Aunque pasen los años la principal baza de Leigh sigue siendo su capacidad para conectar con la clase trabajadora británica, que siempre resulta realista bajo su cámara incluso si se trata de un personaje profundamente antipático como la protagonista de esta historia que en muchos momentos resulta insufrible. El director se pega a ella para conectar momentos hilarantes con otros demoledores en los que el personaje se desprende de su máscara de cinismo mostrando una vulnerabilidad que desarma a los espectadores. El tour de force interpretativo de Marianne Jean-Baptiste funciona dentro de un sólido reparto que engancha por su naturalidad.

Aunque los ingredientes no son nada originales Soderbergh le otorga un regusto especial a su historia de fantasmas no apta para fans del susto. Los amantes del género tienen pocos alicientes en este título que ni da miedo ni juega con los recursos habituales. Sin embargo la propuesta satisfará las expectativas "coolturetas" con su cuidada fotografía (sin duda, lo mejor), una puesta en escena excesivamente teatralizada (rodada en planos secuencia cámara en mano en una mansión); y un guion que expone la erosión de una familia acomodada mediante situaciones cotidianas que sacan lo mejor de su reparto (sobresaliente Callina Liang).