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Críticas ordenadas por utilidad
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7
17 de octubre de 2011
17 de octubre de 2011
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El Luchador y el Payaso" es la adaptación al cine de la vida de dos personajes que alcanzaron fama y notoriedad en Rusia: Ivan Poddubni, estibador cosaco cuyo sueño es convertirse en luchador, y Anatoli Durov, payaso, monologuista satírico y domador. Ambos abandonarán su pueblo y su familia para enrolarse en el mundo del circo, donde buscan triunfar. No obstante los duros inicios, con el apoyo mutuo los dos conseguirán no sólo conseguir un contrato sino desarrollar una carrera de éxito, lo que les llevará a convertirse en grandes estrellas del espectáculo y el entretenimiento. Recorrerán Rusia, Europa y EEUU y saborearán las mieles del éxito, no sin antes padecer los rigores de la vida en el circo. Una historia donde se dan la mano el éxito, el amor, el desarraigo, la pérdida y el dolor.
La película no sólo es un esbozo más o menos fidedigno de lo que fue la vida de estos dos personajes reales, sino un poderosísimo retrato de la Rusia de finales del s. XIX y comienzos del XX, de su gente, sus costumbres, su rutina y, en definitiva, su vida. Un hermoso aunque duro retrato de aquella época y aquel lugar que merece la pena ver.
La película no sólo es un esbozo más o menos fidedigno de lo que fue la vida de estos dos personajes reales, sino un poderosísimo retrato de la Rusia de finales del s. XIX y comienzos del XX, de su gente, sus costumbres, su rutina y, en definitiva, su vida. Un hermoso aunque duro retrato de aquella época y aquel lugar que merece la pena ver.
MiniserieDocumental

6,0
45
4
12 de septiembre de 2023
12 de septiembre de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Enésimo documental centrado en los asesinatos cometidos por Ted Bundy, en este caso con marcada estética de telefilme y corte bastante sensacionalista. Como se ve ya desde el principio, poca cosa realmente aprovechable se puede sacar de este producto hecho con no mucha delicadeza pero sí altas dosis de morbo.
Como suele ser habitual, la práctica totalidad de su metraje se basa en recreaciones con actores de los episodios delictivos y de la vida cotidiana del asesino. Estas recreaciones frecuentemente carecen del realismo necesario y pecan de excesiva teatralidad, siendo a menudo las interpretaciones sobreactuadas e incluso a veces histriónicas. El resto del metraje consiste en las típicas entrevistas a personas relacionadas de algún modo con las investigaciones o que simplemente conocen la carrera criminal de Bundy. En este sentido se agradece de alguna manera contar con algún ex-policía que investigó los casos en su momento, si bien tenemos también testimonios cuya autoridad en la materia puede resultar cuestionable (p. ej. una escritora de novelas policíacas).
Con todo y con ello, esos no son los problemas principales de los que adolece esta miniserie documental. El primero de ellos es que la duración se hace pesada y no aporta ni la información ni el rigor necesarios que tanto metraje se supone debería llevar asociado. Por contra encontramos cuatro episodios que van recopilando y recordando cansinamente lo que ocurre en los anteriores, resultado la información repetitiva y de alguna manera ayudando a distraerse con facilidad, pues el espectador siente que la cosa no avanza o que con frecuencia va de delante hacia atrás. Peor aún, muchas escenas o testimonios de los entrevistados se repiten en más de una ocasión en diferentes momentos de la serie, al igual que sucede con lo anterior, con el único objetivo de rellenar minutos.
Otra pega difícilmente comprensible, que llega a resultar insoportable, es la cuestionable decisión de montaje de insertar fugazmente la cara de Bundy cada dos por tres cada vez que se cambia de plano. Algo que supuestamente ha de resultar (?) macabro o terrorífico pero que en realidad es ridículo y molesto, por reiterativo y chabacano. Y es que en realidad el principal problema de esta serie y el más grave es, como comentaba al inicio de la crítica, su tono sensacionalista, buscando el morbo continuamente en la truculencia de los asesinatos y en la inhumanidad del personaje. Y sin embargo decepciona al ahondar más bien poco en su psicología o sus circunstancias, que no se abordan en profundidad y suelen utilizarse para realzar o contextualizar lo escabroso y terrible de sus crímenes. Salvo algún momento más interesante hacia el final de la serie, en general no merece la pena invertir el tiempo en su visionado, hay documentales sobre el tema mucho mejores que éste.
Como suele ser habitual, la práctica totalidad de su metraje se basa en recreaciones con actores de los episodios delictivos y de la vida cotidiana del asesino. Estas recreaciones frecuentemente carecen del realismo necesario y pecan de excesiva teatralidad, siendo a menudo las interpretaciones sobreactuadas e incluso a veces histriónicas. El resto del metraje consiste en las típicas entrevistas a personas relacionadas de algún modo con las investigaciones o que simplemente conocen la carrera criminal de Bundy. En este sentido se agradece de alguna manera contar con algún ex-policía que investigó los casos en su momento, si bien tenemos también testimonios cuya autoridad en la materia puede resultar cuestionable (p. ej. una escritora de novelas policíacas).
Con todo y con ello, esos no son los problemas principales de los que adolece esta miniserie documental. El primero de ellos es que la duración se hace pesada y no aporta ni la información ni el rigor necesarios que tanto metraje se supone debería llevar asociado. Por contra encontramos cuatro episodios que van recopilando y recordando cansinamente lo que ocurre en los anteriores, resultado la información repetitiva y de alguna manera ayudando a distraerse con facilidad, pues el espectador siente que la cosa no avanza o que con frecuencia va de delante hacia atrás. Peor aún, muchas escenas o testimonios de los entrevistados se repiten en más de una ocasión en diferentes momentos de la serie, al igual que sucede con lo anterior, con el único objetivo de rellenar minutos.
Otra pega difícilmente comprensible, que llega a resultar insoportable, es la cuestionable decisión de montaje de insertar fugazmente la cara de Bundy cada dos por tres cada vez que se cambia de plano. Algo que supuestamente ha de resultar (?) macabro o terrorífico pero que en realidad es ridículo y molesto, por reiterativo y chabacano. Y es que en realidad el principal problema de esta serie y el más grave es, como comentaba al inicio de la crítica, su tono sensacionalista, buscando el morbo continuamente en la truculencia de los asesinatos y en la inhumanidad del personaje. Y sin embargo decepciona al ahondar más bien poco en su psicología o sus circunstancias, que no se abordan en profundidad y suelen utilizarse para realzar o contextualizar lo escabroso y terrible de sus crímenes. Salvo algún momento más interesante hacia el final de la serie, en general no merece la pena invertir el tiempo en su visionado, hay documentales sobre el tema mucho mejores que éste.
Documental

6,7
413
9
4 de diciembre de 2014
4 de diciembre de 2014
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estrenada en el Festival de Cine de Los Ángeles en 2012, "A Band Called Death" narra la historia del grupo DEATH (no confundir con la banda heavy-metal del mismo nombre), un trio de Detroit formado por los hermanos Hackney en 1971.
Apostaría que cuando a Jeff Howlett y Mark Covino se les ocurrió la idea de hacer una película sobre la historia de una oscura y semidesconocida banda no sospechaban que lo que iban a contar terminaría siendo muchísimo más que un documental musical.
Y es que aunque la película comienza por el principio de un modo convencional, presentando a los protagonistas, su familia, su infancia y su entorno, los inicios musicales y sus dificultades, pronto y gradualmente nos vamos dando cuenta de que aquí lo más importante no es que DEATH fuesen un grupo musical avanzado a su tiempo, o que plantasen la semilla de un estilo -el punk-
que apenas existía por entonces (hay que tener en cuenta que su primer y único sencillo es de 1974), o que su música fuese completamente excitante y reveladora. No, como digo, lo que el espectador descubre casi de inmediato es una agridulce y emotiva historia sobre la familia, la perseverancia y la dedicación, una demostración sin artificios de amor fraternal: la de tres hermanos (también había un cuarto, aunque no miembro de la banda) que juntos -y remarco lo de juntos- lograron sacar adelante su sueño y su música, pasase el tiempo que pasase, y a pesar del durísimo golpe que les tenía preparado el destino.
Podría decirse entonces que, como grupo, DEATH no fueron más que la expresión artística pura y espiritual de David (sobre todo de él, protagonista ausente, aunque presente), Bobby y Dannis. O lo que es lo mismo: el amor incondicional a la familia y la fe hecho música.
El documental muestra con exquisita sensibilidad y oficio, mediante entrevistas principalmente con miembros de la familia, la magnitud del fuerte vínculo existente entre los tres hermanos incluso más allá de la muerte, y establece de forma hermosa y meridiana, aunque decididamente triste (durante gran parte del metraje sobrevuela la sensación de inminente tragedia; después es imposible huir de la melancolía), la intersección única entre música, amor y muerte.
Incontestablemente estamos ante uno de los mejores documentales -musicales o no- de los últimos años, una poderosa obra que podría antojarse modesta en su planteamiento y concepción, pero que termina mostrando sin tapujos sus múltiples virtudes, convirtiéndose en una lección magistral de cómo narrar una historia, que sin duda termina generando tristeza, pero también esperanza. No puedo hacer otra cosa que recomendarla calurosamente.
Apostaría que cuando a Jeff Howlett y Mark Covino se les ocurrió la idea de hacer una película sobre la historia de una oscura y semidesconocida banda no sospechaban que lo que iban a contar terminaría siendo muchísimo más que un documental musical.
Y es que aunque la película comienza por el principio de un modo convencional, presentando a los protagonistas, su familia, su infancia y su entorno, los inicios musicales y sus dificultades, pronto y gradualmente nos vamos dando cuenta de que aquí lo más importante no es que DEATH fuesen un grupo musical avanzado a su tiempo, o que plantasen la semilla de un estilo -el punk-
que apenas existía por entonces (hay que tener en cuenta que su primer y único sencillo es de 1974), o que su música fuese completamente excitante y reveladora. No, como digo, lo que el espectador descubre casi de inmediato es una agridulce y emotiva historia sobre la familia, la perseverancia y la dedicación, una demostración sin artificios de amor fraternal: la de tres hermanos (también había un cuarto, aunque no miembro de la banda) que juntos -y remarco lo de juntos- lograron sacar adelante su sueño y su música, pasase el tiempo que pasase, y a pesar del durísimo golpe que les tenía preparado el destino.
Podría decirse entonces que, como grupo, DEATH no fueron más que la expresión artística pura y espiritual de David (sobre todo de él, protagonista ausente, aunque presente), Bobby y Dannis. O lo que es lo mismo: el amor incondicional a la familia y la fe hecho música.
El documental muestra con exquisita sensibilidad y oficio, mediante entrevistas principalmente con miembros de la familia, la magnitud del fuerte vínculo existente entre los tres hermanos incluso más allá de la muerte, y establece de forma hermosa y meridiana, aunque decididamente triste (durante gran parte del metraje sobrevuela la sensación de inminente tragedia; después es imposible huir de la melancolía), la intersección única entre música, amor y muerte.
Incontestablemente estamos ante uno de los mejores documentales -musicales o no- de los últimos años, una poderosa obra que podría antojarse modesta en su planteamiento y concepción, pero que termina mostrando sin tapujos sus múltiples virtudes, convirtiéndose en una lección magistral de cómo narrar una historia, que sin duda termina generando tristeza, pero también esperanza. No puedo hacer otra cosa que recomendarla calurosamente.

6,7
47.559
9
5 de mayo de 2006
5 de mayo de 2006
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decir que el remake es mejor que el original demuestra un escaso conocimiento del género. Decir que Jessica Biel lo hace mejor que la actriz del filme original (no recuerdo su nombre) es hacer el ridículo. Esto es cine de terror a la antigua usanza, con pocos medios y centrado en la creación de ambientes opresores y asfixiantes, no cine 90's a la Scream, cargado de dólares y efectos especiales.
El cine de terror decente se hace con imaginación, el dinero solo no basta.
Antológica la escena de la cena con la familia al completo.
El cine de terror decente se hace con imaginación, el dinero solo no basta.
Antológica la escena de la cena con la familia al completo.
7
19 de febrero de 2015
19 de febrero de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Trayendo a colación lo que dice el compañero acerca del famoso decálogo enunciado allá por 2006, decía Kossakovsky que si quieres decir algo no lo hagas filmando -escríbelo, nárralo-, sólo ponte a filmar si quieres mostrar algo. Ciertamente no se me ocurre mejor ejemplo de tal enunciado que este documental.
Aquí no hay una historia propiamente dicha, no hay una narración al uso, no existe una motivación obvia o evidente, simplemente una concatenación de imágenes -muy buenas imágenes- y planos estáticos de impecable factura técnica y apabullante belleza. El único nexo de unión entre todas ellas es que están filmadas en puntos que son antípodas geográficas unas de otras (Patagonia, Shanghai, Namibia, Fresnedillas, lago Baikal, Chile, Nueva Zelanda). Por lo demás, no hay diálogo -apenas unos pocos, a veces ininteligibles-, apenas hay música (y la que hay pasa a menudo imperceptiblemente), no hay nada salvo lo que muestran las hermosas imágenes. Quizá es ahí donde entra la valoración subjetiva de lo que transmiten dichas imágenes, ya que en mi opinión trascienden lo puramente geográfico, lo físico, lo ambiental, para irradiar una especie de mensaje latente que se acerca al componente humano: seres que habitan en puntos diametralmente opuestos del planeta, lugares y personas alejadísimos en lo geográfico, en lo social, en lo cultural pero que, de algún modo que en superficie no vemos, no lo están tanto y siguen manteniendo un vínculo de unión, de pertenencia a una misma entidad superior. Tal apreciación surge como un todo, de la asimilación global de cada uno de los diferentes planos, tan variados y aparentemente desligados pero entretejidos por esta idea subyacente. De esta forma y pese a su austeridad consigue trasladar una idea poderosa que trasciende a lo puramente físico.
Aquí no hay una historia propiamente dicha, no hay una narración al uso, no existe una motivación obvia o evidente, simplemente una concatenación de imágenes -muy buenas imágenes- y planos estáticos de impecable factura técnica y apabullante belleza. El único nexo de unión entre todas ellas es que están filmadas en puntos que son antípodas geográficas unas de otras (Patagonia, Shanghai, Namibia, Fresnedillas, lago Baikal, Chile, Nueva Zelanda). Por lo demás, no hay diálogo -apenas unos pocos, a veces ininteligibles-, apenas hay música (y la que hay pasa a menudo imperceptiblemente), no hay nada salvo lo que muestran las hermosas imágenes. Quizá es ahí donde entra la valoración subjetiva de lo que transmiten dichas imágenes, ya que en mi opinión trascienden lo puramente geográfico, lo físico, lo ambiental, para irradiar una especie de mensaje latente que se acerca al componente humano: seres que habitan en puntos diametralmente opuestos del planeta, lugares y personas alejadísimos en lo geográfico, en lo social, en lo cultural pero que, de algún modo que en superficie no vemos, no lo están tanto y siguen manteniendo un vínculo de unión, de pertenencia a una misma entidad superior. Tal apreciación surge como un todo, de la asimilación global de cada uno de los diferentes planos, tan variados y aparentemente desligados pero entretejidos por esta idea subyacente. De esta forma y pese a su austeridad consigue trasladar una idea poderosa que trasciende a lo puramente físico.
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