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Críticas ordenadas por utilidad
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6
31 de enero de 2013
31 de enero de 2013
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curioso filme propagandístico de 1936. Originalmente bajo el título de ‘Tell Your Children’, y financiado por un grupo religioso, ‘Reefer Madness’ procuraba aleccionar a través de varias secuencias melodramáticas, sobre los efectos de la marihuana. Principalmente destinado a ser mostrado a padres como un cuento moral que exponía los peligros a los que estaban sometidos sus hijos, ‘Reefer Madness’ ha sido reconsiderada con el tiempo como una pieza de culto y ejemplo de película de medianoche. Su estrambótica, exagerada y en cierta medida, manipuladora visión sobre los efectos de la droga de la risa fácil, la convierten en claro ejemplo de cine de control social de mediados de los años 30, que adecuándose a nuestros tiempos, se torna en una delírate comedia involuntaria. Una curiosa obra de la que se hizo un remake en 2005 en clave satírica, que funciona como parodia del film original. Recomendable ver ambas en sesión doble, con reservas de alcohol y marihuana. Risas aseguradas.
@DavidCarideS
blog: http://lazona-b.blogspot.com.es
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10
21 de marzo de 2013
21 de marzo de 2013
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Walter White es un profesor de Química de secundaria representado como el paradigma del infortunio: hijo minusválido, mujer embarazada y un sueldo insuficiente para mantener su bienestar, para mayor desgracia, el problema se verá acrecentado cuando le diagnostiquen un cáncer terminal de pulmón, lo que formulará el germen de la transfiguración de un individuo con valores morales afines al sistema, a una suerte de antihéroe, cuando tome contacto con Jesse Pickman, antiguo alumno suyo que le servirá de guía para introducirse en el mundo del tráfico de drogas. La narración absorbe el llamado camino del héroe, pero a la inversa, y lo representa a través de dos flancos, retroalimentados el uno del otro. Tanto Jesse como Walter ‘Heisenberg’, ambos maestros y alumnos del otro, suponen el punto de inflexión coral donde se ramificará el desarrollo de más de una decena de personajes secundarios, decisivamente influyentes sobre el dúo, llevando a una progresiva “walterización” de Jesse y “Jesseficación” de Walter.
La creación de Gilligan, con denotada bis tragicómica en sus primeros compases, termina derivando en un autentica tragedia coral urbana, de trafico de drogas, como temática, pero no desde la perspectiva de realismo sucio y tangible visto en ‘The Wire’, sino como un McGuffin en el que se cimenta la evolución de los personajes; punto fuerte de la serie, y que pasará a la historia por su excelencia; no sería descabellado pensar que ‘Breaking Bad’ tiene la mejor evolución de caracteres de la historia de la televisión, quizá suene un poco fuerte, un poco manido, y un poco gratuito, pero hay que verlo para creerlo; muchos dicen que la base de un buen guión no está en su historia, sino en su retórica y sus personajes, afirmación que comparto hasta las últimas consecuencias. Y es en sus personajes donde se aborda la verdadera cuestión de la serie: la moral. ¿Es correcto lo que Jesse y Walter hacen? ¿Si no es correcto, es justo? ¿Acaso el fin justifica los medios?... Solo pequeños ejemplos de una amplia amalgama de temas ocultos en una serie llamada a grabar con letras de oro su nombre en la historia de la televisión.
La creación de Gilligan, con denotada bis tragicómica en sus primeros compases, termina derivando en un autentica tragedia coral urbana, de trafico de drogas, como temática, pero no desde la perspectiva de realismo sucio y tangible visto en ‘The Wire’, sino como un McGuffin en el que se cimenta la evolución de los personajes; punto fuerte de la serie, y que pasará a la historia por su excelencia; no sería descabellado pensar que ‘Breaking Bad’ tiene la mejor evolución de caracteres de la historia de la televisión, quizá suene un poco fuerte, un poco manido, y un poco gratuito, pero hay que verlo para creerlo; muchos dicen que la base de un buen guión no está en su historia, sino en su retórica y sus personajes, afirmación que comparto hasta las últimas consecuencias. Y es en sus personajes donde se aborda la verdadera cuestión de la serie: la moral. ¿Es correcto lo que Jesse y Walter hacen? ¿Si no es correcto, es justo? ¿Acaso el fin justifica los medios?... Solo pequeños ejemplos de una amplia amalgama de temas ocultos en una serie llamada a grabar con letras de oro su nombre en la historia de la televisión.
13 de diciembre de 2011
13 de diciembre de 2011
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Tunnel Rats” provocó un punto de inflexión en la carrera de Uwe Boll. Tras media docena de infectas adaptaciones de videojuegos, saca a relucir su vena más autoral y nos regala una interesante película sobre la guerra de Vietnam (quizá la mejor de su filmografía). A partir de ese momento su filmografía de bifurca en dos caminos: uno que prosigue adaptando por las malas videojuegos y otro de un carácter más “auteur” en el que desenvuelve sus facetas como guionista además de como realizador. Este último, caracterizado casi siempre por una exacerbada utilización de la violencia y uso y abuso de la cámara en mano.
Con Rampage, Uwe se mete de lleno en la denuncia social, y logra sacar algo interesante del asunto. Pero se ve descompensada por algunas incoherencias en el guión y la propia realización del director, empeñado en ponerle un estilo clipero desproporcionado, que más que dar estilo, resulta molesto. El mareante movimiento de la cámara no hace sino certificar que esta técnica se ha convertido en refugio de realizadores sin talento, que justifican este estilo con un “es para darle verosimilitud al tema…” … hay que joderse. Boll no es Paul Greengass y en ningún momento es capaz de dotar de una narrativa coherente a la película.
Está bien podría ser una alegoría de un Uwe Boll que hasta los huevos de que la gente critique su cine de forma tan personal, se enfunde en una armadura de kevlar y no deje títere con cabeza. Venganza personal o no, lo que ha dejado claro el colega Boll, es que tonto no es, otra cosa es que le falte talento.
Rampage queda como una película interesante, de las mejores de la filmografía del alemán (cosa no muy difícil), que en manos de otro, podría haber sido algo mucho mejor.
-David Caride Films-
Con Rampage, Uwe se mete de lleno en la denuncia social, y logra sacar algo interesante del asunto. Pero se ve descompensada por algunas incoherencias en el guión y la propia realización del director, empeñado en ponerle un estilo clipero desproporcionado, que más que dar estilo, resulta molesto. El mareante movimiento de la cámara no hace sino certificar que esta técnica se ha convertido en refugio de realizadores sin talento, que justifican este estilo con un “es para darle verosimilitud al tema…” … hay que joderse. Boll no es Paul Greengass y en ningún momento es capaz de dotar de una narrativa coherente a la película.
Está bien podría ser una alegoría de un Uwe Boll que hasta los huevos de que la gente critique su cine de forma tan personal, se enfunde en una armadura de kevlar y no deje títere con cabeza. Venganza personal o no, lo que ha dejado claro el colega Boll, es que tonto no es, otra cosa es que le falte talento.
Rampage queda como una película interesante, de las mejores de la filmografía del alemán (cosa no muy difícil), que en manos de otro, podría haber sido algo mucho mejor.
-David Caride Films-
3 de junio de 2013
3 de junio de 2013
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1996, mientras Danny Boyle dejaba su impronta con 'Trainspotting' y su visión videocliperamente adictiva de cinco colegas atrapados en el turbio mundo de las drogas, en Dinamarca, un joven cineasta de 26 años llamado Nicolas Winding Refn, expulsado de un par de escuelas de cine (quien sabe si por pegar a algún profesor o compañero…) entregaba 'Pusher', su ópera prima; un filme que se movería a rebufo de la genialidad de Boyle, pero que con el tiempo gozaría de cierto reconocimiento popular hasta alcanzar el status de película de culto.
‘Pusher' muestra bajo una estética Trash los ambientes delictivos de Copenhague en un primer acercamiento de Renf a la violencia, menos exhibicionista que a posteriori, pero con una fuerte carga conceptual. El por aquel entonces primerizo realizador recurre a la cámara en mano retratar la inmundicia con veracidad a través de ambientes reales. Vítores del danés, Refn consigue su objetivo saliendo en ocasiones beneficiado de sus técnicas de guerrilla hasta el punto de hacer de la película una apariencia de documental sobre los bajos fondos de la capital danesa. La suciedad imperante de la película no tacañea en diálogos basura sobre sexo y drogas acordes con el concepto ‘Trash’, que si bien son deleznables, son parte importante de la ambientación. El problema llega en que toda esta composición se queda en lo superficial; la obsesión por la suciedad del realismo y por lo salvaje del mundo criminal, se sobrepone a la introspección de sus personajes.
Al igual que la obra maestra de Boyle, ‘Pusher’ se configura bajo un ordenamiento coral que se irá dilantando en torno a un solo personaje con el rostro de Kim Bodnia. Desgraciadamente al actor de Copenhague no le llega el material que propone Refn como para crear un protagonista más allá de la caricatura; le falta vehemencia en sus conflictos y momentos humanos donde no esté realizando sus cotidianos trapicheos o entablando conversaciones de besugos. Bodnia es devorado por la estética sin poder desenvolver su potencial, ni desde la imponencia física ni desde el talento dramático. El futuro director de ‘Drive’ se percataría de este problema en las dos secuelas siguientes, conformando una trilogía con pros y contras de la que se puede decir que su primera entrega, a pesar de aun resultar interesante, es la más floja.
@DavidCarideS
blog: http://lazona-b.blogspot.com.es
‘Pusher' muestra bajo una estética Trash los ambientes delictivos de Copenhague en un primer acercamiento de Renf a la violencia, menos exhibicionista que a posteriori, pero con una fuerte carga conceptual. El por aquel entonces primerizo realizador recurre a la cámara en mano retratar la inmundicia con veracidad a través de ambientes reales. Vítores del danés, Refn consigue su objetivo saliendo en ocasiones beneficiado de sus técnicas de guerrilla hasta el punto de hacer de la película una apariencia de documental sobre los bajos fondos de la capital danesa. La suciedad imperante de la película no tacañea en diálogos basura sobre sexo y drogas acordes con el concepto ‘Trash’, que si bien son deleznables, son parte importante de la ambientación. El problema llega en que toda esta composición se queda en lo superficial; la obsesión por la suciedad del realismo y por lo salvaje del mundo criminal, se sobrepone a la introspección de sus personajes.
Al igual que la obra maestra de Boyle, ‘Pusher’ se configura bajo un ordenamiento coral que se irá dilantando en torno a un solo personaje con el rostro de Kim Bodnia. Desgraciadamente al actor de Copenhague no le llega el material que propone Refn como para crear un protagonista más allá de la caricatura; le falta vehemencia en sus conflictos y momentos humanos donde no esté realizando sus cotidianos trapicheos o entablando conversaciones de besugos. Bodnia es devorado por la estética sin poder desenvolver su potencial, ni desde la imponencia física ni desde el talento dramático. El futuro director de ‘Drive’ se percataría de este problema en las dos secuelas siguientes, conformando una trilogía con pros y contras de la que se puede decir que su primera entrega, a pesar de aun resultar interesante, es la más floja.
@DavidCarideS
blog: http://lazona-b.blogspot.com.es

5,1
29.738
5
3 de septiembre de 2013
3 de septiembre de 2013
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llega un momento en la vida de todo aquel que se haga llamar cinéfilo donde hay que dejar de agachar la cabeza en la vida pública ante películas no muy bien consideradas por los círculos especializados, y decir “pues a mi me ha gustado”. Eso me sucede a mi con ‘The Punisher’ (2004), y eso que no es que la segunda versión para cines del vigilante de la calavera nacido en Marvel me apasione vigorosamente, pero exploro y exploro, y no consigo localizar el lugar donde la cinefília le ha grabado en el cuerpo, con un cuchillo incandescente, la palabra “bodrio”. Y es que la película dirigida Jonathan Hesleigh, guionista de éxitos como ‘Jungla de Cristal: la venganza’, con Thomas Jane en la piel del “castigador”, no solo no me parece una ignominia hacia el personaje de Marvel sino que la disfruto como una correctísima película.
Garth Ennis fue el punto de inflexión para el personaje, la línea que presumiblemente trazó con cinismo y humor negro el camino a que seguir: el autor de Belfast asimila al castigador como un psicópata constructor de una filosofía de vida sustentada en la emoción del odio; la pérdida de su familia es nada más que el pretexto para dar rienda suelta a la labor de emisario del diablo que envía a los pecadores a las puertas del infierno. Era de esperar, dado el momento y las modas, que toda la parafernalia estuviera condicionada por la obra de Ennis, sin embargo, y a pesar de conservar ecos argumentales de la primera serie de Marvel Knigths, no es así; este ‘Punisher’ mastica y regurgita la sobriedad de ‘Punisher: Year One’ y lo proyecta – incluido un idéntico soliloquio final de Castle- sobre los pasajes de Ennis, lo que se traduce en: adiós humor, adiós violencia folclóricamente desmesurada, hola autodestrucción, hola tristeza. Jonathan Hesleigh encauza las piezas de esta amalgama con un cariz ciertamente western, de tono crepuscular, pincelado por una estupenda banda sonora de Graeme Revell que hace delicias del aficionado al spaghetti western con pautas bastante morriconianas , consiguiendo una dimensión pintoresca y cierto aura tradicional que personalmente agradezco. Sus labores tras las cámaras son correctas, a secas; la dirección de las secuencias de acción es modesta pero no desastrosa, cumple especialmente en el famoso enfrentamiento contra “el ruso” rescatado de la primera serie limitada del díptico Ennis/Dillon. Esto último remite a la austeridad del guión, que es apenas una suerte de estructura enlazada por varios “grandes éxitos” del cómic; quizá esa modestia sea algo de agradecer en tiempos donde el cine de “héroes”, tan transitado y desgastado a lo largo del las décadas, adereza el espectáculo con agotadora trascendencia intelectual. En todo caso, el guión cumple el menester de entretener, sin salirse de la línea del común cine de venganzas.
En lo que respecta al espectro interpretativo, no hay mucho que decir del personaje de John Travolta; un mafioso de manual, que adolece de una opacidad y una pereza que le impiden infundir temor. Sin duda uno de los grandes lastres de la película. Por otra parte, el “Punisher” de Thomas Jane es una opción más que adecuada, situada en las antípodas de la esperpéntica interpretación ofrecida por Dolph Lundgren en 1989; hay fragilidad en su mirada descompuesta y en su físico demacrado, y no excesivamente musculado. Recrearse en su sufrimiento es un rasgo esencial para descarnar el conflicto entre la emoción de la venganza y la razón de vivir que nos lleva al mismo origen del antihéroe una vez cumplida la creencia, convertida en verdad racional y enterrado la emoción. ¿En que se diferencia el superhéroe del antihéroe? El primero no se implica dando muerte porque el mismo constituye el ideal del espíritu comunitario, del altruismo, de la bondad… es la tesis utópica del bien que nos dicta la parábola bíblica (DIOS) que viene del mundo de las ideas y que se convierte en la salvación que aspira todo hombre por medio del bien común (introduzcan a Superman aquí); el antihéroe, por contra, se mueve por una filosofía egoísta, se implica hasta matar, es torturado por la adicción concupiscible y se convierte en la antítesis del ideal del bien (El DIABLO; concepto genialmente expuesto por Ennis en ‘Born’). Ambos llegan al fin de acabar con los criminales, pero sobre los primeros impera la fe en el sistema, y sobre los segundos la negación de la misma - lo que los equipara con los villanos-. Dicho esto, la filosofía de autodestrucción de un antihéroe como ‘el castigador’ no es, precisamente, algo a tomarse a risa; a Ennis le tomó bastante tiempo ponerse serio con el personaje, como lo hace esta versión cinematográfica, aunque sea mediante una tradicional historia de venganza.
@DavidCarideS
Garth Ennis fue el punto de inflexión para el personaje, la línea que presumiblemente trazó con cinismo y humor negro el camino a que seguir: el autor de Belfast asimila al castigador como un psicópata constructor de una filosofía de vida sustentada en la emoción del odio; la pérdida de su familia es nada más que el pretexto para dar rienda suelta a la labor de emisario del diablo que envía a los pecadores a las puertas del infierno. Era de esperar, dado el momento y las modas, que toda la parafernalia estuviera condicionada por la obra de Ennis, sin embargo, y a pesar de conservar ecos argumentales de la primera serie de Marvel Knigths, no es así; este ‘Punisher’ mastica y regurgita la sobriedad de ‘Punisher: Year One’ y lo proyecta – incluido un idéntico soliloquio final de Castle- sobre los pasajes de Ennis, lo que se traduce en: adiós humor, adiós violencia folclóricamente desmesurada, hola autodestrucción, hola tristeza. Jonathan Hesleigh encauza las piezas de esta amalgama con un cariz ciertamente western, de tono crepuscular, pincelado por una estupenda banda sonora de Graeme Revell que hace delicias del aficionado al spaghetti western con pautas bastante morriconianas , consiguiendo una dimensión pintoresca y cierto aura tradicional que personalmente agradezco. Sus labores tras las cámaras son correctas, a secas; la dirección de las secuencias de acción es modesta pero no desastrosa, cumple especialmente en el famoso enfrentamiento contra “el ruso” rescatado de la primera serie limitada del díptico Ennis/Dillon. Esto último remite a la austeridad del guión, que es apenas una suerte de estructura enlazada por varios “grandes éxitos” del cómic; quizá esa modestia sea algo de agradecer en tiempos donde el cine de “héroes”, tan transitado y desgastado a lo largo del las décadas, adereza el espectáculo con agotadora trascendencia intelectual. En todo caso, el guión cumple el menester de entretener, sin salirse de la línea del común cine de venganzas.
En lo que respecta al espectro interpretativo, no hay mucho que decir del personaje de John Travolta; un mafioso de manual, que adolece de una opacidad y una pereza que le impiden infundir temor. Sin duda uno de los grandes lastres de la película. Por otra parte, el “Punisher” de Thomas Jane es una opción más que adecuada, situada en las antípodas de la esperpéntica interpretación ofrecida por Dolph Lundgren en 1989; hay fragilidad en su mirada descompuesta y en su físico demacrado, y no excesivamente musculado. Recrearse en su sufrimiento es un rasgo esencial para descarnar el conflicto entre la emoción de la venganza y la razón de vivir que nos lleva al mismo origen del antihéroe una vez cumplida la creencia, convertida en verdad racional y enterrado la emoción. ¿En que se diferencia el superhéroe del antihéroe? El primero no se implica dando muerte porque el mismo constituye el ideal del espíritu comunitario, del altruismo, de la bondad… es la tesis utópica del bien que nos dicta la parábola bíblica (DIOS) que viene del mundo de las ideas y que se convierte en la salvación que aspira todo hombre por medio del bien común (introduzcan a Superman aquí); el antihéroe, por contra, se mueve por una filosofía egoísta, se implica hasta matar, es torturado por la adicción concupiscible y se convierte en la antítesis del ideal del bien (El DIABLO; concepto genialmente expuesto por Ennis en ‘Born’). Ambos llegan al fin de acabar con los criminales, pero sobre los primeros impera la fe en el sistema, y sobre los segundos la negación de la misma - lo que los equipara con los villanos-. Dicho esto, la filosofía de autodestrucción de un antihéroe como ‘el castigador’ no es, precisamente, algo a tomarse a risa; a Ennis le tomó bastante tiempo ponerse serio con el personaje, como lo hace esta versión cinematográfica, aunque sea mediante una tradicional historia de venganza.
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