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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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27 de marzo de 2012
107 de 135 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay dos sencillos modos de ver esta película:

1- Empezar a preguntarse si la mitología griega -y su espíritu- está conseguida: si los dioses siguen con su rico juego de ser inmortales y, a veces, infantiles, pero sabios y poderosos; y si los hombres, que padecen y mueren, hacen lo que pueden para caer con extrema dignidad trágica. Si seguimos este camino, querremos viajar a Londres (¡que encima la película es inglesa!); localizaremos a los guionistas, al productor, a los actores, y hasta al currito que calentaba los cafés, y los asesinaremos dolorosamente, uno por uno, sin remisión posible. Esperando que, en el Tártaro, padezcan, para siempre, suplicios iguales o peores que los de Sísifo, Tántalo y Prometeo juntos. Si los amantes de la mitología griega quieren echar espumarajos de rabia, les insto a leer el spoiler. Allí comprenderán las aberraciones que semejante mierda de película comete con cualquier cosa clásica que aquí pueda aparecer.

2- Olvidarse de Grecia, y pensar: "Bueno, vamos a ver la película como si fuera una de aventuras para pasar el rato". No sé si esta opción es casi peor. Porque al menos mientras uno se centra en la mitología, puede olvidarse de la trama de cartón piedra, de los personajes a cual más vacío, hueco y lelo; de las escenas de acción mil y una vez vistas; de la emoción nula; de actuaciones que a veces dan pena de lo patéticas que son (especial mención merece Helios, el hijo del protagonista: no se puede poseer un rostro que cada vez que gesticulas parezcas en medio de un ataque de diarrea. ¡Un poco de cásting, por favor!). De ver lo que ya hemos visto mil millones de veces: épica impostada, CGI para los monstruos, luchas al límite, hostias por doquier, y frases "profundas" de baratillo. Un 300 de clase Z (a alguien habrá que imitar).

En fin, para ahorrarles el tedio supremo a ustedes, y para evitar que malgasten 10 euros, o lo que toque (que hasta gratis perderán hora y media de sus vidas), en esta soberana castaña: escojan el camino que escojan, se van a encontrar ante una película verdaderamente infame, anodina, burda y olvidable en cuanto se pestañea.

(Ya sé que habrá, como de costumbre, quiénes le pongan un 8 y digan que "está muy bien para pasar el rato, yo no le pido más a una película": pues no hagan caso. Mentira. Esa gente sería capaz de "pasar el rato" hasta con Campamento Flipy. Hasta para "pasar el rato" hay niveles).

Vamos al Spoiler, que aún me quedan (pocas, la verdad) fuerzas...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Los dioses se mueren. Como en Immortals. Porque sí. ¿Para qué seguir con el rico juego entre dioses y hombres que con tanta gracia, tragedia y riqueza lograron transmitir los mismos griegos? ¿Dónde estaría la emoción si Zeus es inmortal? Pues, hala, a matarlos se ha dicho.

La palman todos los dioses, menos Hades; que pierde los poderes (?). Sí, como si fuera Supermán. ¿Por qué? No se sabe (¡pero encima hasta lo agradece!). ¿Y adónde van los dioses cuando mueren? A la nada, lo dice Hades: porque sí. Encima son subnormales. Zeus parece una versión cachas de Jesucristo: toda la película lanzando mensajes de buen rollo, y perdonando a la peña. Cronos es un demonio de fuego del Señor de los Anillos, que echa lava, grita, dice nombres, y destroza cosas. Porque sí. Hades la lía parda porque se aburre, y al final se arrepiente sin despeinarse. A la mierda sus conflictos interiores. Ares parece una versión divina (que no inmortal) de un malo cutre de un capítulo de "Walker Texas Ranger". Hefesto tiene cierta vidilla por Bill Nigh, pero aún así da pena verlo: patético. El resto de las divinidades, supongo, la habrán palmado. Porque tocaba. Qué escabechina. A ver quién dirige ahora el Tártaro, o a qué se dedican las Parcas y los otros Titanes, si ya no tienen jefe.

Pero aparte de estas infamias, todo lo demás sigue dando pena. El protagonista es Steaven Seagal en Grecia. La reina Andrómeda pasaba por allí, y lucha y es rubia. Así es el modo más completo en que puedo describir la psicología honda de su personaje. Ágenor es un tipo que no hace nada en toda la película, pero que está retratado como simpático (el guionista sabrá por qué: en el cine no se reía ni Dios). Y los dioses... en fin. ¿He dicho que pelean y se pasan energía como hacían los guerreros de Dragon Ball?).

Ah, y todo es bastante cutre, pero en el mal sentido. Producción flipada y de cartón piedra. Sólo vemos pedruscos, un bosque, dos campamentos, y algo de mar digital. Con un par. Olé ahí la belleza natural del Egeo.

Un horror. Para sacarse los ojos, como Edipo.
24 de marzo de 2012
104 de 144 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un grupo de cuatro policías (conocido como "Grupo 7") tiene como misión limpiar las calles de Sevilla de drogas y de gentes de mal vivir, en las vísperas de la Expo 92. Cada cual posee sus cosillas: uno es honesto y buen tío; otro, un tipo violento y amargado; el tercero, un salado sevillano que se las sabe todas; el último, un homófobo que se conoce bien el oficio. Entre los cuatro, merced a unos chanchullos no del todo legales, empiezan a ganarse fama política y policial, cuando empiezan a llegar los problemas...

Lo que podría ser una cosa chusca mal traída, se convierte en un intenso, entretenidísimo y bien resuelto thriller español que da el nivel necesario. Vaya si lo da. Toda la parte policial está rodada con primor (salvo un par de detalles que desvelo en el spoiler); se cuidan las subtramas; la ambientación. Las líneas de diálogo tienen mucha chispa; nunca ve uno el artificio. Incluso en las redadas más jodidas de la peli mantienen todos su salero sevillano, lo cual le da al asunto verdadera vidilla. Las escenas impactan, el argumento nunca se lía o aburre, todo es lógico y está bien traído. En definitiva: una peli de género que sobresale en el panorama español.

Pero no es oro todo lo que reluce. De los cuatros protagonistas, sólo 2 poseen realmente una fuerte interioridad. El homófobo (y fíjense que no de otro modo sé describirlo) es un personaje plano, que está ahí y ya. El casado se enamora de una puta, y ahí se acaba su arco. Casas y De la Torre sí poseen una vida interior, pero nos importa un bledo: lo hemos visto ya mil veces. Uno de ellos padece dificultades en su matrimonio, porque es policía, claro. Imma Cuesta lo hace bien, pero su personaje no va más allá de cuatro escenas y dos actitudes. El otro afronta un drama personal y amoroso que parece metido con calzador. Ni nos emocionan ni nos alteran sus desdichadas cuitas. De ninguno de los dos.

El conjunto resulta, por tanto, frustrante. Su calidad técnica y su seriedad (se toma en serio a sí misma, y le sale bien) triunfan, pero las tramas emocionales no calan en el espectador. Son banales, son estereotipos.

En fin, es de agradecer una sorpresa tan madura como ésta en el cine español, pero no se ha llegado al nivel de cintas recientes como Celda 211. Una pena. Aunque se agradece el muy buen intento. Es cine patrio más que digno.

Lo mejor: evita lo fácil, rebosa talento, y posee un tono solemne que funciona. Lo peor: la parte emocional está ya más que vista, y no emociona.

(Sigue en spoiler hablando sobre los actores y algunos hechos del guión).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
A Mario Casas le queda grande este papel. Apunta maneras, pero tiene las frases más molonas de la película, y parece que las recita como por encargo, como si no salieran de él. El resto de los actores, de justicia es decirlo, están todos perfectos. Casas lo intenta, y se nota; pero no da el tipo, mal que pese.

Afea el resultado brillante de la película, en la parte formal, el desenfocado que nota uno en las tomas aéreas. ¿Acaso al usar un helicóptero ha de perderse calidad de imagen? Inexplicable. Las tomas parecen poco nítidas, y a trompicones.

La subtrama de la drogadicta está metida con calzador. Casas evoluciona bien desde un punto de vista de la lógica, pero no acaba de verse del todo en la película.

Al final, ¿qué trata de contar? ¿Qué es lo que me está diciendo? ¿Y las tramas de la Caoba y del drogadicto confidente? ¿De verdad era necesario, estética y artísticamente, situar la acción en la Sevilla previa a la Expo (esto no es en sí un defecto, pero tengo mis dudas sobre los motivos)?

Lo peor de todo, y me jode, es reconocer que me olvido de la película a la hora de haberla visto. No se me queda en la cabeza. Y cuando eso pasa, no es nada bueno... porque tiene muy buen nivel.
25 de abril de 2012
102 de 166 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los telefilmes americanos es frecuente que, durante la primera media hora, se nos muestre la felicidad extrema de un personaje o de una familia; el espectador ya sabe que el arte, aunque sea malo, no se ha inventado para narrar la felicidad (que es una cosa que más bien se vive), e intuye con tino que pronto ocurrirá alguna desgracia. De lo contrario, ¿qué clase de trama sería ésa? Aunque Las nieves del Kilimanjaro intente disfrazarse de película francesa sutil, pequeña, sublime y preciosa, sus procedimientos narrativos son, sin duda, dignos de cualquier mala película: su afán es manipular al espectador de modo burdo, para arrancarle a trompicones algún tipo de empatía.

En la primera escena vemos cómo una empresa portuaria recorta personal para no cerrar. Veinte serán los despedidos a causa del bien común. En vez de analizar a cada empleado, o fijar un criterio de antigüedad, se hace un sorteo. Da lo mismo que uno tenga 62 años y le queden meses para jubilarse; o que alguien padezca una minusvalía; o que haya un inepto entre los empleados: se sortea; y, al que le toque, pues despedido. El protagonista, Michel, que es un sindicalista honesto y bueno, se incluye en el bombo de los posibles despedidos: y le toca. Éste es el absurdo punto de partida, el hecho inverosímil.
A continuación regresa a su casa mirando al infinito, mientras suena una música triste de fondo para que así el espectador –por si acaso está despistado– sepa que hay que ponerse triste. No sabe el pobre Michel cómo decirle a su mujer que está despedido. Pero se lo dice, y añade que quizá fuese de idiotas el haber incluido su nombre. Éste es el momento dramático, tenso, duro, social.
Su mujer le mira, le sonríe, y (como si no hubiera pasado nada), contesta suspirando: “¡Qué duro es vivir con un héroe!”. Éste es el momento tierno, chiquitito, lleno de amor, de humor sano, de ironía sutil y europea, de intimidad y optimismo.

Pues bien: toda la película repite el mismo esquema. Pasa algo inverosímil, se da un momento de tensión dramática, y luego todos son muy buenos, y ríen mucho, y abren una puerta al infinito optimismo. Lo cual resulta, a la larga, increíble e irritante.

En conjunto una película artificial, construida de modo evidente y previsible, que juega sucio para que todos nos emocionemos y riamos por cojones, y que, aunque muchos incautos caigan en su juego, pues para eso está hecho, no es sino una sucesión de diálogos desastrosos, humor simplón, y escenas inverosímiles. Y del final, ni hablamos.

Más ejemplos concretos de por qué la película hace agua, en el spoiler. Y encima en algunos (un lujo) explico por qué el director la cagó con esas escenas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
1- De repente la hija le cuenta a su madre que cree que su marido le engaña. Su madre muestra absoluta indiferencia y le dice que haga lo que crea. La subtrama de la hija desaparece. Fin del asunto. SOLUCIÓN: Es que así la madre suelta un mensaje.

2- El policía, en un gesto de caballerosidad, deja que Michel entre en la sala de interrogatorios con una porra (y un brazo en cabestrillo) para zurrar al chaval que le robó. Para que hable un poco con él. ¡Venga ya, hombre! Qué buen rollo de policía vengativo, ¿no? La mujer se enfada y se marcha. SOLUCIÓN: Es que así el prota pierde los nervios, y el personaje avanza.

3- Lo mejor es que, en los dos careos entre Michel y el ladrón, el ladrón sólo sabe decir que Michel vive mejor que él. Así que él, parece ser, tenía derecho y hasta razón al robarle, atarle, golpearle, apuntarle, y traumatizar a su cuñada. Y Michel, que es un hombre bueno, ¡se calla y otorga! ¡Venga ya, hombre! Al menos dile que ese no es el medio, joder.

4- Le roban dos tarjetas de crédito, sacan a la misma hora pasta de dos cajeros, les atan, les golpean, y les tienen toda la noche hechos mierda... ¡y no basta con eso y la denuncia para recuperar lo robado! Madre mía, ¿con qué banco tenían sus tarjetas? Es que ni en tiempos del Señor Rockefeller eran tan ladinos. Para denunciar al banco, desde luego. SOLUCIÓN: Es que así da más pena el prota.

5- Niños, niños por doquier. Cantando, riendo, hablando, jugando. Los niños siempre sirven para que los espectadores se pongan tiernos. Niños que, como personajes construidos, son planos cual esterillas. Les gusta la nocilla, van al colegio, y se ríen. Qué bien. SOLUCIÓN: Los niños emocionan a mucha gente con sólo aparecer.

6- Para que todo sea más tierno, se pasan el día comiendo, fregando, pensando en el porche, planchando, limpiando cosas, preparando la comida. Real y hermoso como la vida misma. Cuánta sencillez.

7- La hermana traumatizada... ahora llora, ahora desaparece como personaje. Ahora tiene una escena preciosa, ahora nos da lo mismo. SOLUCIÓN: así se hace más complicado el dilema del prota.

8- ¿Por qué todo Dios entra en la casa de los niños como Pedro por su casa? Parece el metro. Y los niños, tan panchos. Tan felices. Comen su nutella y tan ricamente. ¿Que su hermano está en el trullo? ¿Qué más dá? SOLUCIÓN: Si no se ponen estas cosas absurdas, es que nada avanza la trama. A ver cómo entran. Y a ver qué pintan unos niños traumatizados. No señor.

9- La madre del "malo", grotesca. Va de repente y le cuenta su vida a una señora que de nada conoce. Me recordó a Belén Estaban; pero Belén no malgastaría tanta saliva. SOLUCIÓN: para dar información, para que la peli no cojee tanto.

En fin, el problema es que el director no sabe cómo hacer que la trama avance hasta donde él quiere (hasta su final), y necesita desesperadamente llegar hasta ahí como sea.
27 de enero de 2014
42 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Es el personaje interpretado por Bruce Dern imbécil profundo en el sentido más metafísico y psicológico de la expresión? Por si acaso, aclaro que no está enfermo ni padece de taras mentales diagnosticadas. En consecuencia, juzguen ustedes mismos: cree que le ha tocado un millón de dólares porque lo dice una propaganda enviada a su nombre; cuando su hijo le explica que se trata de un timo, él sencillamente no contesta; afirma que se casó “porque quiso ella”, y no sabe en qué consiste estar enamorado; tuvo hijos sin planearlo porque “me gustaba follar”; se lanza a caminar hacia estados lejanos por la carretera vestido de cualquier modo; le importa un bledo lo que le ocurra al resto de la gente, familiares inmediatos incluidos; es alcohólico desde hace décadas; de joven todo el mundo abusaba de él porque siempre hacía cualquier favor sin solicitar nada a cambio; insulta a su propio hijo si éste le incordia con educadas preguntas personales; habla poquísimo, nunca escucha a nadie, y su respuesta más habitual es un alelado “¿eh?”. Fíjense: no les pregunto si un individuo tal es mala o buena persona. Les pregunto si es sencillamente imbécil. En su defensa, y mientras se lo piensan, ya les adelanto que, como decía Emerson, no debemos juzgar a nadie por sus malos matrimonios; tal vez el pobre Woody, que así se llama, se encuentre en semejante estado mental a causa de un mal matrimonio, o debido a que las esperanzas de su vida se han truncado con el paso de los años. Quizá esa tristeza ante la ausencia de un sentido vital le haya erosionado tanto que ya sólo queda de él la parte más hosca. Quizá. Pero, si es así, eso, desde luego, no está en la película; que tiene la torpeza de revelarnos cómo Woody, en su más lozana juventud, dejó a una novia admirable sólo porque su futura mujer, más ligera de cascos, sí follaba antes del matrimonio. De manera que he ahí la respuesta: Woody no sólo es desagradable, simple, egoísta y está hundido: también es idiota.
Al rescate de tan entrañable imbécil acude su hijo; quizá el personaje más soso, y con menos conflictos interiores, que haya jamás protagonizado una película. A los diez minutos nos encontramos con que el pobre lo ha dejado con su novia. Trabaja en una tienda de equipos de música y tampoco parece un gran vendedor. (No me digan que tan hondas congojas no resultan dignas de una película de Bergman o Dreyer). Así que coge el coche y se lleva a su padre al estado de turno para que cobre el premio. No está demasiado lejos, pero como una pronta llegada echaría al traste la película, los guionistas deciden que se detengan antes en casa de un hermano de Woody para que puedan desarrollar, en ese pueblo, ahí una simpática y calma comedia costumbrista tachonada de ternura, como mandan los cánones.
¿Por qué un servidor, habiendo escrito los dos párrafos anteriores, ha puntuado con un seis esta película? O, dicho de otro modo: ¿Puede ‘Nebraska’ sobreponerse a tan atroz planteamiento de partida? Sorprendentemente sí.
Aunque llegue a irritarle al espectador avispado la conciencia que posee sobre su propia sutileza (el crítico Carlos Boyero, más limpiamente, encuentra en ella demasiado cálculo emocional: y lleva razón, pero no es para tanto), el tono agridulce no desentona no desentona en su conjunto. Bien concedo que varios giros del guión bordean lo previsible, y que las escenas de paisajes con música country de fondo se reiteran sin una justificación aparente (lo mismo que en ‘Los descendientes’, allí con Hawai), pero algunas escenas son tan hermosas que compensan lo trabado. Y la parte cómica… ahí, créanme, ahí sí que todo funciona.
Algunas otras críticas se han cebado con el personaje de la madre; a mí mismo, al principio, me pareció desagradable y repulsiva. “La pintan demasiado malvada”, pensé. Pero luego su carácter insoportable se vuelve tan caricaturesco, que uno acaba admirándola como un genio cómico involuntario, al estilo de los grotescos personajes más desternillantes de Dickens, o de una moralista tan ridícula como la Lady Bracknell de Oscar Wilde. Cada vez que abre la boca, toda la sala contiene la respiración para no perderse ni una palabra de lo que va a decir. Se trata de uno de esos secundarios que permanece en nuestra memoria con fuerza incluso semanas después de haber visto la película.
El resto de los familiares, o de las gentes del pueblo, conforman un rico fresco de la vida en esos sitios en donde nunca parece ocurrir nada; y quiero evocar aquí la mirada, bellísima y profunda, de la directora del periódico; o la surrealista familia de Woody, que también aporta unos cuantos momentos de altísima comedia.
La dirección de Payne aporta serenidad y tempo al desarrollo de la trama; lo cual se agradece porque, en ocasiones, se estanca. Y un pulso firme capaz de alejarle la impaciencia al espectador sólo puede lograrse con una sólida dirección.
Bruce Dern logra humanizar la profunda estupidez de su personaje, por el que uno hasta siente verdadera compasión unas cuantas veces (lo cual es admirable), Will Forte hace lo propio con el soseras del hijo, Bob Odenkirk (“Better call Saul!”) aporta distinción al hermano, y June Squibb está inconmensurable.
Una película agradable de ver, pequeña, profunda hasta donde se deja llevar.
No va a partir la pana en el Olimpo cinematográfico, y en ocasiones manipula sin piedad los sentimientos del espectador (ya saben: en un momento verán que asoman los malos contra los buenos; ¿se imaginan por quién creen los guionistas que debemos tomar parte?), pero es una buena película, y cuando uno sale de la sala no se ha arrepentido de haber entrado en ella.
28 de febrero de 2012
55 de 91 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues oyes, que resulta que al Soderbergh le ha dado por hacer una de espías. ¿Querrá abarcar todos los géneros de aquí al 2020? ¿Tendrá algo que contarnos quizá para dentro de diez años?

La trama va de lo siguiente: una tipa bastante inexpresiva, y con cara de bruta, es una gran agente secreta. Reparte leches como panes, y se embarca en peligrosas misiones. De repente, ¡oh sorpresa de sorpresas!, ¡sus jefes la traicionan! Milagrosamente consigue escapar de la emboscada, y, a partir de ese momento, intenta averiguar por quién, cómo, y por qué ha sido traicionada. ¿Les suena? ¿Alguna vez habían escuchado algo semejante?

En fin, que se sucede lo de siempre. Con una estética personal muy marcada (que para algo dirige Soderbergh), con fotografía juguetona (que si ahora una tonalidad azul, que si cálida, que si te pongo unas lucecitas, que si uso un blanco y negro), y con una dirección con ciertas trazas de estilo europeo, se intenta hacer un Bourne femenino bastante vacío, insulso y vulgarote.

Los secundarios son muy buenos, y cumplen. Banderas se mesa mucho la barba y pasea su marcado acento. La protagonista transmite menos feeling que un pelador de patatas, y la trama se reduce a cuatro bobadas puestas la una detrás de otra. Nuestra buena Gina Carano luce palmito mientras pone caras de mala uva, toma la iniciativa en cuestiones sexuales (faltaría más), bebe para olvidar, y -eso sí- no fuma ni un mísero cigarrito.

En fin, se agradece que haya un par de peleas de vez en cuando, pero la película, además de ir de cool, y de pretender tener un estilo, es muy, muy, muy pobre. Y uno la olvida en cuanto sale del servicio tras la proyección.

¡Qué días aquéllos de "sexo, mentiras, y cintas de video"!
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