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1
1 de noviembre de 2006
1 de noviembre de 2006
15 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anda que no se habrán hecho películas sobre el tema de bebés o niños que piensan o reaccionan como adultos. Y aún así, los Wayans todavía tienen el valor de hacer este "Pequeño pero matón" (mis felicitaciones a los adaptadores del título a nuestro idioma de "Little Man").
La historia (por calificarla de algún modo) va de un ladrón de medio metro de altura (Marlon Wayans) que roba un diamante y lo esconde en el bolso de una feliz pareja (Shawn Wayans y Kerry Washington). La forma de recuperarlo será hacerse pasar por bebé. Un bebé, por cierto, que pasa desapercibido sin que nadie, en ningún momento, sospeche de él. Debe ser que no le crece la barba, y que es normal que tenga una dentición de 32 piezas (o más, a juzgar por las escenas en las que Marlon Wayans abre la boca, que hay unas cuantas).
Como el guión no da para más de, digamos, unos 10 minutos, el resto del metraje se va en enseñarnos gags tan novedosos como el del supuesto bebé mirando los generosos pechos de Brittany Daniel, metiéndole mano a chicas varias, o golpeando las partes nobles de casi todo hombre que aparece en pantalla más de segundo y medio. El no va más del humor, claro. Los personajes femeninos salen exclusivamente para servir de burla, por cierto.
La historia (por calificarla de algún modo) va de un ladrón de medio metro de altura (Marlon Wayans) que roba un diamante y lo esconde en el bolso de una feliz pareja (Shawn Wayans y Kerry Washington). La forma de recuperarlo será hacerse pasar por bebé. Un bebé, por cierto, que pasa desapercibido sin que nadie, en ningún momento, sospeche de él. Debe ser que no le crece la barba, y que es normal que tenga una dentición de 32 piezas (o más, a juzgar por las escenas en las que Marlon Wayans abre la boca, que hay unas cuantas).
Como el guión no da para más de, digamos, unos 10 minutos, el resto del metraje se va en enseñarnos gags tan novedosos como el del supuesto bebé mirando los generosos pechos de Brittany Daniel, metiéndole mano a chicas varias, o golpeando las partes nobles de casi todo hombre que aparece en pantalla más de segundo y medio. El no va más del humor, claro. Los personajes femeninos salen exclusivamente para servir de burla, por cierto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Al final, por si no lo han adivinado ya, el ladrón se vuelve bueno, el padre le perdona que sea un delincuente que les ha estado engañando, y el espectador sale deseando haberle dado a su dinero un mejor destino, como el fondo de una alcantarilla. Pero lo más grave de todo es que habrá gente que incluso se ría. Como deben estar riéndose los Wayans viendo a la gente dejarse los cuartos en la taquilla.

6,7
20.810
7
5 de octubre de 2006
5 de octubre de 2006
16 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es difícil que nos vayamos a encontrar una película más seria y que trate con tanta distancia un tema tan escabroso como fue el 11-S como la que ofrece Paul Greengrass. Sin duda, hay documentales bastante menos asépticos que esta mirada al vuelo 93 de la UA, famoso por ser el único que no llegó a su objetivo.
Todo está filmado cámara en mano, lo que se muestra muy adecuado para transmitir por encima de todas las cosas, el caos vivido aquel día. Además, la acción transcurre prácticamente en tiempo real, y los actores son completos desconocidos. No se nos presenta a nadie, no se nos pone en antecedentes de nada.
Ese es el mayor acierto de Greengrass: deja que la narración descanse en los hechos, tan duros y terribles que no necesita ningún efecto extra para causar impacto en el espectador. El prólogo transcurre en las centros de control aéreo, en el que empiezan a perder el contacto con unas aeronaves. Así, se alterna la inquietud de las más altas instancias, incluidos militares y gobierno, que se muestran preocupantemente incapaces para responder, con el embarque y el despegue del United 93.
Sin embargo, una vez que los terroristas se hacen con el avión, todo el protagonismo recae en dicho vuelo, y la tensión crece exponencialmente. Sin duda, el punto algido es el momento en el que los pasajeros contactan con sus familias, y se dan cuenta de que el destino de su vuelo no ofrece retorno. En este punto, hay gente que ha visto un patriotismo barato, pero no nos engañemos: nadie, sea americano, japonés o español, se podría quedar cruzado de brazos ante una situación así. Es cuestión de instinto de supervivencia. Sólo hay que prestar atención a lo que sucede al final, cómo se llega a esa situación, y cuál es el plan de los viajeros.
Lo peor de todo es la sensación desazonante de que, sea o no cierto lo que se narra en esta película (nunca lo sabremos), la tragedia fue real. Greengrass ha intuido que unos hechos así no necesitaban de ningún aderezo para impactar al espectador. La realidad habla por sí misma.
Todo está filmado cámara en mano, lo que se muestra muy adecuado para transmitir por encima de todas las cosas, el caos vivido aquel día. Además, la acción transcurre prácticamente en tiempo real, y los actores son completos desconocidos. No se nos presenta a nadie, no se nos pone en antecedentes de nada.
Ese es el mayor acierto de Greengrass: deja que la narración descanse en los hechos, tan duros y terribles que no necesita ningún efecto extra para causar impacto en el espectador. El prólogo transcurre en las centros de control aéreo, en el que empiezan a perder el contacto con unas aeronaves. Así, se alterna la inquietud de las más altas instancias, incluidos militares y gobierno, que se muestran preocupantemente incapaces para responder, con el embarque y el despegue del United 93.
Sin embargo, una vez que los terroristas se hacen con el avión, todo el protagonismo recae en dicho vuelo, y la tensión crece exponencialmente. Sin duda, el punto algido es el momento en el que los pasajeros contactan con sus familias, y se dan cuenta de que el destino de su vuelo no ofrece retorno. En este punto, hay gente que ha visto un patriotismo barato, pero no nos engañemos: nadie, sea americano, japonés o español, se podría quedar cruzado de brazos ante una situación así. Es cuestión de instinto de supervivencia. Sólo hay que prestar atención a lo que sucede al final, cómo se llega a esa situación, y cuál es el plan de los viajeros.
Lo peor de todo es la sensación desazonante de que, sea o no cierto lo que se narra en esta película (nunca lo sabremos), la tragedia fue real. Greengrass ha intuido que unos hechos así no necesitaban de ningún aderezo para impactar al espectador. La realidad habla por sí misma.

6,9
79.172
6
4 de diciembre de 2006
4 de diciembre de 2006
12 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy un gran fan de las películas de James Bond, aunque creo haberlas visto todas (salvo la última de Brosnan, a pesar de la presencia de Halle Berry). "Casino Royale" no parece hecha para encajar con la saga, pero tampoco "Al Servicio de Su Majestad", que curiosamente, muchos la consideran la mejor de todas.
Esta nueva entrega intenta romper con la imagen clásica del agente del MI5, es de suponer que influenciados por el estilo de Jason Bourne. Así, el Bond de Craig es más parecido a un estibador con mal carácter que al estilizado y refinado snob que nos habían presentado anteriormente. Por tanto, había que buscarse otro estilo de actor. Es indudable que Daniel Craig, físicamente, está a la altura de lo que se le pide. Curiosamente, debe ser la primera película de 007 en la que el agente sale con menos ropa que sus parteneires femeninas, cosa que el público de Venus agradecerá.
Interpretativamente, es el Bond con menos ironía y charm que yo recuerde, pero de nuevo lo achaco más al guión que a la capacidad actoral de Craig, que ha demostrado ser un actor decente en otras ocasiones. Judi Dench, como M, sale poco, pero da muestras de su buen hacer. Lo más flojo, Eva Green como chica Bond, a la que intentan elevar a la misma altura del protagonista con un par de frases ingeniosas, algo a todas luces insuficiente; y Mads Mikkelsen como el malo de la función, Le Chiffre, que demuestra su dominio del póker manteniendo el mismo gesto agrio durante toda la película, que hace intuir algún tipo de problema grave con el catering.
El guión se ve con la necesidad imperiosa de reinventar al personaje (al más puro estilo de las nuevas entregas de Superman o Batman), y además, casarlo con las marcas de fábrica (como la afición al Martini con Vodka o la misoginia de 007). Además, los diálogos van desde lo meramente correcto a lo auténticamente deleznable, donde la fina ironía de Bond brilla por su ausencia. Con todo, lo peor es lo descompensado de las tramas de la película: un comienzo espectacular, una partida de póker interminable (juego tan entretenido como un programa de Sánchez Dragó), unos interludios larguísimos que poco o nada aportan a la trama, y un final carente por completo de clímax que acaban por arruinar la buena sensación que deja el comienzo. Y es que 144 minutos se le acaban haciendo largos a un espía que ya ha cumplido los cincuenta.
Esta nueva entrega intenta romper con la imagen clásica del agente del MI5, es de suponer que influenciados por el estilo de Jason Bourne. Así, el Bond de Craig es más parecido a un estibador con mal carácter que al estilizado y refinado snob que nos habían presentado anteriormente. Por tanto, había que buscarse otro estilo de actor. Es indudable que Daniel Craig, físicamente, está a la altura de lo que se le pide. Curiosamente, debe ser la primera película de 007 en la que el agente sale con menos ropa que sus parteneires femeninas, cosa que el público de Venus agradecerá.
Interpretativamente, es el Bond con menos ironía y charm que yo recuerde, pero de nuevo lo achaco más al guión que a la capacidad actoral de Craig, que ha demostrado ser un actor decente en otras ocasiones. Judi Dench, como M, sale poco, pero da muestras de su buen hacer. Lo más flojo, Eva Green como chica Bond, a la que intentan elevar a la misma altura del protagonista con un par de frases ingeniosas, algo a todas luces insuficiente; y Mads Mikkelsen como el malo de la función, Le Chiffre, que demuestra su dominio del póker manteniendo el mismo gesto agrio durante toda la película, que hace intuir algún tipo de problema grave con el catering.
El guión se ve con la necesidad imperiosa de reinventar al personaje (al más puro estilo de las nuevas entregas de Superman o Batman), y además, casarlo con las marcas de fábrica (como la afición al Martini con Vodka o la misoginia de 007). Además, los diálogos van desde lo meramente correcto a lo auténticamente deleznable, donde la fina ironía de Bond brilla por su ausencia. Con todo, lo peor es lo descompensado de las tramas de la película: un comienzo espectacular, una partida de póker interminable (juego tan entretenido como un programa de Sánchez Dragó), unos interludios larguísimos que poco o nada aportan a la trama, y un final carente por completo de clímax que acaban por arruinar la buena sensación que deja el comienzo. Y es que 144 minutos se le acaban haciendo largos a un espía que ya ha cumplido los cincuenta.

4,7
3.738
4
30 de octubre de 2006
30 de octubre de 2006
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Por qué de vez en cuando a los actores de renombre les da por meterse en este tipo de películas? A mí me resulta un misterio tan indescifrable como el de las caras de Bélmez, y casi igual de siniestro.
En esta ocasión, les toca el turno a Samuel L. Jackson y a Eugene Levy, este último famoso por interpretar al padre de Jason Biggs en "American Pie". Por enésima vez, se explota la historia de "poli-duro-obligado-a-convivir-con-personaje-diametralmente-opuesto", aunque sin mucha gracia, hay que decirlo.
El punto fuerte de la cosa se supone que es el choque de caracteres. Lo sorprendente de "El Jefe", sin embargo, es que al final ninguno de los personajes ha evolucionado lo más mínimo. Es decir, ni Jackson es mejor persona, ni Levy es menos cargante. Entre medias de sus enfrentamientos dialécicos hay una historia de policias y ladrones tan simple como prescindible.
Lo mejor de todo es que el director Les Mayfield es magnánimo con el espectador y deja la peli en unos soportables 83 minutos. Además, se limita a colocar la cámara donde no moleste, y nos deje ver a los personajes, sin necesidad de flashbacks, rupturas de eje temporal, desenfocados y maravillas varias a las que nos han acostumbrado últimamente.
El malo de la función, interpretado convincentemente por Luke Goss, es lo mejor de la peli, aunque sólo sea por haber formado parte del grupo "Bros" junto con su hermano Matt. Samuel L. Jackson y Eugene Levy hacen aquello por lo que son famosos: Jackson grita y suelta tacos, y Levy mueve mucho los músculos faciales, maseteros incluidos. Sin embargo, los del espectador se mantienen bastante quietos: "El Jefe" no provocará bostezos, pero tampoco provocará demasiadas carcajadas.
En esta ocasión, les toca el turno a Samuel L. Jackson y a Eugene Levy, este último famoso por interpretar al padre de Jason Biggs en "American Pie". Por enésima vez, se explota la historia de "poli-duro-obligado-a-convivir-con-personaje-diametralmente-opuesto", aunque sin mucha gracia, hay que decirlo.
El punto fuerte de la cosa se supone que es el choque de caracteres. Lo sorprendente de "El Jefe", sin embargo, es que al final ninguno de los personajes ha evolucionado lo más mínimo. Es decir, ni Jackson es mejor persona, ni Levy es menos cargante. Entre medias de sus enfrentamientos dialécicos hay una historia de policias y ladrones tan simple como prescindible.
Lo mejor de todo es que el director Les Mayfield es magnánimo con el espectador y deja la peli en unos soportables 83 minutos. Además, se limita a colocar la cámara donde no moleste, y nos deje ver a los personajes, sin necesidad de flashbacks, rupturas de eje temporal, desenfocados y maravillas varias a las que nos han acostumbrado últimamente.
El malo de la función, interpretado convincentemente por Luke Goss, es lo mejor de la peli, aunque sólo sea por haber formado parte del grupo "Bros" junto con su hermano Matt. Samuel L. Jackson y Eugene Levy hacen aquello por lo que son famosos: Jackson grita y suelta tacos, y Levy mueve mucho los músculos faciales, maseteros incluidos. Sin embargo, los del espectador se mantienen bastante quietos: "El Jefe" no provocará bostezos, pero tampoco provocará demasiadas carcajadas.

4,1
4.952
4
25 de enero de 2007
25 de enero de 2007
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si Harry Potter se pasara más tiempo en el gimnasio que en la biblioteca, no sería muy distinto de cualquiera de los "chicos Danone" que pululan por lo nuevo de Renny Harlin. Estos han cambiado la varita por la creatina, pero salen ganando, a juzgar por lo simpáticos y guapos que están todos.
Caleb (Steven Strait), Pogue (Taylor Kitsch), Tyler (Chace Crawford) y Reid (Toby Hemingway) son cuatro descendientes de un antiguo linaje de brujas, que mantienen en secreto sus poderes mágicos. Un día, un alumno de su mismo colegio aparece muerto en circunstancias extrañas, y sospechan que puede ser obra de alguien con sus mismos poderes, así que empiezan a investigar. Como interés romántico del prota, pues ahí está Sarah (Laura Ramsey) haciendo de "chica-de-familia-humilde-pero-lista-y-con-beca".
Al contrario que sucede en la gran mayoría de las películas, aquí el espectador tarda unos cuarenta minutos menos que los protagonistas en descubrir al "malo", así que, por esa parte, no se puede decir que el guionista se haya esmerado mucho. Y a decir, verdad, por las demás partes tampoco, así que todo se limita a una laaaarga presentación de personajes (Caleb, Sarah y Pogue, en realidad, porque los demás pintan bastante poco); unas cuantas escenas de duchas, para aquellos que todavía se sorprendan con los tíos cachas y las niñas monas; y alguna que otra secuencia con efectos especiales, que van desde lo cutre (el salto desde el acantilado) hasta lo lamentable (las "ondas de energía").
Renny Harlin, como hombre curtido en varias cintas de acción (algunas de bastante mérito, como "La Jungla 2", "Deep Blue Sea" o incluso "Máximo Riesgo"), lleva la peli con profesionalidad, sin alardes destacables, y procurando que se entienda lo que pasa en cada momento. Y si bien lo único reseñable de los actores es su forma física, el guión, con diálogos penosos, tampoco les permite lucirse.
A pesar de esto, "La alianza del mal" se deja ver, ya que es una peli sin complicaciones, y hecha con el suficiente tino para no resultar pesada. Eso sí, el mago de la cicatriz poco tiene que temer de estos aprendices de brujo.
Caleb (Steven Strait), Pogue (Taylor Kitsch), Tyler (Chace Crawford) y Reid (Toby Hemingway) son cuatro descendientes de un antiguo linaje de brujas, que mantienen en secreto sus poderes mágicos. Un día, un alumno de su mismo colegio aparece muerto en circunstancias extrañas, y sospechan que puede ser obra de alguien con sus mismos poderes, así que empiezan a investigar. Como interés romántico del prota, pues ahí está Sarah (Laura Ramsey) haciendo de "chica-de-familia-humilde-pero-lista-y-con-beca".
Al contrario que sucede en la gran mayoría de las películas, aquí el espectador tarda unos cuarenta minutos menos que los protagonistas en descubrir al "malo", así que, por esa parte, no se puede decir que el guionista se haya esmerado mucho. Y a decir, verdad, por las demás partes tampoco, así que todo se limita a una laaaarga presentación de personajes (Caleb, Sarah y Pogue, en realidad, porque los demás pintan bastante poco); unas cuantas escenas de duchas, para aquellos que todavía se sorprendan con los tíos cachas y las niñas monas; y alguna que otra secuencia con efectos especiales, que van desde lo cutre (el salto desde el acantilado) hasta lo lamentable (las "ondas de energía").
Renny Harlin, como hombre curtido en varias cintas de acción (algunas de bastante mérito, como "La Jungla 2", "Deep Blue Sea" o incluso "Máximo Riesgo"), lleva la peli con profesionalidad, sin alardes destacables, y procurando que se entienda lo que pasa en cada momento. Y si bien lo único reseñable de los actores es su forma física, el guión, con diálogos penosos, tampoco les permite lucirse.
A pesar de esto, "La alianza del mal" se deja ver, ya que es una peli sin complicaciones, y hecha con el suficiente tino para no resultar pesada. Eso sí, el mago de la cicatriz poco tiene que temer de estos aprendices de brujo.
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