Nos encontramos ante una película familiar de ciencia ficción y acción que destaca por sus primeros compases y lo originalmente bonito de sus colores y formas. Por lo demás pasada la primera mitad no mantiene el ritmo y se va haciendo cada vez más aburrida hasta su dilatado final. Que por mucho que este queme todos los cartuchos lisérgicos no termina de funcionar. La banda sonora de John Williams no brilla como cabría esperar y ninguno de los actores destaca por encima de lo mediocre. Con todo la parte del guión que se centra en la historia familiar tiene sus claroscuros y una lectura interesante; siendo también uno de los momentos más íntimos e inspirados de toda la cinta. En resumen, se hace larga pero merece la pena.

El mayor fuerte de esta película es que es un soplo de aire fresco dentro del cine palomitero. Es una película digna técnicamente en todos los aspectos siendo su mayor fuerte el recuerdo que evoca al mejor cine de los 70. No llega a robar buen cine y la excusa del tributo está muy quemada a la hora de legitimar falta de originalidad y valor. Se nota el plagio y la pereza por evitar meterse realmente en harinas dejando como resultado una buena película, candidata seguro a la mejor del año, pero que brilla no por sus propios méritos sino por el frío yermo que la rodea.

Pocos son los recocidos que merecen la pena al estilo de “Hara-kiri: Muerte de un samurái” (2011) y evidentemente la película que hoy nos toca no entra en este grupo. Es cierto que actuar a la sombra de Tarkovsky ya en sí parece todo un reto, un reto que roza lo imprudente y lo suicida. La auténtica “Solaris” de 1972 es una obra maestra del séptimo arte que sólo un necio se atrevería a tocar. Hechas estas consideraciones y centrándonos ya en la obra de Soderbergh, nos encontramos ante un producto en sus formas muy digno. Fotografía profesional, efectos especiales cuidados y una banda sonora muy influenciada por "Matrix" (1999) que intenta como puede aportar dramatismo y potenciar la atmosfera. Lo malo es que el guión es en dos tercios una burda copia del original, simplificando y banalizando todo el mensaje de fondo mientras se esmera en tirártelo a la cara bajo el dogma de la obviedad; y el tercio de aportación original se basa en profundizar en cuestiones que no son relevantes de la pareja y crear conflictos que igualmente no aportan nada de brillo, que sí comercialidad. El trabajo de los actores no vale nada, y menos en comparación con los grandes de la obra del soviético. En resumidas cuentas, es Solaris para la masa, es Solaris para el mercado, es Solaris pasada por el pasapuré.

Se nota muchísimo la herencia de los folletines con la diferencia de que en este caso el entretenimiento no viene por lo rocambolesco de la trama, que es superficial y trivial, si no de la acción; porque la mitad del metraje son hombres elegantemente vestidos dándose cortésmente de puñetazos —los personajes no pueden ser más planos y predecibles—. De la otra mitad restante un cuarto serían las batallitas aéreas junto con las persecuciones en coche y el último cuarto los títulos de cada capítulo junto con la repetición de las últimas escenas del anterior y todo el metraje que se reutilizan. Interesante por su valor histórico a la hora de entender dónde está el cine hoy.

Hablamos de la película número 27 de aquellas que siguieron la estela de esa digna evasión palomitera llamada “Iron Man” (2008). No merecería la pena hablar de esta cinta salvo por el hecho de que en total han costado más de cuatro mil millones de dólares y, lo importante, han recaudado más de veintidós mil millones, hablando solamente de taquilla. Para compararlo con la referencia inevitable en estos casos diremos que “La guerra de las galaxias” ha recaudado hasta hoy 15 mil millones. En este sentido al margen de la calidad cinematográfica lo que está claro es que es un buen ejemplo del espíritu de nuestro tiempo y por eso resulta tan deprimente constatar los temas que están en juego. Porque además de lo trillado de lo que nos cuentan y la cantidad de agujeros de guión que se nos presentan lo triste es lo insistente que es la película a la hora de tirarnos a la cara todos los lugares comunes políticamente correctos de la actualidad sin ningún esfuerzo por la coherencia o por buscar un enfoque mínimamente original o crítico.