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Críticas de Chris Jiménez
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Críticas 2.209
Críticas ordenadas por utilidad
8
26 de febrero de 2020
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cae la lluvia con suavidad sobre el asfalto. El hombre sale del edificio, ataviado con una gabardina con el cuello alzado y un sombrero marrón, observando lentamente a un lado y a otro de la calle, por la cual cruzan vehículos y peatones que ni siquiera advierten su presencia.
Va a cumplir su misión: matar a otro hombre...

Puede que no sea una secuencia tan espectacular como otras que hallaremos a lo largo de este film al que el tiempo le ha concedido el título de obra maestra, pero en lo que mí respecta es un momento que se me quedó grabado en la retina: un escenario frío y gris hecho a medida para el individuo que lo atraviesa como si de un espectro se tratase, conducido hacia una situación que dará un vuelco a su existencia, pero una situación que él enfrenta con la más estoica serenidad y aplomo. Es un momento que podría resumir toda la película y también el género en el que ésta se enmarca.
Es el llamado "polar", el moldeado por cineastas franceses a partir del clásico cine negro, aquel importado desde las tierras estadounidenses décadas antes, pero dejando en sus creaciones un sello característico con el que se distanciaban del modelo al que rendían tributo; a finales de la década de los '60 podrían destacarse varios nombres dentro del policíaco francófono, como los de Alain Cavalier, Jacques Becker o Claude Chabrol, aunque sin duda sería Jean-Pierre Melville el elegido por muchos, un director y gran amante del 7.º Arte que ya imprimió una estética y forma propias en las monumentales "El Confidente" y "Hasta el Último Aliento".

Tras formar grandes colaboraciones con Lino Ventura y Jean-Paul Belmondo, aquél se uniría por primera vez al famoso Alain Delon en "Le Samourai", definitiva consagración de su universo "noir" que escribiría junto a su asistente de dirección Georges Pellegrin (supuestamente basándose en una novela de Joan McLeod) y que decide abrir en un largo plano fijo que nos sitúa en una habitación casi vacía de grandes ventanas donde el olor a humedad, madera vieja y tabaco satura la atmósfera. Un hombre reposa en la cama, sobre él una sentencia: "no hay mayor soledad que la de un samurái salvo la de un tigre en la jungla...quizás". Queda resumida la historia.
Él es Jef Costello (un alias, un nombre ficticio con el que Melville homenajea al "noir" americano) y su profesión es la de asesino a sueldo. El apartamento en el que mora es el reflejo de su alma, el pájaro enjaulado es el reflejo de su condición. El director sigue los pasos de su "héroe", que llevan hasta un asesinato cometido en un club del que varios clientes han sido testigos, puliendo así los ásperos trazos de un policíaco que sobre todo se basará en la encarnizada cacería de un hombre, pues resulta que este implacable y concienzudo asesino se ha convertido en víctima de sus propios métodos dejando tras de sí una tremenda sospecha para la policía y una duda irreparable en los individuos que solicitaron sus servicios.

Dos facciones que operan según métodos similares por un Melville que no hace distinciones entre aquellos que dicen defender la ley y aquellos que operan al margen de ésta; así queda retratado París por el director, como un lugar tan brutal y gélido como los seres que habitan sus oscuras calles y que se mueven entre las sombras y el humo de los pubs y las casas de juego.
Costello es uno de esos seres, lacónico, amargo y del que jamás se nos permite averiguar más de lo necesario (como ocurre con los demás personajes), sintiendo no así esa inquietud que le domina desde lo más profundo por respetar y obedecer el código de honor con el cual ha de guiarse en el éxito de su misión, cual samurái del Japón feudal.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

El cine negro, cuyos aromas, colores, sonidos y atmósfera se nos impregna desde el primer minuto, desciende a los abismos de su propia imaginería en este ejercicio minimalista, romántico pese a su dureza, elegante en su aspereza e intenso en su pausada puesta en escena, pues el dinamismo y el blanco y negro terminaron en "Hasta el Último Aliento".
Melville, apoyado por la magnífica fotografía de Henri Decae, crea una poética descorazonadora sobre la soledad, la violencia, el honor y la aceptación de la fatalidad del destino que se posiciona en la cima de su carrera y del género contra el paso del tiempo, bebiendo de ella numerosos cineastas y títulos futuros. Desde Tarantino y Woo pasando por Jarmusch, Winner, Winding Refn a Johnnie To o Walter Hill y su film "The Driver", excesivamente similar al que nos ocupa...

Un larguísimo etcétera de individuos que se influenciaron y la imitarían hasta la saciedad.
Pero su belleza y poesía trágica jamás sería igualada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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3
15 de enero de 2018
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras el fructífero año 2.015 que vivió el controvertido Sion Sono, realizando películas como quien destapa latas de aceitunas, decidió meterse de cabeza en uno de sus proyectos más delirantes, surrealistas y artísticos, haciendo hincapié, por enésima vez, en una obsesión que ya es recurrente en su cine: la sexualidad de la mujer.

Los caminos que puede tomar una idea, desde su concepción hasta su práctica, son siempre, y cuanto menos, curiosos. Los ejecutivos de Nikkatsu, la productora cinematográfica más antigua del país nipón, optaron por revitalizar, de algún modo, el género del "roman porno" que allá por los años '70, y durante bastante tiempo, sacó a la compañía de la nefasta crisis en la que se había sumido; la productora realizó por aquella época infinidad de películas de bajo presupuesto con una carga erótica muy pronunciada que, a pesar de su polémica, ganó un éxito rotundo, gran cantidad de seguidores e influenció a futuros cineastas.
La intención de Nikkatsu era llevar a cabo "remakes" de películas propias y films enfocados en lo erótico, contando con cinco cineastas de renombre, para dar vida a la serie "Roman Porno Reboot". Tras realizar el estúpido "live action" del manga "All Esper Dayo!", del cual también sacó una estúpida adaptación cinematográfica, y participar en la antología de cortometrajes "Madly", Sono fue requerido para formar parte de la serie de Nikkatsu.

No sabían los señores de la productora donde se metían, porque bien es sabido que si hay un tema que siempre ha estado presente en los films de Sono es el del sexo, pero lo que su obtusa mente maquinó iba camino de ser lo diametralmente opuesto a una película de "roman porno" convencional, sobre todo porque, a su parecer, el papel de la mujer en este tipo de producciones estaba siempre subyugado al del hombre. Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que el director se desquitó bien cuando se puso manos a la obra en su siguiente largometraje, al que tituló "Antiporno", una más que evidente declaración de intenciones.
Como ya pudimos ver en títulos suyos anteriores, y desde el comienzo de su carrera, el papel de la fémina cobra especial atención. En "Tag", por mucho que la disfrazara de aventura de fantasía y ciencia-ficción, la crítica a la esclavitud de la mujer y la incomprensión hacia ésta por parte de la sociedad japonesa era demoledora, como también ocurría en la absurdísima "The Virgin Psychics", en la atolondrante "Guilty of Romance" o en su obra maestra por excelencia, "Exposición de Amor".

Sono recupera el espíritu de sus primeras obras "indies" de bajo presupuesto (habrá ecos nada disimulados de la mucho más elegante e incluso interesante "I am Keiko") adaptándolo al gran despliegue de medios que suele utilizar en sus más actuales films, y durante poco más de una hora y veinte somos testigos del frenético delirio que vive la joven Kyoko, una modelo, escritora y artista al borde del colapso que parece morar confinada en una habitación llena de color donde ve cómo su mente se va derrumbando por culpa de una crisis de identidad que constantemente le transporta a una realidad alternativa y de la tortura de severos traumas que acontecieron en su adolescencia.
Esta psicótica situación se le presenta en forma de bucle, acudiendo a una enfermiza escena sadomasoquista con su asistente, que culmina en fuertes náuseas, autorepulsión y el hecho de descubrir que todo lo que está viviendo es producto de una mediocre y barata ficción, y que el escenario que habita no es otra cosa que un set de rodaje, donde se ve humillada a partes iguales por el equipo técnico y artístico. Así, una y otra vez, asistimos a la degradación mental y confusión de Kyoko, la cual intenta dar un sentido a su sexualidad como mujer libre e independiente que es, mientras que hace frente a sus demonios interiores y su realidad se resquebraja sin posibilidad de hallar una salida entre tanto caos.

"Antiporno" es una explosión artística en toda regla, un canto a la creación (por parte de la mujer, por supuesto) donde, a partir del uso de un escenario de lo más colorido y surrealista, se llega a límites excesivos, caóticos, exagerados, violentos. Y todo en la película, pese a estar aparentemente dominado por un albedrío descontrolado, se presenta para la protagonista como un espacio reducido, claustrofóbico, que la aprisiona, que la convierte en esclava de cuanto la rodea, como esa pobre lagartija que vemos encerrada en la botella.
Sono, aparte de proclamar a voz en grito y sin tabúes su mensaje feminista y abiertamente sexual introduce un tema también muy especial para él, el del metacine (que alcanzó su máxima en "Why don't you Play in Hell?"), toma referencias de la "nouvelle vague" (tanto de la francesa como de la japonesa), del Kubrick más psicodélico, del Oshima más rebelde, y parece influenciado por el enfermizo estilo de Miike, Imamura y Wakamatsu y por el colorido y estimulante imaginario del cine de Seijun Suzuki y Nobuhiko Obayashi, aunque en realidad Sono siempre ha sido Sono. Ni que decir tiene que Ami Tomite y Mariko Tsutsui se meten desenfrenadamente en los mejores papeles de su carreras.

Lo malo de la película es que, aparte de las grandes similitudes entre la alteración de personalidad de Kyoko con la de la protagonista de ese clásico de la animación que es "Perfect Blue", en los primeros veinte minutos de metraje ya uno acaba desquiciado, irritado y enervado de tanta paranoia, malsana obsesión, conducta sádica y lésbica y locura creativa...así que imagínense al final, cuando ya todo se reduce a una delirante progresión de secuencias a cual más estrambótica.
La obra más feminista de la filmografía de Sono no interesará a sus fans incondicionales, para nada, sino a los que quieran averiguar la políticamente incorrecta manera que éste tiene de expresar sus ideales sobre el sexo y la figura de la mujer con respecto a la sociedad japonesa...a mí, a poco menos de la mitad del film, ya me dejó de interesar.
Chris Jiménez
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7
27 de abril de 2017
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
"...Dios no quiera que lo encuentre antes que usted, porque ya sabe lo que haré".
En la calle la ley se impone a base de sangre y plomo, y no hay lugar para la ética, la piedad o el perdón.

Es la ley de Brooklyn o, lo que es lo mismo, la de un hombre ciego de ira y en busca de venganza. Puedo jurar que esas palabras se me quedaron incrustadas en los oídos y ya no las pude olvidar, palabras pronunciadas por el protagonista de manera sosegada pero residiendo en cada una de ellas un sentimiento irrefrenable de muerte, y conociendo la clase de métodos que se gastaba en cada película el actor que lo interpreta sabía que todo aquello no iba a llevar más que a un camino.
Hubo un tiempo en que para algunos de nosotros las estrellas de la acción eran dioses en nuestra preadolescencia y juventud. Cuando hablaban de venganza sentíamos que temblaba el suelo y sus miradas de odio hacia los villanos se clavaban como cuchillos; aquello sólo lo podían conseguir tipos que hoy en día ya no existen ni por asomo en el cine, y Steven Seagal era uno de ellos, consagrado gracias a pequeños clásicos como "Por Encima de la Ley" o "Señalado por la Muerte"; tras este exitoso trabajo, realizado en el seno de la 20th Century Fox, volvería a los brazos de la Warner para rodar "Buscando Justicia".

El guión de David L. Henry encontraría a John Flynn para llevarlo a la gran pantalla, conocido por su estilo directo, seco y violento (lo cual dejó patente en títulos como "La Organización Criminal", "Rolling Thunder" o "Encerrado"), sin duda el director perfecto para la ocasión. La escena de apertura, iniciada con una cita del dramaturgo Arthur Miller, nos pone en situación de la forma más cruda: un chulo pega una paliza sin compasión a una de sus chicas; al otro lado de la calle, el detective Gino Felino observa el espectáculo y no puede contenerse, por lo que interviene, estampando finalmente a ese negro indeseable en el parabrisas de un coche.
No han pasado ni cuatro minutos y ya se nos advierte de lo que está por venir; un psicópata adicto al crack con grandilocuentes aires de gángster llamado Richie Madano asesina a Bobby, el mejor amigo de Gino, declarando una guerra abierta en la ciudad, que le enfrentará con la policía y la mafia. Al haberse criado junto a los dos anteriores el asunto es aún más personal; a Gino no le importa ni un bando ni otro, él no se detendrá hasta haber atrapado a Richie, usando todos los métodos que sean necesarios. La historia, que sigue de cerca los principios de "McQ", es una de las más viejas que existen: el duro policía que toma venganza por la muerte de un amigo que no resulta tan inocente como creía.

Mil veces lo hemos visto y no obstante la fórmula sigue resultando efectiva, sobre todo cuando está bien presentada, y el director lo logra con creces. "Buscando Justicia" exuda el mejor "thriller" callejero, sucio y violento, engarzado en una producción ochentera (pese a datar de comienzos de los '90) que hereda y degenera al mismo tiempo (ojo a cómo aparece representada la mafia) el espíritu de las novelas "pulp" y los policíacos de acción y suspense de antaño (las herencias de Siegel, Yates o Winner están ahí).
Así se nos sumerge en un mundo desencantado y oscuro, sujeto a normas dictadas por los más fuertes, que dominan como animales su territorio, un submundo de lacras sociales, drogas, prostitución, violencia y corrupción siempre en movimiento, con el que conviven los personajes, personajes de trazo grueso, abyectos, sádicos, violentos a placer, hechos a su perdición como Bobby o Richie, o resignados a la desgracia, como el sr. Madano, Pattie, Rica o Gino, quien a lo largo de la noche removerá cielo y tierra para encontrar a Richie mientras éste provoca el caos por toda la ciudad, llegando al enfrentamiento definitivo cuando sus hombres penetren en su hogar.

Flynn demuestra una vez más su pericia como director de acción, haciendo ciertas concesiones al videoclip y un especial hincapié en la extrema violencia (seguramente estemos ante la película más brutal de Seagal, y la pelea final lo atestigua), manteniéndose un ritmo emocionante de principio a fin, apoyado en una banda sonora memorable. William Forsythe encarna a uno de los villanos más repulsivos y chiflados del cine, acompañado de los buenos Jerry Orbach, Jo Champa, Ronald Maccone y la guapísima Gina Gershon, mientras que vemos a John Leguizamo en un breve cameo.
Steven Seagal, por su parte, se muestra aquí algo distinto, pese a que su Gino Felino no es sino una extensión del Toscani de "Por Encima de la Ley"; sin embargo le vemos más desatado e implacable que nunca (para recordar el momento de la taberna, donde se va cargando uno tras otro a los hombres de Vinnie con una bola de billar), al tiempo que prueba su versatilidad como actor dramático sirviéndose de algunos grandes diálogos por parte de Henry, los cuales refuerzan el tono melancólico y desmitificador del film.

Pese a los problemas de rodaje (la relación entre el actor y el director era pésima por la incompetencia del primero, del que se aseguraba que siempre retrasaba la producción) y los muchos cortes que se impusieron al metraje, de dos horas de duración (reducidas para su estreno comercial y a menudo por mandato de Seagal, quien aseguraba que el personaje de Forsythe restaba importancia al suyo), "Buscando Justicia" fue todo un éxito, ganándose el favor de la taquilla aunque no de los críticos, que se ensañaron con ella, sobre todo por su explícita violencia.
Una suerte de "western" urbano, sucio y visceral, convertido en un clásico del género de los '90, rematado con un cachondo final repleto de secuencias del protagonista en acción que viene a indicarnos que la película es suya y de nadie más, al ritmo de esa mítica "Don't Stand in my Way" cantada por Gregg Allman.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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10
31 de enero de 2019
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos deberíamos ser capaces de vivir en base a nuestras convicciones, siendo dueños de nuestros actos, pues en eso consiste la libertad del individuo.
El poder elegir, un paso a veces no tan sencillo aunque indudablemente esencial para alcanzar la felicidad plena...pero, ¿y si en nuestra vida no hemos podido dar ese paso?

¿Y si hemos estado siempre condicionados por elementos exteriores que han marcado las pautas de nuestro comportamiento, pensamiento, oportunidad de elección y, así, de nuestra propia vida? Controlados por otros, ¿gozaríamos de plenitud, de libertad, o por el contrario estaríamos apresados bajo una sensación de malestar, de impotencia? Si se tuviera una segunda oportunidad, ¿no sería mejor volver a empezar de nuevo?...¿volver a nacer?
Son algunas de las muchas preguntas que nos propondrá John Frankenheimer con la que es, en mi opinión, la más atrapante, arriesgada y fascinante obra de su carrera, la mejor (honor que para muchos se lleva "El Hombre de Alcatraz"). "Plan Diabólico" se establece como la última pieza de la Trilogía de la Paranoia del director, completada por "El Mensajero del Miedo" y "Siete Días de Mayo", cuyo enfoque era primordialmente político, concediéndose una excepción en este caso, donde los temas centrales son la psique y las emociones del ser humano (aunque también hay sitio para la crítica social y política).

El guión, escrito por un Lewis J. Carlino que debutaba en el mundo del cine tras dejar la televisión, adaptaba la novela "Seconds" de David Ely donde se nos narra la peripecia en la que se embarca Arthur Hamilton, un maduro banquero cuya vida está marcada por la insatisfacción y un matrimonio basado en la incomunicación y el silencio, al verse sometido a un extraño programa que maneja una misteriosa empresa capaz de proporcionar nuevas identidades a las personas por medio de avanzadas técnicas de cirugía, con el propósito de ofrecerles una nueva vida.
Suena a utopía, a fantasía de ciencia-ficción, pero pronto ese sueño puede convertirse en una paranoia, en una pesadilla de la que sería imposible escapar, comenzando a partir de los créditos iniciales concebidos por Saul Bass (el mismo que imaginó los de "Vértigo", con un estilo que recordará a "Un Perro Andaluz" o "Repulsión"), donde ya se nos avisa de una realidad distorsionada y confusa a los ojos del protagonista, al que Frankenheimer, haciendo alarde de un virtuoso manejo de cámara, se acerca hasta dejarle acorralado contra ella. El agobio y la melancolía están perfectamente delineados en el rostro de Arthur, un hombre incapaz de expresar sus emociones que prefiere el silencio a la palabra.

Una irrupción en forma de alucinatorio sueño abre una brecha entre realidad y surrealidad, penetrando en la psique del personaje; Frankenheimer rueda su mejor escena. El drama psicológico y una intriga asfixiante a todos los niveles (por su uso de la luz, la fotografía de James W. Howe, la puesta en escena, la música de Goldsmith y esos individuos que terminan manipulando y apresando a Arthur) se escora del lado de una ciencia-ficción fantasmagórica y escalofriante propia del universo de K. Dick, tanto más cuanto que lo científico adquiere un creíble papel. El individuo, librándose de ataduras y responsabilidades, puede alcanzar la plena felicidad y la libertad si la vida le da una segunda oportunidad.
Pero ese filosófico, místico y existencial concepto no puede ser comprendido por una inmoral compañía de ideales más capitalistas que humanos. Ahora Arthur es Tony, su completo negativo (físicamente), y está decidido a empezar su nueva vida; una estrambótica bacanal será el detonante para que el otrora hastiado banquero libere por fin al ser reprimido y taciturno que habitaba en su interior: "Baco nos da su sangre para que podamos renacer, ¡riendo!", dice Nora. Pero la oportunidad de Arthur de romper las cadenas de la insatisfacción le precipita a una decadencia que nada tenía que ver con su deseo de felicidad.

Se regresa al terror psicológico al verse el protagonista acosado y vigilado por esos "clientes" de la compañía (se evoca la paranoia de "La Invasión de los Ladrones de Cuerpos": están en todas partes, escondidos entre la gente). Vigilado por otros, ¿era esa la libertad prometida? Sabemos que en una existencia conducida en la que las decisiones proceden del exterior no tiene cabida la libertad; en esa habitación llena de individuos que esperan para volver a cambiar de vida (nunca se representó de mejor manera el "limbo" que separa el Infierno del Cielo) Tony se enfrenta a un serio dilema moral antes de esa inevitable y necesaria conclusión que llega a poner los pelos de punta por toda la tensión que generan sus perturbadoras escenas.
En ellas, Rock Hudson nos sorprende con una soberbia y visceral interpretación, quizá la más compleja de toda su carrera, compartiendo pantalla con un también brillante John Randolph con quien pasó largo tiempo estudiando sus expresiones y maneras (huelga decir que la película tuvo un significado especial para éste último, pues fue uno de los artistas que pasaron a formar parte de la Lista Negra de Hollywood). Khigh Dhiegh vuelve a colaborar con el director en un papel similar al que desempeñó en "El Mensajero del Miedo".

Como la versión americana de "El Rostro Ajeno" de Teshigahara (realizada el mismo año) e impregnada del espíritu de Kafka, K. Dick, a veces de Bergman y Godard, aires vanguardistas propios del cine europeo, y un mensaje que acoge toda suerte de interpretaciones, "Plan Diabólico" nos sumerge en una oscura y absorbente paranoia atravesada por intensidades y trazos que arañan lo irreal sobre el deseo último e irrealizable del ser humano en una fría sociedad incapaz de comprenderlo.
Las influencias del film se extienden al cine de Nolan, Cronenberg o Lynch, y más concretamente a la española "Abre los Ojos" o a la serie de televisión "En los Límites de la Realidad". A riesgo de sonar exagerado, la obra maestra de Frankenheimer.
Chris Jiménez
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Wicked City
Japón1987
5,8
869
Animación
8
2 de enero de 2018
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque eclipsado por otras producciones realizadas en la misma década que gozaron de más éxito y fama, como "Akira", "Harmagedon" o "El Puño de la Estrella del Norte", este film se mantiene como un pequeño gran clásico de la animación nipona.

Cuando en 1.987 el prometedor Yoshiaki Kawajiri, futuro responsable de "Ninja Scroll" y "Vampire Hunter D", finalizaba su colaboración con Katsuhiro Otomo y Shigeyuki Hayashi en la genial antología "Laberinto de Historias", donde firmó el segundo segmento, "The Running Man", se vio inesperadamente con un nuevo proyecto en las manos cuando los productores de MadHouse le pidieron adaptar una de las novelas de la serie "Yoju Toshi", de Hideyuki Kikuchi.
Kawajiri preparó el guión para un sencillo cortometraje, pero los señores de Japan Home Video quedaron tan impresionados que instaron al director a realizar una película a partir del mismo. Para éste, que se sentía realmente atraído por el tono oscuro y violento del autor Kikuchi, aquella propuesta le vino como caída del cielo, y además le daría la oportunidad de desempeñarse en solitario en un largometraje. De este modo, e introduciendo detalles de su propia cosecha, decidió llevar a animación la primera novela de la serie, "Black Guard".

Esta futurista aventura "techno-noir" nos sitúa en el Tokyo de finales del siglo XX, cobijado por grandes rascacielos, avances tecnológicos y una noche permanente, donde los humanos han estado coexistiendo con una raza superior de seres demoníacos procedentes de un mundo alternativo desconocido, unos seres capaces de adoptar forma humana y mezclarse sin ser detectados. Desde hace siglos, entre estas dos razas existe un pacto de no agresión que desgraciadamente se ha violado en incontables ocasiones. Ahora, el experto doctor Mayart se dispone a firmar un tratado de paz del que se espera sea el definitivo.
Con ritmo frenético nos metemos en una historia heredera del "neo-noir" cuya ambientación puede recordarnos a la de "Blade Runner", empezando como cualquier novela negra clásica de Elmore Leonard o James Cain: con el héroe en un garito esperando a llevarse a una mujer fatal a la cama. Inmediatamente después conocemos la verdadera miga de "Wicked City": la sociedad humana está siendo hostigada por unos seres demoníacos cuyos poderes son devastadores, pero unos agentes secretos, tipo "Men in Black", han de pararles los pies (es innegable que las mitologías en las que se apoyan las tramas de este tipo de animes son siempre fascinantes).

Taki, uno de los agentes contra las actividades de los seres del mundo de las tinieblas, llamados "guardias negros", deberá proteger a Mayart cueste lo que cueste hasta que se firme el acuerdo, y para ello contará con la ayuda de Makie, otra agente de raza demoníaca de la que se va enamorando a medida que la misión se hace cada vez más peligrosa. Kawajiri demostró talento al ponerse al frente de esta aventura de pura acción cuasi-"cyberpunk" que puede que siguiera muchos de los estándares prefijados de los '80, pero que indudablemente significó un gran paso en el mundo de la animación adulta japonesa.
Puede que haya algunos momentos innecesarios de humor absurdo, provocados por el personaje de Mayart, que por lo pervertido a mí me recordó al maestro Roshi de "Dragon Ball", pero lo que prima es la acción a lo grande al estilo de "El Puño de la Estrella del Norte" (¿os habéis fijado en esas brutales peleas donde se atraviesan cabezas con los manos?) y secuencias de violencia gráfica y horror no aptas para los más timoratos, incluyendo escalofriantes transformaciones ligadas a los horrores físicos de Cronenberg, adornado todo con dosis de sexo que roza lo "hentai" y una profunda historia de amor entre los protagonistas, dos seres de diferente raza destinados a amarse por siempre y futuros creadores de un nuevo orden.

Aunque sea de forma bastante disimulada, se da una importante reflexión sobre la inmigración y esa búsqueda que el ser humano hace del placer totalmente desprovista de sentimiento, pero lo más destacado son esos momentos donde vemos al héroe yendo a rescatar a la chica en apuros o a ella mirándole dentro del coche mientras suena una balada "pop" y la lluvia cae a cántaros en la autopista...¡ochentero total, como se puede apreciar!
En ciertos aspectos Kawajiri influenciaría con esta película a futuros títulos como "Akira", "Cybernetics' Guardian" o "Urotsukidoji", y en mayor o menor medida la tomaría de referencia para algunas de sus obras que estaban por venir, como "Demon City". Momentos memorables: el duelo entre Taki y Mr. Shadow, cuando él y Makie hacen el amor en la iglesia y el increíble giro de guión final con la posterior pelea sobre el tejado.

Pionera en muchos aspectos, esta película encandilará a los amantes del anime más bruto y violento, sobre todo a los que sientan predilección por los de los '80. Por cierto, algo más tarde se hizo un curioso "live action" hongkonés producido por Tsui Hark.
¿Pero para qué verlo si ya tenemos esta? "Wicked City" es, como Taki dice a Makie la primera vez que la ve, "asquerosamente perfecta".
Chris Jiménez
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