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Críticas 123
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
27 de diciembre de 2013
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de nada, me ha encantado la película. Estoy de acuerdo con aquellos que dicen que es la mejor película sobre la resistencia que se ha realizado. Sin embargo, a mi me han maravillado esos detalles que avivan tu curiosidad. Esos planos o esos personajes que te hacen preguntarte sobre cómo fue de verdad la resistencia. Y el personaje que más ha avivado mi curiosidad es el líder del la resistencia. Luc Jardie. ¿Un filósofo que escribe sobre los principios de las matemáticas liderando la resistencia? Eso no se le ocurre a nadie. Eso ha tenido que suceder realmente. La película está basada en una novela previa y eso se nota en la densidad de los personajes. Pero Jardie tenía que ser un personaje real. Y a nada que mires un poquito compruebas que Jardie fue Jean Cavaillès, un filósofo matemático que lideró la resistencia y fue condecorado por un Charles de Gaulle en el exilio. Y eso se ve en un plano en el que Jardie mira admirado a un militar que sólo vemos de espaldas mientras le condecora. Sólo otra cosa me ha sorprendido de la resistencia. Y es que había muchos más colaboracionistas que resistentes. Es curiosa la historia. Me maravilla pensar cuántos colaboracionistas fueron castigados tras la retirada de los alemanes. Pero me maravilla más pensar cuántos vivieron la ocupación como un mero cambio de escenario, sin comprometerse, sin sufrir por el cambio de lealtades, ni por la usurpación de poderes. Fantástico.
25 de septiembre de 2012
18 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo también vi Argo en el Zinemaldia. Mucho me temo que no va a conseguir nada en esta edición. Es una película que va a tener su distribución sobradamente asegurada. Interpretada -y bien dirigida- por un peso pesado de Hollywood con un comienzo trepidante y una estructura in crescendo atraerá a los que quieran ver una obra entretenida e inteligente. Por eso el jurado la va a dejar más huérfana que a Oliver Twist. Cosas de la lírica.
Me ha recordado a Munich, con esa rapidez en los acontecimientos, sin grandes subrayados y narrando hechos históricos con una excelente ambientación. Gratamente sorprendido con la capacidad de Affleck para hacer un giro hacia la comedia cuando la tapadera gira hacia el mundo del cine. La película se convierte por momentos en una comedia chispeante, llena de diálogos mordaces y autocríticos con el mundo de la producción y marketing de hollywood. Affleck se atreve incluso a hacer un paralelo intercalando el dramatismo de los rehenes con una descacharrante lectura del guión esperpéntico que da titulo a la película.
En definitiva. Una agradable sorpresa.
29 de noviembre de 2014
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los hermanos Spierig ruedan poco y van de peor a mejor. Siempre dentro del cine fantástico o de terror, van complicando su propuesta y saliendo de la serie B, o al menos intentándolo. Predestination está bien pero, como acertadamente dice un compañero de crítica, debe mucho a Los cronocrímenes de Nacho Vigalondo. Hay quien pueda pensar que es extraño que una película española de escasa difusión influya a un producto de Hollywood, pero yo me juego el cuello a que es la inspiradora de esta cinta. Los viajes en el tiempo están llenos de paradojas, pero lo forma de complicarlo, duplicar personajes en el pasado, confundir con las identidades y resolverlo todo en una explicación final circular y autoalimentada hasta el infinito, eso era Los cronocrímenes y eso mismo es Predestination.

Aparentemente hay dos tramas, una que podría ser del Almodovar de La piel que habito, con identidades sexuales confusas y peripecias familiares surrealistas y otra, la del misterioso terrorista del Nueva York del pasado que recuerda mucho al Looper que protagonizó Bruce Willis, que se enfrenta a su propio yo en el pasado.

La sensación final cuando todas las tramas implosionan en una sola, cuando las identidades se acumulan y nos desvelan el misterio final que ya se vislumbraba, parece que te tomen un poco el pelo o que fuercen la convergencia, pero quedan 100 minutos de un producto entretenido, que aburre muy poco aunque gran parte de la trama se desarrolla en un bar, con un complejo flash back a través de los viajes en el tiempo que da la sensación que da para pensar un cuartito de hora en las paradojas que el guión te deja como regustillo en las neuronas. No está mal.
10 de octubre de 2013
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los franceses son los europeos que más se toman en serio eso que ellos llaman la bande dessiné y es frecuente que hagan sátiras de determinados colectivos, como los antiguos cómics de Lauzier, o la desternillante saga de Les Professeurs, que de la misma forma ácida en que Quai d'Orsay disecciona el mundo de la política, el cómic que mencioné hace lo propio con la docencia. Por cierto, un tema que también trató Bertrand Tavernier en la excepcional Hoy empieza todo, que trata sobre la vida de un grupo de profesores en un colegio público francés. No había en esa película ninguno de los clichés que las películas americanas sobre la educación acostumbran a introducir en sus tramas un tanto repetitivas, sino algo muy parecido a la realidad desnuda.

Por lo que respecta a la película, tengo que reconocer que en pocas ocasiones me he reído tanto en una sala de cine y de una forma tan continuada, con pocas bajadas de la tensión cómica en la película. Bertrand Tavernier está, a su edad, en plena forma. Al mismo tiempo que divierte, hace una radiografía que parece muy verosímil del caos ordenado con el que se desarrolla la política en las altas esferas. Estoy casi seguro de que eso pasa, sin tanta hilaridad, con más frecuencia de lo que parece.

Todos sabemos que las comedias no son el género preferido de los jurados de los festivales. Aunque es muy significativo que Quai d'Orsay se haya llevado el premio FIRESPRI del pasado Festival de San Sebastián, otorgado por la crítica internacional.

Una gran película.
10 de diciembre de 2014
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son los tiempos de la Revolución Mexicana. El protagonista es un Henry Fonda beatífico. Una voz en off al principio pretende desligar la película de cualquier localismo, jurando que la historia es atemporal y se repite cada cierto tiempo. Lo que en realidad quiere decir la voz en off, sin atreverse, es: ésta es la historia de Jesús, ambientada en el Méjico revolucionario, con todo su colorido, pero es eso, una nueva versión de la pasión de Cristo. En ella encontrarás nuevos rostros para los santos de siempre, para la Virgen María, Poncio Pilatos o Judas Iscariote.

 Los revolucionarios pretenden acabar con el último cura. El efecto dramático de todo lo que huela a último es muy cinematográfico: el último atraco, la última copa, el último mohicano, etc. Como en otras películas de “descenso al abismo” de Ford, en los momentos de crisis, la maldad se reproduce y el héroe se enfrenta a toda una gama de personajes que intentan aprovecharse de su bondad crística. Ya hemos dicho que el personaje es un trasunto de Jesucristo. No en vano el principal personaje femenino es María de los Dolores, una virginal Dolores del Río. Pedro Armendáriz interpreta a un oficial de la Revolución cuya lucha interior es parecida a la que nos cuentan las escrituras sobre Poncio Pilatos.


“Incluso Usted cree en Dios” le dice Fonda a Armendáriz.

“Abjure de su fé”, le responde éste.


Pero no lo hace y...

La película no representa al mejor Ford. Aunque es de 1947 parece puro cine mudo: primeros planos para los personajes que se incorporan, música para caracterizarlos, maniqueismo en la caracterización de los villanos, música incidental que refuerza con rapidez las escenas de acción, con violines las de fé, insertos explícitos para reforzar acciones clave, etc.

 En 1947, Ford ya había firmado muchas películas reseñables: La diligencia, Qué verde era mi valle o El joven Lincoln.

Esta película demuestra que los maestros también hacen borrones, aunque no carezca de interés. Uno de sus mayores atractivos es la fotografía en blanco y negro de Gabriel Figueroa, con especial plasticidad en las escenas de interior. 

La película cierra con uno de esos interiores. Un plano que Ford usa con mucha frecuencia para cerrar secuencias, escenas, películas. Estamos en el interior. La luz de fuera se filtra por la ventana o por una puerta que se abre. O se cierra. Alguien entra. O sale. Y cerramos a negro.
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