooper están soberbios, llevando además todo el peso de la película. La química entre ambos es brutal, y la naturalidad que rebosan tres cuartos de lo mismo. Los momentos musicales son de diez. Aquí es cuando debería decir otro minipunto para el Cooper director, pero no lo voy a hacer porque en este aspecto he encontrado una pequeña pega, igual la única del film. No se si por celos o por torpeza pero el director le priva a Lady Gaga de un par de escenas de esas que claramente se presentaban para su lucimiento en lo dramático. Hay una en la que Ally llora, pero el torpe de Bradley enchufa el plano de la cara de Gaga cuando la lagrima ya esta cayendo, ¿por qué no enfoca desde el momento en que sale del ojo?… Es una decisión confusa que me duele y me mosquea por igual.
Las dobles lecturas del film son más que evidentes y agradecidas, pero quiero destacar ese golpe que le asesta Lady Gaga a la industria musical y a todo los que la menospreciaron en sus inicios. La cantante usa “Ha nacido una estrella (2018)” para pasar facturas, y hace bien.
En resumidas cuentas, “Ha nacido una estrella (2018)” es un golpe absolutamente inesperado a nuestros sentimientos, tanto en calidad como en cantidad. Imagino que cuando se anunció este proyecto nadie daba un duro porque a estas alturas estuviese donde está, como está y con las sólidas aspiraciones que tiene de cara a la temporada de premios que se avecina.

5,4
7.003
6
5 de enero de 2015
5 de enero de 2015
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rupert Wyatt se hizo un nombre gracias a la película "El origen del planeta de los simios" (2011), y desde mi punto de vista en su ultimo largometraje no confirma las maneras que se le intuían con su anterior proyecto.
"El jugador" es la clásica película que apunta a muchas cosas, pero que al final no atina a ninguna. Apunta a ser uno de los films que triunfe en la tanda de premios que se nos avecina, aunque el tiro se le queda cortísimo. Mark Wahlberg apunta a una de sus mejores interpretaciones, pero también se queda a medias. Y es que, el motivo de que apunte pero no acierte es su tono. Cuando la película pedía a gritos un thriller con tintes de comedia negra, va el director y lo convierte todo en un drama intensísimo y pretencioso a más no poder. Un drama poblado de personajes pronunciando frases que pretenden ser súper inteligentes pero que se quedan en artificiales y poco creíbles. Ese tono que tiene la cinta de falso drama echara atrás a muchos espectadores, inmersos en un desarrollo lento, repetitivo y cansino.
"El jugador" posee una historia interesante que no ha sido aprovechada de forma correcta. El film es tan intenso que va desgastando al espectador poco a poco. Todo ello aderezado con un final rotundamente moralista que no coincide con el resto de la película. Desgraciadamente "El jugador" promete mucho más de lo que luego da, con lo cual me siento un poco estafado.
"El jugador" es la clásica película que apunta a muchas cosas, pero que al final no atina a ninguna. Apunta a ser uno de los films que triunfe en la tanda de premios que se nos avecina, aunque el tiro se le queda cortísimo. Mark Wahlberg apunta a una de sus mejores interpretaciones, pero también se queda a medias. Y es que, el motivo de que apunte pero no acierte es su tono. Cuando la película pedía a gritos un thriller con tintes de comedia negra, va el director y lo convierte todo en un drama intensísimo y pretencioso a más no poder. Un drama poblado de personajes pronunciando frases que pretenden ser súper inteligentes pero que se quedan en artificiales y poco creíbles. Ese tono que tiene la cinta de falso drama echara atrás a muchos espectadores, inmersos en un desarrollo lento, repetitivo y cansino.
"El jugador" posee una historia interesante que no ha sido aprovechada de forma correcta. El film es tan intenso que va desgastando al espectador poco a poco. Todo ello aderezado con un final rotundamente moralista que no coincide con el resto de la película. Desgraciadamente "El jugador" promete mucho más de lo que luego da, con lo cual me siento un poco estafado.
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