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Críticas ordenadas por utilidad
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6,3
4.408
7
9 de abril de 2018
9 de abril de 2018
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Anthropoid” (RU, 2016), dirigida y coescrita por Sean Ellis [1970- ], quien cuenta con una carrera modesta en cuando producciones fílmicas, aunque se ganó un espacio propio con su primera y tercera película, “Cashback” (2006) y “Metro Manila” (2013). Este filme cuenta con un buen reparto: Cillian Murphy, Jamie Dornan, Charlotte Le Bon y Toby Jones, entre otros. Es otra película sobre el asesinato del SS Reinhard Heidrich, más conocido como el "el carnicero de Praga". Digo que es una obra más, porque este episodio ha generado varias novelas y, hasta donde sé, cinco cintas, incluyendo esta que ahora reseño: 1) “Atentát” (Checoslovaquia, 1965, Dir. Jirí Sequens); 2) “Operation: Daybreak” (EEUU, 1975, Dir. Lewis Gilbert); 3) “Lidice” (República Checa, 2011, Dir. Petr Nikolaev); y 4) “The man with the iron heart” (Francia, 2017, Dir. Cédric Jimenez), esta última la comenté hace poco. Esta película ha obtenido críticas entre malas y regulares. A falta de mejores palabras, la obra es muy rígida y acartonada en sus pretensiones narrativas. Los actores, a pesar de su experiencia, poco pueden hacer para salvarla, dado la rigidez impuesta que termina por volver poco creíble el drama personal de los dos comandos checoslovacos, Jozef Gabcik y Jan Kubis, encargados de la operación “Anthropoid”. La acción bélica, por su parte, logra entretener y lo hace mejor que el componente dramático, pero tampoco logra llevarse grandes aplausos. El balance final es regular; esto es, modesta en sus pretensiones pero eficaz en cuanto un entretenimiento básico. Sin duda alguna, la obra de 2017, del director Cédric Jimenez, logra atrapar de mejor manera el drama de la historia e, incluso, tiene mejores escenas bélicas. Y Jimenez logra esto pues no sólo observa la visión de los comandos checos, sino también del propio Heidrich. Ahora, no quiero dejar pasar la oportunidad para mostrar lo que significó para la época esta acción épica de los comandos. Desde el contexto político, el gobierno checoslovaco en el exilio quería dar una señal hacia su país y hacia los ingleses, de que era una fuerza política y militar vigente, a tener en cuenta. Además, asesinar a Reinhard Heidrich no sería solo un golpe contra el enemigo nazi, sino también un acto de venganza, en épocas de guerra, hacia quien tanta maldad desplegó contra el pueblo de dicho país y los judíos europeos (fue el artífice, junto a Eichmann de la “Solución final”). Sin embargo, bien sabían los comandos y la resistencia checoslovaca, que esta acción no se quedaría impune. Era, en cierto sentido, una misión suicida, pero también sabían que muchos civiles inocentes serían asesinados, como retaliación. No solo los nazis borraron del mapa, con sus habitantes, un pueblo entero: Lidice. Fueron muchos más los asesinatos cometidos en otras partes, para vengar la muerte de Heidrich y, a la par, producir más terror, como estrategia de control del territorio. Entonces, ¿qué deberían haber hecho los comandos y la resistencia? Este drama ha motivado muchos acercamientos estéticos, tanto por la literatura como por el cine. Pero lograr mostrarlo, en su magnitud, ha sido mérito de muy pocas obras. Así las cosas, idealmente, no deberíamos estar tanto ante una obra bélica, como ante un drama o, mejor aun, una tragedia en su mejor forma helénica. Pero esta idealidad no se concretó en esta película de Ellis. Creo, por lo dicho, que esta esencia trágica aun sigue esperando una obra que la exhiba públicamente, de forma eficaz y contundente, en homenaje a las víctimas de la barbarie. 2018-04-06.

5,9
3.566
5
15 de septiembre de 2016
15 de septiembre de 2016
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Colonia” (Alemania, 2015) dirigida por Florian Gallenberger (un director poco prolífico y que no ha pasado con mayor gloria entre los críticos) y con guion de él y Torsten Wenzel. Cuenta con un reparto de lujo que es, tristemente, desaprovechado: Emma Watson, Daniel Brühl y Michael Nyqvist, entre otros. Es un thriller que cuenta la vida en la Colonia Dignidad (un centro religioso de extrema derecha integrado en su mayoría por inmigrantes alemanes). Dicho lugar, de fanatismo extremo, sirve además como campo de tortura al servicio de la policía secreta chilena durante la dictadura de Pinochet. El filme, a pesar de las duras críticas que ha recibido, obtuvo algunas nominaciones a los premios del cine alemán; pero, hay que decirlo, no ha logrado buenos comentarios en los festivales en los que se ha presentado ni entre la crítica especializada. El problema no está del lado de los actores, que son muy buenos, aunque subvalorados en papeles poco creíbles y bastante superficiales. El problema está en el guion: intenta retratar tremendo drama humano (los perseguidos de la dictadura más las víctimas del fanatismo religioso) con los estándares hollywoodenses. Esto llega hasta la mofa, cuando todos los actores hablan inglés en todo momento, cuando el idioma creíble habría sido pasar del español al alemán. El afán de cautivar público general y anglófono hace que se sacrifique el sentido mismo de la realidad latinoamericana. Lo terrible es que se pierde de lado y lado, porque el público general (el que va al cine por thrillers de entretenimiento general) no verá este tipo de filmes pues entra a competir con una industria que monopoliza el mercado. Y el público deseoso de un cine más profundo no apreciará esta cinta por los problemas ya señalados. Entonces, resumiendo, la apuesta de ofrecer en un contexto hollywoodense (esto es, comercial) una de las graves tragedias mundiales, con miradas simplistas que en nada permiten auscultar la complejidad del mal que rodea a los protagonistas, sumado a la pésima apuesta de creer que todos en el mundo hablamos inglés a toda hora (obviamente, apuesta para atraer a un público que ni sospecha las cosas que pasan fuera de la comodidad de sus living room) lleva a considerar el filme como una oportunidad perdida. La historia real, a la que apunta la obra, daba para obras majestuosas. Esta no fue una de ellas. Y eso que no hablo de los baches en la narración. Finalmente, si bien la película “abre el libro” sobre temas de los que poco se habla (en especial sobre la relación entre el gobierno chileno con Colonia Dignidad), la forma en que se trató el asunto no le hace justicia ni a las víctimas ni a la historia misma que ojalá sea retratada con mayor acierto por otro cineasta. Su mérito está, simplemente, en que entretiene. 15-09-2016.

6,0
568
7
27 de enero de 2020
27 de enero de 2020
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “All Is True” (“El ultimo acto”, 2018, RU), dirigida y protagonizada por Kenneth Branagh [1960-] –reconocido como uno de los actores y directores que mejor conoce las obras shakesperianas–, y con guion de Ben Elton. El reparto es de lujo: Kenneth Branagh (aplausos), Judi Dench
(aplausos), Ian McKellen (aplausos) y Jack Colgrave Hirst, entre otros. La película narra los últimos años de la vida del mejor escritor en lengua inglesa: William Shakespeare, quien se retira a su hogar, con su esposa e hijas, luego de que su teatro, el famoso Globe Theatre, se quemara en 1613. En dicho retiro con su familia, Shakespeare intenta cerrar el duelo por la muerte de su hijo y reencauzar la relación con su esposa e hijas. Ahora bien, la cinta se caracteriza por estar entre el drama romántico y el biopic. Pero no crea el espectador que es un filme histórico de uno de los personajes más controvertidos (a la vez del que no se conoce tanto como se cree) de la historia de las letras, sino que es una versión libre, con algunas conjeturas y especulaciones, del período menos conocido de Shakespeare. Desde el plano estético, hay méritos importantes como las interpretaciones estelares. Por ejemplo, es magnífico el diálogo entre el Conde de Southampton (Ian McKellen) y Shakespeare (Branagh). Aplausos merece, además, la fotografía, responsabilidad de Zac Nicholson. En cuanto al contenido, ya aclarado que la obra no pretende darle al espectador una verdad sino una interpretación especulativa en tono dramático –como le hubiera gustado al propio Shakespeare–, podríamos mencionar el relevante toque de humor y los matices de ternura que terminan por humanizar al ídolo. A fin de cuentas, toda gran persona no deja de ser eso, una persona, sometida a intrigas públicas como privadas, con problemas que pueden ir desde lo digestivo hasta asuntos de Estado. Aquí Shakespeare está representado como alguien atravesado por el drama del autoexilio (el retiro de un hombre exitoso a sus aposentos privados), las tragedias familiares y los traumas personales, como cualquier mortal de la era isabelina, aunque resalta la narración es que son problemas intensos –aunque comunes– de un ídolo universal. Es que un daño de estómago no será retratado igual si quien lo padece es un soldado o un mariscal. Con base en lo anterior, quisiera invitar a meditar lo que significa reconocer la humanidad del deificado, en este caso, la dramaticidad (que supone la cotidianidad y la normalidad) de la vida privada de un hombre público. Empero, poner las luces del cine (que son públicas) sobre esa cotidianidad-normalidad de los grandes hombres, sigue siendo la lógica de pensar como público lo que es privado o personal. Solo si la película pudiera mostrarnos que los padecimientos personales son comunes en dicha época, pero no por ello menos intensos para quien los sufre, podría el espectador entender la humanidad del ídolo. Tristemente, esta cinta centra demasiado su lente, que es público, en la vida privada de un hombre más que público, una persona que, como Aquiles, ya es universal. La recomiendo entonces. 2020-01-27.
(aplausos), Ian McKellen (aplausos) y Jack Colgrave Hirst, entre otros. La película narra los últimos años de la vida del mejor escritor en lengua inglesa: William Shakespeare, quien se retira a su hogar, con su esposa e hijas, luego de que su teatro, el famoso Globe Theatre, se quemara en 1613. En dicho retiro con su familia, Shakespeare intenta cerrar el duelo por la muerte de su hijo y reencauzar la relación con su esposa e hijas. Ahora bien, la cinta se caracteriza por estar entre el drama romántico y el biopic. Pero no crea el espectador que es un filme histórico de uno de los personajes más controvertidos (a la vez del que no se conoce tanto como se cree) de la historia de las letras, sino que es una versión libre, con algunas conjeturas y especulaciones, del período menos conocido de Shakespeare. Desde el plano estético, hay méritos importantes como las interpretaciones estelares. Por ejemplo, es magnífico el diálogo entre el Conde de Southampton (Ian McKellen) y Shakespeare (Branagh). Aplausos merece, además, la fotografía, responsabilidad de Zac Nicholson. En cuanto al contenido, ya aclarado que la obra no pretende darle al espectador una verdad sino una interpretación especulativa en tono dramático –como le hubiera gustado al propio Shakespeare–, podríamos mencionar el relevante toque de humor y los matices de ternura que terminan por humanizar al ídolo. A fin de cuentas, toda gran persona no deja de ser eso, una persona, sometida a intrigas públicas como privadas, con problemas que pueden ir desde lo digestivo hasta asuntos de Estado. Aquí Shakespeare está representado como alguien atravesado por el drama del autoexilio (el retiro de un hombre exitoso a sus aposentos privados), las tragedias familiares y los traumas personales, como cualquier mortal de la era isabelina, aunque resalta la narración es que son problemas intensos –aunque comunes– de un ídolo universal. Es que un daño de estómago no será retratado igual si quien lo padece es un soldado o un mariscal. Con base en lo anterior, quisiera invitar a meditar lo que significa reconocer la humanidad del deificado, en este caso, la dramaticidad (que supone la cotidianidad y la normalidad) de la vida privada de un hombre público. Empero, poner las luces del cine (que son públicas) sobre esa cotidianidad-normalidad de los grandes hombres, sigue siendo la lógica de pensar como público lo que es privado o personal. Solo si la película pudiera mostrarnos que los padecimientos personales son comunes en dicha época, pero no por ello menos intensos para quien los sufre, podría el espectador entender la humanidad del ídolo. Tristemente, esta cinta centra demasiado su lente, que es público, en la vida privada de un hombre más que público, una persona que, como Aquiles, ya es universal. La recomiendo entonces. 2020-01-27.
31 de julio de 2017
31 de julio de 2017
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “El Presidente” (“The President”, Georgia, 2014), dirigida por el reconocido director iraní Mohsen Makhmalbaf [1957- ], perteneciente a la “nueva ola” del cine de su país, todo un personaje político que deja aquí plasmada la huella de sus pensamientos. Ahora bien, estamos ante una película del género drama, pero más específicamente de cine-político. (Spoiler 1). El filme es, estéticamente hablando, tremendo. Las actuaciones son muy realistas. Me impresiona, sobre todo, la del nieto del dictador. La fotografía merece aplausos. En fin, una obra bien hecha. No en vano ha obtenido buenos reconocimientos como el “Hugo de Oro” del Festival de Chicago en la categoría de “mejor película”. Ya desde el contenido, la película, como ya lo había señalado, es un documento de denuncia política, la cual, para su análisis, dividiré en tres partes. La primera es cuando se exhiben los desmanes del presidente, lo cual está muy cercano (no me extrañaría que hubiese servido de fuente) a aquella serie de novelas del género de las repúblicas bananeras, que exponían las atrocidades, a la vez que las miserias, de los gobiernos dictatoriales latinoamericanos, siendo el mejor ejemplo de dicho género literario “La fiesta del chivo” (2000) de Vargas Llosa. Esta parte deja en claro el gran problema que implica la acumulación del poder en el ejecutivo, el cual, si se asume como mesías o redentor, terminará por confundir (i) lo público con lo privado (el poder y sus privilegios pasan a ser asuntos familiares), (ii) el presidencialismo con la monarquía y (iii) la política democrática con la teología dictatorial. La segunda parte tiene que ver con la caída. Cuando el presidente huye, el espectador ve dos líneas que pudo haber seguido el guion. La primera es la empatía: que el dictador cae en cuenta de su maldad al ser testigo directo de las secuelas de su terrible poder, al poder ponerse en los zapatos de sus víctimas, de manera tal que logra así la redención; la segunda es que el dictador logra hacerse pasar por un peluquero y éste a su vez es obligado a vestirse como el dictador [línea narrativa que está presente en el The Great Dictator (1940) y The Dictador (2012)]. Pero ninguna de estas dos líneas sucede. El dictador atraviesa un país desolado, a veces parece ser tocado por lo que ve, otras parece que sigue siendo el mismo de antes. Justo aquí viene la tercera parte: el atrapado. El dictador es, finalmente, detenido (Spoiler 2). En ese momento, toma la palabra un prisionero político recientemente liberado, el cual le recuerda al grupo-verdugo el ideal de la democracia. Les recuerda que la democracia no puede comportarse como la dictadura, todo lo cual me recuerda el diálogo “El Critón” de Platón: ¿vale la pena ser injusto como reacción a una injusticia previa? ¿Es justo pagar con una injusticia ante otra injusticia? Entonces, propone una condena (Spoiler 3). Pero la película no nos muestra el final. Pero sea cual fuese, ya alguien había defendido el honor de la virtud política. Por todo lo anterior, considero que estamos ante una obra tanto estética como política que vale la pena ver y analizar. 2017-07-31.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
1. La cinta narra los últimos días de un dictador de un país anónimo, que arruina a su pueblo mientras él y su familia viven en el lujo gracias a la corrupción. Una revolución lo destrona, por lo que escapa con su nieto, escondiendo su identidad. Durante su huida conoce el dolor de su pueblo hasta que es atrapado por antiguos soldados y ciudadanos oprimidos, quienes reclaman la muerte del dictador.
2. Pero lo hace una mezcla de soldados (antes al servicio del dictador, victimarios) y personas del común (víctimas del mal gobierno y de la represión brutal). Claman venganza, la muerte del presidente.
3. Que se le obligue a bailar.
2. Pero lo hace una mezcla de soldados (antes al servicio del dictador, victimarios) y personas del común (víctimas del mal gobierno y de la represión brutal). Claman venganza, la muerte del presidente.
3. Que se le obligue a bailar.

6,4
12.040
7
14 de noviembre de 2015
14 de noviembre de 2015
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi, de nuevo, “1984” (Reino Unido, 1984), dirigida por el experimentado Michael Radford (esta fue su segunda película, dejando en claro que le vendría una brillante carrera). Esta película se realizó el mismo año del título del gran libro de George Orwell, “1984”. Así el cine le rindió homenaje a este gran autor del género de la distopía. Ahora bien, el filme, digámoslo así, paso sin pena ni gloria, cosa que explico por varios motivos: i) Es muy difícil lograr ser competitivo con una novela tan brillante y tan audaz como la de Orwell, de manera tal que lo más probable es que quien se haya leído la obra (¡y hay que leerla!) se sienta algo decepcionado ante la película; ii) La cinta, por más que lo intentó, tiene que dejar pasar muchos datos, mucha información política pero necesaria para el quid dramático que sí está en la novela, por lo que quien no se haya leído la obra estará en ascuas en muchos aspectos del filme; iii) Los escenarios imaginados por Orwell son casi que imposibles de imitar en formato cine, por lo cual el director, quien quería ser lo más fiel posible, se vio a gatas para generar las sensaciones de pesadumbre que se sienten con las letras. Entonces, tanto quien leyó la novela como quien no lo haya hecho, fácilmente se sentirán decepcionados ante la cinta. Sin embargo, las actuaciones, la fotografía y la banda sonora son muy buenas. Dicho con otras palabras, en cuanto el contenido, muchísimo mejor la novela; pero desde lo estético, la película no se queda atrás de Orwell. Tal vez el filme habría dado más de que hablar si el director se hubiese tomado varias licencias ante la novela, planteando así un producto diferenciado. Ahora bien, a pesar de lo dicho, la cinta puede servir para un excelente cine-foro pues toca de manera importante diversos temas: i) se basa en una de las piezas esenciales de la distopía justo cuando se cimentaba con fuerza luego de la Segunda Guerra Mundial (junto a “Fahrenheit 451” de R. Bradbury y “Un mundo feliz” de A. Huxley); ii) da excelentes puntadas para meditar cómo, ante el superpoblamiento y otros problemas contemporáneos, avanzamos a dictaduras televisadas; iii) permite una crítica contundente a los gobiernos mesiánicos y al manejo de los medios de comunicación (donde la mentira es verdad, la guerra es paz, el odio es amor); y iv) dilucida la naturaleza humana, la cual se nos deja ver con claridad justo cuando es puesta en entredicho. Yo disfruté volver a ver este filme, en especial porque me recordó la lectura que hice hace muchos años de la obra de Orwell que, debo decirlo, me marcó significativamente. Entonces, la cinta permite otro objetivo: no olvidar. La recomiendo con los matices ya hechos. 14-11-2015.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
"tanto quien leyó la novela como quien no lo haya hecho, fácilmente se sentirán decepcionados ante la cinta. Sin embargo, las actuaciones, la fotografía y la banda sonora son muy buenas. Dicho con otras palabras, en cuanto el contenido, muchísimo mejor la novela; pero desde lo estético, la película no se queda atrás de Orwell".
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