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Críticas 49
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
7 de octubre de 2010
15 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mark Zuckerberg podría haber sido un chico cualquiera. Podría haber pasado desapercibido por la universidad, o haberse hundido por algún desengaño amoroso. Pero no fue así. Desde su habitación de estudiante en Harvard, alimentando así el mito de la empresa informática que nace en un garaje, empieza a engendrar un nuevo sitio web. En él se muestran dos fotografías de alumnas universitarias, y el usuario debe decidir cuál de ellas prefiere. Pero la idea clave para que funcione la obtiene de un proyecto que los hermanos Winklevoss le encargan: crear una comunidad. El final de esta historia la podemos encontrar en cualquier ordenador, y su nombre es conocido en todo el mundo: Facebook.

El director David Fincher ("Zodiac", 2007; "El curioso caso de Benjamin Button", 2008) lleva a la gran pantalla el símbolo de toda una generación: la que está más familiarizada con la del ordenador que con la del cine o la televisión. Y lo hace a través de constantes saltos entre los diferentes actos de conciliación y el proceso de desarrollo de esta red social. Al principio, los cambios temporales que se reflejan en el relato son demasiado frecuentes, resultando en ocasiones desconcertantes. Aunque esa estructura se conserva a lo largo de toda la obra, dichos saltos pasan a ser más esporádicos, otorgando un mayor desarrollo a cada secuencia.

Destaca la comparación del primer concepto de Facebook con la hermandad de un campus, resuelta mediante un montaje en paralelo. Los valores de exclusividad, socialización y diversión quedan así perfectamente captados. Pero es en estos lugares donde aparecen situaciones de menor relevancia, ocupando demasiado tiempo de la película. Las competiciones de remo son una metáfora de la competitividad que mantienen los personajes por alcanzar la meta del éxito; pero, como toda metáfora que se precie, ésta termina sufriendo un desgaste tras un uso excesivo de la misma.

"La red social" consigue entretener al espectador, pero podría haber dado algo más de sí. Es una lástima que se haya convertido en un intento forzado de humanización del fundador de Facebook. Resulta contradictorio que alguien a quien supuestamente le importa tan poco el dinero anteponga el factor económico a la honestidad. Quién sabe si este es el motivo por el que sus compañeros de clase estaban seguros de que, con el tiempo, Zuckerberg lograría convertirse en el próximo Bill Gates.
18 de diciembre de 2010
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
En este remake de la alemana "Das experiment" (Oliver Hirschbiegel, 2001), Travis decide darle un cambio a su vida tras ser despedido por un recorte presupuestario de la residencia en la que trabaja. Tras conocer a una atractiva mujer, está dispuesto a seguir sus pasos hasta La India para volver a encontrarse con ella. Para lograrlo necesita dinero, por lo que entra en un experimento sociológico destinado a estudiar la relación entre la autoridad y el comportamiento humano. Pero ese experimento no se desarrolla según estaba previsto.

La principal diferencia está en la incorporación del clásico "Chico conoce a chica". Y ese es un argumento tan recurrente que ni siquiera hay un mínimo esfuerzo en su desarrollo. Solamente consigue aportar a la película la meta personal del protagonista de tener algo por lo que luchar, pero ni siquiera eso llega a ser una motivación.

Adrien Brody, que interpreta al Prisionero 77, podría dar más de sí mismo, pero quizá el proyecto no esté a su altura. Su personaje, que en la primera versión tenía una personalidad firme, adquiere un carácter esquizofrénico con el que pasa de enfrentarse a los más fuertes a sucumbir ante cualquier adversidad. Probablemente este sea uno de los cambios más desafortunados, ya que con él se pierde la excelente psicología que tenía en el filme alemán. Y eso por no hablar del dudoso concepto de violencia que se plantea, basado solamente en las agresiones físicas más graves que se puedan dar.

La gran tensión que impregnaba el título original se ha evaporado, pudiendo vislumbrarse únicamente en momentos muy puntuales. Desde luego, la resolución final no funciona. Lo que en "Das experiment" quedaba perfectamente explicado con las imágenes, aquí pasa a ser redundante mediante un diálogo final que evidencia su moraleja a los más despistados. Si bien en él se cuestiona la evolución humana, probablemente hubiese sido más productivo entrar a valorar la necesidad de volver a rodar una película sin tener el menor ánimo constructivo.
15 de septiembre de 2011
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida es algo extraordinario, maravilloso. Un cúmulo de casualidades que han desembocado en todo lo que hoy conocemos. Pero, frente a esto, ¿cómo afrontar un duro golpe? ¿Cómo seguir adelante cuando solo se piensa en volver atrás? En la búsqueda del consuelo, retroceder en el tiempo puede ayudar a comprender la dimensión de un problema. Para recordar cómo se ha llegado hasta el presente, el viaje debe iniciarse más allá de donde alcanza la memoria: ha de comenzar en el enigmático origen del propio mundo.

En "El árbol de la vida", Terrence Malick agarra de la mano al espectador para juntos realizar un camino desde el principio de los tiempos. Asesorado por científicos, recrea algunos de los momentos clave de la formación del universo y de la tierra. Esta poética secuencia de acontecimientos es un estímulo sensorial que, unido a la música que lo acompaña, supone uno de los momentos más reflexivos de la historia, pese a que la relación que guarda directamente con ella sea escasa. Pero la larga duración de esta parte desagradará notablemente al público que esté menos predispuesto al misticismo de la imagen cinematográfica.

El resto de la película no deja de ser parte de este poema audiovisual. La siempre adecuada música de Alexandre Desplat es acorde a los movimientos que la cámara realiza, empeñándose en perseguir la acción por cada escenario. Los encuadres artísticos contribuyen a que la belleza de esta obra impregne cada fotograma, adquiriendo todavía más fuerza en conjunto.

La historia está repleta de dualidades temáticas, como la ciencia y la religión, el amor y el odio, o la esperanza y la desilusión. Sin embargo, ambas realidades logran convivir sin que ninguna de ellas se anteponga a su contraria, formando parte de una misma verdad. En general, se acerca bastante a algunas posturas adoptadas en "La fuente de la vida" (Darren Aronofsky, 2006), aunque mientras que aquella buscaba una visión de la humanidad, en esta ocasión se centra en el ser humano como pieza de un conjunto más complejo. Hay que recordar que Brad Pitt estuvo involucrado al principio en el proyecto de Aronofsky como protagonista, pero después decidió abandonarlo.

Precisamente es Brad Pitt quien más destaca en su rol de padre de familia fracasado, añadiendo otro registro a su larga lista. Aunque el reparto cuenta también con Sean Penn, sus contadas apariciones y su leve interpretación deberían apartar su nombre del cartel como actor principal. Jessica Chastain queda en un correcto y modesto segundo plano, dejando así más protagonismo a los jóvenes hijos. Los pequeños son capaces de transmitir la frescura e inocencia de su edad, pero también la espontaneidad del juego o el miedo a la autoridad.

(Sigue en "Spoiler")
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spoiler:
Entre los defectos de esta producción se encontrarían algunas partes demasiado largas o abstractas. Aunque son necesarias para el desarrollo y por lo general funcionan, causan cierto aburrimiento que sí es prescindible, algo que se solucionaría con la utilización de un sumario que resumiese las acciones menos importantes. Otro dudoso acierto es el desenlace tan abierto como ambiguo, sin apenas una pista que sirva para satisfacer a la curiosidad generada por la historia.

En resumen, "El árbol de la vida" es una película agradable de ver, pero a la que hay que enfrentarse con el cuerpo y la mente descansados. De no ser así, se corre el riesgo de no disfrutar de los pequeños detalles que contiene, algo que constantemente suele suceder con la propia vida y que hace que transcurra más rápidamente.
9 de junio de 2011
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una enfermedad neurológica condiciona por completo tanto a quienes la padecen como a los que le rodean. El caso de Vincent, un joven con síndrome de Tourette, no es diferente. Su padre se avergüenza de él, anteponiendo la política a la familia, y su madre es alcohólica. El fallecimiento de ella le deja todavía más solo. Para evitarlo, su padre decide internarlo en un centro especializado. Pero Vincent prefiere terminar con su malestar en otro destino: el mar de Italia. Junto a otros dos compañeros, comienza un viaje en el que deberá demostrar estar tan capacitado como cualquier otra persona.

«Vincent quiere al mar» es la historia de superación personal de tres personas con diversos problemas de salud. Una road movie que concede a sus tres pasajeros una nueva oportunidad en la vida. Detrás se encuentra también una crítica a los métodos curativos empleados en la actualidad, que recurren habitualmente a la química y el aislamiento, dejando a un lado otras terapias como el contacto con la naturaleza y el cuidado de los seres queridos. Precisamente el personaje de Robert, el padre de Vincent, es una denuncia al olvido de quienes esperan siempre ser los mejores, como si la vida fuese una competición o una campaña política.

Aunque esta película no logrará nunca una gran recaudación en taquilla, su visionado resulta agradable, e incluso entretenido. Pero nada más. Los personajes quedan demasiado lejanos en muchos momentos, y la forma de mostrar su punto de vista no convence. Además, hay algunas secuencias demasiado inverosímiles, y no precisamente por las capacidades de estos chicos. A lo mejor el único problema que se puede encontrar este filme es enfrentarse a un público que ha perdido la inocencia en este tipo de historias.
27 de marzo de 2010
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay historias que, por su propia naturaleza, no pueden ser llevadas a la gran pantalla. O al menos no deberían llevarse. En Last days podemos encontrar un claro ejemplo: los últimos días de la vida de Kurt Cobain, cantante de Nirvana. Con la intención de mostrar su supuesto mundo interior, esta película se convierte en un instrumento vacío que no consigue en ningún momento la empatía con el protagonista. Solamente podemos ver un desfile de imágenes cuyo contenido es lo de menos. Así lo demuestra la extraña estructura que presenta: no importa el orden en el que aparezca nada, pues todo el relato es plano.

En cambio, es innegable el trabajo artístico de esta obra. La puesta en escena, la selección de planos, el vestuario, el sonido utilizado en el bosque... Un film hecho exclusivamente para deleitar los sentidos del espectador, para abandonarse en el interior de su naturaleza y después volver a salir de ella como si nada hubiese pasado en el camino.
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