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Críticas 131
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
27 de noviembre de 2008
43 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
El último trabajo de gran Takahata es posiblemente el más arriesgado y valiente de su carrera, alejado por completo de los trabajos habituales de Ghibli, tanto en su aspecto visual como en la temática, que vuelve a poner de manifiesto los personales intereses e inquietudes del director. Como venía siendo habitual en la última etapa de su carrera, la temática social cobra mucha fuerza, haciendo un agridulce retrato sobre la familia media japonesa y a través de ellos a otros sectores de la sociedad. Para ello decide hacer un planteamiento basado principalmente en el humor, pero alejándose del planteamiento de Groening para Los Simpson al incluir al final de cada episodio un poema corto que consigue un contraste notable, demoledor en unas ocasiones, reflexivo en otras o simplemente emotivo en el resto. Y ahí es donde enlaza directamente con trabajos como La Tumba de las Luciérnagas o Pompoko, buscando siempre un retrato social crítico y nada complaciente. En ese punto hay que hablar de la técnica elegida para la animación. Takahata, en un giro inesperado, simplifica mucho la animación, buscando un efecto de acuarela y líneas muy básicas, aparentando simplicidad aunque realmente no esté exenta de complejidad técnica. Hay ocasiones en las que los dibujos parecen simples bocetos en blanco y negro, lo que facilita el que parece el objetivo del director: centrar toda la atención en el mensaje contado, sin distracciones que desvíen al espectador de este. Aun así la escena inicial me parece antológica, de una belleza e imaginación desbordantes, de lo mejor que he visto en animación. El resto es una inteligente sátira social inusual en el cine de animación, una colección de miniaturas magistrales que van construyendo uno de los trabajos de animación más estimulantes y sorprendentes del estudio Ghibli. Una desconocida obra maestra a reivindicar.
28 de mayo de 2009
41 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda The Mosquito Coast sigue siendo a día de hoy la película más infravalorada de la filmografía de Weir junto a Fearless. Los que habían leído la novela vieron insatisfechas sus expectativas; los que esperaban ver otra aventura de Harrison Ford simplemente se aburrieron. En mi opinión The Mosquito Coast vuelve a ser un bello ejemplo de caligrafía y temática weiriana, un film en su conjunto muy sólido, algo pretencioso, pero decididamente acertado en su retrato del personaje principal y en la crónica del brutal impacto cultural e ideológico que muestra. Aunque el resto de los personajes son mucho mas esquemáticos, parece que el guión los ha tomado como contrapunto para definir al protagonista, aunque están bien tratados y en particular mejor sugeridos por el director. En cualquier caso el principal defecto del que adolece es un final que, sin ser malo, no está a la altura del resto del film. También es cierto que aunque Harrison Ford realiza una de sus mejores interpretaciones (la última de su mejor etapa profesional) el personaje tal vez le queda algo grande, dejando al descubierto sus carencias como actor. El que mayores halagos se lleva, sin duda, es el director australiano, que vuelve a hacer gala de su hipnótico y fascinante estilo visual cargado de significados y sugerencias, que sabe sacar encuadres de poderosa fuerza visual (véase la toma desde el río de la maquina o el primer plano de Ford después de la explosión) y además logra manejar de forma equilibrada los elementos de los que dispone (actores, localizaciones, historia…), apoyándose parcialmente en unos brillantes trabajos de fotografía y banda sonora (Jarre). Es cierto que The Mosquito Coast es una película irregular, imperfecta y aún así maravillosa. Durante gran parte del film Weir nos regala un magistral estudio audiovisual sobre el choque de culturas, la obsesión o los fanatismos que se sigue con autentico placer. Y eso no lo hace cualquiera. Muy recomendable.
17 de octubre de 2008
38 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Extraordinaria obra maestra de Ray que reafirma el inmenso talento del director, haciendo un conmovedor retrato sobre la decadencia de la nobleza, la muerte de la tradición frente al progreso, la obsesión y la soledad. El relato corto que narra la caída de un noble (Roy) que representa a la tradición frente a la subida de su vecino, un prestamista convertido rápidamente en nuevo rico, sirve a Ray como excusa para bombardear al espectador con una espectacular muestra de puesta en escena rica y sutil (véase el plano de del elefante y el coche), que aporta matices y detalles, que se vale de constantes simbolismos y metáforas esenciales en la narración (la lámpara, el insecto, el caballo…) y cuyo manejo de la cámara se muestra imaginativo, ágil y enormemente fluido (como el largo plano que recorre el salón de música vacío). Y de paso es todo un derroche de elegancia, logrando momentos de gran belleza plástica. Una de las claves del efecto final es la magnífica interpretación de Chabi Biswas como Roy, en un papel difícil pero al que dota de credibilidad y dignidad en sus distintas fases emocionales. En cuanto al retrato que hace de la caída del poderoso y la nobleza India, tiene puntos en común con obras emblemáticas del calibre de El Cuarto Mandamiento de Welles (y por extensión con otros personajes de su obra) o El Gatopardo de Visconti, a las que ciertamente no tiene nada que envidiar. Sin embargo tal vez el motivo por el que más se recuerda el film es por el rendido homenaje que hace el director a una de sus pasiones: la música. Todas las escenas musicales delatan a un autor enamorado de la música, logrando convertirnos en uno más de los privilegiados invitados al salón de música de Roy. Jalsaghar es una lección superlativa de cine, una profunda reflexión sobre el ser humano y en definitiva, un autentico placer para los sentidos. Obligada.
17 de julio de 2008
43 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dando un giro importante con respecto a sus tres anteriores trabajos, Rescue in New York aborda el genero futurista como mera excusa para hacer una imaginativa crítica sobre la era Reagan y sobre muchos de los pilares de la sociedad americana. Para ello parte de un genero establecido para moldearlo a su gusto, saltándose cualquier tipo de norma establecida para seguir imponiéndose como uno de los grandes rebeldes del cine americano. Aprovechando de forma asombrosa los pocos medios de los que dispusieron, Carpenter nos introduce en un desolador futuro, peligrosamente cercano, en el que una crisis política esta a punto de crear un conflicto mundial en el que el presidente de los EEUU puede tener un papel decisivo. De forma paralela, la isla de Manhattan (autentico baluarte del capitalismo made in USA) se ha convertido en una prisión de máxima seguridad donde van todos los criminales e indeseables del país, donde los sueltan sin ningún tipo de vigilancia desde el interior de la isla. Exclusivamente impiden que nadie salga. El secuestro del presidente dentro de la isla provocara que el protagonista intente, a la fuerza, una misión suicida para liberar al presidente a tiempo de poder intervenir en la cumbre mundial. Contrario a lo que ofrece el cine actual, Carpenter no hace una película centrada en la acción sino basada en una cuidadosa puesta en escena, una dirección tan clásica como suele ser habitual en él y un evidente sentido del humor, de la parodia y del homenaje cinéfilo. Como protagonistas absolutos Snake Plisken, prototipo de antihèroe carpenteriano, y el apocalíptico paisaje urbano de un Manhattan amenazante y nocturno. Magnífico Kurt Russell en su emblemático papel de Snake, al que aporta la dosis justa de desencanto y cinismo que requería el personaje. Ambientación esplendida, buenos efectos especiales y una música tan sencilla y repetitiva como perfecta para crear ese aire irónico que circula por todo el film. Carpenter aporta un agradecido toque de frescura al género, sin prescindir de un contenido adulto en su critica social que dejará preparado al director para afrontar con éxito la que sera una de sus grandes obras The Thing, y que posteriormente perfeccionaría en su remake/secuela 2013: Rescate en L.A.
24 de diciembre de 2015
41 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los 80 se creó un nuevo tipo de película de entretenimiento que nos ha marcado a muchos de los que nos criamos en esa década, presidida por las películas dirigidas y producidas por Spielberg, que aunque denotaban cierto respeto y nostalgia por el cine clásico, crearon una nueva forma de entender ese tipo de cine, generador de aventuras, fantasías y regocijo general de niños, adolescentes y algunos adultos, con títulos emblemáticos como Regreso al Futuro, Gremlins, La Princesa Prometida, La historia interminable, Los Goonies, El arca Perdida o E.T. Algunas eran brillantes, otras distaban mucho de ello, pero esa mezcla de géneros con mucho sentido del humor, eran terriblemente divertidas. Por desgracia son pocas las películas que han conservado ese espíritu desde entonces, con dignas excepciones como Jumanji, Holes, Pequeños Guerreros, Zathura, Tintín o la aventajada Super 8. Creo que Goosebumps (Pesadillas) está en ese grupo. Cuenta con una idea no especialmente original pero muy bien explotada en la película, dejando fluir la imaginación del espectador hacia todas esas referencias de cuentos e historias de terror de su subconsciente. Lo hace a través, una vez más, de los ojos adolescentes de sus protagonistas, logrando, al menos en mi caso, sentir parte de lo que estas películas lograron transmitirme. Por tanto estas palabras tal vez sean más emocionales que empíricas. Percibo que no hay un guion muy elaborado, al menos en personajes, que a cambio se centra en la parodia/homenaje al género y en elaborar abundantes toques de humor, tan simple como efectivo, y deja al resto de departamentos técnicos que creen ese mundo de fantasía terrorífico tan fundamental para que funcione la sencilla trama, realizando un excelente trabajo en efectos especiales, fotografía, banda sonora y ambientación. El director también sabe imprimirle buen ritmo. Es una película carente de aspiraciones excepto divertir. Y creo que lo hace a un grado más que razonable. Conmigo lo consiguió, incluso consciente de sus limitaciones. Es cierto que este tipo de películas reclaman del espectador algo de complicidad, de aceptación sus reglas. De pecar de crédulo e inocente mientras no aparezca la palabra “Fin” en pantalla (o hasta después de eso). No es una gran película, pero fui un crédulo inocente contento hasta que terminó. Me vale.
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