You must be a loged user to know your affinity with Fernando Garín
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred

6,3
6.276
8
19 de noviembre de 2015
19 de noviembre de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El western sigue vivo. Y “Deuda de honor” lo demuestra. Desafiando a la idea de que se trata de un género amortizado y caduco, obras como la de Tommy Lee Jones confirman su vigencia y buena forma. Hay temas que tradicionalmente han formado parte del western desde sus inicios: la tierra hostil y salvaje frente a la civilización, el valor y la cobardía, la soledad del ser humano, el honor y el valor de la palabra. Todos ellos están presentes en “Deuda de honor”. Pero la aportación más interesante al género es, sin duda, el punto de vista femenino desde el que observamos la historia. Tommy Lee Jones nos desafía a asistir a una historia de hombres, en un mundo de hombres bajo la perspectiva de una mujer. Y ahí radica el principal acierto de la película. Mary Bee Cuddy es un personaje, profundo, bien perfilado. Una mujer que desafía a las convenciones por su carácter y modus vivendi, y que, al mismo tiempo, trata de hacerse un hueco en la sociedad que se está forjando. Intenta buscar un marido sin éxito, patéticamente, pero su propia idiosincrasia, rebelde e independiente, hace incompatible sus anhelos con el papel de sumisión al que estaba condenada la mujer far west del siglo XIX.
Más allá de este extraordinario punto de vista, la obra nos arroja otra serie de experiencias de mujeres traumatizadas irreversiblemente por sus vivencias en el salvaje oeste. Otras tres mujeres, probablemente sin la fuerza de la señorita Cuddy, que han visto truncarse sus vidas por diferentes motivos que tienen un hilo común. Todas ellas han sido extraídas del mundo civilizado para casarse con hombres que se han adentrado en la ignota Nebraska. Trasladadas a un mundo desconocido, despiadado, donde reinan la soledad y el miedo y donde la ausencia de la ley y los códigos morales es absoluta, estas mujeres terminan por romperse psicológicamente.
Y ahí está la magia narrativa del film: en el hecho de que el hilo narrativo permita que Mary Bee Cuddy se encuentre con esas mujeres. Mujeres que se convierten en el espejo en el Mary ve lo que podría haber sido de ella y la reafirman en su espítitu libre. Per las contradicciones están en todos nosotros e, incluso los más libres espíritus, se cansan de luchar algún día.
Briggs (Tommy Lee Jones) está inconmensurable. Una mezcla perfecta de bonachonería, bandarrismo, racanería moral y ternura que lo convierte en un personaje que logrará la empatía del espectador. Realiza una transición interesantísima, oscilando desde miserable deslincuente buscavidas a honorable y tierno justiciero, siempre sin perder su espíritu de vividor.
Todo funciona en esta película que transmite la inmensa soledad de unos personajes que atrapan. Jones ha conseguido un psicodrama–western que desfila sobriamente por las interminables llanuras de la inmensa Nebraska con eficacia, concreción y profundidad, consiguiendo dar oxígeno a los que pensamos que el western nunca muere.
Fernando Garín.
Más allá de este extraordinario punto de vista, la obra nos arroja otra serie de experiencias de mujeres traumatizadas irreversiblemente por sus vivencias en el salvaje oeste. Otras tres mujeres, probablemente sin la fuerza de la señorita Cuddy, que han visto truncarse sus vidas por diferentes motivos que tienen un hilo común. Todas ellas han sido extraídas del mundo civilizado para casarse con hombres que se han adentrado en la ignota Nebraska. Trasladadas a un mundo desconocido, despiadado, donde reinan la soledad y el miedo y donde la ausencia de la ley y los códigos morales es absoluta, estas mujeres terminan por romperse psicológicamente.
Y ahí está la magia narrativa del film: en el hecho de que el hilo narrativo permita que Mary Bee Cuddy se encuentre con esas mujeres. Mujeres que se convierten en el espejo en el Mary ve lo que podría haber sido de ella y la reafirman en su espítitu libre. Per las contradicciones están en todos nosotros e, incluso los más libres espíritus, se cansan de luchar algún día.
Briggs (Tommy Lee Jones) está inconmensurable. Una mezcla perfecta de bonachonería, bandarrismo, racanería moral y ternura que lo convierte en un personaje que logrará la empatía del espectador. Realiza una transición interesantísima, oscilando desde miserable deslincuente buscavidas a honorable y tierno justiciero, siempre sin perder su espíritu de vividor.
Todo funciona en esta película que transmite la inmensa soledad de unos personajes que atrapan. Jones ha conseguido un psicodrama–western que desfila sobriamente por las interminables llanuras de la inmensa Nebraska con eficacia, concreción y profundidad, consiguiendo dar oxígeno a los que pensamos que el western nunca muere.
Fernando Garín.

6,7
1.111
5
18 de agosto de 2020
18 de agosto de 2020
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayer alquilé en FILMIN “Moffie” (Olivier Hermanus, 2019), uno de los estrenos LGTB postcuarentena más esperados. Había oído y leído tan buenas opinones que no pude resistirme a descubrir al que muchos consideran el mejor joven director sudafricano del momento.
Como a menudo ocurre, no hay peor chasco que una expectativa colosal y hoy me veo en la necesidad de justificar mi decepción con “Moffie”, término con el que se designa despectivamente a los homosexuales en afrikáans.
Por una parte, hay una historia de brutalidad, acoso y homofobia con componentes dramáticos de sobra que queda excesivamente diluida en un drama bélico con componentes raciales y pacifistas. Probablemente, una abundancia de temas que hacen que la temática gay desaparezca durante largos periodos del metraje. No seré yo quien niegue que la temática LGTB está destinada a tratarse con normalidad tangencial en el seno del cine contemporáneo. Pero es que “Moffie” plantea una historia concreta, rodeada de hechos reales acaecidos en los años 80, con un protagonista homosexual que afronta un conflicto por su condición. Y todo ello hace que me molesten las distracciones y el intento por abarcar temas muy complejos.
Por otra parte, el film de Hermanus recuerda demasiado a otros que ya están fijados en la memoria colectiva. Así ocurre en el primer encuentro erótico de Nick (“métete conmigo en el saco que vas a quedarte helado ahí fuera”), evocando a “Brokeback Mountain” (2005); o la supervivencia en la heteronorma de un ambiente masculinizado y sutil sensibilidad de “Moonlight” (2016), de la cual existen claras referencias fotográficas además de la escena de la playa, clímax de la soledad del personaje.
Pero si hay una referencia que lastra al film es la de “La chaqueta metálica” (1986). Las similitudes con la obra maestra de Kubrick no se le han escapado a nadie: la instrucción militar en los barracones, el sargento sádico, el suicidio de un recluta, la elipsis y posterior intervención militar… una estructura casi idéntica que hacen que “Moffie” corra el riesgo de convertirse en la versión gay de una de las mejores películas bélicas de todos los tiempos.
Hermanus intenta darle forma a su propia historia. Y añade algún toque documental y algo de ritmo musical como está mandado hoy en día. Incluso diría que es un testimonio valioso que cubre ciertas lagunas en el subgénero LGTB bélico. Pero no logra convencerme.
Y es que Nick se mueve en la extraña dicotomía de ser protagonista de su propia historia en ocasiones y mero espectador pasivo por momentos, algo que me desengancha de su mundo afectivo más de lo que me gustaría.
Para concluir, su final resulta demasiado abierto para que el espectador tenga la sensación de haber asistido a un sufrimiento vital del que extraer algo positivo.
Y yo gestiono mi decepción y recojo mis esperanzas recordando esa joya también sudafricana que es “The wound” (John Trengove, 2017), valiente, despiadada, tribal y profundamente personal.
Fernando Garín.
Como a menudo ocurre, no hay peor chasco que una expectativa colosal y hoy me veo en la necesidad de justificar mi decepción con “Moffie”, término con el que se designa despectivamente a los homosexuales en afrikáans.
Por una parte, hay una historia de brutalidad, acoso y homofobia con componentes dramáticos de sobra que queda excesivamente diluida en un drama bélico con componentes raciales y pacifistas. Probablemente, una abundancia de temas que hacen que la temática gay desaparezca durante largos periodos del metraje. No seré yo quien niegue que la temática LGTB está destinada a tratarse con normalidad tangencial en el seno del cine contemporáneo. Pero es que “Moffie” plantea una historia concreta, rodeada de hechos reales acaecidos en los años 80, con un protagonista homosexual que afronta un conflicto por su condición. Y todo ello hace que me molesten las distracciones y el intento por abarcar temas muy complejos.
Por otra parte, el film de Hermanus recuerda demasiado a otros que ya están fijados en la memoria colectiva. Así ocurre en el primer encuentro erótico de Nick (“métete conmigo en el saco que vas a quedarte helado ahí fuera”), evocando a “Brokeback Mountain” (2005); o la supervivencia en la heteronorma de un ambiente masculinizado y sutil sensibilidad de “Moonlight” (2016), de la cual existen claras referencias fotográficas además de la escena de la playa, clímax de la soledad del personaje.
Pero si hay una referencia que lastra al film es la de “La chaqueta metálica” (1986). Las similitudes con la obra maestra de Kubrick no se le han escapado a nadie: la instrucción militar en los barracones, el sargento sádico, el suicidio de un recluta, la elipsis y posterior intervención militar… una estructura casi idéntica que hacen que “Moffie” corra el riesgo de convertirse en la versión gay de una de las mejores películas bélicas de todos los tiempos.
Hermanus intenta darle forma a su propia historia. Y añade algún toque documental y algo de ritmo musical como está mandado hoy en día. Incluso diría que es un testimonio valioso que cubre ciertas lagunas en el subgénero LGTB bélico. Pero no logra convencerme.
Y es que Nick se mueve en la extraña dicotomía de ser protagonista de su propia historia en ocasiones y mero espectador pasivo por momentos, algo que me desengancha de su mundo afectivo más de lo que me gustaría.
Para concluir, su final resulta demasiado abierto para que el espectador tenga la sensación de haber asistido a un sufrimiento vital del que extraer algo positivo.
Y yo gestiono mi decepción y recojo mis esperanzas recordando esa joya también sudafricana que es “The wound” (John Trengove, 2017), valiente, despiadada, tribal y profundamente personal.
Fernando Garín.

4,8
9.121
5
14 de octubre de 2019
14 de octubre de 2019
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues nada, la decepción cinematográfica del año ya tiene nombre: “Géminis” (Ang Lee, 2019). Los que hemos sido devotos seguidores del cine de Lee desde sus inicios recibimos con “Géminis” un soberano bofetón. En su fracasado intento por sumarse a una oleada de nuevos cineastas que impresionan al mundo en el uso de las nuevas tecnologías, Ang Lee ha conseguido dejar de impresionarnos. Porque ha dejado de hacer lo que sabía hacer como nadie: conmovernos. De su lirismo y sensibilidad, su visión estética y su sinceridad narrativa, ya no queda nada. Quizás huelga decirlo, pero entre su filmografía están las magníficas: “El banquete de bodas” (1993), “Comer, beber, amar” (1994), “Sentido y sensibilidad” (1995), “La tormenta de hielo” (1997) o “Brokeback Mountain” (2005). Y, ¿qué es “Géminis”? La gran apuesta del mejor director taiwanés de todos los tiempos por la tecnología conseguirá sin duda poner a todo el mundo de acuerdo: es un rotundo fracaso. Y este le va a doler mucho, porque hace dos años ya reconoció haberse sentido “apaleado” por su penúltimo film (“Billy Lynn”, 2016). Con Géminis, Ang Lee ha culminado un salto tecnológico sin red que inició con “La vida de Pi” (2012). En aquel caso, todavía existía una historia fabulosamente conmovedora que iba de la mano del espectáculo visual. Con “Géminis” ya solo queda el espectáculo visual. Es un thriller sin maestría, tensión ni sentido del humor. Desaprovecha un suculento debate ético y filosófico y se toma demasiado en serio para lo vacía que resulta. Solo cabe hablar de este ejercicio de frivolidad como hito tecnológico. Ha sido rodada a 120 frames por segundo en 3D y 4K, lo cual es absurdamente inútil, pues solamente 14 cines de los Estados Unidos tienen la capacidad tecnológica de proyectarla. Y nos ofrece a dos Will Smith: uno real y otro virtual. Y esto sí merece ser resaltado. “Géminis” crea el personaje virtual más real que he visto. Y es que el Will Smith de pega goza de un realismo tan impecable que el espectador evocará la mítica “El príncipe de Bel Air”. De hecho, el actor real a veces resulta mucho más postizo que su clon. Se abre una nueva vía: Si conseguimos una versión rejuvenecida del Star-system tan convincente, le hemos salvado de pasar por quirófano a un buen número de mitos de la interpretación. Es una pena que todo esto a Nicole Kidman le llegue demasiado tarde. (4,5/10)
Fernando Garín.
Fernando Garín.
16 de enero de 2017
16 de enero de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podría haber sido una gran película musical. Podría haber contado una historia de amor extraordinaria, que calara muy hondo. Desgraciadamente, no me llega al corazón por culpa de un planteamiento demasiado naif. “La ciudad de las estrellas” presenta una historia de amor con unos pasos sumamente previsibles hasta los 10 últimos minutos y cuya trama está muy simplificada (que no desarrollaré para evitar spoilear demasiado al personal). Como espectador me sentí tratado como menor de edad. Me cuesta entender, por muy romática y musical que sea la película, que una historia de amor entre dos seres humanos, no destile algo de perversidad, erotismo, dolor o crueldad… , pero este ya es sólo mi problema. Vi demasiado infantilismo en los personajes, mucho decorado pastel y demasiada inocencia. Una trama entre algodones que no cuadra con la historia de dos jóvenes ambiciosos que quieren comerse el mundo. Creo que ha sido un error confundir sensibilidad con ñoñería. Y es el motivo por el que, en mi opinión, esta película cojea. No obstante, paso a resumir lo peor y lo mejor que puedo destacar del musical que está maravillando al público en 2017.
Lo peor:
– Los números musicales decepcionarán a cualquiera, especialmente porque van de más a menos. Un film musical debería ser, ante todo, un espectáculo magnífico, y aquí faltan coreografías multitudinarias, bailarines enloquecidos y vibrantes vestidos ondeando al viento.
– Algo le pasó a Chazelle a mitad de pelicula. La primera hora de metraje es bastante ágil y la cámara adquiere un ritmo frenético que hace literalmente flotar al espectador (la escena del atasco y Emma Stone con sus amigas en casa son un prodigio técnico con planos de casi 5 minutos). Pero, de repente, la acción se frena y la cámara se detiene. A partir de entonces asistimos a números musicales muy convencionales y rodados sin ninguna gracia. Son dos películas con dos ritmos diferentes. Y lo peor, no sé qué parte prefiero.
- Demasiado nostálgica. Es el mejor producto para amantes de melifluas piezas de museo. Personalmente, algunas referencias como la que se hace a “Rebelde sin causa” (Nicholas Ray, 1955), me parecen ligeramente insultantes. Que nadie busque en ella la reinvención del género.
– Falta pasión. Los besos entre Ryan y Gosling son más castos que los de dos primos con carabina. Después de un año de relación, el espectador puede pensar que Mia y Sebastian aún no se han visto en pelotas. Creo que la película tendrá cabida en los círculos de catequesis.
Lo mejor:
– Ryan Gosling es maravilloso sin paliativos. A pesar de que su personaje no tiene demasiada profundidad, logra un componer a un músico creible, talentoso, soñador, mitómano y es, probablemente, el hombre que mejor luce unos zapatos. Evoca lo mejor del cine clásico y algunos querrán ver a Fred Astaire o Gene Kelly en alguno de sus gags.
– La canción “City of Stars” merece la pena el precio de la entrada. Si su silbido y tarareo no se te meten hasta el tuétano significa que tu corazón se ha congelado este invierno.
– El final. Y no lo porque la película se me hiciera larga y estuviera desando que llegara (me sobraron 35 minutos). Lo digo porque es un buen final. Y aquí viene el spoiler…
Lo peor:
– Los números musicales decepcionarán a cualquiera, especialmente porque van de más a menos. Un film musical debería ser, ante todo, un espectáculo magnífico, y aquí faltan coreografías multitudinarias, bailarines enloquecidos y vibrantes vestidos ondeando al viento.
– Algo le pasó a Chazelle a mitad de pelicula. La primera hora de metraje es bastante ágil y la cámara adquiere un ritmo frenético que hace literalmente flotar al espectador (la escena del atasco y Emma Stone con sus amigas en casa son un prodigio técnico con planos de casi 5 minutos). Pero, de repente, la acción se frena y la cámara se detiene. A partir de entonces asistimos a números musicales muy convencionales y rodados sin ninguna gracia. Son dos películas con dos ritmos diferentes. Y lo peor, no sé qué parte prefiero.
- Demasiado nostálgica. Es el mejor producto para amantes de melifluas piezas de museo. Personalmente, algunas referencias como la que se hace a “Rebelde sin causa” (Nicholas Ray, 1955), me parecen ligeramente insultantes. Que nadie busque en ella la reinvención del género.
– Falta pasión. Los besos entre Ryan y Gosling son más castos que los de dos primos con carabina. Después de un año de relación, el espectador puede pensar que Mia y Sebastian aún no se han visto en pelotas. Creo que la película tendrá cabida en los círculos de catequesis.
Lo mejor:
– Ryan Gosling es maravilloso sin paliativos. A pesar de que su personaje no tiene demasiada profundidad, logra un componer a un músico creible, talentoso, soñador, mitómano y es, probablemente, el hombre que mejor luce unos zapatos. Evoca lo mejor del cine clásico y algunos querrán ver a Fred Astaire o Gene Kelly en alguno de sus gags.
– La canción “City of Stars” merece la pena el precio de la entrada. Si su silbido y tarareo no se te meten hasta el tuétano significa que tu corazón se ha congelado este invierno.
– El final. Y no lo porque la película se me hiciera larga y estuviera desando que llegara (me sobraron 35 minutos). Lo digo porque es un buen final. Y aquí viene el spoiler…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Después de una historia tan puritana me temí lo peor… que se reencontarían y se darían cuenta de que no podían vivir el uno sin el otro… comenzarían a bailar, se besarían apasionadamente y saldrían flotando hacia el ciberespacio. Y reconozco que se me erizaron los pelos cuando la peli nos brinda un final alternativo “made in Hollywood”, en el que acaban teniendo hijos, son felices y comen perdices. Afortunadamente, el hipotético final da paso a una vuelta a la realidad donde vemos a dos seres humanos que se miran, se sonrien y se despiden para siempre. Es, probablemente, la escena más sutil y la más cargada de verdad. Sobre todo, porque brindará al espectador la posibilidad de llenar de significado ese diálogo que ambos mantienen con los ojos. Yo me quedo con las palabras de Ralph Waldo Emerson, el poeta estadounidense: “El éxito consiste en obtener lo que se desea. La felicidad, en disfrutar lo que se obtiene”.
Fernando Garín.
Fernando Garín.
Mediometraje

6,4
369
7
28 de octubre de 2015
28 de octubre de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En pleno auge de las teorías "queer" y otros cuestionamientos acerca del género, acercarse a este film de casi 100 años de antigüedad es un descubrimiento y una auténtica sorpresa. "No quiero ser un hombre" es una película visionaria y revolucionaria. Desde luego, se trata de una comedia divertida y llena de gags y situaciones alocadas, pero también es gamberra e iconoclasta. Arroja aspectos interesantes acerca de la concepción del género por parte de la sociedad, como un rol impuesto. El binomio hombre-mujer quizás es dinamitado bajo esta sutil comedia de situaciones. Inteligente en la concepción y ágil en el desarrollo, la película entretiene y al mismo tiempo permite la reflexión acerca de los cánones y convencionalismos sociales contra los que determinados espíritus rebeldes se alzan con valentía. Los besos que se suceden la noche del baile y en el coche de caballos harán tambalear los cimientos de las morales más tradicionales.
Más sobre Fernando Garín
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here