La mejor película de Aranda con mucho. Siendo este un director que me gusta poco o casi nada, y últimamente nada, consigue aquí su película más equilibrada, donde la ambientación, fotografía, música, interpretaciones alcanzan un alto nivel. Es de las pocas películas del autor donde el excesivo contenido sexual (marca de la casa), tiene un sentido y está perfectamente integrado dentro del argumento.
La única pega, un final poco creíble, por muy basados en hechos reales que este.

Todas estas películas de animación recientes, se caracterizan por destellos puntuales de creatividad, reflejados en el diseño de personajes, situaciones cómicas..., demostrando que la gente que hay detrás de las mismas, tienen inteligencia y talento; pero casi siempre el resultado final resulta tremendamente tópico y reiterativo, es decir, vista una, las has visto todas; y esta película es un claro ejemplo.

Entretenida película, perteneciente a la serie de temática cavernícola de la Hammer iniciada con “Hace un millón de años”, con la exuberante y carismática Raquel Welch. Estas películas gozaron de un enorme éxito de público (masculino sobretodo), ya que su ingrediente principal, era el de presentar a un gran número trogloditas jamonas, ataviadas de mínimos bikinis de piel. Estas pasaban la mayor parte de la película escapando de hambrientos monstruos de plastilina, con ganas de satisfacer su apetito animal (¿sexual?).
Por lo tanto muy recomendable para los seguidores del género de aventuras ligero o amantes de españoladas con “suecas playeras”.

Absténgase de verla arqueólogos, estudiosos de prehistoria, seguidores de los documentales de la BBC y del canal de Historia, si no quieren tener un profundo dolor de cabeza. Aquí hombres y dinosaurios conviven como en un capítulo de los Picapiedra, y las cavernícolas no tienen pelos en las tetas.

Lo mejor: los diálogos. Debajo del UNGA UNGA TOCA MINGA, se esconde innumerables y profundas metáforas.