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6
3 de diciembre de 2021
3 de diciembre de 2021
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gusta el cine de Ana Katz. En cuanto apareció un nuevo estreno de esta directora y guionista argentina no dude en ir al cine a verlo. Pero esta vez voy a decir una impertinencia en nombre del espectador medio, o quizá de alguno de ellos. Este film puede aburrir. No era del todo lo que me esperaba. Me parece que es una película sin una historia fuerte, lo cual no esta mal de antemano, pero si no te enganchas con los personajes o con el débil argumento te podes quedar algo afuera de la propuesta como un outsider.
Sin embargo, puedo rescatar algunos pasajes en donde brilla la espontaneidad y la comicidad de algunos personajes. Una marca registrada de la realizadora, que ya desde sus películas anteriores conseguía lograr un singular humor. Esa gracia muy efectiva que se veía, a modo de ejemplo, en los diálogos y la actuación del casero brasilero Marco de "Sueño Florianópolis" (2018) o en ese bizarro grupo de madres cómplices y primerizas de "mi amiga del parque". En el caso de El perro que no calla hay también momentos bastante divertidos como por ejemplo cuando la mamá del protagonista nos cuenta en detalle como se enamoró de su actual pareja en el momento que se detuvo inesperadamente el subte entre dos estaciones. Así como también en la escena en donde la jefa "fashion" del protagonista lo cita en su oficina para comunicarle que lo va a despedir, pero que mejor pida el la renuncia porque "no da que lleve todos los días a su perra al trabajo" mientras la cámara nos enfoca unos primeros planos del rostro distendido de la mascota mirando la ventana como un personaje más haciéndose la distraída de la incómoda situación.
Film filmado en blanco y negro y varias veces aggiornado con un conjunto de dibujos o viñetas que se suman al relato de la película. Ciertos estados emocionales de los personajes o episodios trascendentales (muerte de la perra luego de ser atropellada) son sustituidas por una serie de piezas gráficas que a la vez funcionan como elegantes elipsis o puentes entre el registro realista y la representación fantástica. Una tendencia que, cabe destacar, resulta cada vez más frecuente e interesante en el género documental, sobre todo televisivo.
En definitiva, el perro que no calla me resulta una obra difícil de catalogar dentro de un género y me parece también una película algo morosa. Hay algo de serena mirada hacia ciertas comunidades de ambientes "under" con códigos de vida distintos al costumbrismo de la sociedad burguesa que la puede tornar atractiva para algunos. Y evidentemente es una propuesta que puede gustar a cierto público, honestamente a mi no me termino de conformar, tampoco me sorprendió.
Sin embargo, puedo rescatar algunos pasajes en donde brilla la espontaneidad y la comicidad de algunos personajes. Una marca registrada de la realizadora, que ya desde sus películas anteriores conseguía lograr un singular humor. Esa gracia muy efectiva que se veía, a modo de ejemplo, en los diálogos y la actuación del casero brasilero Marco de "Sueño Florianópolis" (2018) o en ese bizarro grupo de madres cómplices y primerizas de "mi amiga del parque". En el caso de El perro que no calla hay también momentos bastante divertidos como por ejemplo cuando la mamá del protagonista nos cuenta en detalle como se enamoró de su actual pareja en el momento que se detuvo inesperadamente el subte entre dos estaciones. Así como también en la escena en donde la jefa "fashion" del protagonista lo cita en su oficina para comunicarle que lo va a despedir, pero que mejor pida el la renuncia porque "no da que lleve todos los días a su perra al trabajo" mientras la cámara nos enfoca unos primeros planos del rostro distendido de la mascota mirando la ventana como un personaje más haciéndose la distraída de la incómoda situación.
Film filmado en blanco y negro y varias veces aggiornado con un conjunto de dibujos o viñetas que se suman al relato de la película. Ciertos estados emocionales de los personajes o episodios trascendentales (muerte de la perra luego de ser atropellada) son sustituidas por una serie de piezas gráficas que a la vez funcionan como elegantes elipsis o puentes entre el registro realista y la representación fantástica. Una tendencia que, cabe destacar, resulta cada vez más frecuente e interesante en el género documental, sobre todo televisivo.
En definitiva, el perro que no calla me resulta una obra difícil de catalogar dentro de un género y me parece también una película algo morosa. Hay algo de serena mirada hacia ciertas comunidades de ambientes "under" con códigos de vida distintos al costumbrismo de la sociedad burguesa que la puede tornar atractiva para algunos. Y evidentemente es una propuesta que puede gustar a cierto público, honestamente a mi no me termino de conformar, tampoco me sorprendió.

6,2
11.559
8
2 de mayo de 2020
2 de mayo de 2020
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película me hace recordar mucho a otro film europeo. Me refiero a Chocolate (2000) del director sueco Lasse hallstrom, de la cual seguramente Isabel Coixet debe recoger no pocas influencias. En aquel film, la protagonista Julette Binoche se proponía reciclar una vivienda abandonada para instalar una chocolatería en un pueblo de campiña francés, despertando una actitud reaccionaria de ciertos personajes que consideran algo negativo el supuesto valor afrodisíaco de sus atractivos bombones.
En el caso de "La librería", ocurre algo similar cuando nuestra heroína Emily Mortimer se propone reutilizar una vieja casona de un pueblo inglés para conseguir lograr la apertura de un local de libros. La temprana aceptación y cierto éxito en el público hará que ciertos vecinos del pueblo desleales y recalcitrantes boicoteen todo intento de su asentamiento y prosperidad. .
Me gustaría afirmar que los dos filmes me resultaron sumamente interesantes. Si bien los vestuarios son notables, la fotografía y el color en ambos es directamente espectacular. A tal punto que entras en el film como en una especie de cuento, que te captura por esas bellas imágenes de escenarios naturales, como por esa mixtura de paisajes urbano rurales de callejuelas y arquitectura europea casi de postal. En el caso de La librería, si bien la historia transcurre en un pueblo de Inglaterra hay un uso y aprovechamiento rotundo de las locaciones del norte de Irlanda que lo hace más verosímil al relato.
Además, el film también logra transmitir efectos donde los objetos se aprecian mucho más. En el caso de Chocolate, eran esos consistentes dulces de atractivo y brillante envoltorio que te incitaban a contemplarlos y desear degustarlos. En el caso de La librería, son esas cuidadas y profusas ediciones de libros de unas décadas atrás con títulos novedosos y populares como podían ser "Lolita", "Antologia de poesía" , "manual ilustrado para el nado" "Crónicas marcianas" o "Farenheit 451". En tanto, lo que se ve no solo produce impacto visual sino que se llega hasta una sensación casi táctil y aromática por medio de la magistral puesta en escena.
Seguramente también la novela de base de la película es otro de los puntos altos porque sin duda ofrece una buena historia con personajes de valioso espesor sentimental y antagonistas conflictivos..
Creo, eso sí, que el casting de actores no es el punto mas fuerte de la película que hasta por momentos pueden tornarse algo morosos o sobreabundando en ademanes. Pero este film logra influenciarte y capta los sentidos gracias al muy buen uso de los planos, el color, los paisajes y una impecable prolijidad visual. En fin, no es nada poco para pasarla bien porque para esto también esta el cine.
En el caso de "La librería", ocurre algo similar cuando nuestra heroína Emily Mortimer se propone reutilizar una vieja casona de un pueblo inglés para conseguir lograr la apertura de un local de libros. La temprana aceptación y cierto éxito en el público hará que ciertos vecinos del pueblo desleales y recalcitrantes boicoteen todo intento de su asentamiento y prosperidad. .
Me gustaría afirmar que los dos filmes me resultaron sumamente interesantes. Si bien los vestuarios son notables, la fotografía y el color en ambos es directamente espectacular. A tal punto que entras en el film como en una especie de cuento, que te captura por esas bellas imágenes de escenarios naturales, como por esa mixtura de paisajes urbano rurales de callejuelas y arquitectura europea casi de postal. En el caso de La librería, si bien la historia transcurre en un pueblo de Inglaterra hay un uso y aprovechamiento rotundo de las locaciones del norte de Irlanda que lo hace más verosímil al relato.
Además, el film también logra transmitir efectos donde los objetos se aprecian mucho más. En el caso de Chocolate, eran esos consistentes dulces de atractivo y brillante envoltorio que te incitaban a contemplarlos y desear degustarlos. En el caso de La librería, son esas cuidadas y profusas ediciones de libros de unas décadas atrás con títulos novedosos y populares como podían ser "Lolita", "Antologia de poesía" , "manual ilustrado para el nado" "Crónicas marcianas" o "Farenheit 451". En tanto, lo que se ve no solo produce impacto visual sino que se llega hasta una sensación casi táctil y aromática por medio de la magistral puesta en escena.
Seguramente también la novela de base de la película es otro de los puntos altos porque sin duda ofrece una buena historia con personajes de valioso espesor sentimental y antagonistas conflictivos..
Creo, eso sí, que el casting de actores no es el punto mas fuerte de la película que hasta por momentos pueden tornarse algo morosos o sobreabundando en ademanes. Pero este film logra influenciarte y capta los sentidos gracias al muy buen uso de los planos, el color, los paisajes y una impecable prolijidad visual. En fin, no es nada poco para pasarla bien porque para esto también esta el cine.
7
25 de febrero de 2020
25 de febrero de 2020
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dio la casualidad que estaba leyendo el libro Drácula, cautivado con sus detalladas y fascinantes descripciones de su relato situado en ese misterioso universo de la Europa de la región de los Cárpatos, cuando me enteré de la existencia de una nueva serie en Netflix. Una nueva adaptación de la creación literaria de Bram Stocker. Lo cierto es que a poco de comenzar a verla logré una completa sintonía con ella.
Desde mi punto de vista, lo mejor está en los dos primeros capítulos. El primero me resultó fascinante. Es el que más nos recuerda esas atmósferas y reconstrucciones de un castillo de ambiente gótico al estilo clásico del cine de la Hammerfilms. Es también el que posee un duelo actoral interesantísimo entre el Conde Drácula y el atribulado agente de bienes raíces que lo visita a su castillo. Es cuando el inocente inglés llamado Harker es vampirizado y poco a poco entra en un proceso de descomposición física y degradación en beneficio del rejuvenecimiento y fortalecimiento del mítico Conde.
La serie en su totalidad es bastante mostrativa en lo que atañe al juego sanguinario entre Drácula y sus víctimas.
Apelando en reiteradas ocasiones al estilo de imágenes truculentas y de violencia visual del llamado cine gore. O incluso del Giallo italiano regodeándose con esos chorros de sangre y esos rojos saturados presentes en el brillo de los ojos de sus criaturas. Posee además, un protagonista que está muy fino en su seductor rol actoral, haciendo un justo honor a tamaño personaje que representa. Esa figura siniestra y temible bastante bien encarnada en cine por sus antecesores mas conocidos como Bela Lugosi o Christopher Lee. Pero esta vez, en versión 2020, se nos presenta más sombrío, buen mozo y elegante. Y, sobre todo, muy dialogador...
A medida que avanzan los capítulos la serie se va tomando sus libertades narrativas, reemplazando al legendario y culto doctor holandés Van Helsing por una audaz monja que, si bien esta extraordinaria, en la mayor parte del metraje está inteligentemente interpelando a Drácula en una especie de desafío psicológico de preguntas y respuestas. De sucesivas escenas de enfrentamientos corporales. Una reiterada mixtura entre combates físicos y entrevistas habladas con el vampiro.
Sin ánimo de espoilear, sólo voy a decir que una de las mayores sorpresas es la que se produce más hacia el final de la serie. Ese cambio de registro repentino que lo acerca más a un típico telefilme de tv. Una ruptura de isotopía y escenario que puede salir victoriosa si se considera como buen desenlace de como viene desarrollando todo el argumento previo. Y Lo de siempre, la permanente búsqueda de como y donde poder lograr destruir al malvado y asesino conde.
Evidentemente, la serie con sus nuevos aires ha tenido muy buena aceptación. Renueva una vez más el gusto de lectores y espectadores por volver a revivir la leyenda por excelencia del señor de la noche..
Desde mi punto de vista, lo mejor está en los dos primeros capítulos. El primero me resultó fascinante. Es el que más nos recuerda esas atmósferas y reconstrucciones de un castillo de ambiente gótico al estilo clásico del cine de la Hammerfilms. Es también el que posee un duelo actoral interesantísimo entre el Conde Drácula y el atribulado agente de bienes raíces que lo visita a su castillo. Es cuando el inocente inglés llamado Harker es vampirizado y poco a poco entra en un proceso de descomposición física y degradación en beneficio del rejuvenecimiento y fortalecimiento del mítico Conde.
La serie en su totalidad es bastante mostrativa en lo que atañe al juego sanguinario entre Drácula y sus víctimas.
Apelando en reiteradas ocasiones al estilo de imágenes truculentas y de violencia visual del llamado cine gore. O incluso del Giallo italiano regodeándose con esos chorros de sangre y esos rojos saturados presentes en el brillo de los ojos de sus criaturas. Posee además, un protagonista que está muy fino en su seductor rol actoral, haciendo un justo honor a tamaño personaje que representa. Esa figura siniestra y temible bastante bien encarnada en cine por sus antecesores mas conocidos como Bela Lugosi o Christopher Lee. Pero esta vez, en versión 2020, se nos presenta más sombrío, buen mozo y elegante. Y, sobre todo, muy dialogador...
A medida que avanzan los capítulos la serie se va tomando sus libertades narrativas, reemplazando al legendario y culto doctor holandés Van Helsing por una audaz monja que, si bien esta extraordinaria, en la mayor parte del metraje está inteligentemente interpelando a Drácula en una especie de desafío psicológico de preguntas y respuestas. De sucesivas escenas de enfrentamientos corporales. Una reiterada mixtura entre combates físicos y entrevistas habladas con el vampiro.
Sin ánimo de espoilear, sólo voy a decir que una de las mayores sorpresas es la que se produce más hacia el final de la serie. Ese cambio de registro repentino que lo acerca más a un típico telefilme de tv. Una ruptura de isotopía y escenario que puede salir victoriosa si se considera como buen desenlace de como viene desarrollando todo el argumento previo. Y Lo de siempre, la permanente búsqueda de como y donde poder lograr destruir al malvado y asesino conde.
Evidentemente, la serie con sus nuevos aires ha tenido muy buena aceptación. Renueva una vez más el gusto de lectores y espectadores por volver a revivir la leyenda por excelencia del señor de la noche..
10
3 de febrero de 2020
3 de febrero de 2020
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La melodías suenan y sonarán por el resto de nuestras vidas para muchos de los que nacieron a fines de los 60 o principios de los 70. Una película de culto y a la vez maldita para quien no la haya visto en la oscuridad de una sala cinematográfica o para aquel que no la haya rescatado en los viejos VHS o en ediciones de DVD piratas. El romance de estos preadolescentes resultó creíble y hermosamente melodramático al servicio del cine en el cine de un triangulo de personajes inolvidables. Una Londres de postal que tomó mucho de las lecciones de la Nouvelle Vague a la hora de salir a realizar tomas en las calles de esta bella ciudad europea. Podría ponerme a tararear cada canción de este film que se integra increíblemente eficaz al relato. Pero creo que ya pasó el momento. Solo escribo para decirle que la sigo queriendo, la olvidada pero adorada: la fugaz Melody.
Vídeo musical

5,4
177
7
13 de marzo de 2021
13 de marzo de 2021
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Flaca es uno de los temas más famosos de la etapa Calamaro solista. Es sin dudas uno de los más queridos por el público y uno de los que más ha sonado en las radios a la hora de pasar rock "nacional" (epíteto ligado al rock de Argentina hecho en general por artistas argentinos). Es también uno de los emblemas del disco Alta suciedad (1997) y por supuesto una canción maravillosa.
Ahora bien, al contemplar el videoclip del tema ya los ánimos se desinflan un poco. Filmado en gran parte como una sucesión de planos cortos de un puñado de rostros de modelicas mujeres mientras transcurre la canción, parecería que al director lo que más le interesa es querer otorgar un conjunto de bellas imágenes. El resultado a primera instancia es el de un videoclip algo vacío de contenido y chato de estilo tomados de la estética publicitaria muy típica de los noventa.
Creo, eso si, que el video despega hacia algo más interesante cuando aparece en forma intermitente la imagen misma del rostro de Andrés Calamaro tarareando con los labios los versos de la canción. Con sus anteojos negros y sus largos cabellos enrulados parece conseguir rememorarnos ese aura entre místico e intelectual del icónico Bob Dylan.
Afortunadamente, el nivel de melodía y de letra de la canción son tan poéticamente buenos que las imágenes a priori publicitarias terminan como en un segundo plano en importancia, porque lo realmente relevante son esos cuatro minutos de música que nos remiten a lo mejor del rock nacional de Buenos aires. Y ahí sí el director diego Kaplan nos regala sobre el final unas bellas postales de una Buenos aires nocturna en la que el músico parece querer capturarla con una vieja cámara super 8 que se muestra imperecedera, solitaria, indiferente a la realidad de su tiempo a pesar de los cientos de millones de reproducciones que tendrá en YouTube.
Ahora bien, al contemplar el videoclip del tema ya los ánimos se desinflan un poco. Filmado en gran parte como una sucesión de planos cortos de un puñado de rostros de modelicas mujeres mientras transcurre la canción, parecería que al director lo que más le interesa es querer otorgar un conjunto de bellas imágenes. El resultado a primera instancia es el de un videoclip algo vacío de contenido y chato de estilo tomados de la estética publicitaria muy típica de los noventa.
Creo, eso si, que el video despega hacia algo más interesante cuando aparece en forma intermitente la imagen misma del rostro de Andrés Calamaro tarareando con los labios los versos de la canción. Con sus anteojos negros y sus largos cabellos enrulados parece conseguir rememorarnos ese aura entre místico e intelectual del icónico Bob Dylan.
Afortunadamente, el nivel de melodía y de letra de la canción son tan poéticamente buenos que las imágenes a priori publicitarias terminan como en un segundo plano en importancia, porque lo realmente relevante son esos cuatro minutos de música que nos remiten a lo mejor del rock nacional de Buenos aires. Y ahí sí el director diego Kaplan nos regala sobre el final unas bellas postales de una Buenos aires nocturna en la que el músico parece querer capturarla con una vieja cámara super 8 que se muestra imperecedera, solitaria, indiferente a la realidad de su tiempo a pesar de los cientos de millones de reproducciones que tendrá en YouTube.
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