... o la fotografía espectacular. Son al menos dos típicas contestaciones mías cuando veo una película que "ni fu ni fa", pero que realmente tiene algún componente sobresaliente sobre el conjunto en general.

En este caso es la música. En este caso, Aronofsky vuelve a juntarse con su inseparable Clint Mansell (formando ya un tándem que empieza a recordar a Buront-Elfman, pues las partituras que crean juntos son siempre impresionantes) para recrear lo que no consigue su guión: el ritmo y la emoción necesarias para que una película de esta índole funcione.

Una película que intenta describir un mundo interior a través de imágnes bonitas, pero que no se sebe muy bien lo que quieren decir.

Personalmente, me quedo con el Aronofsky de "Requiem for a dream", un Aronofsky mucho más fuerte y desgarrador, que esperemos continúe con "The Wrestler".