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Críticas 610
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
5
27 de noviembre de 2009
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
El log line de la película es bien sencilla: La historia de Mark (Colin Farrell) y David, dos amigos fotógrafos que deciden ir al Kurdistán a tomar fotos de una guerra, (donde lo mejor que hacen los kurdos es perder). Pero con base en lo anterior y para entender la película, formulemos dos preguntas. ¿Qué es triage? Y ¿Qué es el Kurdistán?

La palabra “triage” se deriva del término francés “trier” que significa clasificar o escoger. Su uso se originó en el campo de batalla y fue el proceso mediante el cual los soldados con heridas mortales eran dejados a un lado para morir, mientras aquellos con lesiones menores serias recibían tratamiento. Desde la perspectiva militar la prioridad era dada a los soldados con heridas o lesiones tratables, quienes deberían regresar rápidamente al campo de batalla.

Respecto a la segunda pregunta, existen varios tipos de musulmanes según el profeta en el que creen. La mayoria son suníes, cuyo profeta es Mahoma, luego los chiies, cuyo profeta es Alí, y luego están los kurdos, que son musulmanes de una región que antes se llamaba Kurdistán, pero ahora no existe y es un territorio dividido entre Turquía, Irán e Irak.

Aclarado el asunto, Denis Tanovic se queda a medio camino entre lo épico y el drama de una guerra aún sin definir. Tema difícil, donde como dice Joaquín Morales (un adusto Christopher Lee): “Un mundo complejo, donde no hay cosas blancas o negras”. Entiendo el concepto y sentido de “Triage” en la parte final, donde sólo hay dos opciones para Mark y/o David: los que se enfrentan a la muerte o apartan la mirada. Al final, una decisión donde terminamos buscando en otros el perdón.
Gonzalo Restrepo Sánchez (Film critic. Barranquilla, Colombia)
29 de octubre de 2011
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este es un film que rodado con cámara en mano, nos muestra un fenómeno que no tiene raíz ni patria, donde la trata de blancas está al día. En este contexto, algo de chiche para contar pormenores, pero siempre un interesante film que cuenta la verdad verdadera de lo que ocurre a muchas mujeres del mundo.

Con un verismo propio de este drama (con algunas escenas realmente crudas), la historia se recrea en situaciones y personajes creíbles, pues se basa en hechos reales, y un montaje que confiere al ritmo, la propuesta locuaz de un problema del cual se debería tener más conciencia. Además los buenos son condenados y los malos no. Esto siempre ocurre en este tipo de casos.
Por lo demás, historia contada a veces a ritmo lento, a veces a ritmo rápido, y es que la vida oculta de las mujeres en tráfico de blancas, no cambia de ritmo, sino para aclarar o empeorar su situación. Por lo pronto, ahí está el cine, para denunciar.
9 de marzo de 2009
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tomando como punto de partida tres vidas adultas —dos hombres y una mujer—, con nada en común entre ellos, salvo que como seres humanos están llenos de temores y rencores; el cineasta nos muestra la metáfora de los valores de una sociedad como la chilena —e igual diría yo, en otras partes del mundo— y una crítica a quienes la habitamos entre la vida y la muerte, como únicos márgenes para repetir los mismos errores.

De pronto resulta una película coral, pues son muchas las voces que se hacen escuchar: prostitutas que no se cuidan, adolescentes embarazadas, músicos con ilusiones, consejeros, dictadores de la belleza física, esposos fracasados, etc. A fin de cuentas todos claman por encontrar su derrotero. A veces acomodado a sus intereses, pero con la idea clara de encontrar a través de ello la felicidad.

En este sentido, el filme se reafirma desde un principio con una alta dosis de verismo, aunque en créditos finales se lee que la película está basada en hechos reales. Con toda seguridad, más de un de espectador —y lo digo porque hay quienes siguen engañándose a sí mismos— se sentirá involucrado en una historia con unos personajes que terminamos aceptando con sus defectos y virtudes. ¡Hasta con su paranoia! Diría yo.

Pero, ¿qué es la buena vida para usted? ¿Vivir bien, pasarlo bien, hacer el amor bien? Las tres vidas propuestas en esta historia y desde esta perspectiva, el cineasta lo reafirma a través de un joven músico, una psicóloga sexual y un esteticista; para decirnos que lejos o que tan cerca estamos de la buena vida. Que con toda seguridad es una de las nuestras. Porque el cine siempre nos muestra como un grande espejo lo que nos ocurre.

La gran reflexión que suscita la lectura de este filme, es que la buena vida, son aquellas cosas amargas que nos hace dilucidar el camino a seguir mientras transitemos con vida en este planeta a la que llamamos tierra. Es evidente que la buena vida es tener paz con uno mismo. Al final, parece que todos la encuentran. Y digo parece, pues nunca estamos contentos con lo que tenemos y con lo que logramos. Ya lo dice algún apotegma: “Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama”.
4 de febrero de 2011
24 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este film de Alexander Kott arranca un 21 de junio de 1941 en un parque donde bailan unas personas. En este momento, la narración presente en primera persona por parte de la voz adulta y estentórea de Alex Akimov (a quien vemos adolescente), nos introduce poco a poco en el pasado y tormentoso mundo de una guerra.

Así que este crudo drama, de cuidada puesta en escena y detallada ambientación, nos habla de la guerra, del honor y de una batalla que a la larga todos perdieron. En este contexto, y sin que hayamos de identificar nada, por supuesto; el film “The Brest Fortress”, (al igual que “Stalingrado”), evade el maniqueísmo fácil y si bien no se aleja de esa costumbre de retratar a todos los nazis como despiadados que matan sin reconcomios y angustias; distinguimos unos rusos procediendo por el honor. “The Brest Fortress”, es una pequeña obra maestra.

Gonzalo Restrepo Sánchez (Film critic. Barranquilla, Colombia)
29 de junio de 2009
24 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
La reciente película del cineasta argentino Eliseo Subiela, “No mires para abajo”, siempre fiel a su tradicional estética de la imagen y a sus temas siempre colmados de casuística; propone en esta historia narrada en primera persona: Los esquemas sobre la amistad, el amor y el desarrollo de esa devoción entre una joven pareja Eloy (Leandro Stivelman) y Elvira (Antonella Costa).

Esta historia cargada del más inteligente erotismo que haya visto en el cine latinoamericano hasta los presentes días, me permite aproximarme una vez más a dos temas en el cine de Subiela. Eros (“El lado oscuro del corazón”) y la muerte (“No te mueras sin decirme a donde vas”). Entonces, tres conceptos salidos de los mismos diálogos de los personajes (la más sincera caracterización de dos jóvenes, con la ausencia de gestos “falsificados”), invitan (a mi juicio) a la siguiente lectura del filme:

1.- Cuando Eloy sentencia “Nos muertos no necesitan leer para enterarse de las cosas”. Aquí Subiela confronta la relación del joven con su padre fallecido (“El espíritu de papá viene las noches a casa”) y ofrece una lectura de las relaciones padre e hijo, desde la perspectiva de la necesidad de sentir al ser adorado y la sabiduría de la vida. Su metáfora esclarece el sentido propio de aquellos seres ya desparecidos (La escena de la bicicleta y los señores pegados a la pared con sus tics).

2.- El diálogo de Elvira cuando sentencia que “No quiero ver a Dios después de muerta, quiero verlo aquí en la vida.¡Vamos a buscarlo!”. Y es la primera escena de amor que sublima esta idea y confiere a la historia la ausencia de la metáfora para aproximarnos al goce los cuerpos. Ya en esta escena, vino a mi memoria el diálogo en la “La hija del caníbal”, de Antonio Serrano, cuando Lucía (Cecilia Roth) al ser amada por un joven, piensa: “El cielo si es que existe, debería ser un instante de sexo detenido”.

3.- Cuando se asevera que “las debilidades” podría compararse a “las formas defectuosas de andar”. Con metáforas visuales, introduce “ese andar” por la vida en todos sus senderos. Aunque sea en el cuerpo de Elvira, donde arriba de sus nalgas se lee el tatuaje: “Comienza una nueva vida”, en un acto en que la pareja se untan de aceite antes de comenzar el sutil juego de hacer el amor, siempre dirigido por ella.

Podríamos sentenciar que esta película, lleva al Subiela de siempre. Un cine para disfrutar de su plasticidad de la imagen y su música, pero también para pensar un poco, sobre lo que parece ya no interesar al ser humano. Y no olvidar el consejo del papá de Eloy: “En la vida siempre estarás diciendo adiós. ¡Qué eso no te impida amar!”.
Gonzalo Restrepo Sánchez (Film critic. Barranquilla,Colombia)
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