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7,0
57.900
9
24 de julio de 2017
24 de julio de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando te dispones a ver una peli de Christopher Nolan, olvidate de una historia lineal. La gran obsesión de Nolan es el tiempo, y para este director el tiempo, no es una línea recta de acontecimientos consecutivos hacia el futuro, o hacia delante...que va...el tiempo es relativo y en sus películas, el tiempo se ralentiza, se contrae o se expande a su gusto.
Nolan domina como pocos el tiempo real, el cinematográfico, y la combinación de ambos...en un tiempo de películas 'franquicia' facturadas idénticas en una cadena de montaje, Nolan es un artesano que construye puzzles a modo de planos en fotogramas de 70 mm.
Dunkirk es agobiante, inquietante, opresiva. En esta película la guerra se ve (desde puntos de vista y momentos diferentes que convergerán en un único tiempo y lugar) pero sobre todo SE OYE, y el sonido es APLASTANTE...en ese sentido ayuda la banda sonora de Hans Zimmer que aquí, se ha superado a si mismo para crear su magnus opus definitiva.
Les combatiremos por tierra, mar y aire...miles de veces habré escuchado el Churchill's speech. Las mismas miles de veces que he escuchado el Aces High de Iron Maiden vaya...
Mención especial para ese Eddie al mando de un Spitfire, Tom Hardy. Apenas tiene 5 ó 6 líneas de diálogo en toda la película, pero avión y piloto logran formar una única unidad absolutamente majestuosa y épica, en donde la fotografía de Hoyte van Hoytema engrandece planos y secuencias que elevan Dunkirk hasta la obra maestra...
Nolan domina como pocos el tiempo real, el cinematográfico, y la combinación de ambos...en un tiempo de películas 'franquicia' facturadas idénticas en una cadena de montaje, Nolan es un artesano que construye puzzles a modo de planos en fotogramas de 70 mm.
Dunkirk es agobiante, inquietante, opresiva. En esta película la guerra se ve (desde puntos de vista y momentos diferentes que convergerán en un único tiempo y lugar) pero sobre todo SE OYE, y el sonido es APLASTANTE...en ese sentido ayuda la banda sonora de Hans Zimmer que aquí, se ha superado a si mismo para crear su magnus opus definitiva.
Les combatiremos por tierra, mar y aire...miles de veces habré escuchado el Churchill's speech. Las mismas miles de veces que he escuchado el Aces High de Iron Maiden vaya...
Mención especial para ese Eddie al mando de un Spitfire, Tom Hardy. Apenas tiene 5 ó 6 líneas de diálogo en toda la película, pero avión y piloto logran formar una única unidad absolutamente majestuosa y épica, en donde la fotografía de Hoyte van Hoytema engrandece planos y secuencias que elevan Dunkirk hasta la obra maestra...

7,0
9.025
8
19 de octubre de 2024
19 de octubre de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otro triunfo del equipo de trabajo formado por Jensen/Mikkelsen/Kaas con este PELICULÓN, así en mayúsculas.
Es cierto que unos pocos, poquísimos actores, aparecen continua y recurrentemente en cantidad de películas danesas, repartiéndose casi toda la producción, pero es que su versatilidad resulta asombrosa. Manejan unos registros apabullantes y en esta película se lucen especialmente.
Otro grupo peculiar, extravagante, heterogéneo de hombres (con una chica adolescente entre ellos), marcados por la tragedia y con sed de venganza, unidos por la casualidad o mejor aún, por la teoría del caos. Un caos al que nuestros protagonistas darán sentido, rumbo, dirección…aunque nunca habrían imaginado el desenlace. Cuando un militar de élite y un matemático experto en teorías secuenciales se juntan, cualquier cosa puede pasar.
El director experto en danesadas demuestra que se sabe manejar tanto en la comedia ligera como en el cine de acción más trepidante. Genio y figura.
Acción, emoción, tragedia, drama, amistad, compañerismo. Otra película de hombres maduros rotos que se juntan de manera azarosa para ayudarse a recoger los trozos de cada uno y reconstruirse como buenamente pueden. Androcentrismo danés no apto para las chicas de Podemos…o sí.
Es cierto que unos pocos, poquísimos actores, aparecen continua y recurrentemente en cantidad de películas danesas, repartiéndose casi toda la producción, pero es que su versatilidad resulta asombrosa. Manejan unos registros apabullantes y en esta película se lucen especialmente.
Otro grupo peculiar, extravagante, heterogéneo de hombres (con una chica adolescente entre ellos), marcados por la tragedia y con sed de venganza, unidos por la casualidad o mejor aún, por la teoría del caos. Un caos al que nuestros protagonistas darán sentido, rumbo, dirección…aunque nunca habrían imaginado el desenlace. Cuando un militar de élite y un matemático experto en teorías secuenciales se juntan, cualquier cosa puede pasar.
El director experto en danesadas demuestra que se sabe manejar tanto en la comedia ligera como en el cine de acción más trepidante. Genio y figura.
Acción, emoción, tragedia, drama, amistad, compañerismo. Otra película de hombres maduros rotos que se juntan de manera azarosa para ayudarse a recoger los trozos de cada uno y reconstruirse como buenamente pueden. Androcentrismo danés no apto para las chicas de Podemos…o sí.

7,2
13.958
8
12 de octubre de 2024
12 de octubre de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un tándem creativo directora/guionista de los más talentosos de la historia del cine.
Estamos ante una película grande, pero grande de verdad. Sobresaliente.
Un mundo mejor trata sobre la violencia, en un campo de refugiados de algún país subsahariano en África, en un colegio donde alumnos matones humillan a compañeros débiles, dentro de un matrimonio, etc, con una premisa muy clara: ser violento no equivale en absoluto a ser valiente, y mucho menos justo.
A partir de ahí reflexionamos sobre los tipos de violencias: injustificadas, justificadas, justas, legítima defensa.
En la película asistimos a episodios de bullying, a matanzas tribales en África, a violencias cotidianas por una simple mala contestación o un malentendido, a crueldades dentro de relaciones personales. La violencia y sus distintas formas de presentarse. Sus diferentes manifestaciones culturales.
Anton es un médico sueco que divide su tiempo entre Dinamarca y un campo de refugiados en algún país subsahariano en donde sirve como voluntario. En Dinamarca se está separando de su bella mujer, también médico, y el hijo de ambos, Elías, sufre bullying en el colegio. Elías conoce a Christian, un niño que acaba de perder a su madre de cáncer. No lo entiende y sólo alberga odio y resentimiento en su corazón. Su vis violenta para resolver conflictos le resulta al principio útil a Elías para que los matones que le acosan y humillan desaparezcan, pero pronto adquirirá niveles muy peligrosos para ambos niños. Mientras tanto Anton intenta salvar su matrimonio mientras asiste a episodios de extrema violencia en el campo de refugiados: un cacique local se dedica a abrir a cuchillo las barrigas de mujeres embarazadas sólo para dilucidar macabras apuestas sobre el sexo del bebé. Los refugiados claman venganza pero el cacique local cuenta con un pequeño ejército armado que pone en peligro el propio campo de refugiados.
Una grandísima película magníficamente dirigida. El estilo de Bier es dinámico, sólido y le imprime a la trama, o a las tramas, un sentido de constante tensión y choque de mundos. Cuando el protagonismo lo tienen los niños asistimos al género ‘scandinavian coming of age’. En el mundo de los adultos predomina el costumbrismo y la acción. Todo junto en una batidora da como resultado una gran película de dos horas de altísimo entretenimiento en donde tiene cabida la reflexión acerca de los tipos de violencia y la moraleja final.
Imprescindible.
Estamos ante una película grande, pero grande de verdad. Sobresaliente.
Un mundo mejor trata sobre la violencia, en un campo de refugiados de algún país subsahariano en África, en un colegio donde alumnos matones humillan a compañeros débiles, dentro de un matrimonio, etc, con una premisa muy clara: ser violento no equivale en absoluto a ser valiente, y mucho menos justo.
A partir de ahí reflexionamos sobre los tipos de violencias: injustificadas, justificadas, justas, legítima defensa.
En la película asistimos a episodios de bullying, a matanzas tribales en África, a violencias cotidianas por una simple mala contestación o un malentendido, a crueldades dentro de relaciones personales. La violencia y sus distintas formas de presentarse. Sus diferentes manifestaciones culturales.
Anton es un médico sueco que divide su tiempo entre Dinamarca y un campo de refugiados en algún país subsahariano en donde sirve como voluntario. En Dinamarca se está separando de su bella mujer, también médico, y el hijo de ambos, Elías, sufre bullying en el colegio. Elías conoce a Christian, un niño que acaba de perder a su madre de cáncer. No lo entiende y sólo alberga odio y resentimiento en su corazón. Su vis violenta para resolver conflictos le resulta al principio útil a Elías para que los matones que le acosan y humillan desaparezcan, pero pronto adquirirá niveles muy peligrosos para ambos niños. Mientras tanto Anton intenta salvar su matrimonio mientras asiste a episodios de extrema violencia en el campo de refugiados: un cacique local se dedica a abrir a cuchillo las barrigas de mujeres embarazadas sólo para dilucidar macabras apuestas sobre el sexo del bebé. Los refugiados claman venganza pero el cacique local cuenta con un pequeño ejército armado que pone en peligro el propio campo de refugiados.
Una grandísima película magníficamente dirigida. El estilo de Bier es dinámico, sólido y le imprime a la trama, o a las tramas, un sentido de constante tensión y choque de mundos. Cuando el protagonismo lo tienen los niños asistimos al género ‘scandinavian coming of age’. En el mundo de los adultos predomina el costumbrismo y la acción. Todo junto en una batidora da como resultado una gran película de dos horas de altísimo entretenimiento en donde tiene cabida la reflexión acerca de los tipos de violencia y la moraleja final.
Imprescindible.

6,8
50.077
7
18 de mayo de 2017
18 de mayo de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Igual que existe un término surgido de la era 'posverdad' en la que vivimos que es 'micromachismos', esta película es la alegoría 'pos Obama' ( por cierto citado varias veces en el film) de los microracismos que existen en la sociedad americana, cometidos por personas que no saben que lo son.
PD: La novia del negro, perdón, el prota afroamericano, es de un desparpajo que impresiona...cualquiera la deja suelta en un vestuario de la NBA, joder...
PD: La novia del negro, perdón, el prota afroamericano, es de un desparpajo que impresiona...cualquiera la deja suelta en un vestuario de la NBA, joder...
23 de mayo de 2025
23 de mayo de 2025
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la sempiterna controversia entre predestinación vs libre albedrío, una premisa resulta incontrovertible: Christopher McQuarrie ha nacido para escribirle historias ‘bigger than life’ a Tom Cruise, y este ejecutarlas de forma absolutamente temeraria.
La última colaboración Cruise – McQuarrie supone el cierre de un círculo argumental que se inició con Nación Secreta, en un aparatoso ejercicio de tributo y auto homenaje a través de un gigantesco entramado visual cuyas numerosas piezas, sin embargo, no acaban de estar bien ensambladas.
Película referencial, auto referencial, que se aprovecha de la nostalgia para tapar huecos y lagunas que podrían resultar insalvables en cuanto a la coherencia argumental de una historia complicada, no compleja, adrede.
Punto de vista y tono.
El punto de vista es bien sencillo: 3 horas para el completo lucimiento de Tom Cruise. Ni menos, pero tampoco más.
El tono, sin embargo, es demasiado solemne, sombrío, denso. La película se toma demasiado en serio a sí misma. Cada plano pretende ser el definitivo, y el conjunto acaba resultando agotador para el espectador.
Las anteriores entregas de M:I transmitían dinamismo, optimismo, se trataba de películas brillantes. Vitalistas.
Lo que nos ofrece esta sentencia final es, sin embargo, lúgubre y pesimista. Demasiado trascendental aún incluso para el mismísimo Ethan Hunt. Demasiado peso sobre sus hombros, el de afrontar la mayor misión de la historia de la humanidad. Cruise/Hunt ya no es ‘sólo’ el súper espía. Se ha convertido, directamente, en el Mesías. ¿Indecoroso ejercicio de ego absolutamente ultra tramontano? Puede ser, pero si alguien se ha ganado adolecer de un narcisismo exacerbado, ése es Cruise. Punto.
Esa voluntad mesiánica se refleja, asimismo, en las constantes referencias cristianas a lo largo del metraje (la llave cruciforme, medallones, colgantes e insignias de santos, y lugares – comunes – sagrados aún en su laicismo, desde islas a templetes).
Y finalmente la estructura: una larguísima introducción, algo pausada en el ritmo, y dos gigantescos ‘set pieces’, las escenas de acción con pretensión de ‘definitivas’. ¿Cómo lograr tal objetivo con todo lo que le hemos visto hacer a Hunt/Cruise? ¿Lo consigue?
Las escenas de la inmersión acuática y la del avión con Cruise colgando del ala, ¿pasarán a la historia del cine como las de mayor exigencia para un actor, sin dobles de por medio? A esa pregunta, verdaderamente trascendental, sólo puede responder el propio Cruise, en edad de casi jubilación legal y que, sin embargo, sigue traspasando los límites sobrehumanos de la física, la cronología y fuerza de la gravedad.
Había que cerrar el círculo. La película lo hace de manera digna, pero no redonda. Dista mucho de ser esa entrega definitiva, total. Tenía la obligación, auto impuesta, de mejorar los precedentes y tal misión sí que resultaba imposible.
Quizás sea la ‘menos buena’ de las 4 facturadas por el tándem Cruise – McQuarrie. Pero, aun así, sigue siendo el mayor espectáculo cinematográfico de la historia.
PD: Cruise/Hunt prosigue con su auto impuesto celibato, absolutamente incomprensible con ese pibonazo descomunal a su lado que es Hayley Atwell. Meritorio no, lo siguiente.
La última colaboración Cruise – McQuarrie supone el cierre de un círculo argumental que se inició con Nación Secreta, en un aparatoso ejercicio de tributo y auto homenaje a través de un gigantesco entramado visual cuyas numerosas piezas, sin embargo, no acaban de estar bien ensambladas.
Película referencial, auto referencial, que se aprovecha de la nostalgia para tapar huecos y lagunas que podrían resultar insalvables en cuanto a la coherencia argumental de una historia complicada, no compleja, adrede.
Punto de vista y tono.
El punto de vista es bien sencillo: 3 horas para el completo lucimiento de Tom Cruise. Ni menos, pero tampoco más.
El tono, sin embargo, es demasiado solemne, sombrío, denso. La película se toma demasiado en serio a sí misma. Cada plano pretende ser el definitivo, y el conjunto acaba resultando agotador para el espectador.
Las anteriores entregas de M:I transmitían dinamismo, optimismo, se trataba de películas brillantes. Vitalistas.
Lo que nos ofrece esta sentencia final es, sin embargo, lúgubre y pesimista. Demasiado trascendental aún incluso para el mismísimo Ethan Hunt. Demasiado peso sobre sus hombros, el de afrontar la mayor misión de la historia de la humanidad. Cruise/Hunt ya no es ‘sólo’ el súper espía. Se ha convertido, directamente, en el Mesías. ¿Indecoroso ejercicio de ego absolutamente ultra tramontano? Puede ser, pero si alguien se ha ganado adolecer de un narcisismo exacerbado, ése es Cruise. Punto.
Esa voluntad mesiánica se refleja, asimismo, en las constantes referencias cristianas a lo largo del metraje (la llave cruciforme, medallones, colgantes e insignias de santos, y lugares – comunes – sagrados aún en su laicismo, desde islas a templetes).
Y finalmente la estructura: una larguísima introducción, algo pausada en el ritmo, y dos gigantescos ‘set pieces’, las escenas de acción con pretensión de ‘definitivas’. ¿Cómo lograr tal objetivo con todo lo que le hemos visto hacer a Hunt/Cruise? ¿Lo consigue?
Las escenas de la inmersión acuática y la del avión con Cruise colgando del ala, ¿pasarán a la historia del cine como las de mayor exigencia para un actor, sin dobles de por medio? A esa pregunta, verdaderamente trascendental, sólo puede responder el propio Cruise, en edad de casi jubilación legal y que, sin embargo, sigue traspasando los límites sobrehumanos de la física, la cronología y fuerza de la gravedad.
Había que cerrar el círculo. La película lo hace de manera digna, pero no redonda. Dista mucho de ser esa entrega definitiva, total. Tenía la obligación, auto impuesta, de mejorar los precedentes y tal misión sí que resultaba imposible.
Quizás sea la ‘menos buena’ de las 4 facturadas por el tándem Cruise – McQuarrie. Pero, aun así, sigue siendo el mayor espectáculo cinematográfico de la historia.
PD: Cruise/Hunt prosigue con su auto impuesto celibato, absolutamente incomprensible con ese pibonazo descomunal a su lado que es Hayley Atwell. Meritorio no, lo siguiente.
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