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Críticas 402
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
6 de febrero de 2017
35 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Creo que hice una única cosa en mi vida… escapar de Salas... mis personajes nunca pudieron salir y yo nunca pude volver», dice Daniel Mantovani, antes de volver a su pueblo natal (Salas) después de cuarenta años y luego de salir otra vez del mismo, ante la concurrencia que asiste al lanzamiento de su nueva novela, que se divide en cinco capítulos al igual que esta película. Las palabras de este argentino recientemente galardonado con el Nobel de literatura encierran una profunda contradicción: se ha convertido en el protagonista de su novela (en un acto de extremo egocentrismo) y justamente (como escritor y personaje) a duras penas ha logrado escapar con vida de su pueblo y definitivamente nunca más podrá volver.

Lo anterior evidencia un perfecto guion circular, al que se agregarán buenas actuaciones donde cada personaje se incorpora hábilmente a la trama.
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spoiler:
La cinta abre con su discurso petulante ante la academia sueca, perfilando a un intelectual que dispara lugares comunes y se autoerige como portador de algo que sólo pueden entender los artistas. Es aguda la mirada de los directores, describen a Mantovani como un tipo frío, distante, incluso cínico, pero inteligentemente no empatizan con él. La hebra es muy interesante: el escritor se extravía de sus ficciones y se pone a pontificar respecto de la realidad, pero a su vez su comportamiento privado deja mucho que desear y está lleno de contradicciones.

Como buen escritor ha utilizado las anécdotas de su infancia para dar cuerpo a sus novelas, sin ningún tipo de miramientos, divinizando a sus habitantes o satanizándolos según convenga a la ficción. El punto de vista de los directores parece ir por el lado de que el artista no tiene moral ni debe tenerla, pero su personaje ejerce una especie de doble vida que lo convierte en alguien detestable.

Cuando llega a Salas es homenajeado y aclamado por gente que ni siquiera ha leído sus libros, pero el lugar es un pueblo provinciano, muy pobre, por lo que se percibe en ellos cierta envidia ante el exitoso hijo ilustre. Lo que al comienzo se desliza por la comedia simplona, a partir del tercer capítulo empieza a esbozar la crueldad de la gente hacia Mantovani, a quien consideran un hombre rico que se ha venido a meter donde no le importa. Cuando incluso los amigos del escritor desnudan sus rasgos psicopáticos, la comedia se ha vuelto negra… negrísima. Es cierto que los personajes bien trabajados no son más de tres, aunque la decisión de delinear secundarios estereotipados contribuye (premeditadamente) a realzar lo grotesco de la historia.

No sólo se trata de «pueblo chico, infierno grande», sino que pretende exponer a cualquier grupo intolerante (religioso, clasista, resentido) donde la cultura es un elemento que molesta debido a que obliga a pensar.

El gran acierto de los directores es no mostrar simpatía ni por el escritor ni los amigos ni por ninguno de los habitantes del pueblo, un ejercicio interesante acerca de la envidia que puede provocar el éxito ajeno, pero también la estupidez de la que se puede contagiar quien lo alcanza.
27 de marzo de 2017
36 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Somos lo que creemos que somos», dice Bestia, la creación de otras veintitrés personalidades que conviven al interior de Kevin Wendell Crumb, un ser con segundo nombre al igual que los grandes asesinos estadounidenses. Ese diálogo frente al espejo es respondido por Hedwig (personalidad de un niño de nueve años): «Ahora sí creerán que existimos», es la estrategia que escoge el director de origen indio para hacer visible el mundo de la locura a una sociedad que tiende a esconder a sus locos. No es de extrañar que el director sea depositario del conflicto entre el pensamiento oriental y occidental para sorprendernos con su tesis extravagante: «los quebrados» producto del dolor representan a los puros, los únicos que tienen valor por sí mismos debido a que han sido anteriormente destrozados. En este universo ideado por Shyamalan «los quebrados» serían los seres evolucionados. Son puros (de sangre purificada), seres mágicos (Harry Potter) que mediante su pensamiento pueden despertar el gen dormido y aprovechar todo el potencial del ser humano. Por eso la existencia de la doctora Fletcher es tan importante, ella personifica al mundo científico que observa las paradojas del trastorno de personalidad disociativo, una mirada comprensiva ante la enfermedad que intuye algunos alcances, pero que en ningún caso está abierta a lo sobrenatural: un ente terrorífico de fuerza descomunal trepando por las paredes. Interesante y reflexivo planteamiento de Shyamalan que entiende que detrás de la tesis aparente, reflejada en un espejo, se esconde su antítesis: los seres quebrados (aquellos que sufren trastornos mentales) no representan a ningún movimiento, tan sólo son el fruto del dolor incubado a través de los años. Hábilmente el director introduce otra arista: en este universo «los quebrados» pertenecerían a una especie de religión que a través del dolor (no de la culpa) purificarían la sangre del hombre. Tan descabellado es este último argumento, que nos hace entender que la antítesis de este universo es el enfoque buscado por el director. Es un juego magistral de espejos que requiere el cien por ciento de las dotes actorales de James McAvoy, con el objeto de ver reflejados en su rostro las múltiples caras que componen a esta Bestia, multiplicidad de mundos internos que se contraponen a aquellos externos: la sociedad representada a través de un noticiario de televisión, las calles vacías y nocturnas. Casey Cooke (el otro personaje con apellido) constituye la otra cara de la moneda, la víctima que no ha enfrentado sus miedos, aquella que no ha dejado salir a su bestia y que espera al interior del auto (antes cárcel y ahora protección).

El juego entre luces y sombras es perfecto, pero deliberadamente confuso en su significación. La oscuridad está presente en los túneles, en los cuartos aislados tras los cerrojos, que simbolizan materialmente los diferentes recovecos de la mente de Kevin. Los cuartos subterráneos están definitivamente bajo el alero de la oscuridad, en gran parte de la película son el campo visual, en tanto el fuera de campo sería la luz, el mundo exterior, aquél donde se emplaza el zoológico humano, un lugar que tampoco es seguro.

Ese mundo oculto es el lugar donde descubrimos el conflicto profundo, el quiebre de este personaje fragmentado: el maltrato físico y psicológico de una persona en formación, peor si esa violencia proviene desde el interior de la familia y aún peor si se trata de abuso sexual. En la mente de Kevin no existe una familia funcional, sus múltiples personalidades son espejos rotos. Esperen de esos fragmentos un ser atormentado que quizás se refugie en el arte para catalizar el sufrimiento, o un ser perturbado que deba ser recluido en un hospital psiquiátrico, o bien esperen a la Bestia que canalizará su dolor en furia descontrolada, ya no sólo contra la familia sino contra la sociedad, un ser capaz de generar esa estremecedora imagen de James McAvoy doblando los barrotes con un rictus endemoniado.

M. Night Shyamalan utiliza el recurso del fuera de campo de una manera perturbadora. El espectador no estará a salvo en la luz ni en la oscuridad, tampoco encerrado en una habitación, en definitiva, los recuerdos implacables harán que cualquier lugar sea inconfortable. El «espacio exterior» no será lo visible a través del tragaluz de «Room» (2015), cinta de Lenny Abrahamson donde un niño secuestrado percibía el mundo externo como algo esperanzador. Ese punto de vista inocente de un niño que recibía todo el amor de su madre hacía del cautiverio un asunto secundario, en cambio, Shyamalan propone una dispersión del punto de vista en múltiples personalidades creadas para hacer frente al sufrimiento.

La película logró desatar el conflicto a escasos cinco minutos del inicio. Tuvo un desarrollo psicológico de gran espesor, el terror se fue colando desde lo claustrofóbico hacia lo sobrenatural. El origen de la violencia proviene del ser humano y una vez activada esa bomba de tiempo, el director nos sumergirá en aguas profundas para hacer aflorar emociones genuinas. «Somos gloriosos… ya no tendremos miedo», anuncia Bestia hablando en plural. «Sólo a través del dolor… podrás alcanzar tu grandeza».
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spoiler:
El juego entre luces y sombras es perfecto, pero deliberadamente confuso en su significación.

La luz representa una oportunidad para hablar para cada voz escondida dentro de Kevin, son salidas de personalidad para afrontar el abuso sexual del cual fue objeto cuando niño, en cambio, la oscuridad es la amalgama de esas multiplicidades encarnadas en la Bestia. En la luz (mundo exterior) habita el tío de Casey, que la sigue violando bajo el disfraz de tutor legal, estableciendo que la luz tampoco es un lugar seguro.

Una escena que dimensiona la proporción del dolor es cuando Casey observa en la mirada desquiciada de Kevin (Bestia) el origen de sus propios miedos. En ese instante logra liberarse y derrama lágrimas al verse reflejada en un espejo, intuye que es una más de «los quebrados», mientras de fondo aflora una música de salvación, experimenta algo místico al encontrarse con la naturaleza de su propio ser.
4 de enero de 2022
52 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta ópera prima de la directora es muy satisfactoria. De esas películas que se cuecen a fuego lento, pero las escenas siempre van lanzando un anzuelo que hace que el espectador quiera ir por más.

Al principio los planos son armónicos, perfectos encuadres y música optimista que nos muestra a una mujer de 48 años que se apresta a disfrutar de sus vacaciones en una isla griega. Ha alquilado una casa de tonalidades blancas y en su primer día baja a la playa donde una familia bulliciosa interrumpe su paz.

Una escena clave es cuando ante la proposición de la matriarca de esa familia, Leda se niega a correrse del lugar y el espectador intuye cierta carga en su carácter, aunque en realidad se trata de una mujer segura de sí misma y que sabe decir que no.

Olivia Colman está fabulosa en este rol y conforme avanza el metraje conoceremos sus aristas más oscuras. Ya avanzada la cinta, comienzan a intercalarse flashbacks donde Leda, de treinta años, es encarnada por otra actriz que desnuda a la perfección los conflictos de una joven madre.

El juego de espejos es espléndido. La triada de hijas oscuras (adulta, joven, la nueva generación) van complementando la narración y completando la personalidad de la protagonista.

Estamos frente a un estudio de personalidad, pasan los minutos y esta mujer se nos vuelve más compleja. Profesora de literatura, con dos hijas de un matrimonio conformado a temprana edad.

Una cinta más que feminista, humanista. Muestra las aspiraciones de un ser humano que obviamente van más allá de su rol de madre. Desea dedicarle más tiempo a su carrera profesional, experimentar en lo sexual, en fin, una mujer con necesidades donde los hijos quizás le estén quitando su energía vital.

CRÍTICA CONTINÚA EN ZONA DE SPOILER...
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La Leda adulta observa de reojo a Nina, la madre primeriza de la familia de al lado, y siente remordimientos por el descuido de sus propios hijos. Leda encontrará en el bosque a la hija perdida de Nina y en un acto algo incomprensible le roba su muñeca.

La muñeca es un símbolo, el objeto que no se debe descuidar, así como los hijos y la joven Leda, en otro flashback, se enoja con su hija porque la ha descuidado. Potente la imagen de una muñeca hecha pedazos contra el pavimento. Puede ser que Leda le quiera evitar sufrimientos a Nina, pero más tarde le devolverá la muñeca y le dirá simplemente que ella es una madre antinatural. Hay cierta perversión, aunque la realidad es que su instinto maternal tenía un límite: Leda no estaba dispuesta a dejar de ser una persona, cuidaba cariñosamente a sus hijas, pero en un momento tuvo que dejarlas para no ser absorbida por la nada.

Leda deja el balneario habiendo sentido mareos constantes, una especie de pérdida de consciencia ante los recuerdos aciagos. Esos desmayos son otro símbolo, una especie de discontinuidad ante episodios en que la sociedad la habría tachado de mala madre.

Leda otra vez tras el volante, alejándose de esos recuerdos. Los encuadres ahora son dislocados y la música refleja una pérdida de control que va más allá de su consciencia.

El automóvil se estrella, en realidad es ella que carga con demasiada culpa, despierta en la orilla del mar y lo primero que hace es llamar a su hija.

Basta de remordimientos, Leda es una mujer hecha y derecha, conversa con su hija, el espectador está encantado con este ser humano honesto, sus decisiones la convirtieron en una mujer intensa que cuando estaba con sus hijas se dedicó cien por ciento a ellas.

La directora, en un fuera de escena magistral, apenas insinúa que la madre de Leda nunca estudió nada. Ella en cambio tomó las riendas de su vida. Lo que no muestra el guion son unos abusos psicológicos que el espectador intuye, pero mantener bajo un velo esos aspectos que la volvieron una mujer oscura le da más peso al actuar de la mujer e independizan sus decisiones de un pasado aciago. Simplemente Leda es un ser humano que tenía todo el derecho a desarrollarse como una mujer en todas sus dimensiones.
4 de junio de 2016
41 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entretenida, pero de soluciones fáciles. Hay varias vertientes narrativas: televisión basura y su componente ético; el poder de las redes sociales; dinero y su correspondencia real; y globalidad del mundo digital y velocidad de sus transacciones. Ninguna de esas hebras es abordada en profundidad. La película busca ser reveladora para alertarnos de los peligros de esta era digital, pero sólo nos brinda una primera derivada de los problemas, al contrario de muchas cintas que abordan el descarnado mundo financiero de manera acuciosa. Las dos primeras vertientes son abordadas desde un humor inteligente (crueldad de los inversores y la sorpresiva entrevista a la novia del protagonista), pero desaparecen rápidamente del foco de atención. La directora quizás comete el error de incluir actores muy conocidos (George Clooney y Julia Roberts) al mando del programa televisivo (intertextualidad fallida) en desmedro de un trabajador ignorante que pierde toda su herencia al seguir los consejos del programa “Money Monster” (título original de la cinta). Se enfoca en los derroteros de los amigos (animador y productora) y no se interesa por la solución de los conflictos del joven trabajador que recurre a la violencia para hacerse escuchar. Foster esboza una alerta sobre dónde está el dinero real (ese que tenía su respaldo en oro) o, dicho de otro modo, de si el dinero que se transa es real o ficticio, pero tampoco ahonda demasiado en el tema. Se detiene un poco más en la globalidad del mundo financiero y de las comunicaciones, pero ahí surgen hackers sacados del sombrero y búsquedas demasiado exitosas de un buscador de Internet, lo que resta credibilidad a la supuesta arista periodística de esta película que, pese a sus falencias, tiene buen ritmo y es bastante entretenida.
6 de junio de 2015
34 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Y vio Dios que la luz era buena, y separó Dios la luz de las tinieblas". No es gratuito este epígrafe proveniente del Génesis, sino uno necesario, y quizás aviso de que la película será de un tinte oscuro. La imagen es a propósito brumosa y crepuscular, de poca nitidez, resaltando la pobreza y fealdad del pueblo de La Boca. El contrapunto es la impecable simbología de lo filmado durante las cenas en penumbra y los primeros planos al rostro y pies de Sandokan. La historia es potente y encierra una irónica, pero sepulcral visión de algunos sacerdotes de la Iglesia Católica; es hiperrealista en su puesta en escena aunque esconde un soterrado humor negro en medio de cánticos religiosos. De alguna forma nos insinúa las atrocidades que cometería la Iglesia para esconder a sus ángeles caídos. Las personalidades de los sacerdotes recluidos en la casa de acogida se confunden en un cinismo demencial proveniente de verdaderos delincuentes que son incapaces de reconocerse como tales. Estos viles seres no tienen redención (prácticamente no existe una sola gota de bondad en el filme) y la verdad, no se requiere de un guión demasiado elaborado para acontecimientos narrados linealmente y que se disponen a la manera de una crónica maniqueísta de claroscuros, con diálogos que pueden resultar procaces a un nivel casi escatológico y muy poco espiritual, aunque hay que reconocer que el final es tan sorprendente como poco probable de que ocurra en la realidad. Es una película mucho más cruda que "El Bosque de Karadima", debido a que da cuenta de los sacerdotes del Chile real y no solo de uno de la elite. El guión de esta última debe alinear no solo más personajes, sino complejidades de dulce y agraz de los protagonistas. "El Club" sostiene actuaciones memorables, pero menos complejas que la de Karadima y de su pupilo Thomas Leyton; lo anterior debido a que la retorcida historia es la verdadera protagonista de este Club.
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