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10
6 de agosto de 2020
6 de agosto de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El huracán Katrina deja tras de sí una Nueva Orleans arrasada, que en esta serie vemos intentar curarse y volver a la vida. Mucha gente, sobre todo esa gente humilde o con recursos justos, se ha quedado sin nada, o casi. La economía de la ciudad, basada en gran medida en la música, su gran tradición cultural, también se ha visto afectada, como es lógico. Sin embargo, a pesar de lo que podría haber sido, no está hundida. No, al menos, debido al paso del huracán. Es la conjunción de los poderes que la gobiernan, político y económico, según nos muestra la serie, la que parece empeñada en conseguir lo que la naturaleza no pudo.
Tal como es habitual en él, David Simon se propone describir desde la óptica más compleja posible como funciona una ciudad. Ya lo hizo en The Wire, exactamente del mismo modo, y lo vuelve a hacer en Treme. La única diferencia, el foco de atención en torno al que una realidad mayor gira, que cambia. Antes fue el trabajo policial, ahora se pone en la importancia de la tradición, la transmisión de padres a hijos de unos valores y una cultura que son el bien más preciado que estos poseen.
El gran valor de una serie como esta, y de la obra de Simon, en líneas generales, está en tener la ambición de ir hasta donde haga falta para explicar algo, describir un asunto de interés, sin escatimar esfuerzo y recursos, sobre todo dramáticos, puestos al servicio de esa ambición. No importa el tiempo que haga falta, sólo contándolo todo sin prisa se puede contar bien una historia.
Cuando veo una obra de Simon, todas las demás me parecen inferiores, como si jugaran en categorías diferentes.
Tal como es habitual en él, David Simon se propone describir desde la óptica más compleja posible como funciona una ciudad. Ya lo hizo en The Wire, exactamente del mismo modo, y lo vuelve a hacer en Treme. La única diferencia, el foco de atención en torno al que una realidad mayor gira, que cambia. Antes fue el trabajo policial, ahora se pone en la importancia de la tradición, la transmisión de padres a hijos de unos valores y una cultura que son el bien más preciado que estos poseen.
El gran valor de una serie como esta, y de la obra de Simon, en líneas generales, está en tener la ambición de ir hasta donde haga falta para explicar algo, describir un asunto de interés, sin escatimar esfuerzo y recursos, sobre todo dramáticos, puestos al servicio de esa ambición. No importa el tiempo que haga falta, sólo contándolo todo sin prisa se puede contar bien una historia.
Cuando veo una obra de Simon, todas las demás me parecen inferiores, como si jugaran en categorías diferentes.

6,9
15.189
9
18 de julio de 2022
18 de julio de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A este profesor de instituto todo el mundo le pregunta si no le gustaría quedarse, tener un puesto fijo, estable, y así unas relaciones personales y profesionales duraderas. Parece evidente que no es así, que él escoge ser sustituto, que lo prefiere. Yo no sé cómo funciona en EE UU, pero deduzco por lo que veo en la peli que existe una cantidad de profesores que se apunta en una lista de sustitutos, y así va cambiando de trabajo, mientras que otros buscarán otro modo de trabajar, más establemente. No entiendo el sentido de esto, lo desconozco por completo, pero en el caso del profesor Barthes es comprensible. Él no quiere nada de todo aquello, relaciones a las que pueda apegarse, que le puedan hacer daño… si las pierde. Más abajo explicaré por qué lo digo.
Adrien Brody hace aquí uno de sus dos grandes papeles, uno de esos papeles mayores con los que pocos actores cuentan en su currículum. El otro es el de El pianista, claro. Tendrá más, porque es un gran actor, pero no creo que eso sea en películas de esta talla.
Sobre el director se me ocurre decir que es una pena que no haga más cosas. Vista esta peli, y acordándome de American History X, me resulta claro que es un superdotado (pienso que el verdadero autor detrás de la última, que le “robaron”).
Gran película que en mi opinión habla de lo difícil que es vivir (no sobrevivir, que es diferente), y a la vez de lo “fácil” que sería hacerlo si sólo los responsables, los adultos, los que deben ayudar, estuvieran más capacitados para ejercer sus funciones.
Adrien Brody hace aquí uno de sus dos grandes papeles, uno de esos papeles mayores con los que pocos actores cuentan en su currículum. El otro es el de El pianista, claro. Tendrá más, porque es un gran actor, pero no creo que eso sea en películas de esta talla.
Sobre el director se me ocurre decir que es una pena que no haga más cosas. Vista esta peli, y acordándome de American History X, me resulta claro que es un superdotado (pienso que el verdadero autor detrás de la última, que le “robaron”).
Gran película que en mi opinión habla de lo difícil que es vivir (no sobrevivir, que es diferente), y a la vez de lo “fácil” que sería hacerlo si sólo los responsables, los adultos, los que deben ayudar, estuvieran más capacitados para ejercer sus funciones.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pienso que este personaje huye del apego. Que al contrario de lo que he leído en algunas críticas, no ayuda de verdad a sus alumnos, sino que principalmente les abandona, en cuanto ha tendido un puente hacia ellos, tras un mes ganándose su confianza, cuando finalmente ellos se han abierto a él y han encontrado un poco de comprensión adulta (de los adultos, quiero decir) en él. Pienso que un mes no basta, no es suficiente para ayudar de verdad.
Es evidente que esa confianza él no se la puede seguir ganando, le viene grande la responsabilidad. No puede porque él fue víctima de esa misma traición, de pequeño. La única persona en la que él confiaba, su madre, le abandonó dejándole en una situación de indefensión y desamparo, a la vez que le “informó” con su acto de que los adultos tienen permitido renunciar a sus funciones, los padres pueden “dejar” de ser padres si no pueden más. Esto precisamente es lo que hace él, como profesor y adulto, con todos aquellos a los que se entrega, en un primer momento, para después renunciar. Él “renuncia” después de un mes, o tras unos días de cuidado parental, en el caso de la prostituta adolescente. Prefiere dejar a ser dejado.
Es evidente que esa confianza él no se la puede seguir ganando, le viene grande la responsabilidad. No puede porque él fue víctima de esa misma traición, de pequeño. La única persona en la que él confiaba, su madre, le abandonó dejándole en una situación de indefensión y desamparo, a la vez que le “informó” con su acto de que los adultos tienen permitido renunciar a sus funciones, los padres pueden “dejar” de ser padres si no pueden más. Esto precisamente es lo que hace él, como profesor y adulto, con todos aquellos a los que se entrega, en un primer momento, para después renunciar. Él “renuncia” después de un mes, o tras unos días de cuidado parental, en el caso de la prostituta adolescente. Prefiere dejar a ser dejado.
9
8 de junio de 2021
8 de junio de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Naz es un estudiante de origen paquistaní que está invitado a una fiesta universitaria en Nueva York. A partir del mismo momento en que se dirige a esa fiesta Naz empieza a tomar malas decisiones, una tras otra, hasta que es arrestado como sospechoso de asesinato. Lo que sigue es la experiencia de Naz en la cárcel, a la espera de un juicio, y el intento de su abogado por probar su inocencia.
La historia de Naz se juega, en mi opinión, en torno a sus decisiones. Las que toma antes del fatídico momento, y las que empieza a tomar después, en la cárcel. En cierta medida su devenir hace pensar en un clásico moderno del género carcelario, Un Profeta. Hay algo de ella aquí, particularmente en la vertiente del cambio que experimenta un hombre privado de su libertad y obligado a sobrevivir en una especie de tierra de nadie donde la ley no se aplica. La ley de fuera, se entiende. Porque uno sobrevive en ese entorno si incorpora nuevos códigos y aprende a manejarse por ellos.
Naz, como decía, había tomado un montón de malas decisiones el día de la fiesta. Todas ellas estaban basadas, para empezar, en la falta de sentido común. Hablo del modo como Naz pretende llegar a su fiesta. No lo descubriré para no estropear el visionado. Nosotros nos preguntamos, a medida que todo se va sucediendo, esa noche, dónde tendrá ese chico la cabeza. Un buen estudiante, tutor de otros estudiantes, al que inteligencia no le falta. Podríamos decir, así sin más reflexión, que lo que le pasa es que piensa con el órgano corporal equivocado. Pero esto sería injusto, porque hay en las decisiones de Naz un tal grado de confusión mental que eso no basta para explicarlo.
A Naz lo que parece faltarle es, justamente, un código adecuado, una ley interna adecuada para conducirse en la vida. Del tipo de la que aprenderá, como decía, en la cárcel. No estoy diciendo con esto que allí y aquí esa ley, ese código, apliquen igualmente. Es obvio que uno no puede vivir la vida como si esta fuera una cárcel, ese lugar que yo llamaba antes una “tierra de nadie”, donde es necesario matar o morir, literalmente. Fuera esto vale sólo metafóricamente. La ley de fuera es otra. A Naz claramente le faltaba. A Naz le había faltado un padre como el que encuentra en la cárcel, quizá. Que le enseñara lo que debe hacer y no hacer fuera, en la “tierra de alguien”, tierra de la ley.
La historia de Naz se juega, en mi opinión, en torno a sus decisiones. Las que toma antes del fatídico momento, y las que empieza a tomar después, en la cárcel. En cierta medida su devenir hace pensar en un clásico moderno del género carcelario, Un Profeta. Hay algo de ella aquí, particularmente en la vertiente del cambio que experimenta un hombre privado de su libertad y obligado a sobrevivir en una especie de tierra de nadie donde la ley no se aplica. La ley de fuera, se entiende. Porque uno sobrevive en ese entorno si incorpora nuevos códigos y aprende a manejarse por ellos.
Naz, como decía, había tomado un montón de malas decisiones el día de la fiesta. Todas ellas estaban basadas, para empezar, en la falta de sentido común. Hablo del modo como Naz pretende llegar a su fiesta. No lo descubriré para no estropear el visionado. Nosotros nos preguntamos, a medida que todo se va sucediendo, esa noche, dónde tendrá ese chico la cabeza. Un buen estudiante, tutor de otros estudiantes, al que inteligencia no le falta. Podríamos decir, así sin más reflexión, que lo que le pasa es que piensa con el órgano corporal equivocado. Pero esto sería injusto, porque hay en las decisiones de Naz un tal grado de confusión mental que eso no basta para explicarlo.
A Naz lo que parece faltarle es, justamente, un código adecuado, una ley interna adecuada para conducirse en la vida. Del tipo de la que aprenderá, como decía, en la cárcel. No estoy diciendo con esto que allí y aquí esa ley, ese código, apliquen igualmente. Es obvio que uno no puede vivir la vida como si esta fuera una cárcel, ese lugar que yo llamaba antes una “tierra de nadie”, donde es necesario matar o morir, literalmente. Fuera esto vale sólo metafóricamente. La ley de fuera es otra. A Naz claramente le faltaba. A Naz le había faltado un padre como el que encuentra en la cárcel, quizá. Que le enseñara lo que debe hacer y no hacer fuera, en la “tierra de alguien”, tierra de la ley.

7,4
8.283
9
27 de abril de 2021
27 de abril de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
C S Lewis había sido un solterón hasta que conoció a Joy Gresham, allá por los cincuenta y tantos años. Hasta ese momento se había convencido de que su vida, tal como era, era tal como debía ser. Tenía un sólido argumento a favor de esta idea: el dolor es lo que da sentido a la vida. En otras palabras, si él sufría, y suponemos que lo hacía, eso era normal. Así que, ¿por qué cuestionar las cosas, intentar cambiarlas? Él, en mi opinión, no podía permitirse amar, y esto, que dejaba un vacío demasiado grande en su vida, era lo que le hacía sufrir. De ahí que, siempre en mi opinión, se dedicara tan religiosamente a responder las cartas de sus admiradores/as: ese era el único modo que conocía de establecer relaciones basadas en el deseo de algo más. Eran relaciones con potencial para fantasear. De ahí, como no podía ser de otro modo, surgió el amor que faltaba en su vida, el que le unió a su futura esposa.
Esta historia tan típicamente inglesa, en la línea de Lo que queda del día, por esa temática tan marcada de la represión sexual que es el eje de ambas, está contada de una forma tan sensible, tan delicada, y está tan bien llevada e interpretada por Anthony Hopkins, Debra Winger y demás actores, que uno no entiende cómo no se llevó todos los premios cuando se estrenó. Bueno, es que competía contra su hermana gemela, Lo que queda del día, que, aunque no ganó tampoco, se lo merecía tanto como ella. Una pena. Pero que eso no nos quite el sueño, siempre podemos volver a ver la película para olvidarnos de esas pequeñeces y apreciar lo verdaderamente importante, o sea, que el cine nos siga dejando estas obras maestras sobre la que volver una y otra vez.
Esta historia tan típicamente inglesa, en la línea de Lo que queda del día, por esa temática tan marcada de la represión sexual que es el eje de ambas, está contada de una forma tan sensible, tan delicada, y está tan bien llevada e interpretada por Anthony Hopkins, Debra Winger y demás actores, que uno no entiende cómo no se llevó todos los premios cuando se estrenó. Bueno, es que competía contra su hermana gemela, Lo que queda del día, que, aunque no ganó tampoco, se lo merecía tanto como ella. Una pena. Pero que eso no nos quite el sueño, siempre podemos volver a ver la película para olvidarnos de esas pequeñeces y apreciar lo verdaderamente importante, o sea, que el cine nos siga dejando estas obras maestras sobre la que volver una y otra vez.
MiniserieDocumental

8,2
16.388
9
16 de agosto de 2020
16 de agosto de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Michael Jordan puede ser el deportista más importante de todos los tiempos, y su equipo, los Bulls, el mejor equipo en la historia de las competiciones deportivas, en gran medida, tal como cuenta este documental, gracias a él. Probablemente, sobre todo, por él. Su talento, y un carácter competitivo obsesivo, conforman una mezcla insuperable para la consecución de metas.
Lo que nos cuenta esta serie, con un montaje medido para alimentar un interés creciente a lo largo de unas diez horas, con material de investigación en torno al ídolo y a todo su entorno humano, familiar y profesional, es el proceso de construcción de una máquina perfectamente engrasada para realizar un trabajo, ganar, alimentada por la fuerza del combustible más potente, la determinación de una mente, la de Michael Jordan, que, como excepcionalmente ocurre en la historia, realizó hazañas grandiosas. Si los Bulls eran esa máquina, parece difícil imaginar que hubiera funcionado así, que siquiera hubiera existido, sin la presencia de alguien como Jordan. Baste una panorámica por las diferentes disciplinas deportivas por equipos, a nivel mundial, a lo largo de la historia moderna, para comprobar que no existe nada parecido a una hegemonía como la de los Bulls, en la competición más exigente, quizá, que es el deporte en EE UU. Otros grandes equipos han logrado proezas, con el ejemplo del Barcelona de Guardiola todavía reciente como máximo exponente, podría decirse, por la cantidad de trofeos conquistados como principal baremo de comparación posible con los Bulls. Pero claro, con esta posible comparación en la mano, diríamos que lo que un equipo, el Barcelona, logró en un año, el del sextete, los Bulls lo hicieron, repetidamente, a lo largo de seis años. No habría, por tanto, comparación posible. Es decir, volviendo sobre Jordan, nadie ha representado lo que él en el mundo del deporte antes, ni después, y es difícil que un fenómeno así se repita en la misma disciplina o en cualquier otra. Jordan es un genio, un personaje irrepetible e inexplicable, fuera de toda lógica normal,
El documental, en cualquier caso, ofrece pistas, material para la reflexión. Emerge de entre todo lo planteado un tema que puede explicar, en cierta medida, el fenómeno. Este es, como no podía ser de otro modo, la relación de Jordan con su padre y, por extensión, con sus hermanos. Por ahí entrevemos algo que apunta al talante hipercompetitivo de nuestro personaje, que condiciona no sólo su vida deportiva sino toda su vida en general. Pero esto, como decía, sólo explica algo de la historia. El resto es puro genio.
Lo que nos cuenta esta serie, con un montaje medido para alimentar un interés creciente a lo largo de unas diez horas, con material de investigación en torno al ídolo y a todo su entorno humano, familiar y profesional, es el proceso de construcción de una máquina perfectamente engrasada para realizar un trabajo, ganar, alimentada por la fuerza del combustible más potente, la determinación de una mente, la de Michael Jordan, que, como excepcionalmente ocurre en la historia, realizó hazañas grandiosas. Si los Bulls eran esa máquina, parece difícil imaginar que hubiera funcionado así, que siquiera hubiera existido, sin la presencia de alguien como Jordan. Baste una panorámica por las diferentes disciplinas deportivas por equipos, a nivel mundial, a lo largo de la historia moderna, para comprobar que no existe nada parecido a una hegemonía como la de los Bulls, en la competición más exigente, quizá, que es el deporte en EE UU. Otros grandes equipos han logrado proezas, con el ejemplo del Barcelona de Guardiola todavía reciente como máximo exponente, podría decirse, por la cantidad de trofeos conquistados como principal baremo de comparación posible con los Bulls. Pero claro, con esta posible comparación en la mano, diríamos que lo que un equipo, el Barcelona, logró en un año, el del sextete, los Bulls lo hicieron, repetidamente, a lo largo de seis años. No habría, por tanto, comparación posible. Es decir, volviendo sobre Jordan, nadie ha representado lo que él en el mundo del deporte antes, ni después, y es difícil que un fenómeno así se repita en la misma disciplina o en cualquier otra. Jordan es un genio, un personaje irrepetible e inexplicable, fuera de toda lógica normal,
El documental, en cualquier caso, ofrece pistas, material para la reflexión. Emerge de entre todo lo planteado un tema que puede explicar, en cierta medida, el fenómeno. Este es, como no podía ser de otro modo, la relación de Jordan con su padre y, por extensión, con sus hermanos. Por ahí entrevemos algo que apunta al talante hipercompetitivo de nuestro personaje, que condiciona no sólo su vida deportiva sino toda su vida en general. Pero esto, como decía, sólo explica algo de la historia. El resto es puro genio.
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