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Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
18 de febrero de 2019 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No tuve la suerte de ver esta película en mi infancia —al igual que tantas otras— y supe de su existencia apenas hace un día. El tráiler me sedujo rápidamente. Se trata de la misma historia del héroe de siempre. Nada ha cambiado desde aquellos doce trabajos de Heracles o las fatigas del Cid por la península. Como en el caso de Díaz de Vivar, encontramos a un héroe no desterrado (pues el desterrado siempre ha pertenecido a algo antes), pero sí desclasado. Por el mero hecho de ser mitad perro, mitad lobo (¡anda!, ¡como la canción de BoJack!) es un ser fuera de lugar. Demasiado rebelde para los humanos y demasiado perro para los lobos.

El hecho de ser un «outsider» por su carácter mestizo (como en el Don Álvaro de Rivas, o como en la bastardía de Quintín Roelas o tantos otros ejemplos de bastardos, mulatos, huérfanos o diferentes, en general) le genera a Balto un conflicto de índole existencial: «¿QUIÉN SOY?», «¿QUÉ SOY?», «¿PARA QUÉ SIRVO?». Conflictos de identidad que ya veíamos en El rey león y su desarrollo en ese destierro nihilista junto a Timón y Pumba, por ejemplo. Pero Balto tiene sueños. No es nihilista. Le gustan las carreras y quiere ser corredor; pero nadie lo acepta por su naturaleza. Es salvaje, vagabundo y se le presupone un carácter indómito. Rasgos oscuros del antihéroe de manual.

La estructura de la peli es simple: villano egocéntrico, héroe sin fe en sus capacidades, pero bondadoso, y el tópico chico-conoce-chica. Conocemos esa estructura. Es siempre la misma, con distinto collar (mi favorita en animación quizá sea la de Antz, con la frase final que pronuncia Z). Y funciona. Casi siempre funciona. Y conmueve. Conmueve porque todos queremos buscar nuestro lugar en el mundo y arañar algunos árboles con nuestas iniciales.

Por último: buenos secundarios con especial mención a ese ganso que parece una mezcla entre Nabokov y el burro de Rebelión en la granja, y la perrita llamada Dixie, que, pese a ser un dibujo animado, es imposible no ver en ella a una «redneck» clásica, de peinados excesivos y denso maquillaje, pero de buen corazón.
Lassie, muy correcta también.
14 de enero de 2020 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
PREÁMBULOS:
Tenía una cita pendiente con esta obra. Aunque apareció en 2014, conseguí esquivarla perfectamente —sin más motivo que la pereza por la sinopsis y, sobre todo, por EL CARTEL (!?)— hasta que llegó su momento a finales de 2019. Me enfrenté a una película de la que solo conocía la sinopsis que ofrece FA; por tanto, no tenía absolutamente ni idea de a qué me enfrentaba. Y fue una sorpresa agridulce.

Yo conocí a Carlos Vermut con 'Quién te cantará', y eso debería haberme advertido de a qué me enfrentaba. Pero siempre pensé que Magical Girl sería una de esas road movies de autodescubrimiento, con un buen hombre y su hija enferma y Pepe Sacristán haciendo de viejete entrañable. Casi puedes seguir con esa intuición los primeros minutos con algunos diálogos que bordan el «deadpan»*. Pero no se mantiene mucho rato.

VALORACIÓN INICIAL, (un poquito de spoiler argumental):
La película es agria y dura. Puedo afirmar con rotundidad que a mí no me marcó, como he oído decir aquí y allá. De hecho, no me entusiasmó demasiado. Pero reconozco que es un gran guion. Es como cadena de favores, pero, en vez de favores, en putadas. Cadena de putadas. La canción de Eurythmics definiría muy bien las relaciones que se establecen entre los personajes: unos abusan y otros son abusados.

GUION (ES EL GUION RESUMIDO: HAY MÁS SPOILERS):
Todo se inicia con una niña que manipula en el pasado a su profesor para conseguir algo de él. Luego tenemos a una niña —quizá la más inocente— que manipula a su padre. Tenemos a su padre, que manipula a una mujer con trastornos mentales para conseguir dinero y complacer a su hija. Esta mujer, a su vez, se deja dominar por su pareja, quien la controla a través de su posición de poder como psiquiatra. Y, finalmente, esta mujer vuelve a acabar manipulando al profesor al que arruinó la vida de niña para conseguir vengarse de su chantajista. Se cierra un círculo perfecto de abusadores y abusados. Para más inri, la mujer, Bárbara, consigue el dinero para el chantajista participando en sesiones sadomasoquistas que implican un desgaste físico cada vez más pasado de rosca. Esta parte de la película rollo 'Eyes Wide Shut' es la más inverosímil. Pero entra dentro de la dinámica de poder y abuso, y ayuda un poco a explicar el presente de Bárbara y me vale. Era una opción como cualquier otra. No creo que se meta forzosamente para impresionar al espectador o asustarlo, como leí por ahí. Cosas peores y más crueles hemos visto ya en el cine.

LO QUE MÁS ME GUSTÓ:
1) Me pareció significativo el monólogo inicial de Sacristán cuando dice que, sin importar la Historia o la Literatura, la verdad de que 2+2=4 es la única verdad inmutable. Pero me gustó no por esa vieja explicación de profesores de matemáticas —que no es tan cierta, de hecho—, sino por el valor pragmático que adquiere ese discurso dentro de la narración. Cuando se dice que dos más dos es igual a cuatro, no se está refiriendo a las matemáticas —que también—; el personaje se está refiriendo a la naturaleza humana, que es inmutable, pase lo que pase, en su crueldad. Está hablando de las relaciones que se producen en la película. Está hablando de todos nosotros.

2) Bárbara Lennie. Me parece, sin duda, el personaje mejor construido. Bárbara es una actriz a la que había visto antes en alguna otra película, pero nunca me había fijado en ella hasta ese momento. Me gusta cómo es, cómo se mueve y la representación tan verosímil que hace del matriz de conductas de una persona depresiva: los pensamientos intrusivos, la dependencia emocional hacia su pareja (bueno, y físiológica, psicopatológica, económica...), las conductas autolesivas... También es un personaje complejo en tanto que en su niñez parece que manipuló a un adulto (para «seducirlo», para que matase por ella, lo-que-sea), luego ha tenido un pasado de «scort sadomasoquista» y acabó casándose con un hombre con buena posición en lo que parece ser un plan urdido por su protectora-madama para asegurarle un futuro. Toda esa historia retorcidilla nos complica más el aceptar el pacto ficcional, pero, como dije antes, era una opción viable para darle una identidad al personaje y no funciona del todo mal, en tanto que sigue utilizando los mismos nexos que unen a todos los personajes en el filme.

Seguimos en el spoiler:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
3) Otra cosa que me gustó muchísimo es relativa al asterisco que coloqué antes junto a «deadpan». Se trata de los dos momentos que más gracia me hicieron en el filme. Uno es cuando la niña, sentada en la mesa con el padre, quiere fumarse un cigarrillo. Y después de que su padre acepte, decide también pedirle un gin-tonic, con la sobriedad de un señor de cincuenta años que pide un copazo a una camarera. El otro momento divertidísimo es cuando Bárbara —creo que era Bárbara— habla con seriedad sobre un vídeo que había visto en la tele sobre una señora de Valencia que tenía una disputa con la vecina y salía al rellano cubierta de bolsas de basura (si no sabes a qué reportaje se refiere, googlea: «Sin ser nada de eso yo» y disfruta).

Salvo esos dos momentos de comedia seca, la película se va oscureciendo cada vez más y toma forma en lo que realmente es: un thriller sobre personas que abusan, son abusadas o quieren ser abusadas por ese punto flaco que es el amor: ya sea entre parejas sólidas, entre amores imposibles, entre un padre o una hija o de la forma que aparezca.

A mi parecer, el único personaje que no transgrede ninguna línea moral es la niña con la enfermedad terminal. Ella es la más cuerda y la que ofrece un amor más sincero. Quiere fumar y tomarse un gin-tonic, claro. Pero no demanda esos privilegios por capricho. Los quiere porque es consciente que posiblemente nunca llegue a cumplir 15 años para fumar en un acto de rebeldía. Por eso el padre la consiente. Es cierto que cuando el padre le regala el disfraz, ella, en vez de alegrarse, hace como que busca algo más: el cetro. Ese acto lo podemos deducir como un acto de manipulación de una niña que usa la cartita de la enfermedad terminal. VALE, sí. Es cierto. Pero no creo que lo hiciese con maldad. Por como se comporta la niña en general, junto con esa sorpresilla que prepara para el padre, hacia el final del metraje, creo que simplemente fue una reacción no premeditada, fruto del desconocimiento. ¡Solo es una cría!

Pero Bárbara también era «¡solo una cría!» y fíjate el pollo que montó la niña hasta la escena del final.
1 de junio de 2019 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me sorprende que esta película aún no tenga ninguna crítica (2/6/19), puesto que siempre la he considerado un clásico; como si fuese algo muy natural, incrustado en el saber cultural popular. La vi hace ya algunos años, pero apenas la recordaba como para formar una crítica sólida o puntuarla. (Apenas recuerdo ya 'El sargento de hierro', por cierto, otra obra donde también podríamos calzar la frase que Duvall dice en la barra a un amigo).

En este segundo visionado —que casi ha sido un primero— considero que podrían mejorarse algunas interacciones entre personajes, algunas escenas, algunas interpretaciones. Pero, aún así, tiene momentos buenos y el guion es inteligente y prudente. No se obliga a sus personajes a justificarse (cosa que sería tremendamente fácil en una película como esta). Es como mirar al interior de una casa. Ves a sus habitantes cuando están cerca de la ventana, pero no los ves a través de las paredes (y tampoco lo necesitas, pues no estamos hablando de la sofisticación inglesa de El Sirviente, por ejemplo).

Es una historia sencilla con personajes complejos. Los personajes que más aristas presentan son el padre y el hijo mayor, en torno a los cuales se articula el filme y los conflictos. Son los auténticos protagonistas, en tanto que conforman figuras freudianas arquetípicas (confrontación hijo-padre). Es pura Psicología del Desarrollo. Conocemos esta historia de sobra: el soldado de 'American Beauty', el chico que acaba malamente en 'El club de los poetas muertos'... Esta historia es una más, pero con Robert Duvall en un papel que, salvo en 'Apocalyse Now' (militar neurótico), puede que no estemos muy acostumbrados a ver. Y lo hace bien. Como siempre. Y eso basta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Con la referencia a El Sirviente me refería a que esta película no guarda tanto artificio detrás. No es compleja ni presenta capas. Santini es un militar sádico, juerguista, disciplinado, abusivo... Pero también es un padre que se preocupa por su familia (por eso no quiere que su hijo ayude a su amigo negro y entre en problemas que puedan escapar de su control para protegerlo). Y también es un hombre traumado. Esto lo vemos cuando divaga solo, estando borracho, bajo un árbol. Repite constantemente: «Defensa..., defensa...». Parece como si la vida le hubiese forzado siempre a estar firme; esa mentalidad antigua de «los hombres no lloran» y todas esas historias que cargan de complejos e inseguridades a la gente.

Por otro lado, el hijo —chico «mimado» por su madre—, como dice Santini en un par de ocasiones, presenta un gran conflicto interior: primero, por su situación de hipoteca (su padre tiene planificada toda su vida) y, segundo, por la represión de su naturaleza sexual. La comunicación con su padre es nula o casi imposible.

La sexualidad también está presente en la película a través de su ausencia, en el caso del personaje de Duvall. Aunque pudiera parecer lo contrario, el Gran Santini prefiere la guerra y la priva y desatiende los deberes conyugales ¿Por qué?, ¿Producto de esos traumas de los que hablábamos arriba?

Lo que quiero decir: no se resuelven todos los conflictos —ni hace falta. Ello da madurez al guion y hace orgánicos a los personajes. Pero no esperemos encontrarnos una complejidad al estilo de 'La gata sobre el tejado de zinc' o 'Como en un espejo', en cuanto a relaciones paternofiliales, naturaleza sexual o deseos ocultos. Es algo más simple, pero no por ello más tosca.

P.S. La banda sonora..., regular, por momentos.
11 de septiembre de 2019 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta no será una crítica objetiva.
Ni siquiera será una crítica como tal.

Ha debido de cogerme en una noche melancólica o, más seguramente, haya acabado convirtiendo mi noche en melancólica. Pienso que, sin ser una gran película, sí que contiene a grandes personajes. Danny Rose es ese tipo de persona que a todos nos gustaría tener cerca. El coacher perfecto antes de que se pusieran de moda los coachers. Es otra de esas películas de Woody donde me siento en casa, como en Desmontando a Harry, Stardust Memories (con una fotografía en b/n que también funciona genialmente) u otras que ya conocemos de memoria.

Danny es un tipo positivo, optimista, capaz de todo. Sabe tratar con personas. Sabe embaucarlas de la forma más decente y sana posible. Y se parte el lomo por ellas. Es como el Señor Lobo de la farándula o el Ray Donovan casposo de la comedia. Pero con un toque entrañable y compasivo. Los tipos a los que representa a veces parecen sacados de Freaks (1932). La escena de la pitonisa me recordó, de hecho, a aquella de El ladrón de bicicletas. Quizá fuese creada como una referencia premeditada, como parodia de la desesperación supersticiosa y crédula de las marujas de la Italia profunda. Allí el prota iba a preguntar si la bruja sabía dónde estaba su bici, ¿no? (Me pregunto en cuántas películas hay una escena así, con pitonisa, gente creyente desesperada y alguien en una esquina contando billetes).

Perdón. Me centro: es una película cálida; es corta; se está a gusto en ella. Goza de esa acción con humor típica de Allen, del estilo de Misterioso asesinato en Manhattan. Por cierto, en blanco y negro y con gafas, tardé mucho en darme cuenta de que la mujer rubia era Mia Farrow —pese a haber leído minutos antes que salía en la película.

En fin. Esta crítica no tiene ni pies ni cabeza. Solo pongo en orden algunas referencias cinéfilas y dejo por escrito que sería fantástico poder contar con Danny Rose en la vida real. Y que ojalá la vida, a veces, fuese como una peli de Allen.

(No hay spoiler en el spoiler).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Probablemente, el representante de Qué fue de Jorge Sanz se basase en la caspa de Danny Rose (aunque no en su dinamismo y determinación). Apuesto a que Trueba dijo algo así como: «Que sea como Danny Rose, pero aún más bonachón y rozando lo subnormal. Y de Burgos, como las morcillas».

Reflexión aneja:
¿No sería genial imaginar que todos los frikis de Mediaset y demás juguetes rotos de la España profunda televisiva tuvieran un mánager tan guay como Danny Rose? Danny haría que mereciese la pena ser un friki porque te miraría a los ojos y no vería a un friki. Vería a un ser humano.
Mémo (C)
CortometrajeAnimación
Francia2017
5,8
65
Animación
6
8 de marzo de 2019 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata de un cortometraje sencillo, de poca duración y que (tengo la impresión) trata un tema algo manido que puede conllevar cierta previsibilidad argumental. Animaciones correctas y poco más que sea resaltable.

El motivo de esta crítica es el siguiente: hay una escena en la que el protagonista se queda en un limbo completamente blanco, constituyendo una metáfora sobre la desorientación. Recientemente, en True Detective III, al protagonista, que sufre de Alzheimer, le sucede exactamente lo mismo, pero en un fondo negro.

Esta crítica no es sino un pósit que me pongo a mí mismo para no olvidar esas dos escenas, y así poder cotejarlas en el futuro con más casos similares. Estoy seguro de que no son dos casos aislados. Se me ocurren limbos así en varias series de dibujos animados, pero con motivos metaficcionales o metafísicos (creo que Los Simpson, Padre de familia o Vaca y pollo son ejemplos, entre otros), pero no hacen referencia al tema concreto del Alzheimer, como sí pasa en TD III y Mémo.
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