Totalmente de acuerdo con el gran comentario de Fer, sólo Tim Burton podría haber sacado algo positivo de esta novela. La ambientación recuerda a "Colón de oficio descubridor", Dustin Hoffman está pidiendo a gritos una jubilación tranquila en Palm Beach, el actor principal recuerda a cualquiera de los encefalogramas planos de Gran Hermano ( ese rostro es de nacimiento o es su interpretación, apuesto por lo primero), el ritmo, madre mía que ritmo, deplorable, ahórrense el dinero,lean el libro y quédense con otro recuerdo de Dustin Hoffman.

Fiel exponente de la deriva pretenciosa, artificial y terriblemente intelectualoide del cine de Medem, hace años uno de los mayores valores de nuestro cine, hoy un cineasta que ni tan siquiera contenta a cinéfilos.
Sus nominaciones a los Goya, junto con las de otras películas, refleja el lamentable momento de nuestro cine (salvo raras excepciones)

Buena comedia con guión bastante inusual para una película argentina. La química de los personajes es fundamental, así como unos secundarios bárbaros, sobre todo Izcovich, la mujer de Peretti, protagonista de dos escenas antológicas ( la cena de los tres y la escena de la bañera ), que recuerdan al mejor Wilder o Allen. Muy recomendable.
P.D: Incomprensible la comparación con Torrente que algunos han realizado, no tienen nada que ver.

De una intensidad abrumadora, unas interpretaciones soberbias, sobre todo Kate Winslet, merecedora de todos los premios anuales de mejor actriz. Di Caprio convence pese que en su contra juega esa cara de niño eterno. Los secundarios no desmerecen, fundamentalmente el esquizofrénico, lleno de lucidez y liberado de la hipocresía social.
Es un retrato universal de la frustación y los sueños incumplidos, de cómo la vida te desborda sin que ni siquiera lo intuyas, de cómo montarse en el perfecto engranaje social sin posibilidad de apearse. Pero es también una reflexión sobre la incomunicación, el miedo, el amor, el egoismo.
Y estando Mendes detrás, es una visión demoledora de la cara más dramática del sueño americano, la vida preconcebida, los horarios rígidos, la repetición gris de cada día, la aspiración vital reducida a un aumento salarial y una casa más grande.
Sorprende la intensidad dramática de algunas escenas, impropia del cine norteamericano y más habitual en cineastas europeos como Bergman.

Una de las agradables sorpresas del año. A partir de un planteamiento original, la disección de la sociedad actual es impresionante. Aborda con inteligencia la paranoia del miedo permanente a lo desconocido, al fin de la vida que tan delicadamente hemos creado, la justicia bíblica más primitiva de unos individuos movidos por el odio y la visceralidad, llenos de prejuicios y de la soberbia que da el poder. Pasa con brillantez por la sociedad mexicana, haciendo una reflexión a la vez local y universal, reflejando con veracidad los mundos separados del opresor y el oprimido, donde el muro de la vergüenza representa no sólo la separación física sino emocional y cultural de un país a dos velocidades. Muestra la corrupción y la impotencia policial y ofrece un bello retrato de dos muchachos representantes de los dos mundos, unidos desde la generosidad consciente del niño bien, libre aún de odio y paranoia, y del pavor del niño pobre envuelto en una situación asfixiante en la que el poder ya ha dictado la sentencia.