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6,4
19.743
5
31 de diciembre de 2013
31 de diciembre de 2013
96 de 135 usuarios han encontrado esta crítica útil
La operación Red Wings (Alas Rojas, por si las moscas) fue un dramático fracaso del ejército estadounidense en Afganistán en junio de 2005. El único superviviente, Marcus Luttrell, que da pie al título con vocación de spoiler prematuro, escribió una novela relatando tan terrible historia y, cómo no, el cine USA no ha tardado demasiado en llevarlo a la gran pantalla con la intención de retratar semejante muestra de épica y valor.
'Battleship' pareció sentenciar a Peter Berg, pero con esta película sigue demostrando su habilidad para el cine de acción y que la crítica no le ha dado ni mucho menos la espalda. 'La sombra del reino' (2007), que también mostraba el intervencionismo americano pero en otro escenario, guarda similitudes con la película que nos ocupa en cuanto a la forma, pues su realismo y su nervio son los mayores activos de ambos films. No obstante, no son más que pulcros ejercicios de acción que cojean en su mayor parte por no dejar de ser, en suma, harto convencionales. Podría decirse que componen la trilogía particular sobre el ejército estadounidense del señor Berg.
Lo más destacado y memorable de la película es una larga, larguísima secuencia de tiroteo y la tensión que se respira en los momentos previos. Berg rueda con la fuerza de un Michael Mann y sus disparos resuenan con innegable espectacularidad. Es una metáfora de lo que viene a ser esta película: funciona mejor cuando se deja llevar por la acción y el suspense, por lo más físico, pero falla estrepitosamente en sus ínfulas de trascendencia, que hieden a típica americanada por los cuatro costados. Sus buenas críticas (incluso extraordinarias) al otro lado del Atlántico suenan a puro marketing del heroísmo en tiempos en que el intervencionismo made in USA está más devaluado que nunca.
Su empaque formal es, como se mencionó antes y como no podía ser de otra manera, deslumbrante. Le acompañan una buena banda sonora y una cuidada fotografía. Su diseño sonoro logra que palpemos la tensión a cada instante, desde los silencios a las balas y, además, es de agradecer el compromiso de su escueto reparto, que se cree sus papeles aunque no dejen de ser meros estereotipos más allá de los uniformes. Sus bondades son suficientes como para pasar un rato entretenido y, en ocasiones, quedarse clavado en la butaca, pero sus defectos (y tópicos) no dejan de ametrallar al respetable. A saber: irritantes ralentís en picos de acción, cámara lenta y música dramática a todo volumen en cada muerte de un SEAL (¿recuerdan a Ben Stiller en la desopilante secuencia inicial de 'Tropic thunder' parodiando 'Platoon'? Pues aquí también tendría material para una parodia) y la molesta sensación de forzar la verosimilitud a cada paso (los soldados tienen más vidas que los del Call of Duty, hiriéndose, levantándose e incluso lanzándose por precipicios como quien se lanza por los toboganes de un parque acuático). Los cuatro SEAL protagonistas sufren más que Jim Caviezel en 'La pasión de Cristo' (Mel Gibson, 2004), convirtiéndose indisimuladamente en mártires de la causa (militar). El fondo que subyace da un poco de miedo, como si se quisiera justificar a toda costa el intervencionismo norteamericano.
El tramo final pretende proporcionar alguna arista más al mensaje de la película, pero resulta demasiado obvio, como toda la cinta. Se agradece el detalle, pero no esperen una sorpresa como la demoledora conclusión de la superior La sombra del reino, que lograba dejar un poso incómodo en el espectador y dotar de un nuevo sentido a toda la cinta. Aquí uno sale con la sensación de no haber visto más que una americanada más, bien facturada, pero americanada. El típico montaje fotográfico final in memoriam y su “todo por la lucha” delatan a la película de Peter Berg como lo que realmente es: una desaforada oda patriótica.
Resulta imposible, además, desterrar de la mente el recuerdo de Bigelow y su impecable 'La noche más oscura', una cinta compensada entre el componente de pura acción y su lectura moral. Una muestra de cómo debería ser este subgénero.
http://asgeeks.es/movies/critica-de-el-unico-superviviente-todo-por-la-lucha/
'Battleship' pareció sentenciar a Peter Berg, pero con esta película sigue demostrando su habilidad para el cine de acción y que la crítica no le ha dado ni mucho menos la espalda. 'La sombra del reino' (2007), que también mostraba el intervencionismo americano pero en otro escenario, guarda similitudes con la película que nos ocupa en cuanto a la forma, pues su realismo y su nervio son los mayores activos de ambos films. No obstante, no son más que pulcros ejercicios de acción que cojean en su mayor parte por no dejar de ser, en suma, harto convencionales. Podría decirse que componen la trilogía particular sobre el ejército estadounidense del señor Berg.
Lo más destacado y memorable de la película es una larga, larguísima secuencia de tiroteo y la tensión que se respira en los momentos previos. Berg rueda con la fuerza de un Michael Mann y sus disparos resuenan con innegable espectacularidad. Es una metáfora de lo que viene a ser esta película: funciona mejor cuando se deja llevar por la acción y el suspense, por lo más físico, pero falla estrepitosamente en sus ínfulas de trascendencia, que hieden a típica americanada por los cuatro costados. Sus buenas críticas (incluso extraordinarias) al otro lado del Atlántico suenan a puro marketing del heroísmo en tiempos en que el intervencionismo made in USA está más devaluado que nunca.
Su empaque formal es, como se mencionó antes y como no podía ser de otra manera, deslumbrante. Le acompañan una buena banda sonora y una cuidada fotografía. Su diseño sonoro logra que palpemos la tensión a cada instante, desde los silencios a las balas y, además, es de agradecer el compromiso de su escueto reparto, que se cree sus papeles aunque no dejen de ser meros estereotipos más allá de los uniformes. Sus bondades son suficientes como para pasar un rato entretenido y, en ocasiones, quedarse clavado en la butaca, pero sus defectos (y tópicos) no dejan de ametrallar al respetable. A saber: irritantes ralentís en picos de acción, cámara lenta y música dramática a todo volumen en cada muerte de un SEAL (¿recuerdan a Ben Stiller en la desopilante secuencia inicial de 'Tropic thunder' parodiando 'Platoon'? Pues aquí también tendría material para una parodia) y la molesta sensación de forzar la verosimilitud a cada paso (los soldados tienen más vidas que los del Call of Duty, hiriéndose, levantándose e incluso lanzándose por precipicios como quien se lanza por los toboganes de un parque acuático). Los cuatro SEAL protagonistas sufren más que Jim Caviezel en 'La pasión de Cristo' (Mel Gibson, 2004), convirtiéndose indisimuladamente en mártires de la causa (militar). El fondo que subyace da un poco de miedo, como si se quisiera justificar a toda costa el intervencionismo norteamericano.
El tramo final pretende proporcionar alguna arista más al mensaje de la película, pero resulta demasiado obvio, como toda la cinta. Se agradece el detalle, pero no esperen una sorpresa como la demoledora conclusión de la superior La sombra del reino, que lograba dejar un poso incómodo en el espectador y dotar de un nuevo sentido a toda la cinta. Aquí uno sale con la sensación de no haber visto más que una americanada más, bien facturada, pero americanada. El típico montaje fotográfico final in memoriam y su “todo por la lucha” delatan a la película de Peter Berg como lo que realmente es: una desaforada oda patriótica.
Resulta imposible, además, desterrar de la mente el recuerdo de Bigelow y su impecable 'La noche más oscura', una cinta compensada entre el componente de pura acción y su lectura moral. Una muestra de cómo debería ser este subgénero.
http://asgeeks.es/movies/critica-de-el-unico-superviviente-todo-por-la-lucha/
8
21 de enero de 2015
21 de enero de 2015
62 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 'Cisne negro' (Darren Aronofsky, 2010), la bailarina interpretada por una Natalie Portman con las tripas fuera sacrificaba su integridad física y mental para alcanzar la siniestra perfección en su composición de El lago de los cisnes. En 'Whiplash' hallamos ciertos paralelismos inevitables, aunque el sentido de la paranoia y el regusto surrealista son coto privado de Aronofsky. La película del recién descubierto (y prometedor) Damien Chazelle aborda con similar exceso el enfermizo culto a la superación y el sacrificio, ahora enmarcado en una elitista escuela de música donde el protagonista aspira a ser un baterista de jazz genial. La anécdota de por qué Charlie Parker se convirtió en una leyenda del jazz esconde la clave que circunda a la película y en donde se encuentra lo más discutible del conjunto: una peligrosa afirmación que glorifica el sacrificio extremo y la búsqueda de la perfección artística aunque arrase con todo lo demás. Pese a esta conclusión, que quizá dé algo de miedo, podría extraerse de la misma un estimulante debate, lo cual incluso acabaría siendo un punto a favor de la película.
Lo más distintivo de 'Whiplash', sin embargo, lo conforma la pareja Teller/Simmons, quienes se vacían en unos personajes al borde de la locura dándose la réplica de forma absorbente. Incendian la pantalla y, acompañados por unas canciones estupendas, se vuelven hipnóticos. Son los pilares maestros de una experiencia fascinante, profundamente física y electrizante. Es cine puro, brutal y efectivo tanto en sus notas más altas como en las más bajas, en los golpes furiosos de las baquetas ensangrentadas y en las melodías más suaves. Chazelle se muestra elegante durante todo el metraje, pero es en el clímax final cuando decide mostrar todas sus cartas, en una avasalladora demostración de realización, ritmo, montaje y composición, donde música y cine pocas veces han estado tan bien fusionados. Un apabullante final que mucho se asemeja a un genio arrebatado y que logra que el espectador salga de la sala con la batería (cinéfila) cargada a tope.
http://www.asgeeks.es/movies/criticas-enfrentadas-whiplash/
Lo más distintivo de 'Whiplash', sin embargo, lo conforma la pareja Teller/Simmons, quienes se vacían en unos personajes al borde de la locura dándose la réplica de forma absorbente. Incendian la pantalla y, acompañados por unas canciones estupendas, se vuelven hipnóticos. Son los pilares maestros de una experiencia fascinante, profundamente física y electrizante. Es cine puro, brutal y efectivo tanto en sus notas más altas como en las más bajas, en los golpes furiosos de las baquetas ensangrentadas y en las melodías más suaves. Chazelle se muestra elegante durante todo el metraje, pero es en el clímax final cuando decide mostrar todas sus cartas, en una avasalladora demostración de realización, ritmo, montaje y composición, donde música y cine pocas veces han estado tan bien fusionados. Un apabullante final que mucho se asemeja a un genio arrebatado y que logra que el espectador salga de la sala con la batería (cinéfila) cargada a tope.
http://www.asgeeks.es/movies/criticas-enfrentadas-whiplash/

7,5
10.659
9
9 de mayo de 2015
9 de mayo de 2015
52 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace escasos días, sumido en la silenciosa madrugada, revisaba 'El secreto del libro de Kells' (Tomm Moore & Nora Twomey, 2009). Me gustó (aún) más que la primera vez que la vi en pantalla grande. No descubrí nada nuevo pero, tras haber asistido a la proyección de 'La canción del mar' (Tomm Moore, 2014) en la Muestra Syfy, comprendí que aquella ópera prima animada no era sólo una singular y bonita anomalía proveniente de Irlanda, sino también el nacimiento de un genio, de un artista que era, a la vez, poeta, humanista y un cuentacuentos excepcional. Todo lo bueno (que era mucho) de aquella su primera incursión en el mundo del cine se reafirma (y expande) en éste, su segundo film, que podría decirse, sin paños calientes, apunta a clásico mayor del cine de animación de todos los tiempos. Más luminosa y accesible que 'El secreto del libro de Kells', pero también más sofisticada, completa y conmovedora, la historia narrada gira en torno a la leyenda fantástica de las selkies, surgida del folclore escocés e irlandés entre otros. Estas criaturas mitológicas eran focas que podían transformarse en personas de gran belleza, y gozaban de la oportunidad de entablar relación con el ser humano y formar una familia. Llegados a este punto, es preciso añadir que los protagonistas, una familia con esa mágica particularidad, deberá salvarse de una maldición que acecha la tierra donde viven y, en especial, a la hija menor, por cuyas venas fluye la sangre selkie de su desaparecida madre.
Es fácil, y también comprensible y hasta inevitable, que surjan comparaciones con el cine de Hayao Miyazaki (algunos dirán, con razón, que no hay mejor elogio), puesto que, con sólo dos películas en su haber, Moore ha establecido en el dibujo hecho a mano su particular campo de batalla (artística) y ha adoptado como elementos esenciales y vertebradores de sus relatos la naturaleza, la fantasía, la inocencia y, por encima de todo, la más pura emoción (les suena, ¿no?), pero todo esto bajo una marcada e insobornable personalidad que ya mismo podría definirse como única en el mundo. Y, en efecto, 'La canción del mar' no se parece a nada que jamás se haya visto. Sólo, por supuesto, a la obra precedente de Moore, aunque en esta ocasión se ha sofisticado, madurado y embellecido el acabado visual y su autor ha logrado encontrar un camino más directo, dulce y emotivo hacia lo más profundo de nuestro corazón. Si bien en la primera se establecía un discurso adulto y probablemente no tan bien hilado sobre el arte contra la barbarie, ahora Moore ha sido aún más ambicioso y nos habla, con idéntica madurez y sabiduría, de cómo lidiar con el dolor, la pérdida, la tristeza. Y en semejante lucha, en tamaña aventura, plasmadas con algo más que genio y alma de poeta inmortal, se entona un hermoso canto a la vida y también a la muerte, al reencuentro y a la despedida. No es sólo pura magia lo que brota de sus preciosas e inolvidables imágenes, dibujadas con un lápiz que deja temblando al 3D, sino además una inesperada sesión de arte terapéutico que, sencillamente, ayuda a seguir viviendo en tiempos oscuros.
En su mismo final, imprimido para siempre en la memoria de quien esto escribe, se da la nota precisa que ofrece la medida de grandeza de la película, capaz de forjar poderosas metáforas visuales (a su vez magníficas ideas) que sirven para confirmar la altura de su autor y su habilidad para plantear cuestiones complejas y universales. Tomm Moore ha escrito su nombre a fuego en la historia del cine de animación, acompañando a Sylvain Chomet ('Bienvenidos a Belleville', 'El ilusionista') como autor imprescindible dentro del panorama del cine animado europeo, que gracias a a esta obra maestra ha rubricado otro capítulo de oro, demostrando su envidiable salud que, esperemos, siga el mismo sendero de la última década, donde ha sido capaz de plantar cara a las mismísimas obras mayores de Pixar o Miyazaki. Un lujo, un regalo, que el espectador agradecerá con lágrimas en los ojos.
www.asgeeks.es/movies/critica-de-la-cancion-del-mar-simplemente-magia/
Es fácil, y también comprensible y hasta inevitable, que surjan comparaciones con el cine de Hayao Miyazaki (algunos dirán, con razón, que no hay mejor elogio), puesto que, con sólo dos películas en su haber, Moore ha establecido en el dibujo hecho a mano su particular campo de batalla (artística) y ha adoptado como elementos esenciales y vertebradores de sus relatos la naturaleza, la fantasía, la inocencia y, por encima de todo, la más pura emoción (les suena, ¿no?), pero todo esto bajo una marcada e insobornable personalidad que ya mismo podría definirse como única en el mundo. Y, en efecto, 'La canción del mar' no se parece a nada que jamás se haya visto. Sólo, por supuesto, a la obra precedente de Moore, aunque en esta ocasión se ha sofisticado, madurado y embellecido el acabado visual y su autor ha logrado encontrar un camino más directo, dulce y emotivo hacia lo más profundo de nuestro corazón. Si bien en la primera se establecía un discurso adulto y probablemente no tan bien hilado sobre el arte contra la barbarie, ahora Moore ha sido aún más ambicioso y nos habla, con idéntica madurez y sabiduría, de cómo lidiar con el dolor, la pérdida, la tristeza. Y en semejante lucha, en tamaña aventura, plasmadas con algo más que genio y alma de poeta inmortal, se entona un hermoso canto a la vida y también a la muerte, al reencuentro y a la despedida. No es sólo pura magia lo que brota de sus preciosas e inolvidables imágenes, dibujadas con un lápiz que deja temblando al 3D, sino además una inesperada sesión de arte terapéutico que, sencillamente, ayuda a seguir viviendo en tiempos oscuros.
En su mismo final, imprimido para siempre en la memoria de quien esto escribe, se da la nota precisa que ofrece la medida de grandeza de la película, capaz de forjar poderosas metáforas visuales (a su vez magníficas ideas) que sirven para confirmar la altura de su autor y su habilidad para plantear cuestiones complejas y universales. Tomm Moore ha escrito su nombre a fuego en la historia del cine de animación, acompañando a Sylvain Chomet ('Bienvenidos a Belleville', 'El ilusionista') como autor imprescindible dentro del panorama del cine animado europeo, que gracias a a esta obra maestra ha rubricado otro capítulo de oro, demostrando su envidiable salud que, esperemos, siga el mismo sendero de la última década, donde ha sido capaz de plantar cara a las mismísimas obras mayores de Pixar o Miyazaki. Un lujo, un regalo, que el espectador agradecerá con lágrimas en los ojos.
www.asgeeks.es/movies/critica-de-la-cancion-del-mar-simplemente-magia/

6,1
18.391
5
24 de diciembre de 2014
24 de diciembre de 2014
71 de 94 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace mucho tiempo que Tim Burton no es sino la sombra de lo que antaño llegó a ser. Ha deformado su talento hasta el punto de reciclarlo con unos fines que uno se atrevería a denominar tristemente como meramente comerciales, siendo el paradigma más desolador de ello su 'Alicia en el País de las Maravillas' (2010), donde adaptaba con desmedida deslealtad y libre albedrío mal entendido un original de Lewis Carroll que al propio director, atención, no le gustaba. Tal cual, Burton se limitó a dar rienda suelta a su bulimia visual (y digital) cual Peter Jackson devaluado (que lo está) basándose en una novela que ni siquiera le importaba. Se confirmaba así (consolidándose dos años más tarde con 'Sombras tenebrosas') la decadencia de un autor que brilló a finales de los 80 y durante toda la década de los 90, regalándonos obras maestras como 'Eduardo Manostijeras' (1990) o 'Ed Wood' (1994). Fue el efecto 2000 o bien compartir cama con Helena Bonham Carter, quién sabe, pero la entrada en el nuevo milenio le sentó como un tiro y, con la salvedad de la conmovedora 'Big Fish' (2003), su carrera cayó en picado. Ni siquiera la agradable 'Frankenweenie' (2012) le redime, ya que servía más a la imitación burtoniana que ha terminado convirtiéndose en cliché que al verdadero arrebato de autor con corazón.
'Big Eyes' (2014) no sirve para reconciliarse con el director de 'Mars attacks!' (1996) pero al menos no molesta. Se ve con tanta facilidad y ligereza como se olvida. ¿Esto es suficiente? No para el amante del mejor Burton, sí para quien había abandonado toda esperanza. Aborda la historia real de Margaret y Walter Keane, un matrimonio de artistas que, apoyado en un casi involuntario fraude (a priori), se hizo millonario gracias a los populares cuadros de los niños con ojos grandes. Él se aprovechó de ella y, en los tiempos del machismo imperante y el patriarcado nunca cuestionado, todo fue de aquella manera sin que nadie se preguntara nada. Una historia jugosa que nunca alcanza a sorprender, enganchar ni mucho menos emocionar. Es interesante en tanto en cuanto lo que narra resulta entretenido e incita a la curiosidad, pero el guión (escrito por quienes crearon el libreto de la colosal 'Ed Wood') sólo deambula por la superficie de todos los temas que aborda (ni poderosa reflexión sobre el mercantilismo del arte ni mosaico del matrimonio de los años 50-60 en Norteamérica ni artefacto que cuestione el arte de Margaret Keane). Todo luce lo suficiente como para no aburrirse pero jamás se esfuerza por ser algo más que un biopic rutinario, con alguna salida de tono desconcertante (el supermercado, las cerillas) y que, quizá, sí sirva como digna reivindicación feminista. Waltz y Adams aportan su talento, aunque les hemos visto brillar más y mejor, y la conjunción de ambos resulta agradable de contemplar, siendo posiblemente lo único notable de la cinta.
Burton, como realizador, prefiere permanecer invisible tras las cámaras, lo cual es preferible a sus arrebatos manieristas de los últimos años, pero no es ni mucho menos comparable al caso de David Fincher, quien se oculta tras sus guiones para nunca dejar de ser fiel a él mismo. Con Burton ocurre algo muy distinto pues él, simplemente, se evapora y, como resultado, queda una obra impersonal hecha con cierta desgana. Cuesta creer, incluso después de tantas decepciones, que Tim Burton se haya abonado a esa producción industrial que tanto parece criticar en su última película, con un sentido del kitsch que no reconocería ni en un millón de años. ¿Será la secuela de su estupenda 'Bitelchús' (1988), anunciada para 2016, motivo de celebración? Quizá, aunque algunos nos tememos que sea parte de su manufacturación en serie de excentricidad para el gran público. Ojalá no sea así.
www.asgeeks.es/movies/critica-de-big-eyes-los-ojos-vacios-de-tim/
'Big Eyes' (2014) no sirve para reconciliarse con el director de 'Mars attacks!' (1996) pero al menos no molesta. Se ve con tanta facilidad y ligereza como se olvida. ¿Esto es suficiente? No para el amante del mejor Burton, sí para quien había abandonado toda esperanza. Aborda la historia real de Margaret y Walter Keane, un matrimonio de artistas que, apoyado en un casi involuntario fraude (a priori), se hizo millonario gracias a los populares cuadros de los niños con ojos grandes. Él se aprovechó de ella y, en los tiempos del machismo imperante y el patriarcado nunca cuestionado, todo fue de aquella manera sin que nadie se preguntara nada. Una historia jugosa que nunca alcanza a sorprender, enganchar ni mucho menos emocionar. Es interesante en tanto en cuanto lo que narra resulta entretenido e incita a la curiosidad, pero el guión (escrito por quienes crearon el libreto de la colosal 'Ed Wood') sólo deambula por la superficie de todos los temas que aborda (ni poderosa reflexión sobre el mercantilismo del arte ni mosaico del matrimonio de los años 50-60 en Norteamérica ni artefacto que cuestione el arte de Margaret Keane). Todo luce lo suficiente como para no aburrirse pero jamás se esfuerza por ser algo más que un biopic rutinario, con alguna salida de tono desconcertante (el supermercado, las cerillas) y que, quizá, sí sirva como digna reivindicación feminista. Waltz y Adams aportan su talento, aunque les hemos visto brillar más y mejor, y la conjunción de ambos resulta agradable de contemplar, siendo posiblemente lo único notable de la cinta.
Burton, como realizador, prefiere permanecer invisible tras las cámaras, lo cual es preferible a sus arrebatos manieristas de los últimos años, pero no es ni mucho menos comparable al caso de David Fincher, quien se oculta tras sus guiones para nunca dejar de ser fiel a él mismo. Con Burton ocurre algo muy distinto pues él, simplemente, se evapora y, como resultado, queda una obra impersonal hecha con cierta desgana. Cuesta creer, incluso después de tantas decepciones, que Tim Burton se haya abonado a esa producción industrial que tanto parece criticar en su última película, con un sentido del kitsch que no reconocería ni en un millón de años. ¿Será la secuela de su estupenda 'Bitelchús' (1988), anunciada para 2016, motivo de celebración? Quizá, aunque algunos nos tememos que sea parte de su manufacturación en serie de excentricidad para el gran público. Ojalá no sea así.
www.asgeeks.es/movies/critica-de-big-eyes-los-ojos-vacios-de-tim/

7,0
51.776
9
10 de agosto de 2007
10 de agosto de 2007
68 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gótica, sangrienta y pasional historia sobre una venganza y un amor que ni la muerte puede destruir.
Esta película onírica y agresiva se puede disfrutar de varias maneras: viendo en ella un buen entretenimiento salpicado de violencia y llamas en el que Brandon Lee se mueve como pez en el agua; o sintiendo el romanticismo que desprende a borbotones acariciando tu corazón. Porque, en última instancia, la película viene a ser un precioso, oscuro y electrizante elogio al amor, un cuento salvaje y memorable que cuida tanto la forma como el contenido.
Resulta, si nos fijamos, que es una de las escasas películas románticas que carecen absolutamente de cualquier trozo de pastel, y así consigue redondear su hermoso discurso sin descuidar la historia ni un sólo instante. Ya se sabe: los edificios arden y las personas mueren, pero el amor verdadero dura para siempre.
Así que dejaros llevar y mirad la bella historia que se nos narra, ajena a cualquier explosión o disparo certero o al propio morbo fetichista que rodea al film. Que disparos y explosiones, haberlas, haylas, y vaya que si se disfrutan.
Porque no llueve eternamente...
Esta película onírica y agresiva se puede disfrutar de varias maneras: viendo en ella un buen entretenimiento salpicado de violencia y llamas en el que Brandon Lee se mueve como pez en el agua; o sintiendo el romanticismo que desprende a borbotones acariciando tu corazón. Porque, en última instancia, la película viene a ser un precioso, oscuro y electrizante elogio al amor, un cuento salvaje y memorable que cuida tanto la forma como el contenido.
Resulta, si nos fijamos, que es una de las escasas películas románticas que carecen absolutamente de cualquier trozo de pastel, y así consigue redondear su hermoso discurso sin descuidar la historia ni un sólo instante. Ya se sabe: los edificios arden y las personas mueren, pero el amor verdadero dura para siempre.
Así que dejaros llevar y mirad la bella historia que se nos narra, ajena a cualquier explosión o disparo certero o al propio morbo fetichista que rodea al film. Que disparos y explosiones, haberlas, haylas, y vaya que si se disfrutan.
Porque no llueve eternamente...
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