Lo de convencer a una monja para que deje los hábitos aunque sea puntualmente es una de las pocas cosas que le faltaban al aúrea macarrónica que emanan todos los personajes que interpreta Statham. Genialidad táctica.

Hasta que por fin aparece el monstruo, entre motores, perros y cables de cobre desaparecidos, empecé a dudar de si en realidad el monstruo era una familia de gitanos.

Que al descarrilar un tren arrase una casa y medio desierto, pero que te deje el coche de tu padre intacto y que ni siquiera lo note.. ok

Que el monstruo solo se ensañe con los militares, vale.

Que los rehenes estén dormidos cabeza abajo durante sabe dios cuanto tiempo aún vale, y que cuando el monstruo esté a punto de comerse al dulce amor del protagonista, no solo no lo haga, sino que además la deje en el suelo para que el chaval no tenga que matarse a escalar y cortar la cuerda de arriba.... VALE.

Vale, chicos, en serio. Y así más cosas, pero no sigo, porque me encabrono.

La mejor parte es la escena del parto, un par de gags y algún guiño tonto. Se roza el absurdo con facilidad pero nunca provoca una carcajada sincera.

Mención especial merece la escena final en la que el protagonista combate una espada tragándose un bote de vialis ~ viagra, que sólo hace gracia si te imaginas la cara de Carlos Boyero visionándola.