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8,0
159.843
8
18 de noviembre de 2012
18 de noviembre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“¿Cuál es el parásito más resistente?...Una idea”, afirma Dom Cobb, un hacker de la mente que le roba información a las personas en un espacio donde éstas no son plenamente conscientes: los sueños.
Éste tema es el que desarrollará “El origen” (Inception), último film de Christopher Nolan, director de obras como “Memento” (2000) y “El caballero oscuro” (The Dark Knight, 2008); y por primera vez guionista exclusivo –ya que antes trabajó en conjunto con otros escritores-.
Con la interpretación de Leonardo DiCaprio como protagonista -recordado por muchos como el carilindo de “Titanic”; pero inmortalizado por mí como el adolescente drogadicto en “Diario de un rebelde” ( The Basketball Diaries)-; respaldado por un elenco tanto de actores reconocidos: Michael Caine, Marion Cotillar, Ken Watanabe, Tom Berenger; como de algunos que están comenzando a sonar: Elen Page, Joseph Gordon-Levitt, Cillian Murphy.
El personaje principal, Dom Cobb, es experto en el manejo del plano onírico de las personas; hasta que se le encarga un nuevo trabajo: en vez de robar una idea, debe sembrarla. Ésta es, a mi parecer, la mayor exquisitez conceptual del film.
La idea de lograr sembrar una semilla en la mente de alguien, para que crezca hasta convertirse en una determinada acción, nos hace reflexionar sobre las limitaciones de la propia vida. Sobre cómo una palabra, frase, concepto, imagen, pueden cambiar hasta nuestras más profundas convicciones. Esta especie de dialéctica: la plantación de una idea que posteriormente producirá incertidumbres y reflexión, y que terminará en una consecuencia; es llevada al extremo en esta película, como así también en “American History X”, un film de Tony Kaye.
Pero, Nolan, lejos de querer hacer un cine filosófico, y fiel a su impronta comercial, planteará esta trama teñida de acción y de brillantes efectos especiales que le darán un ritmo ligero y hasta por momentos exhaustivo para el espectador.
“El origen” posee una serie de escenas únicas donde se muestran paisajes fantasiosos y panoramas reales pero deslumbrantes. Donde, además, se juega con recursos brillantes como la ausencia de la gravedad, los flashbacks, y las imágenes en cámara lenta. Y aquí no se debe dejar de mencionar al director de fotografía: Wally Pfister, quien acompañó a Nolan desde su primer film. Las tomas son ferozmente atractivas por la alta complejidad del escenario y por la rapidez con la que éste es concebido. En ocasiones, no sólo confundiremos la realidad con el sueño, sino que además nos extraviaremos en distintos planos oníricos, lo cual puede ser un guiño a Buñuel y su film “El discreto encanto de la burguesía” donde los protagonistas también despertaban consecutivamente de distintos sueños.
Éste tema es el que desarrollará “El origen” (Inception), último film de Christopher Nolan, director de obras como “Memento” (2000) y “El caballero oscuro” (The Dark Knight, 2008); y por primera vez guionista exclusivo –ya que antes trabajó en conjunto con otros escritores-.
Con la interpretación de Leonardo DiCaprio como protagonista -recordado por muchos como el carilindo de “Titanic”; pero inmortalizado por mí como el adolescente drogadicto en “Diario de un rebelde” ( The Basketball Diaries)-; respaldado por un elenco tanto de actores reconocidos: Michael Caine, Marion Cotillar, Ken Watanabe, Tom Berenger; como de algunos que están comenzando a sonar: Elen Page, Joseph Gordon-Levitt, Cillian Murphy.
El personaje principal, Dom Cobb, es experto en el manejo del plano onírico de las personas; hasta que se le encarga un nuevo trabajo: en vez de robar una idea, debe sembrarla. Ésta es, a mi parecer, la mayor exquisitez conceptual del film.
La idea de lograr sembrar una semilla en la mente de alguien, para que crezca hasta convertirse en una determinada acción, nos hace reflexionar sobre las limitaciones de la propia vida. Sobre cómo una palabra, frase, concepto, imagen, pueden cambiar hasta nuestras más profundas convicciones. Esta especie de dialéctica: la plantación de una idea que posteriormente producirá incertidumbres y reflexión, y que terminará en una consecuencia; es llevada al extremo en esta película, como así también en “American History X”, un film de Tony Kaye.
Pero, Nolan, lejos de querer hacer un cine filosófico, y fiel a su impronta comercial, planteará esta trama teñida de acción y de brillantes efectos especiales que le darán un ritmo ligero y hasta por momentos exhaustivo para el espectador.
“El origen” posee una serie de escenas únicas donde se muestran paisajes fantasiosos y panoramas reales pero deslumbrantes. Donde, además, se juega con recursos brillantes como la ausencia de la gravedad, los flashbacks, y las imágenes en cámara lenta. Y aquí no se debe dejar de mencionar al director de fotografía: Wally Pfister, quien acompañó a Nolan desde su primer film. Las tomas son ferozmente atractivas por la alta complejidad del escenario y por la rapidez con la que éste es concebido. En ocasiones, no sólo confundiremos la realidad con el sueño, sino que además nos extraviaremos en distintos planos oníricos, lo cual puede ser un guiño a Buñuel y su film “El discreto encanto de la burguesía” donde los protagonistas también despertaban consecutivamente de distintos sueños.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pero Nolan no es surrealista, ni mucho menos. De hecho su versión de los sueños, aunque es muy atractiva, responde a la lógica tradicional de los hechos. Sólo por momentos, se mezclará con la teoría freudiana de que los sueños son realizaciones de deseos disfrazados. Pero la mayor parte del tiempo, el sueño se desenvuelve dentro de los parámetros normales.
En esta película, Nolan no vaciló en demostrar que se puede combinar el buen cine, con el cine hollywoodense en igual proporción, aunque por momentos el film se vea desequilibrado por cierta acción injustificada –tiroteos para ser más precisa-, y por un final abierto, bastante predecible.
Sin embargo, este thriller de suspenso psicológico reúne en dos horas distintas historias paralelas trazadas por una sola línea argumental. La realidad se bate el poder con el plano onírico, y de la misma forma que Dom Cobb busca implantar una idea en los sueños de un millonario; Christopher Nolan dejará en las mentes espectadoras su despierta mirada sobre la vida condicionada por las pulsiones inconscientes que solo encontraremos al momento de dormir.
Nadya Palacios
En esta película, Nolan no vaciló en demostrar que se puede combinar el buen cine, con el cine hollywoodense en igual proporción, aunque por momentos el film se vea desequilibrado por cierta acción injustificada –tiroteos para ser más precisa-, y por un final abierto, bastante predecible.
Sin embargo, este thriller de suspenso psicológico reúne en dos horas distintas historias paralelas trazadas por una sola línea argumental. La realidad se bate el poder con el plano onírico, y de la misma forma que Dom Cobb busca implantar una idea en los sueños de un millonario; Christopher Nolan dejará en las mentes espectadoras su despierta mirada sobre la vida condicionada por las pulsiones inconscientes que solo encontraremos al momento de dormir.
Nadya Palacios

7,4
40.298
8
27 de mayo de 2014
27 de mayo de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película francesa ganadora de la Palma de Oro en Cannes 2013, no sólo a su director Abdellatif Kechiche, sino también a sus protagonistas Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux. Por que, pese a la gran genialidad del autor, el film no sería tan hermoso de no ser por la perfección de las actuaciones.
El film esta basado en el comic "El azul es un color cálido" de Julie Maroh, aunque no de forma rigurosa. De hecho, en el comic la protagonista se llama Clementine, mientras que en la película, el director prefirió cambiarlo al nombre original de la actriz.
Adéle (Adèle Exarchopoulos), una joven que está terminando la secundaria, comienza a descubrir sus preferencias sexuales, lo que la lleva a enfrentarse con los valores morales establecidos socialmente. Si bien, esta no es una película política, no hay que dejar de tener en cuenta que en Francia la ley de matrimonio igualitario esta vigente recientemente, desde el 18 de mayo del 2013, cinco meses antes del estreno del film.
Adèle conoce a Emma ( Léa Seydoux) una estudiante de arte, de la cual se enamorará, comenzando una relación pasional y de descubrimiento erótico. Con escenas de sexo lésbico sumamente reales, puesto que la finalidad del director es justamente mostrarnos la vida de la joven lo más verídica e íntima posible. Así como vemos a Adèle teniendo relaciones pasionalmente con Emma, también la veremos en sus momentos más cotidianos y efímeros. Kechiche busca con esto darle veracidad a su obra; exponiendo de forma voyerista, con planos cerrados y detallados, la existencia de la joven, y su dramático romance con Emma.
A Adèle le gusta la literatura, y enseñarle a los más pequeños. No comprende muy bien la filosofía y piensa que eso de “la existencia precede a la esencia” es como “el huevo y la gallina”, no se sabe con precisión qué viene primero. Ella, se conforma con la simpleza de estar al servicio de Emma y de sus alumnos de jardín de infantes. Sin embargo, por inseguridades propias, termina lastimando a su amada, lo que deriva en una ruptura.
Uno pensaría que el personaje de Adèle se encuentra un tanto perdido, y que no posee demasiada determinación. Y es cierto, tampoco tiene por qué tenerla. En una obra tradicional se esperaría que la vida de Adèle fuera sumamente aventurera como suele suceder con los protagonistas del cine. Sin embargo Adèle no es una clásica heroína, es una joven que, como cualquier otra, transita un crecimiento personal y de autoconocimiento.
Como sostiene Jean Paul Sartre en su libro “El existencialismo es un humanismo”, al cual se refieren en el film: “El hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y después se define. El hombre, tal como lo concibe el existencialista, si no es definible, es porque empieza por no ser nada. Sólo será después, y será tal como se haya hecho”.
Es allí donde radica la exquisitez conceptual del film. Su abundante naturalidad, nos exhibe una fiel reproducción de la vida de la joven, sin llegar a ser “cinema vérité”. Por ello, las escenas de sexo no están de más. Debo admitir que en un primer momento me pareció un tanto vulgar lo explícito de las imágenes, que están a un paso de ser pornografía. Pero, reflexionando luego, comprendí (o quise creer) que la finalidad del director es llevar la “realidad” de Adèle al extremo más personal. Mostrando una mirada cercana, verdadera y sutil a sus días, haciendo que el espectador sienta proximidad emocional con ella.
Al final, vemos que esta es la primera y segunda parte de la obra, es decir que posiblemente prosiga una tercer entrega donde Kechiche consiga nuevamente conmover al espectador con su honestidad y simpleza.
www.losojosdelolita.com.ar
Nadya Palacios
El film esta basado en el comic "El azul es un color cálido" de Julie Maroh, aunque no de forma rigurosa. De hecho, en el comic la protagonista se llama Clementine, mientras que en la película, el director prefirió cambiarlo al nombre original de la actriz.
Adéle (Adèle Exarchopoulos), una joven que está terminando la secundaria, comienza a descubrir sus preferencias sexuales, lo que la lleva a enfrentarse con los valores morales establecidos socialmente. Si bien, esta no es una película política, no hay que dejar de tener en cuenta que en Francia la ley de matrimonio igualitario esta vigente recientemente, desde el 18 de mayo del 2013, cinco meses antes del estreno del film.
Adèle conoce a Emma ( Léa Seydoux) una estudiante de arte, de la cual se enamorará, comenzando una relación pasional y de descubrimiento erótico. Con escenas de sexo lésbico sumamente reales, puesto que la finalidad del director es justamente mostrarnos la vida de la joven lo más verídica e íntima posible. Así como vemos a Adèle teniendo relaciones pasionalmente con Emma, también la veremos en sus momentos más cotidianos y efímeros. Kechiche busca con esto darle veracidad a su obra; exponiendo de forma voyerista, con planos cerrados y detallados, la existencia de la joven, y su dramático romance con Emma.
A Adèle le gusta la literatura, y enseñarle a los más pequeños. No comprende muy bien la filosofía y piensa que eso de “la existencia precede a la esencia” es como “el huevo y la gallina”, no se sabe con precisión qué viene primero. Ella, se conforma con la simpleza de estar al servicio de Emma y de sus alumnos de jardín de infantes. Sin embargo, por inseguridades propias, termina lastimando a su amada, lo que deriva en una ruptura.
Uno pensaría que el personaje de Adèle se encuentra un tanto perdido, y que no posee demasiada determinación. Y es cierto, tampoco tiene por qué tenerla. En una obra tradicional se esperaría que la vida de Adèle fuera sumamente aventurera como suele suceder con los protagonistas del cine. Sin embargo Adèle no es una clásica heroína, es una joven que, como cualquier otra, transita un crecimiento personal y de autoconocimiento.
Como sostiene Jean Paul Sartre en su libro “El existencialismo es un humanismo”, al cual se refieren en el film: “El hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y después se define. El hombre, tal como lo concibe el existencialista, si no es definible, es porque empieza por no ser nada. Sólo será después, y será tal como se haya hecho”.
Es allí donde radica la exquisitez conceptual del film. Su abundante naturalidad, nos exhibe una fiel reproducción de la vida de la joven, sin llegar a ser “cinema vérité”. Por ello, las escenas de sexo no están de más. Debo admitir que en un primer momento me pareció un tanto vulgar lo explícito de las imágenes, que están a un paso de ser pornografía. Pero, reflexionando luego, comprendí (o quise creer) que la finalidad del director es llevar la “realidad” de Adèle al extremo más personal. Mostrando una mirada cercana, verdadera y sutil a sus días, haciendo que el espectador sienta proximidad emocional con ella.
Al final, vemos que esta es la primera y segunda parte de la obra, es decir que posiblemente prosiga una tercer entrega donde Kechiche consiga nuevamente conmover al espectador con su honestidad y simpleza.
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Nadya Palacios

7,7
9.677
10
18 de noviembre de 2012
18 de noviembre de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sigmud Freud dedicó muchos de sus escritos a entender la psiquis femenina. De la misma forma, “Gritos y susurros” va a hacernos reflexionar sobre las dudas y contradicciones indescifrables del mundo, a través de los ojos de cuatro mujeres pasionales reunidas por la banalidad de la vida, que es justamente, su inevitable finitud.
El existencialismo engloba muchas concepciones de la vida, que casi nunca - en el mejor de los casos-, se concretan por quienes las postulan. La ausencia del sentido de la vida, los límites de nuestra existencia en un mundo frívolo y absurdo, el desencanto por cualquier credo o religión, la desesperanza de una población encaminada a su autodestrucción, son algunos de los axiomas que sostiene esta filosofía. Sin embargo, esas concepciones generalmente utópicas, logran materializarse mediante el arte, su mayor antítesis, que dota de belleza al arruinado y perturbado mundo.
Esto Ingmar Bergman lo sabía muy bien, todas sus películas son una invitación a encontrarnos con nuestro ser interior. Sus films son su propio espejo, donde cada uno de nosotros evaluará una cercanía o lejanía con el retrato de las pasiones, obsesiones, pensamientos y críticas de este director nórdico, que tiene la capacidad de tocar las fibras más intimas. Él posee el don de ubicarnos frente a aquellas pulsiones que no somos capases de aceptar, pero que ahí están y no se irán, a menos que logremos reflexionar sobre ellas.
Agnes, Karin y María, son hermanas provenientes de la clase alta de Suecia, que vuelven a reunirse en la antigua mansión familiar a causa de la enfermedad de una de ellas, acompañadas por Anna, la sirvienta, fiel espectadora de las frenéticas situaciones que se desarrollarán en la casa.
Muchos de los films de Bergman no serían lo mismo si el ojo minucioso del director de fotografía Sven Kykvist (Persona, Los comulgantes, El silencio, Noche de circo, etc). Este genio sueco hace de la película una serie de cuadros con toques renacentistas. Cada fotograma capta la naturalidad, y los contrastes de luces y sombras. En su trabajo predominan los planos enteros, que muestran la atmosfera agobiante por momentos, y brillantes por otros; y los primerísimos primeros planos con los que busca mostrar lo más íntimos de los personajes, dejando sus más profundas intenciones y pulsiones desnudas a los ojos del espectador.
¿Cine lento? claro que sí, Bergman al igual que Antonioni -otro genio en retratar conflictos psicológicos-, se jactan por esta virtud de la lentitud. Sus films traspasan la dimensión de las apariencias, y mientras nos dan el gusto de poder reflexionar los hechos durante la misma proyección, demuestran que debajo de ese disfraz paciente y adormecedor, muchas cosas cambian.
Bergman es un fanático del film monocromático, que sin embargo, agregará un color más en “Gritos y susurros” para que predomine junto al blanco y al negro: el rojo. Esto se debe a que en esta película -más que en cualquier otra- se presenta la pasión y la sangre. Todos los personajes del film están movidos por una fuerte fogosidad irracional. Una pulsión que los obliga a un conflicto interior permanente, que en algunos casos se exterioriza, o queda oculto para siempre.
El símbolo del tiempo en “Gritos y susurros” son los relojes, los cuales serán puentes entre los distintos sintagmas del film, y a su vez reflejarán otra de las dudas insoslayables del ser humano: la dualidad de la vida y la muerte. Corto, es el tiempo que le queda a Agnes -la hermana con enfermedad terminal-, la cual alerta al resto de los personajes y a nosotros, los espectadores, indicándonos que corto y fugaz es también nuestro paso por el mundo.
Nadya Palacios
El existencialismo engloba muchas concepciones de la vida, que casi nunca - en el mejor de los casos-, se concretan por quienes las postulan. La ausencia del sentido de la vida, los límites de nuestra existencia en un mundo frívolo y absurdo, el desencanto por cualquier credo o religión, la desesperanza de una población encaminada a su autodestrucción, son algunos de los axiomas que sostiene esta filosofía. Sin embargo, esas concepciones generalmente utópicas, logran materializarse mediante el arte, su mayor antítesis, que dota de belleza al arruinado y perturbado mundo.
Esto Ingmar Bergman lo sabía muy bien, todas sus películas son una invitación a encontrarnos con nuestro ser interior. Sus films son su propio espejo, donde cada uno de nosotros evaluará una cercanía o lejanía con el retrato de las pasiones, obsesiones, pensamientos y críticas de este director nórdico, que tiene la capacidad de tocar las fibras más intimas. Él posee el don de ubicarnos frente a aquellas pulsiones que no somos capases de aceptar, pero que ahí están y no se irán, a menos que logremos reflexionar sobre ellas.
Agnes, Karin y María, son hermanas provenientes de la clase alta de Suecia, que vuelven a reunirse en la antigua mansión familiar a causa de la enfermedad de una de ellas, acompañadas por Anna, la sirvienta, fiel espectadora de las frenéticas situaciones que se desarrollarán en la casa.
Muchos de los films de Bergman no serían lo mismo si el ojo minucioso del director de fotografía Sven Kykvist (Persona, Los comulgantes, El silencio, Noche de circo, etc). Este genio sueco hace de la película una serie de cuadros con toques renacentistas. Cada fotograma capta la naturalidad, y los contrastes de luces y sombras. En su trabajo predominan los planos enteros, que muestran la atmosfera agobiante por momentos, y brillantes por otros; y los primerísimos primeros planos con los que busca mostrar lo más íntimos de los personajes, dejando sus más profundas intenciones y pulsiones desnudas a los ojos del espectador.
¿Cine lento? claro que sí, Bergman al igual que Antonioni -otro genio en retratar conflictos psicológicos-, se jactan por esta virtud de la lentitud. Sus films traspasan la dimensión de las apariencias, y mientras nos dan el gusto de poder reflexionar los hechos durante la misma proyección, demuestran que debajo de ese disfraz paciente y adormecedor, muchas cosas cambian.
Bergman es un fanático del film monocromático, que sin embargo, agregará un color más en “Gritos y susurros” para que predomine junto al blanco y al negro: el rojo. Esto se debe a que en esta película -más que en cualquier otra- se presenta la pasión y la sangre. Todos los personajes del film están movidos por una fuerte fogosidad irracional. Una pulsión que los obliga a un conflicto interior permanente, que en algunos casos se exterioriza, o queda oculto para siempre.
El símbolo del tiempo en “Gritos y susurros” son los relojes, los cuales serán puentes entre los distintos sintagmas del film, y a su vez reflejarán otra de las dudas insoslayables del ser humano: la dualidad de la vida y la muerte. Corto, es el tiempo que le queda a Agnes -la hermana con enfermedad terminal-, la cual alerta al resto de los personajes y a nosotros, los espectadores, indicándonos que corto y fugaz es también nuestro paso por el mundo.
Nadya Palacios

7,6
122.129
9
27 de mayo de 2014
27 de mayo de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El Gran Lebowski”(1998), es un delirio nihilista de los hermanos Coen (Ethan y Joel) que reúne personajes opuestos y juego de bolos, en una sátira de la cotidianidad estadounidense.
Jeffrey Lebowski, conocido como “The Dude”, es un tipo pacifico eclipsado por su mala suerte, interpretado por el rostro lánguido de Jeff Bridge, quien logra encarnarlo con un estilo bohemio y perezoso. Su amigo Walker (John Goodman), es su completa antítesis, un veterano de guerra que quedó traumado (como muchos) con los episodios vividos en Vietnam, convirtiéndolo en un personaje violento, terco, y desagradable. Ambos emprenderán una odisea absurda que los llevará a lugares insólitos y a espacios de su propia imaginación.
Otro gran personaje, interpretado por Steve Buscemi, es Donny, un hombre débil e ingenuo. Buscemi es el actor fetiche de los Coen, muchos lo recordarán en Fargo, como el pobre tipo al que todo le sale mal y otros lo recordarán en Perros de la Calle de Tarantino, como Mr. Pink. Pero el elenco no queda ahí: John Turturro, Julianne Moore, Philip Seymour Hoffman (recordado por su gran actuación dramática en Capote) y Sam Elliott, haciendo justamente de vaquero. Así, estos actores se ven mezclados en situaciones que intentan hacer parodia a sus personajes anteriores.
La banda sonora está a cargo del norteamericano Carter Burwell (conocido por la música de Velvet Goldmine) y va desde Bob Dylan hasta Kenny Rogers, pasando por The Creedence, The Rolling Stones, Henry Mancini, entre otros.
Con un estilo “Neo-noir”, similar al de la novela negra pero teñida de humor, “El gran Lebowski” nos enredará en una historia seudopolicial disparatada, clásica de una buena película de culto. Sin embargo, el film no llegó a colmar cines cuando se estrenó, y recibió numerosas críticas, a mi parecer injustas.
La película de los Coen es un homenaje a lo absurdo de la vida norteamericana a finales de los 60. Y no sólo se queda en el humor banal, sino que además nos inquieta con las posiciones antagónicas, tanto políticas como filosóficas, de sus personajes principales.
www.losojosdelolita.com.ar
Nadya Palacios
Jeffrey Lebowski, conocido como “The Dude”, es un tipo pacifico eclipsado por su mala suerte, interpretado por el rostro lánguido de Jeff Bridge, quien logra encarnarlo con un estilo bohemio y perezoso. Su amigo Walker (John Goodman), es su completa antítesis, un veterano de guerra que quedó traumado (como muchos) con los episodios vividos en Vietnam, convirtiéndolo en un personaje violento, terco, y desagradable. Ambos emprenderán una odisea absurda que los llevará a lugares insólitos y a espacios de su propia imaginación.
Otro gran personaje, interpretado por Steve Buscemi, es Donny, un hombre débil e ingenuo. Buscemi es el actor fetiche de los Coen, muchos lo recordarán en Fargo, como el pobre tipo al que todo le sale mal y otros lo recordarán en Perros de la Calle de Tarantino, como Mr. Pink. Pero el elenco no queda ahí: John Turturro, Julianne Moore, Philip Seymour Hoffman (recordado por su gran actuación dramática en Capote) y Sam Elliott, haciendo justamente de vaquero. Así, estos actores se ven mezclados en situaciones que intentan hacer parodia a sus personajes anteriores.
La banda sonora está a cargo del norteamericano Carter Burwell (conocido por la música de Velvet Goldmine) y va desde Bob Dylan hasta Kenny Rogers, pasando por The Creedence, The Rolling Stones, Henry Mancini, entre otros.
Con un estilo “Neo-noir”, similar al de la novela negra pero teñida de humor, “El gran Lebowski” nos enredará en una historia seudopolicial disparatada, clásica de una buena película de culto. Sin embargo, el film no llegó a colmar cines cuando se estrenó, y recibió numerosas críticas, a mi parecer injustas.
La película de los Coen es un homenaje a lo absurdo de la vida norteamericana a finales de los 60. Y no sólo se queda en el humor banal, sino que además nos inquieta con las posiciones antagónicas, tanto políticas como filosóficas, de sus personajes principales.
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Nadya Palacios
27 de mayo de 2014
27 de mayo de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director Julian Schnabel, nos presenta este film de una forma muy íntima. Mediante la técnica de cámara subjetiva, nos sumergimos en la incesante tragedia que vive el personaje principal.
Jean-Dominique Bauby, era un periodista y prestigioso redactor de una revista de moda francesa. Pero su vida se ve interrumpida cuando sufre una embolia, que lo deja en coma y luego, a su despertar, totalmente paralizado. Solo su ojo, aquél con el que vio pasar su vida, será también el que se la devuelva en parte.
Schnabel no erra en presentarnos esta historia digna, que sin exceder en sentimentalismos, consigue emocionarnos.
Con la magnífica actuación de Mathieu Amalric (perdón Bardem), quien transmite la angustia y resignación de un ser confinado al encierro físico, pero no mental. Eso le permitirá al personaje recordar su momentáneo paso por el mundo. Las mujeres, los hijos, su padre (el genio Max Von Sydow, caballero que bate un partido de ajedrez con la parca en “El séptimo sello” de Igmar Bergman), los médicos y las bellas enfermeras, serán quienes nos contarán esta historia, que sólo por momentos nos revelará el rostro de Jean.
El protagonista se ve atrapado en este oxímoron de ser un “muerto vivo”, pero su gran humanidad y su voluntad, lo llevarán a continuar viviendo hasta que logre finalizar su testimonio, el cual nos hará replantear nuestras propias existencias.
“Fue digno del sabor de cada día; tal es tu historia, que es también la mía”, es como finaliza la poesía “Los dones” de Jorge Luis Borges, otro ser atrapado en la arbitrariedad del fatídico destino, que al igual que Jean se sentía un “muerto vivo” al momento de quedar ciego.
Otro en plantear esta disyuntiva fue Sigmud Freud, quien mediante su psicoanálisis buscaba desmarañar las pulsiones más profundas del ser humano. Jean, lo consigue. Gracias a ese cuerpo-escafandra, se ve obligado a que su mente vuele más alto que antes, sacando a la luz arrepentimientos suprimidos, de los que ahora no puede escapar.
No busca abordar el polémico tema de la eutanasia, como sí lo hace de forma para nada disimulada Alejandro Amenábar, en “Mar adentro”. Schnabel no, este director por el contrario no busca que nos preguntemos constante, repetitiva, y agotadamente ¿ si nosotros en esa situación también desearíamos la muerte? Está claro que sí, por mal que nos pese, nadie aguanta una muerte en vida. Si embargo, el francés no se enfoca en la muerte, sino en el sentido de la vida.
Con imágenes borrosas, desequilibradas por momentos, planos coloridos y brillantes en otros, Schnabel nos invita a reflexionar que el cuerpo, preciado bien por ser la única forma de presencia en el mundo; también puede ser nuestra propia cárcel y condenarnos a las más cruel existencia, como la de aprisionar a una persona en una escafandra inmóvil, o la de volver ciego a un escritor brillante.
www.losojosdelolita.com.ar
Nadya Palacios
Jean-Dominique Bauby, era un periodista y prestigioso redactor de una revista de moda francesa. Pero su vida se ve interrumpida cuando sufre una embolia, que lo deja en coma y luego, a su despertar, totalmente paralizado. Solo su ojo, aquél con el que vio pasar su vida, será también el que se la devuelva en parte.
Schnabel no erra en presentarnos esta historia digna, que sin exceder en sentimentalismos, consigue emocionarnos.
Con la magnífica actuación de Mathieu Amalric (perdón Bardem), quien transmite la angustia y resignación de un ser confinado al encierro físico, pero no mental. Eso le permitirá al personaje recordar su momentáneo paso por el mundo. Las mujeres, los hijos, su padre (el genio Max Von Sydow, caballero que bate un partido de ajedrez con la parca en “El séptimo sello” de Igmar Bergman), los médicos y las bellas enfermeras, serán quienes nos contarán esta historia, que sólo por momentos nos revelará el rostro de Jean.
El protagonista se ve atrapado en este oxímoron de ser un “muerto vivo”, pero su gran humanidad y su voluntad, lo llevarán a continuar viviendo hasta que logre finalizar su testimonio, el cual nos hará replantear nuestras propias existencias.
“Fue digno del sabor de cada día; tal es tu historia, que es también la mía”, es como finaliza la poesía “Los dones” de Jorge Luis Borges, otro ser atrapado en la arbitrariedad del fatídico destino, que al igual que Jean se sentía un “muerto vivo” al momento de quedar ciego.
Otro en plantear esta disyuntiva fue Sigmud Freud, quien mediante su psicoanálisis buscaba desmarañar las pulsiones más profundas del ser humano. Jean, lo consigue. Gracias a ese cuerpo-escafandra, se ve obligado a que su mente vuele más alto que antes, sacando a la luz arrepentimientos suprimidos, de los que ahora no puede escapar.
No busca abordar el polémico tema de la eutanasia, como sí lo hace de forma para nada disimulada Alejandro Amenábar, en “Mar adentro”. Schnabel no, este director por el contrario no busca que nos preguntemos constante, repetitiva, y agotadamente ¿ si nosotros en esa situación también desearíamos la muerte? Está claro que sí, por mal que nos pese, nadie aguanta una muerte en vida. Si embargo, el francés no se enfoca en la muerte, sino en el sentido de la vida.
Con imágenes borrosas, desequilibradas por momentos, planos coloridos y brillantes en otros, Schnabel nos invita a reflexionar que el cuerpo, preciado bien por ser la única forma de presencia en el mundo; también puede ser nuestra propia cárcel y condenarnos a las más cruel existencia, como la de aprisionar a una persona en una escafandra inmóvil, o la de volver ciego a un escritor brillante.
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