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España España · The Twilight Zone
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Críticas 812
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
7 de noviembre de 2023
51 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eugenio merecía una película que le hiciera justicia, un drama teñido de risas, sostenido por dos interpretaciones prodigiosas, de esas que captan el alma de los personajes.

Lo que podría haber sido un biopic al uso, de ascenso y caída, se convierte en el relato de una historia de amor, la crónica de un desgarro. Trueba narra con sencillez y naturalidad los esfuerzos por ganarse la vida de una pareja y la posterior llegada del éxito. Nos sitúa en una época atravesada por aires de cambio, una sociedad que lucha por liberarse, donde se produce el auge de la tele (brillante la escena del "Un, dos, tres..."), y la aparición masiva de artistas.

Un chiste es un mecanismo de relojería. Requiere de pausas, silencios, pequeños gestos que marcan el ritmo. Cada palabra tiene su peso y adquiere resonancia. Cualquier tropiezo en el camino que conduce al remate de la broma resulta catastrófico. Ser gracioso es un arte que no se halla al alcance de todos, y que a menudo nace del sufrimiento. Tras cada carcajada puede ocultarse una tragedia.

Carolina Yuste llena de luz la pantalla, y David Verdaguer comprende tan bien su papel que olvidas que estás viendo a un actor. El surgimiento de ese humorista triste, vestido siempre de negro, con gafas tintadas, acento catalán, bebedor, fumador, imperturbable, se cuenta de manera modélica. Las sombras de Eugenio son apuntadas, pero el director no se recrea en ellas. Nos ofrece un retrato matizado de una figura compleja, melancólica, autodestructiva, tímida, genial, en permanente conflicto.
8 de agosto de 2022
68 de 93 usuarios han encontrado esta crítica útil
El disparate se instala en un tren que viaja desde Tokio a Morioka. Los asesinos más letales del planeta han visto coincidir sus destinos, zumbados peligrosos andan detrás de un misterioso maletín, la sombra de La Peste Blanca planea sobre todos ellos.

David Leitch, antaño doble de escenas de acción, codirector de la primera entrega de “John Wick”, es el responsable de esta comedia negra trepidante, refrescante, trivial, una permanente celebración del absurdo. Como una imitación de un buen Guy Ritchie, pero sin diálogos demasiado inspirados, con la inclinación por el exceso por bandera, se plantea el encontronazo entre tipos chungos afectados de problemas mentales. El ritmo no decae, nutriéndose de historias dentro de historias, escenas espectaculares de lucha, giros varios de guion, réplicas supuestamente ingeniosas, chorradas que dan pie a chorradas más grandes, combinación de suertes contrarias contrapuestas, gemelos que no lo parecen, niñas nada inocentes, viejos que no han olvidado el pasado, profesionales del caos, un “lobo” que anhela vengarse, una serpiente venenosa, pasajeros prontos a ayudar, señoras que piden silencio, discursos sobre el karma, somníferos que causan efectos imprevistos, baños equipados con lo último en tecnología, referencias a series infantiles, una botella de agua con importancia capital para la trama. Las apariciones sorpresa de rostros famosos completan un producto diseñado para ser consumido y olvidado en tiempo récord.

Bienvenidos al tren del terror, un viaje a la locura. Recuerden enseñar su billete cuando el revisor se lo indique; no olviden recoger sus pertenencias al final del trayecto. Las paradas duran solamente un minuto. Abróchense los cinturones y vacíen su mente, porque las ideas perjudican la experiencia. Las leyes de la lógica no se aplican en este vagón. El destino les ha conducido a este lugar; ojalá la suerte caiga de su lado.
24 de septiembre de 2022
60 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alberto Rodríguez vuelve a examinar la historia reciente de España mediante un drama carcelario narrado con pulso, vibrante y contundente. Dos años después de la muerte de Franco, en 1977, un joven contable ingresa en la cárcel Modelo de Barcelona; allí se unirá a un grupo de presos que suma fuerzas para exigir una amnistía.

La película nos traslada a los albores de la democracia, época de esperanza, nos sumerge en la lucha de unos individuos que aspiran a un nuevo comienzo, quienes pretenden aprovechar los aires de cambio, mejorar sus condiciones, frenar los abusos, restaurar su dignidad, hacer valer sus derechos, y cuyas reivindicaciones chocan con el aparato institucional, la maquinaria burocrática, el orden establecido, los rescoldos de la dictadura.

El ambiente de la prisión está recreado admirablemente; uno se siente partícipe de las ansias de libertad, padece los golpes de los guardias, el reinado de terror de los funcionarios, la opresión de las celdas, entrevé la vida a través de los barrotes, reconoce la inseguridad de los paseos por el patio, disfruta con las reuniones secretas, aprende el funcionamiento interno de la penitenciaría, las reglas no escritas, los trapicheos, el consumo de drogas, identifica los distintos bandos, comprende las emociones que experimentan los reclusos.

El director vuelve a hacer gala de su talento para presentar personajes con un par de pinceladas, para fijar la atención en el detalle significativo, el gesto revelador, para atraparnos en un relato áspero, febril. Se rodea de intérpretes que desprenden veracidad. Ya no sorprende el gran Javier Gutiérrez, pero sí un excelente Miguel Herrán, asumiendo el protagonismo de la cinta, encarnando a un sujeto de cuyo pasado lo intuimos todo y apenas sabemos nada. Ningún secundario desentona; sobresale Jesús Carroza, habitual en los films de Rodríguez, y Fernando Tejero, en un registro diferente al que nos tiene acostumbrados.

“Modelo 77” es cine de calidad, impregnado de un sabor patrio inconfundible; amargo en ocasiones, ilusionante en otras, siempre realista. Lanza una mirada acerada sobre aquellos años, aunque nunca pierde su vocación de entretener.

“Éste es un país para los hijos de los dueños”
26 de abril de 2017
50 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre me han gustado los thrillers, y reconozco que durante los primeros capítulos esta serie me tenía atrapado. Una serie en la que "nada es lo que parece", en la que "todos ocultan algo"... ¿qué podía fallar?

El problema aquí es que la decisión de sorprender al espectador constantemente, de incorporar giros de guión cada cinco minutos convierte la historia en un enrevesado sinsentido, en ocasiones risible. Con el tiempo uno pasa de exclamar "¡oh, qué sorpresa!" a decir "pues qué bien". No es que yo sea un fanático de la versosimilitud, pero sí que me gusta que lo que cuentan tenga cierta coherencia. Por poner un ejemplo, al personaje de Ana Saura le sucedieron más cosas durante las semanas anteriores a su desaparición que a otros en cincuenta años.

En cuanto a las actuaciones, para mi gusto son demasiado intensas, pareciera que a todos les vaya la vida en cada frase. Tampoco ayudan algunos diálogos pasados de rosca, del tipo:

- Tengo un cáncer terminal
- ¿Puede demostrarlo?

Se disfruta más viendo varios capítulos del tirón que esperando toda una semana al siguiente episodio, más que nada porque transcurrido cierto tiempo uno olvida si fulanito parecía bueno o malo la última vez, si la otra estaba enamorada de su primo, de su hermano o de su tío, o si aquel otro había recuperado la memoria o seguía con su cara de empanado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Que yo recuerde, durante las semanas previas a su desaparición a Ana Saura le había dado tiempo a quedarse embarazada de su primo, acostarse con su hermanastro, enamorarse de su tío, colaborar con éste último para apartar a su padre (quien se estaba muriendo) de la rectoría de la universidad, salir con su compañera de piso (y según creo, ponerla los cuernos), visitar a su abuelo en la cárcel y, siguiendo sus consejos, robar 100.000 euros escondidos en una vieja casa, planear marcharse a Tailandia y montar una escuela de surf, descubrir que tiene un primo enfermo del que no sabía nada, etc.
6 de febrero de 2021
58 de 78 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película con dos personajes, en un solo escenario, de estética minimalista, elegante, barroca, y fotografía en blanco y negro. Una pareja regresa a casa por la noche tras el estreno de la película de él, Malcolm, un director egocéntrico que adora su trabajo y sueña con el éxito; ella, Marie, es una ex-yonqui, aspirante a actriz, que no se siente valorada por su pareja.

Como si de un combate de boxeo se tratara, los novios intercambian golpes, se cruzan reproches, se dirigen insultos, se hacen desprecios. Tras cada asalto, aprovechan un segundo para descansar, fumarse un cigarrillo o visitar el baño. Luego, vuelta a empezar: un nuevo chorreo comienza. Hay referencias cinéfilas –a Spike Lee, a Barry Jenkins, a William Wyler–, menciones al racismo y la hipocresía de la sociedad, al papel de la crítica de cine. Hay, sobre todo, mucha frustración, mucho cabreo, mucha exaltación.

Acabo fatigado de verla, me da la sensación de que me estuvieran riñendo a mí cada vez que hablan. La considero una obra pretenciosa, incapaz de desprenderse de su carácter teatral, donde nada suena "auténtico", que se sirve de diálogos inverosímiles, elaborados con saña, de elocuencia enfermiza. Los problemas que atraviesan en esa relación no consiguen interesarme. Malcolm y Marie deberían ir a terapia y dejarse de tanto discurso.

Como buen "vehículo para el lucimiento" de los actores, tanto Zendaya y John David Washington están correctos, aunque juraría que se encuentran excesivamente cómodos, se gustan demasiado. Y, si he de ser sincero, no me acabo de creer que ella haya sido una adicta a las drogas ni que él se dedique a dirigir películas. En general, por resumir, ni me creo ni me gusta nada.
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