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Críticas ordenadas por utilidad
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6,1
633
1
17 de marzo de 2025
17 de marzo de 2025
Sé el primero en valorar esta crítica
Tenía cierta curiosidad por ver ÖNDÖG, prestigiosa cinta mongola premiada en Berlín y Valladolid como mejor película y jaleada por la crítica con entusiasmo inusitado; si bien estos motivos más que hacer albergar grandes expectativas las amortiguaba…, como es lógico en este mundo actual de pelotas y lisonjeros. Y así ha sido. ÖNDÖG es la típica película de autor onanista del siglo XXI que encubre sus deficiencias en lo que atañe a la expresión cinematográfica alardeando de una pátina a todas luces excesiva de esteticismo y un regodeo en el discurrir del tiempo más excesivo todavía, de modo que poco se diferencia Wang Quan’an de, digamos, los temibles Lav Diaz, Lisandro Alonso o Albert Serra: sus “cines”, por llamarlos de alguna manera (muy generosa), son cines cuyos planos se cuecen pretendida y pretenciosamente a fuego lento; pretendida y pretenciosamente, ya que el fuego se les apaga a los cinco segundos, pues poco lo puede avivar la asmática llamita de la simpleza de su estética y nula creatividad. Y repito, es más, recalco: simpleza, que no sencillez. La segunda es una virtud; la primera un defecto, una incapacidad.
Así lo demuestra Wang con su cansina forma de registrar la estepa mongola: grandísimos planos generales con la línea del horizonte casi siempre a la misma altura del encuadre, sea como sea en la parte inferior del mismo, eso sí, adobados de vez en cuando con fotogénicos nubarrones y puestas de sol. Y la cosa no mejora mucho cuando Wang cambia de tercio y, de repente, mira qué audaz, pasa de registrar a los personajes como hormiguitas casi perdidas en el cuadro a utilizar, en otras localizaciones, eso sí, planos más cortos… que siguen siendo igual de inexpresivos. Incluso el director es tan inútil (cinematográficamente) que ha de endilgarnos con una insulsa, eterna y verbosa secuencia donde ha de explicar, como buen mal “artista” conceptual, el título de su pestiño mongol: que si el huevo de marras del dinosaurio. ¿Y qué?
Un curioso detalle delata la impostura de Wang: ya no es que muestre a la enfermera limpiando la mesa de disección durante unos interminables minutos (¿y bien?), sino que, cuando el forense se pone a la labor, acabe el nuevo plano con un desenfoque que ahorra al espectador el desagradable comienzo de la autopsia. Pues bien, este desenfoque es indeseable por cuando chirría con la (fácil) estética del resto del film; pero no solamente eso, sino que es absolutamente prescindible, por cuanto, para no mostrar la disección, ¡bastaba con cortar antes el plano! Incapacidades envueltas de pretenciosidad…
Que este fichero haya arrasado en las ferias internacionales, que no festivales, así como entre el pijerío más irredento de la ¿crítica? de cine no asombra: es todo tan esteticista; todo invita tantísimo a la paja mental; por si fuera poco, convierte en el centro de su renqueante narrativa a una mujer empoderada, supuestamente inolvidable, que encandilará a los profeministas woke, máxime cuando es una pastora que vive en un país de los que antes se llamaban subdesarrollados; en fin, es todo tan sumiso a la estética y mensaje de las películas actuales que ha de obnubilar sin remisión a los críticos serviles y genuflexos ante los dictados de la ideología dominante en este lamentable hoy en día. ¡Bah!
Así lo demuestra Wang con su cansina forma de registrar la estepa mongola: grandísimos planos generales con la línea del horizonte casi siempre a la misma altura del encuadre, sea como sea en la parte inferior del mismo, eso sí, adobados de vez en cuando con fotogénicos nubarrones y puestas de sol. Y la cosa no mejora mucho cuando Wang cambia de tercio y, de repente, mira qué audaz, pasa de registrar a los personajes como hormiguitas casi perdidas en el cuadro a utilizar, en otras localizaciones, eso sí, planos más cortos… que siguen siendo igual de inexpresivos. Incluso el director es tan inútil (cinematográficamente) que ha de endilgarnos con una insulsa, eterna y verbosa secuencia donde ha de explicar, como buen mal “artista” conceptual, el título de su pestiño mongol: que si el huevo de marras del dinosaurio. ¿Y qué?
Un curioso detalle delata la impostura de Wang: ya no es que muestre a la enfermera limpiando la mesa de disección durante unos interminables minutos (¿y bien?), sino que, cuando el forense se pone a la labor, acabe el nuevo plano con un desenfoque que ahorra al espectador el desagradable comienzo de la autopsia. Pues bien, este desenfoque es indeseable por cuando chirría con la (fácil) estética del resto del film; pero no solamente eso, sino que es absolutamente prescindible, por cuanto, para no mostrar la disección, ¡bastaba con cortar antes el plano! Incapacidades envueltas de pretenciosidad…
Que este fichero haya arrasado en las ferias internacionales, que no festivales, así como entre el pijerío más irredento de la ¿crítica? de cine no asombra: es todo tan esteticista; todo invita tantísimo a la paja mental; por si fuera poco, convierte en el centro de su renqueante narrativa a una mujer empoderada, supuestamente inolvidable, que encandilará a los profeministas woke, máxime cuando es una pastora que vive en un país de los que antes se llamaban subdesarrollados; en fin, es todo tan sumiso a la estética y mensaje de las películas actuales que ha de obnubilar sin remisión a los críticos serviles y genuflexos ante los dictados de la ideología dominante en este lamentable hoy en día. ¡Bah!

4,9
1.113
2
18 de enero de 2025
18 de enero de 2025
Sé el primero en valorar esta crítica
Después de haber ojeado una retahíla de críticas sobre THE PALACE , la última película de Roman Polanski, es imperativo dejar constancia de varias cosas:
1. Sí, la película es mala mala, por más que se deje ver sin mirar el reloj en demasía y que haya más de un momento bien rodado.
2. Sin embargo, que esté bien rodada no sorprende vista la filmografía del director polaco…; y que sea mala tampoco sorprende, habida cuenta de los derroteros por los que se había descarriado Polanski en los últimos tiempos. De hecho, THE PALACE no es su peor película, título que le corresponde con todos los deshonores a la cargante D’APRÈS UNE HISTOIRE VRAIE (2017).
3. Lo que sí pasma y asombra son las furibundas críticas que ha cosechado THE PALACE entre los aduladores woke aprendices de Torquemada, esa legión de zombis que ha invadido el mundo de la acrítica del cine. Y pasman por inconsistentes. Y es que muchos de esos catequistas woke rechazan la película por “misógina”, “homófoba”, “gordófoba”, “rusófoba”, “islamófoba”, y añádansele todas los “fobitas” que se quiera, lo que la película no es bajo ningún concepto. Pues en esta sañuda sátira contra los nuevos y los viejos ricos nadie se salva de la quema: ni las mujeres, ni los hombres; ni los hetero, ni los homosexuales; ni las gordas, ni las flacas, ni las altas, ni las bajas; ni los rusos (que en esta película son, además, gánsteres), ni los suizos, ni los yanquis, ni los franceses, ni los marcianos si los hubiera. De todos esos epítetos el más ridículo es sin duda el de islamófobo, pues la película se limita en este aspecto a mostrar a cuatro mujeres con burka que aparecen en tres o cuatro momentos y que (lamentablemente) nunca son objeto de la burla del director…, por si acaso, es de suponer. Por este motivo, y porque además Polanski tiene derecho a reírse de quien le dé la gana (como ya hizo en la estupenda THE FEARLES VAMPIRE KILLERS [1967], y nadie puso el grito en el cielo…, eran otros tiempos), ya gana la película un punto de simpatía y merece que se rompa una lanza a su favor. Bueno, una lancita. O un palillo, tampoco conviene exagerar…
4. Pues el problema con THE PALACE, como sucede con los últimos Berlanga, con los que tiene bastantes puntos en común, es que para satirizar una sociedad hortera y chabacana ella misma utiliza un humor hortera y chabacano, que, en estas condiciones, no puede ni soñar con disparar las cargas de profundidad que tal vez pretendían sus responsables. Y si sólo pretendían hacer reír, lo cierto es que se puede hacer más y mejor…, o más bien, mucho más y mucho mejor. Véase como muestra el impresentable gag, supongo que “canófobo” y “pajarófobo”, que clausura el film.
5. Al menos, es verdad, con THE PALACE nunca llega la tentación de pasarla a doble velocidad. Las hay mucho peores.
Y más sobre Polanski, pero sobre el buen Polanski, el de REPULSION (1965) y THE TENANT (1976), en el estudio en "Capricho cinéfilo" EL SEXO COMO ABERTURA AL DELIRIO:
https://caprichocinefilo.wordpress.com/2024/03/01/el-sexo-como-abertura-al-delirio-repulsion-1965-y-the-tenant-el-quimerico-inquilino-roman-polanski-1976/
1. Sí, la película es mala mala, por más que se deje ver sin mirar el reloj en demasía y que haya más de un momento bien rodado.
2. Sin embargo, que esté bien rodada no sorprende vista la filmografía del director polaco…; y que sea mala tampoco sorprende, habida cuenta de los derroteros por los que se había descarriado Polanski en los últimos tiempos. De hecho, THE PALACE no es su peor película, título que le corresponde con todos los deshonores a la cargante D’APRÈS UNE HISTOIRE VRAIE (2017).
3. Lo que sí pasma y asombra son las furibundas críticas que ha cosechado THE PALACE entre los aduladores woke aprendices de Torquemada, esa legión de zombis que ha invadido el mundo de la acrítica del cine. Y pasman por inconsistentes. Y es que muchos de esos catequistas woke rechazan la película por “misógina”, “homófoba”, “gordófoba”, “rusófoba”, “islamófoba”, y añádansele todas los “fobitas” que se quiera, lo que la película no es bajo ningún concepto. Pues en esta sañuda sátira contra los nuevos y los viejos ricos nadie se salva de la quema: ni las mujeres, ni los hombres; ni los hetero, ni los homosexuales; ni las gordas, ni las flacas, ni las altas, ni las bajas; ni los rusos (que en esta película son, además, gánsteres), ni los suizos, ni los yanquis, ni los franceses, ni los marcianos si los hubiera. De todos esos epítetos el más ridículo es sin duda el de islamófobo, pues la película se limita en este aspecto a mostrar a cuatro mujeres con burka que aparecen en tres o cuatro momentos y que (lamentablemente) nunca son objeto de la burla del director…, por si acaso, es de suponer. Por este motivo, y porque además Polanski tiene derecho a reírse de quien le dé la gana (como ya hizo en la estupenda THE FEARLES VAMPIRE KILLERS [1967], y nadie puso el grito en el cielo…, eran otros tiempos), ya gana la película un punto de simpatía y merece que se rompa una lanza a su favor. Bueno, una lancita. O un palillo, tampoco conviene exagerar…
4. Pues el problema con THE PALACE, como sucede con los últimos Berlanga, con los que tiene bastantes puntos en común, es que para satirizar una sociedad hortera y chabacana ella misma utiliza un humor hortera y chabacano, que, en estas condiciones, no puede ni soñar con disparar las cargas de profundidad que tal vez pretendían sus responsables. Y si sólo pretendían hacer reír, lo cierto es que se puede hacer más y mejor…, o más bien, mucho más y mucho mejor. Véase como muestra el impresentable gag, supongo que “canófobo” y “pajarófobo”, que clausura el film.
5. Al menos, es verdad, con THE PALACE nunca llega la tentación de pasarla a doble velocidad. Las hay mucho peores.
Y más sobre Polanski, pero sobre el buen Polanski, el de REPULSION (1965) y THE TENANT (1976), en el estudio en "Capricho cinéfilo" EL SEXO COMO ABERTURA AL DELIRIO:
https://caprichocinefilo.wordpress.com/2024/03/01/el-sexo-como-abertura-al-delirio-repulsion-1965-y-the-tenant-el-quimerico-inquilino-roman-polanski-1976/
2
9 de enero de 2023
9 de enero de 2023
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Los inquilinos” o “Des enfants gatés” (Niños consentidos) no es ninguna excepción en la obra del realizador Bertrand Tavernier, tan injustamente prestigioso. Pues Tavernier es un director que rueda correctamente, pero sin relieve y, por supuesto, sin pasión. Y, en consecuencia, su obra, si no concita serios reproches formales, se torna totalmente irrelevante: es todo tan anodino, tan plano, tan absolutamente previsible que ninguna imagen potente surge de sus películas; y los personajes hablan, hablan, hablan y requetehablan, y aún más en esta “Des enfants gatés”, sin llegarse a definir nunca, o prácticamente nunca, por sus gestos o miradas, que es uno de los aspectos que determina a un cineasta de raza de verdad de la buena.
Por si fuera poco, Tavernier parece ser adicto a las citas culteranas, como muestran en “Des enfants gatés” los pósters que cuelgan en las habitaciones, los cuales, sinceramente, no aportan nada a la película más que las aficiones del propio realizador, que a mí, para qué nos vamos a engañar, me la traen al pairo. Incluso en un momento de depresión de la protagonista, Anne, la cámara se detiene en el póster que reza “Heute Nacht oder nie” (“Esta noche o nunca”), como en referencia a los sentimientos que Anne experimenta respecto de Bernard. En fin, Godard sabía hacer interaccionar pósters y láminas con la trama o con los personajes de manera mucho más productiva; Tavernier, no, y de ahí que parezcan reducirse a meras constataciones de los gustos particulares del director. Sucede, de hecho, lo mismo con la cita a Laurel y Hardy, que revela al cinéfilo o cinéfago al que le puede más su pasión por el cine que el deber que debía tener su trabajo como reflejo de la vida.
En resumidas cuentas, una mediocre película, otra más, en la filmografía de un, por más que alucinantemente aplaudido, mediocre director.
[Como curiosidad, hay una cita a la, esta sí, inmarchitable “El pan nuestro de cada día” (Our Daily Bread, 1934), del, este sí, genio King Vidor, cuando uno de los propietarios del inmueble se ve rodeado por tirios y troyanos y uno de los inquilinos le hace una pedorreta con un globo…, en vez de mostrarle una soga, como sucede en la insinuación mucho más feroz del film de 1934. Será que Tavernier es un director de citas…]
Por si fuera poco, Tavernier parece ser adicto a las citas culteranas, como muestran en “Des enfants gatés” los pósters que cuelgan en las habitaciones, los cuales, sinceramente, no aportan nada a la película más que las aficiones del propio realizador, que a mí, para qué nos vamos a engañar, me la traen al pairo. Incluso en un momento de depresión de la protagonista, Anne, la cámara se detiene en el póster que reza “Heute Nacht oder nie” (“Esta noche o nunca”), como en referencia a los sentimientos que Anne experimenta respecto de Bernard. En fin, Godard sabía hacer interaccionar pósters y láminas con la trama o con los personajes de manera mucho más productiva; Tavernier, no, y de ahí que parezcan reducirse a meras constataciones de los gustos particulares del director. Sucede, de hecho, lo mismo con la cita a Laurel y Hardy, que revela al cinéfilo o cinéfago al que le puede más su pasión por el cine que el deber que debía tener su trabajo como reflejo de la vida.
En resumidas cuentas, una mediocre película, otra más, en la filmografía de un, por más que alucinantemente aplaudido, mediocre director.
[Como curiosidad, hay una cita a la, esta sí, inmarchitable “El pan nuestro de cada día” (Our Daily Bread, 1934), del, este sí, genio King Vidor, cuando uno de los propietarios del inmueble se ve rodeado por tirios y troyanos y uno de los inquilinos le hace una pedorreta con un globo…, en vez de mostrarle una soga, como sucede en la insinuación mucho más feroz del film de 1934. Será que Tavernier es un director de citas…]
Concierto

7,9
4.797
1
29 de noviembre de 2022
29 de noviembre de 2022
2 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siento disentir, pero Scorsese me parece uno de los (muchos) ídolos con pies de barro de la cinefilia actual. Y ningún título del estadounidense me ha reafirmado mejor en esta valoración que esta "The Last Waltz" de alucinante prestigio.
Pues, en lo que toca a las actuaciones, decir que "The Last Waltz" es una película, es demasiado: no pasa de lo que se conoce como performance, ni sobrepasa significativamente, ni en sus encuadres, ni en su planificación, esos temibles programas de televisión dedicados a la música pop. Y, cuando Scorsese intenta dinamizar un poco la cansina última actuación de The Band, insertando entrevistas en distintas localizaciones a los miembros del grupo, tampoco alza el vuelo el film, pues entonces se asimila a un rutinario documental de, una vez más, la televisión. Para entendernos, sin abandonar los documentales sobre actuaciones de música pop, mucho más sugerente resulta el modesto cortometraje (anterior) de Peter Weir “3 Directions in Australian Pop Music” (1972), en el que el australiano demostró mucha mayor imaginación en el uso de los encuadres, de los ángulos de cámara, así como en el registro del público que asiste a las actuaciones…; y en diez minutitos, no en las dos horas de penitencia de “The Last Waltz”.
Así las cosas, siendo como es este mediocre Scorsese ralo en su concepción y uso del lenguaje cinematográfico, o, si se prefiere, de los recursos cinematográficos sin más; haciendo imposible como hace un disfrute visual del mismo, sólo queda estar interesado por el objeto del documento, lo que no es ni lejanamente mi caso. En fin, visto, insisto, el alucinante prestigio del film, parece que los viejos rockeros nostálgicos y amantes de las canciones mediocres con visos de genialidad eran y siguen siendo legión. Pero para los que, ni The Band, ni Dylan, ni Clapton, ni etc., nos importan un comino, esta THE LAST WALTZ es, lo dicho, una verdadera penitencia.
Pues, en lo que toca a las actuaciones, decir que "The Last Waltz" es una película, es demasiado: no pasa de lo que se conoce como performance, ni sobrepasa significativamente, ni en sus encuadres, ni en su planificación, esos temibles programas de televisión dedicados a la música pop. Y, cuando Scorsese intenta dinamizar un poco la cansina última actuación de The Band, insertando entrevistas en distintas localizaciones a los miembros del grupo, tampoco alza el vuelo el film, pues entonces se asimila a un rutinario documental de, una vez más, la televisión. Para entendernos, sin abandonar los documentales sobre actuaciones de música pop, mucho más sugerente resulta el modesto cortometraje (anterior) de Peter Weir “3 Directions in Australian Pop Music” (1972), en el que el australiano demostró mucha mayor imaginación en el uso de los encuadres, de los ángulos de cámara, así como en el registro del público que asiste a las actuaciones…; y en diez minutitos, no en las dos horas de penitencia de “The Last Waltz”.
Así las cosas, siendo como es este mediocre Scorsese ralo en su concepción y uso del lenguaje cinematográfico, o, si se prefiere, de los recursos cinematográficos sin más; haciendo imposible como hace un disfrute visual del mismo, sólo queda estar interesado por el objeto del documento, lo que no es ni lejanamente mi caso. En fin, visto, insisto, el alucinante prestigio del film, parece que los viejos rockeros nostálgicos y amantes de las canciones mediocres con visos de genialidad eran y siguen siendo legión. Pero para los que, ni The Band, ni Dylan, ni Clapton, ni etc., nos importan un comino, esta THE LAST WALTZ es, lo dicho, una verdadera penitencia.
1
21 de agosto de 2022
21 de agosto de 2022
5 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este pasteloncio chino continental, más patriotero todavía que las películas americanas que en el pasado trataron idéntico tema, sólo que desde otra perspectiva... y con mucho más estilo, no es, por mucho que lo pretenda, una película. Pues, al no dejar que respiren las tomas, cambiando de plano cada segundo o dos y de forma totalmente caprichosa, se reduce a un simple cómic... Y, encima, malo, siempre desbocado hacia el efecto requetefácil y simplón. Mejor huir de ella como de la peste. O de la gripe aviar, o del covid, también originarios de China.
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