El concepto que plantea la película es interesante, un país en el que una noche al año el asesinato, la violación y demás delitos se vuelven legales, para que sus habitantes aplaquen sus deseos mas perversos y oscuros y puedan convivir el resto del año en armonía.

El hecho de que la historia transcurra solo en una casa sin indagar mas en la sociedad y todo su contexto hace que esta historia se quede corta y convierte la película en el típico "thriller de asesino que entra en casa".

Lo mejor: la fotografía, que da una buena atmósfera de angustia (primer plano desde la mirilla de la puerta mola mucho) y la interpretación de Rhys Wakefield como psicópata.

Lo peor: el soso de Max Burkholder (el hijo menor).