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Críticas 120
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
El terror (Miniserie de TV)
Miniserie
Estados Unidos2018
6,9
8.275
Dave Kajganich (Creador), Max Borenstein (Creador) ...
8
12 de junio de 2018
30 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una leve reflexión sobre "The Terror", la serie producida por AMC que bien pudiera titularse "The Horror", me temo. Punto de partida; dos embarcaciones de la marina británica, The Terror y Erebus, se encuentra atravesando el ártico en busca de una ruta comercial hacia China y la India (el Paso del Noroeste) a mediados del siglo XIX. Pero demasiado pronto llega un invierno más crudo de lo esperado, y el mar se convierte en un impresionante desierto helado, y por negligencia y mala suerte, los dos barcos quedan anclados y aquí comienza la chicha. Hasta ahora no he contado nada que no se exponga en el primer capítulo, a partir de ahora habrá algún inevitable SPOILER.
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spoiler:
Estructurada en dos partes, la primera acontece dentro y en las inmediaciones de los barcos, en ausencia de luz solar, unos seis capítulos que bien pudieran corresponder a alguna aventura marina de Stevenson, Melville o Patrick O'Brian, con el costumbrismo y la rutina en el día a día de unos hombres que aún no son conscientes de la condena y del grado de desesperación al que están abocados. Por si fuera poco, se añaden elementos del género fantástico con la presencia (siempre sugerida, nunca mostrada de forma explícita en estos primeros capítulos) de un misterioso (y terrorífico) monstruo, que empieza a atacar de forma cruenta a la tripulación. El hecho de que Ridley Scott forme parte del elenco de productores, hace inevitable acordarse de "Alien" cada vez que aparece en acción esta especia de oso prehistórico (tampoco hay que olvidar que Scott viene de rodar "Marte", también con el tema presente de la supervivencia en condiciones extremas). Son capítulos para ahondar en la diferencia de clases entre la tripulación, en las estructuras de poder y de mando, en las soluciones médicas y quirúrgicas, aún en fase muy experimental, ante cuestiones aún no explicados, donde la intuición y hasta la superstición están más presentes que la ciencia (y la observación; resulta muy interesante asistir a cómo un médico se va percatando de cómo el deterioro de las latas de conserva está empezando a enfermar a la tripulación, sin solución alguna que ofrecer). También se incluye algún flashback con el pasado de algunos personajes y las razones que los ha movido a embarcarse, siempre de forma muy ligera, sin entorpecer el desarrollo de la trama principal. El conflicto de los dos capitanes en la toma de decisiones, Clarán Hinds y Jared Harris (todos lo recordamos de Mad Men), centra algunos de los mejores diálogos de The Terror.

Todo cambia en la segunda parte de la serie, cuando se decide abandonar el barco y huir hacia un destino poco claro, y es aquí donde poco a poco va surgiendo toda la miseria y todo el instinto autodestructivo de los hombres forzados a una situación límite y su diversa respuesta ante el pánico, la enfermedad y la desolación (un planeamiento que no deja de ser el de un western fantasmagórico). Ante condiciones límite, el monstruo que los acecha deja de ser el verdadero peligro; se ha evolucionado de Stevenson a Conrad, Chambers o Poe, no dejamos de asistir a un viaje sin retorno al corazón de las tinieblas. En estos capítulos, surge el espíritu psicótico de un personaje hasta ahora menor, Cornelious Hickey, dejando claro que cuando un hombre necesita esperanza, poco importa que sea un psicópata sin escrúpulos el que la ofrezca y se convierta en la alternativa al sistema de mando que ha dejado de tener vigencia. Las imágenes pasan de mostrar con detalle minimalista y preciosista el interior del Erebus y de The Terror, a mostrar las enormes llanuras blancas cubiertas de hielo, la inevitable agorafobia que surge ante el espacio infinito y el viaje desesperado de unos hombres definitivamente condenados (he leído por ahí referencias a Bela Tarr o a Herzog; se podría añadir el contraste humanista con el Ford de "Los tres Padrinos").
28 de diciembre de 2008
29 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue Don Siegel el máximo exponente de la regeneración del cine negro durante los 60’s, los cánones clásicos empezaban a no servir y la figuras del hombre de la ley y el delincuente estaban cada vez más cercanas, creando una ambigüedad moral que suele ser el epicentro de su cine. Desde la espectacular “Código del Hampa” (1964) hasta “Harry el Sucio” en 1972 y “La gran Estafa” en 1973, Siegel dirigió dos obras menores como “Brigada Homicida” y “La Jungla Humana” pero no carentes ni mucho menos de interés (de hecho, las andanzas de Harry Callahan tienen un precedente muy claro en estas dos películas).
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En Madigan se dan los contenidos habituales en el cine de Don Siegel dentro de su vertiente más social (más cercana a Sidney Lumet, digamos), su falta de confianza en las instituciones y en los gobernantes, aumentando la falta de integridad cuanto mayor es el rango. Así, el personaje peor parado del filme (muy sutilmente, desde luego) finalmente es el Comisario Russell (Henry Fonda), intolerante con los subordinados (que en realidad tienen un trabajo mucho más duro que el suyo, se juegan la vida mientras que él acude a la academia de policías a dar el mismo discurso de graduación de todos los años), pero transigente con la corrupción si ésta viene de su mismo escalafón y de su círculo más cercano. Y con cierto grado de insensibilidad ante el final de uno de sus hombres, es capaz de enfrentarse y aguantar el chaparrón de la viuda con cara de circunstancias y a continuación marcharse sin más al siguiente punto de la agenda del día (lo del hijo del reverendo lo dejamos que eso toca el lunes).

Una visión ligeramente más condescendiente muestra Siegel con la pareja de policías, Madigan (Richard Widmark) y Rocco Bonaro (Harry Guardino, un habitual en el cine del director), que pese a sus métodos rudimentarios y agresivos muestran algo más de humanidad frente a la rigidez del personaje de Fonda. No deja de ser significativo que los dos pierden al detenido por quedarse embelesados con una chica desnuda, además de pasarse los tres días fumando y bebiendo. Son policías de los de antes (en el look para empezar), no se arrugan pero les cuesta adaptarse a la rigidez burocrática de los nuevos tiempos (al igual que pasa con Harry, of course).

En definitiva, la película alterna la trama puramente policial (al ritmo vertiginoso habitual del cine de Don Siegel), una especie de “límite 72 horas” para buscar al delincuente Barney Bennech y la caída al infierno en su vida privada del personaje de Madigan, incapaz de atender ni a su esposa (maravillosa Inger Stevens) ni a su amante, algo que por otro lado tampoco lo diferencia mucho de Russell, aunque el final de uno y de otro es bien distinto, como parecía predestinado.

Para los amantes de lo kitch, la música típicamente setentera de Don Costa, con ese inicio entre los rascacielos y las calles de New York tan característico de los 70, aunque no con tanta maestría como en la saga de Harry con la música vertiginosa de Lalo Schifrin.
26 de julio de 2014
27 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Big Combo (Agente especial), Joseph H. Lewis, 1955

Bien, no voy a emplear mucho tiempo en resaltar las virtudes de esta ejemplar muestra de serie noir a cargo del maestro Joseph H. Lewis, quizá su mejor película junto a "Gun Crazy" y "The Undercover Man", aunque esto es mucho decir, porque su filmografía es fantástica y muy recomendable. Rozando la serie B, si no metido de lleno (se trata de una producción de Allied Artist Pictures), es un film de 1955, con muchos elementos esenciales del género y muy cercana a "The Big Heat" de Fritz Lang, un par de años anterior (el detective que se enfrenta solo a todopoderoso capo de la mafia, la chica del gangster que finalmente busca su propia redención, la corrupción que se apunta dentro del propio estamento policial, el trágico fin de la chica del detective....) o con elementos de Laura (si bien allí el detective estaba enamorado del cuadro, y aquí de una imagen real) y otros clásicos del género. Pero la película tiene mucha personalidad, y numerosas escenas impactantes, como la brutal tortura a la que somete Mr. Smith al Teniente Diamond con el audífono (ese sólo de batería!!) y con la ingestión de la botella de tónico capilar (anterior a la botella de whisky que le inyecta Martin Landau a Cary Grant), el asesinato "silencioso" (de nuevo el audífono) del personaje de Brian Donlevy o la imagen de Jean Wallace en la primera escena huyendo de la pareja de matones (de la que, sutilmente, se apunta una probable relación homosexual, por cierto), con un hermoso juego de sombras a cargo de John Alton.

Dicho lo cual, quería comentar una anécdota del rodaje, que cuenta Joseph H. Lewis en una entrevista en un libro sobre cine negro americano, editado por Robert Porfirio, en la que relata con pelos y señales (muy divertido), como Jean Wallace era la esposa en la vida real de Cornel Wilde, que protagoniza al Detective Diamond, mientras en la película interpreta a la amante del gangster, Mr. Smith (Richard Conte). Hay un par de escenas "calientes", magníficamente sugeridas por Lewis, y para rodarlas se llevaron del plató a Cornel Wilde durante un día entero, con la excusa banal de buscar exteriores. La idea era filmar la escena en la que Richard Conte besa a Jean Wallace, provocando un momento extremadamente erótico, y lo hace con Richard Conte besándole el cuello por detrás, y después bajando la cabeza hasta desaparecer de la pantalla mientras la cámara va cerrando el plano y acercándose al rostro más que expresivo de ella. Mucho me temo que la consecuencia fue que Jean Wallace, en mi opinión realmente fantástica en este filme, en la práctica se retiró de los platos para toda la vida. Desconozco las razones, pero me da la impresión de que un ataque de celos de Cornel Wilde, puede haber dejado a la historia del noir y del cine en general, sin una actriz más que prometedora. Lewis tuvo que comparecer ante la comisión por esta escena, pero se sentía muy orgulloso de haberla rodado. Qué cosas.
4 de enero de 2009
28 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decenas de veces habré visto Testigo de Cargo, la adoro y nunca me canso, así que podría estar hablando horas, pero voy a intentar ser breve y centrarme en varios aspectos.

Toda la primera parte de la película, lo que transcurre en el despacho de Sir Wilfrid, es prodigiosa, de lo mejor de la historia del cine; ritmo, guión, gags y la interpretación de los actores, todo es puro Wilder. Nosotros en todo momento sabemos lo mismo que Sir Wilfrid y eso nos hace cómplices, nos reímos con él, dudamos del acusado como él, nos vamos sintiendo implicados poco a poco en la trama al igual que él…. incluso llegamos a sufrir la “tortura” de Miss Plimsoll al igual que él…. ¡por favor, deje fumar un puro a ese hombre!!!!
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Como decía Hitchock, un director jamás puede engañar al espectador (ni siquiera tratándose de una historia de Agatha Christie) y, al menos yo siempre que la veo, estoy con la mosca detrás de la oreja con Leonard Vole. En este caso la recreación de Tyrone Power es magistral, el tipo es inquietante, más falso que los billetes de 1000€, viendo la película por segunda vez resulta bastante evidente cuales son sus intenciones en todo momento, Hitchcock lo va dejando claro de forma muy sutil durante todo el meraje. Pero parece que a Billy Wilder le divierte mostrar cómo el mejor representante de la ley y el orden, el abogado infalible, Sir Wilfrid Robarts, es humillado y vilmente engañado por un mindundi como Leonard Vole, un charlatán cuyo mayor mérito es haber engatusado a una viuda con necesidad de compañía para sacarle la pasta. ¡Esto sí que es puro Billy Wilder!!!

Además, en mi opinión, siempre tenemos la sospecha de que el acusado es culpable, pero el abogado se ciega por su propio orgullo de ganar lo que nadie ganaría, de retirarse por la puerta grande y se pega el hostión. La perfección hecha añicos, por los suelos, como en La Vida Privada de Sherlock Holmes o en Perdición.. No hay nada que le guste más a Wilder que desmitificar al héroe, pero a la vez tratarlo con un respeto y un cariño que lo convierte en entrañable (El Apartamento). Es la decadencia absoluta del que fue grande, al igual que la Norma Desmond de El Crepúsculo de los Dioses o el propio Sherlock Holmes.

Prodigiosa película pues, de las que ya no se hacen…. Y además una comedia desternillante.
4 de febrero de 2012
23 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Shampoo, de Hal Ashby

Lamentablemente olvidado este desgarrador retrato de la contracultura y del, definitivamente desterrado por inalcanzable, en la América post-bélica de final de los 60s - primeros 70s, sueño americano. “Shampoo” comenzó siendo un proyecto “independiente” del ya desde el principio productor y promotor Warren Baetty, que además fue co-guionista junto con Robert Towne, el gran escritor de “Chinatown” (parece más que lógico pensar que la aportación de Beatty se limitaría a una serie de sugerencias al trabajo de Towne).

La dirección recayó en Hal Ashby, gran amigo de Jack Nicholson tras el rodaje de “The Last Detail” y que influyó en Beatty para que le hiciera el encargo, pese a las sus reticencias iniciales y a la oposición de Towne. De carácter violento e inconformista, además de víctima de numerosas adicciones, Ashby insufló al proyecto la suficiente dosis amargura para que “Shampoo” se haya convertido, junto con otros filmes como “Network” o “El Regreso”, en verdadera crónica generacional de aquella época. Y me paso al spoiler para no destripar.
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spoiler:
“Shampoo” gira alrededor del personaje de George, hábil peluquero de Los Ángeles, un loser que aspira a establecerse por su cuenta con su propio negocio, por la que habrían de pasar las damas más atractivas de Los Ángeles para ponerse en sus manos, incapaces de no sucumbir a sus encantos. Así, el destacado reparto femenino del filme, su chica Jill, interpretada por Goldie Hawn, su ex Jackie (Julie Christie), su amante Felicia (Lee Grant) y una muy joven Carrie Fisher, gira alrededor del impertérrito peluquero y del magnate protagonizado por un cínico Jack Warden, esposo de Felicia y amante de Jackie. Me paso al spoiler para no destripar.

Hal Ashby, en tono tragicómico, alterna gags divertidos con un profundo pesimismo, donde las relaciones humanas se ven claramente afectadas por una crisis global, no sólo económica y de identidad, sino de valores, de confianza y de motivación, que retrata a los personajes con escasa esperanza y sin futuro.

Soberbia la escena central de la película, el eje desencadenante del derrumbe de George, la cena con recepción del senador republicano y posterior fiesta lisérgico-psicodélica, donde se suceden los temas de Beatles, Buffalo Springfield y Jimi Hendrix, y donde la traición del incontenible George, en el mismo acto, a Jill y Lester, liándose con Jackie, desemboca un trágico final para sus andanzas. George se desnuda ante Jill contándole su vació moral, su falta de escrúpulos y su ausencia de ambición (de hecho, hasta estudió estilismo por la abundancia de chicas) y pierde con Lester cualquier oportunidad de financiación para su negocio.

Brillante también el paralelismo que hace Towne en su guión acerca de la habilidad de George a la hora de peinar a las chicas y a la hora de practicar el sexo con ellas, como en el caso de la hija de Lester cuando le confiesa que a ella “nunca la han peinado”, a lo que George, presto y raudo, corre a poner remedio demostrando su carencia de escrúpulos. Pero no es George un desalmado, más bien una víctima de las circunstancias cuya única razón de ser y la única fuente de alimentación para su autoestima, es su incontestable éxito sexual.

La escena final, con un patético George implorando a Jackie una oportunidad que llega demasiado tarde, cierra el círculo de un filme, en mi opinión, mucho más interesante de lo que a priori pudiera parecer, y en ciertos aspectos de rabiosa actualidad, no obstante, en todas las épocas de crisis, los lugares comunes se suceden.

Para abundar en todo ello y en los chismorreos del rodaje (se pueden imaginar estando Warren Beatty por medio), recomiendo la visión del excelente documental de Ted Demme, “A Decade Under the Influence”, dedicado a los cineastas de esta década maldita, y la lectura de “Moteros tranquilos, toros salvajes”, de Peter Biskind, dedicado a estos mismos cineastas de esta joven generación; Scorsese, Altman, Bogdanovich, Schrader….
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