He aquí un extraordinario ejemplo didáctico de cómo se debe narrar una historia, de cómo se debe manejar una cámara, cómo se deben montar los planos, cómo jugar con la luz, en definitiva, cómo hacer una gran película en toda la extensión de la palabra. Magnífico trabajo de un maestro de la realización que, casi como nadie, sabe impregnar sus obras de la personalidad que le ha hecho diferente a los demás, de un halo de perfección técnica impuesto de forma tan natural que el espectador nada en un universo idílico de celuloide representado por un desarrollado argumental magnético, sustancialmente atractivo y original, deliberadamente compuesto.

Se trata de la historia de un secuestro, de personajes comunes explotados en tantas otras tramas policiales, sin embargo, después de empaparte con "El infierno del odio" te queda la sensación de que hasta ese momento no habías visto nada igual, ninguna otra forma de cine más interesante y espectacular. Kurosawa en estado puro.

Esta pieza bien podría titularse así, además de por ser una realización anterior a la comedia de ese mismo nombre, por desarrollar con acierto y rigor una trama novelesca de Richard Yates, de profundo e intenso realismo y cotidianidad, y no por ello falta de dramatismo. El joven Sam volvió por el "camino a la perdición" que marcaron sus sobresalientes dos primeras obras cuando realizó este paisaje costumbrista con carga de profundidad y una brillante dirección de actores, como ocurriera en aquellas dos anteriores.

Un excelente montaje, una particular fotografía, la afinidad de la música de Thomas Newman y unos planos de ensueño logran cosmetizar la singular forma de realizar que tiene este errático director capaz de sorprendernos con la mejor ópera prima de la historia del cine para, a los pocos años, caer en pobres desarrollos como Jarhead o la tópica y soporífera Un lugar donde quedarse.

La intensidad que DiCaprio, Winslet, Bates, David Harbour o el sorprendente Michael Shannon trasladan a sus personajes, está muy por encima de las interpretaciones que ordinariamente pueden contemplarse en este medio. Mendes sabe como nadie sacar el mejor partido a las dotes interpretativas de sus "jugadores", al menos en las tres obras citadas, y atribuir a los papeles de cada uno de ellos la fuerza y el vigor de las representaciones teatrales, sobre todo en este trabajo.

Una película que hay que ver más de una vez, con la solemnidad y el respeto que merece la visión de una gran obra de un gran realizador y grandes actores.

Técnicamente poco brillante. Mala iluminación, descuidada ambientación, vestuario, etc. La dirección tampoco es sobresaliente y el montaje irregular. Sin embargo, bajo la capa de un original y audaz guión bien confeccionado se esconde un trabajo arriesgado en el que sobresalen cada uno de los actores principales de esta surrealista realización que no deja de resultar, al menos, atractiva. La película, al margen de estas sobresalientes interpretaciones, sobre todo de Malkovich, Cusack y Keener, tiene un mérito especial: es valiente. Y aunque sólo sea por eso, y por la difícil tarea de llevarla a cabo sin caer en el tedio, el enredo banal o la ridiculez, ya tiene algo que la hace destacar en cierta medida. Los aciertos de esta realización, com las incorrecciones, no dejan lugar a dudas, por eso digo que es valiente, que no se esconde ni es esquiva, empezando por la elección del personaje central, el que le da título y hasta crea su propio lenguaje personal mediante una pirueta intelectual digna de aparecer en las cartas de los mejores restaurantes (algo que se podrá comprender durante su visionado). En definitiva, merece la penar verla, aunque sólo sea una vez, cada ciertos años.

Una película indigna de Tim Burton, con una banda sonora digna de Tim Burton. Y ya no hay nada más que añadir a este desafortunado trabajo del genial director. A Burton le puede estar pasando factura la originalidad. En esta cinta trata de añadir tantos efectos cosméticos que finalmente puede aplicársele el dicho de que menos hubiera sido más, como ha hecho siempre, y esto incluye por supuesto el guión y el desarrollo argumental, tanto cansa. De la interpretación de Michael Keaton mejor no hablar. Me parece a mí, como si tratara de imitar a Jim Carrey en sus papeles histriónicos más celebrados, como en el caso de "Una serie de catastróficas desdichas", por ejemplo. Pero Keaton no ha nacido para eso, y derrapa.

Película interesante, con guiños a la genialidad que ha caracterizado siempre a Scorsese, pero con los que choca frontalmente en algunos momentos, por deslices impropios del realizador. Sospechosamente, estos brindis al sol parecen tan evidentes que cuesta creer que no hayan sido realizados a propósito, en cuyo caso, al menos a mi modesto entender, se desarrollan por una delgada línea donde se puede confundir la genialidad aludida al principio con claros síntomas de "chocheo", con todos mis respetos.

Una genial interpretación de DiCaprio, otra más, y de algunos secundarios. Una atmósfera inenarrable, un clima tenso y bien ambientado que, debido a su comercialidad, se va diluyendo a medida que la cinta avanza y que lamentablemente finaliza muy lejos de como se inició. Me gustaba más el genial director cuando se preocupaba más de hacer cine en estado puro y menos de constatar su maestria.

En honor a la verdad debo decir que seguramente si la hubiera firmado otro director no habría puesto el listón tan alto, pero es el problema que tiene hacer tantas obras maestras. En cualquier caso, hay que verla -y disfrutarla-.