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Críticas ordenadas por utilidad
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6,2
1.490
7
15 de noviembre de 2015
15 de noviembre de 2015
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí que es verdad que en el mundo del cine no existe mucha denuncia al tema de las adopciones y la corrupción que rodea a estos procesos en algunos países del mundo. Desde que se inician los trámites hasta que los padres consiguen quedarse con un niño pueden pasar muchos meses dolorosos para los futuros progenitores, llegando a perder la esperanza de conseguir adoptar.
Este es el tema en torno al que se mueve esta película. De manera correcta, pero sin sobresalir, Daniela Féjerman consigue tejer una historia de sufrimiento, pero también de amor. Los protagonistas, representados de manera más que correcta por Nora Navas y Francesc Garrido, son dos personajes con las que el espectador fácilmente se puede sentir identificado, dándole el principal interés al film.
Pero, ¿por qué una historia así no consigue sobresalir? El estilo costumbrista de Féjerman, junto con el ya de por sí costumbrismo de la historia (crisis en un matrimonio) pueden no hacer de La adopción un film que logre emocionar. Pero sí que hay tres detalles que merece la pena remarcar:
El ambiente plurilingüístico en el que se desenvuelven los personajes y consigue que éstos y el propio espectador se sientan perdidos. Éste es uno de los platos fuertes de la cinta: al no entender lo que dicen el resto de personajes se consigue que la sensación de desorientación sea mayor. Para más inri solo se depende de lo que una traductora (en la que no confiamos para nada) traduzca. No sé cómo se proyectara esta película en España, si se doblarán todos los diálogos. Si esto ocurriera se cargarían uno de los mejores puntos de la cinta.
La fotografía fría y cortante de Juan Carlos Gómez. No sabemos en qué país se centra la historia (el rodaje fue en Lituania), sin embargo, el ambiente que se crea en éste es hostil. Sin duda, la sensación de ansiedad se ve expandida por la soledad del paisaje. Por otro lado, los ambientes elegidos para rodar en Vilnius, capital de Lituania, no son sus más bellos, sino ambientes de barrio, oscuros y, si se puede decir, feos. Un acierto por parte del equipo de producción de la película.
Sobre todo, la química de los dos protagonistas es brutal. El duo actoral que se marcan tanto Navas como Garrido es para disfrutar. Ambos parten de un registro muy parecido que les hace una genial y, sobre todo, verosímil pareja dentro de la pantalla.
Como curiosidad, cabe decir que esta película tiene dos montajes: uno en catalán y otro en español. El original era el catalán, pero pensaron grabar las escenas también en español para evitar doblarse después a sí mismos (lo que es de agradecer, el doblaje desde el catalán es siempre pésimo).
Pues no mucho más que decir, La adopción es una película que gusta, sin duda, pero no mucho más. Tampoco hay nada que se le pueda echar en falta. Daniela Féjerman realiza el trabajo que se le pide y da de sí a la historia todo lo que necesita. Para pasar una tarde en familia en el cine, es la película perfecta. Para cualquier otro tipo de emociones, quizá no.
Alberto Monje, Esencia Cine
Este es el tema en torno al que se mueve esta película. De manera correcta, pero sin sobresalir, Daniela Féjerman consigue tejer una historia de sufrimiento, pero también de amor. Los protagonistas, representados de manera más que correcta por Nora Navas y Francesc Garrido, son dos personajes con las que el espectador fácilmente se puede sentir identificado, dándole el principal interés al film.
Pero, ¿por qué una historia así no consigue sobresalir? El estilo costumbrista de Féjerman, junto con el ya de por sí costumbrismo de la historia (crisis en un matrimonio) pueden no hacer de La adopción un film que logre emocionar. Pero sí que hay tres detalles que merece la pena remarcar:
El ambiente plurilingüístico en el que se desenvuelven los personajes y consigue que éstos y el propio espectador se sientan perdidos. Éste es uno de los platos fuertes de la cinta: al no entender lo que dicen el resto de personajes se consigue que la sensación de desorientación sea mayor. Para más inri solo se depende de lo que una traductora (en la que no confiamos para nada) traduzca. No sé cómo se proyectara esta película en España, si se doblarán todos los diálogos. Si esto ocurriera se cargarían uno de los mejores puntos de la cinta.
La fotografía fría y cortante de Juan Carlos Gómez. No sabemos en qué país se centra la historia (el rodaje fue en Lituania), sin embargo, el ambiente que se crea en éste es hostil. Sin duda, la sensación de ansiedad se ve expandida por la soledad del paisaje. Por otro lado, los ambientes elegidos para rodar en Vilnius, capital de Lituania, no son sus más bellos, sino ambientes de barrio, oscuros y, si se puede decir, feos. Un acierto por parte del equipo de producción de la película.
Sobre todo, la química de los dos protagonistas es brutal. El duo actoral que se marcan tanto Navas como Garrido es para disfrutar. Ambos parten de un registro muy parecido que les hace una genial y, sobre todo, verosímil pareja dentro de la pantalla.
Como curiosidad, cabe decir que esta película tiene dos montajes: uno en catalán y otro en español. El original era el catalán, pero pensaron grabar las escenas también en español para evitar doblarse después a sí mismos (lo que es de agradecer, el doblaje desde el catalán es siempre pésimo).
Pues no mucho más que decir, La adopción es una película que gusta, sin duda, pero no mucho más. Tampoco hay nada que se le pueda echar en falta. Daniela Féjerman realiza el trabajo que se le pide y da de sí a la historia todo lo que necesita. Para pasar una tarde en familia en el cine, es la película perfecta. Para cualquier otro tipo de emociones, quizá no.
Alberto Monje, Esencia Cine
21 de febrero de 2016
21 de febrero de 2016
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es complicado ver reflejado en el cine la realidad iraní. Una sociedad machista, clasista, tremendamente marcada por su opresor gobierno. No vengo aquí a hablar de política, pero sí que es verdad que la segunda película de Asghar Farhadi, “Beautiful City”, no puede ser entendida sin su enorme crítica social.
Había momentos en los que no entendía cómo esta película pudo sobrepasar la incisiva censura persa. Temas como la religión o la situación de la mujer son prácticamente los personajes principales en un film en el que es más importante lo que cuenta que cómo lo cuenta.
“Beautiful City” es una historia sobre personas desesperadas. A’la es un joven que intenta evitar contra natura que ejecuten a su compañero Akbar; Firoozeh, ha perdido la esperanza de salvar a su hermano de la merte, solo quiere que su marido le trate bien y le deje en paz y Abolqasem, quiere que de una vez por todas se ejecute a Akbar para así vengar a su hija. Estos tres son los personajes principales sobre los que Farhadi ordena toda su historia. El director controla a la perfección todas sus personalidades y toda su humanidad, consiguiendo llevarles a temas más trascendentales. A’la y Abolqasem, en las largas conversaciones que tienen para evitar la muerte de Akbar, llegan a reflexionar sobre los asesinatos, sobre el perdón, la rendición… “Tu hija no sabía que iba a morir, Akbar sí, lleva 2 años sabiéndolo” llega a decir en una escena, ante el rostro desorientado del anciano. A este mismo, pese a ser un hombre que solo desea la muerte de un joven, se le dota de sentimientos tan humanos como los de los que intentan evitar la ejecución. Sabe que nada cambiará en su vida en cuanto Akbar esté muerto, seguirá estando triste, echando de menos a su hija. Ella es lo único que le quedaba de su esposa fallecida, por eso desea tanto la venganza. Lucha contra las instituciones eclesiásticas, también religiosas, para adelantar la ejecución del joven, pero no consigue nada. En cierto momento del filme se declara “enfadado con Dios”, arremetiendo contra la religión, algo imprescindible en la sociedad iraní. Farhadi también arremete contra el sistema islámico imperante. Critica la sociedad impasible ante las injusticias, solo inmiscuida en sus rezos. A’la, el alter ego del director en muchos momentos, le preguntará a un imán: “¿Es rezar más importante que salvar una vida?” a lo que responderá: “Lo es, hijo”.
Como ya he dicho, el tema de la mujer tiene mucha importancia en la película. A todas las mujeres que aparecen, en cierta manera, se las ve apartadas, subordinadas a sus maridos. Firoozeh, hermana de Akbar, es un gran ejemplo de ello. Vivirá temiendo a su marido todos los segundos en los que esté él cerca, buscando sin nunca decirlo, alguien que le trate bien. “¿Alguna vez me has tocado excepto para pegarme?”, llega a decirle. En varias escenas del metraje vemos maltrato físico de hombres a mujeres.
El gran acierto del prácticamente novato todavía director, es contar una historia desde la mayoría de puntos de vista posibles. Se les da humanidad a todos los personajes, por mucho que parezca que, a priori, no la tengan. Akbar solo sale en dos escenas, no es más que una justificación para, primero, contar una historia con unos personajes muy potentes y, segundo, reflejar una sociedad de la que solo se pueden muy pocos aspectos positivos, el resto, está totalmente podrido. Quizá el iraní no había llegado todavía en ese momento con “Beautiful city” al altísimo nivel narrativo de “A separation” o “Le passée”, pero demuestra una intención y unas ganas de hacer el mejor cine social que poco después quedarían demostradas.
Había momentos en los que no entendía cómo esta película pudo sobrepasar la incisiva censura persa. Temas como la religión o la situación de la mujer son prácticamente los personajes principales en un film en el que es más importante lo que cuenta que cómo lo cuenta.
“Beautiful City” es una historia sobre personas desesperadas. A’la es un joven que intenta evitar contra natura que ejecuten a su compañero Akbar; Firoozeh, ha perdido la esperanza de salvar a su hermano de la merte, solo quiere que su marido le trate bien y le deje en paz y Abolqasem, quiere que de una vez por todas se ejecute a Akbar para así vengar a su hija. Estos tres son los personajes principales sobre los que Farhadi ordena toda su historia. El director controla a la perfección todas sus personalidades y toda su humanidad, consiguiendo llevarles a temas más trascendentales. A’la y Abolqasem, en las largas conversaciones que tienen para evitar la muerte de Akbar, llegan a reflexionar sobre los asesinatos, sobre el perdón, la rendición… “Tu hija no sabía que iba a morir, Akbar sí, lleva 2 años sabiéndolo” llega a decir en una escena, ante el rostro desorientado del anciano. A este mismo, pese a ser un hombre que solo desea la muerte de un joven, se le dota de sentimientos tan humanos como los de los que intentan evitar la ejecución. Sabe que nada cambiará en su vida en cuanto Akbar esté muerto, seguirá estando triste, echando de menos a su hija. Ella es lo único que le quedaba de su esposa fallecida, por eso desea tanto la venganza. Lucha contra las instituciones eclesiásticas, también religiosas, para adelantar la ejecución del joven, pero no consigue nada. En cierto momento del filme se declara “enfadado con Dios”, arremetiendo contra la religión, algo imprescindible en la sociedad iraní. Farhadi también arremete contra el sistema islámico imperante. Critica la sociedad impasible ante las injusticias, solo inmiscuida en sus rezos. A’la, el alter ego del director en muchos momentos, le preguntará a un imán: “¿Es rezar más importante que salvar una vida?” a lo que responderá: “Lo es, hijo”.
Como ya he dicho, el tema de la mujer tiene mucha importancia en la película. A todas las mujeres que aparecen, en cierta manera, se las ve apartadas, subordinadas a sus maridos. Firoozeh, hermana de Akbar, es un gran ejemplo de ello. Vivirá temiendo a su marido todos los segundos en los que esté él cerca, buscando sin nunca decirlo, alguien que le trate bien. “¿Alguna vez me has tocado excepto para pegarme?”, llega a decirle. En varias escenas del metraje vemos maltrato físico de hombres a mujeres.
El gran acierto del prácticamente novato todavía director, es contar una historia desde la mayoría de puntos de vista posibles. Se les da humanidad a todos los personajes, por mucho que parezca que, a priori, no la tengan. Akbar solo sale en dos escenas, no es más que una justificación para, primero, contar una historia con unos personajes muy potentes y, segundo, reflejar una sociedad de la que solo se pueden muy pocos aspectos positivos, el resto, está totalmente podrido. Quizá el iraní no había llegado todavía en ese momento con “Beautiful city” al altísimo nivel narrativo de “A separation” o “Le passée”, pero demuestra una intención y unas ganas de hacer el mejor cine social que poco después quedarían demostradas.

7,5
7.077
9
21 de febrero de 2016
21 de febrero de 2016
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Orson Welles ya era un autor de reconocido prestigio cuando en 1962 adaptó al cine una de las novelas más importantes de la literatura moderna: “El proceso”. Ésta misma, era algo inclasificable, tachada de “anarquista” y de existencialista por sus contemporáneos, pero homenajeada una y mil veces en años posteriores (véase “La peste” de Albert Camus, por ejemplo).
Pero vamos a pararnos en lo que de verdad nos concierne, que es el film. En él vemos a un Anthony Perkins con el rostro indeciso, perdido, pero al mismo tiempo, sabiendo que no podía ser de otra manera. Un actor, seguro que empujado por su éxito con “Psicosis”, da vida a una historia que de convencional no tiene ni los créditos finales. Para empezar, el surrealismo que puebla la obra es magistral, bastante diferente del monumental “El perro andaluz”, pero manteniendo la esencia de “sueño-pesadilla”. Durante todo el metraje, el espectador no sabe realmente lo que está pasando, sólo ve pasillos, papeleo, personas perdida, sombras y mujeres que le activarán los deseos sexuales. En cierta manera, el espectador es Mr. K, que se levanta por la mañana y se ve inmerso en una pesadilla, que no sabrá si es realidad, o simplemente un mal sueño (y tan malo).
Como siempre en Welles, hasta el más mínimo detalle técnico es cuidado al milímetro. Es digno de destacar la fotografía e iluminación, que crea claroscuros muy acordes con la trama y sombras que se alargan y dan más sensación surrealista. Respecto a la música, ayuda a relajar el ambiente en los momentos más “lights” dramáticamente y, en cierta manera, olvidar todo lo que el espectador ha visto y acaba de ver.
En una película, si el espectador no se sumerge en ella de lleno, alguien ha hecho mal su trabajo. “El proceso” despierta en el espectador un instinto de supervivencia que no está acostumbrado a sacar casi nunca. Debe estar todo el tiempo alerta ante lo que pasa, porque si no s perderá y acabará como esos pobres abuelos que vemos en el film perdidos en los pasillos en el tribunal. El espectador, como Mr. K, no sabe realmente por qué le están juzgando, y no sabe lo lejos que pueden llegar en su proceso de degradación personal y eso le asusta, sí, pero conforme va pasando el tiempo va entrando en el sádico juego participando activamente de él e, incluso, intentando adelantarse a la trama, una trama que no le agarrará hasta que el espectador no puede más y se rinde. En “El proceso”, Mr. K. y el espectador ya están predestinados a perder.
Y esa es la esencia de la película y su gran fuente de calidad. No es una película que te haya dado la sensación haber visto antes, no es como ninguna otra. Además lo pasas muy mal, realmente sufres, pero cuando terminas de verla, sientes la necesidad de volver a revivir esos momentos de angustia, pues así es el cine: cuando algo te atrapa, ni el tiempo puede hacer que te suelte y, “El proceso” es prueba irrefutable de ello.
Cualquier otro director habría hecho una sátira sobre la justicia en su país o una crítica muy dura a los jueces y burocracia en general. Pero Welles no es así, más allá de las lecturas políticas que se puedan hacer a esta obra, yo creo que no las tiene. “El proceso” es un film sobre el caos, el descontrol y a desesperanza, nada más, cualquier lectura que se le pueda hacer va a ser alejada de las intenciones del director, intenciones puramente artísticas.
Pero vamos a pararnos en lo que de verdad nos concierne, que es el film. En él vemos a un Anthony Perkins con el rostro indeciso, perdido, pero al mismo tiempo, sabiendo que no podía ser de otra manera. Un actor, seguro que empujado por su éxito con “Psicosis”, da vida a una historia que de convencional no tiene ni los créditos finales. Para empezar, el surrealismo que puebla la obra es magistral, bastante diferente del monumental “El perro andaluz”, pero manteniendo la esencia de “sueño-pesadilla”. Durante todo el metraje, el espectador no sabe realmente lo que está pasando, sólo ve pasillos, papeleo, personas perdida, sombras y mujeres que le activarán los deseos sexuales. En cierta manera, el espectador es Mr. K, que se levanta por la mañana y se ve inmerso en una pesadilla, que no sabrá si es realidad, o simplemente un mal sueño (y tan malo).
Como siempre en Welles, hasta el más mínimo detalle técnico es cuidado al milímetro. Es digno de destacar la fotografía e iluminación, que crea claroscuros muy acordes con la trama y sombras que se alargan y dan más sensación surrealista. Respecto a la música, ayuda a relajar el ambiente en los momentos más “lights” dramáticamente y, en cierta manera, olvidar todo lo que el espectador ha visto y acaba de ver.
En una película, si el espectador no se sumerge en ella de lleno, alguien ha hecho mal su trabajo. “El proceso” despierta en el espectador un instinto de supervivencia que no está acostumbrado a sacar casi nunca. Debe estar todo el tiempo alerta ante lo que pasa, porque si no s perderá y acabará como esos pobres abuelos que vemos en el film perdidos en los pasillos en el tribunal. El espectador, como Mr. K, no sabe realmente por qué le están juzgando, y no sabe lo lejos que pueden llegar en su proceso de degradación personal y eso le asusta, sí, pero conforme va pasando el tiempo va entrando en el sádico juego participando activamente de él e, incluso, intentando adelantarse a la trama, una trama que no le agarrará hasta que el espectador no puede más y se rinde. En “El proceso”, Mr. K. y el espectador ya están predestinados a perder.
Y esa es la esencia de la película y su gran fuente de calidad. No es una película que te haya dado la sensación haber visto antes, no es como ninguna otra. Además lo pasas muy mal, realmente sufres, pero cuando terminas de verla, sientes la necesidad de volver a revivir esos momentos de angustia, pues así es el cine: cuando algo te atrapa, ni el tiempo puede hacer que te suelte y, “El proceso” es prueba irrefutable de ello.
Cualquier otro director habría hecho una sátira sobre la justicia en su país o una crítica muy dura a los jueces y burocracia en general. Pero Welles no es así, más allá de las lecturas políticas que se puedan hacer a esta obra, yo creo que no las tiene. “El proceso” es un film sobre el caos, el descontrol y a desesperanza, nada más, cualquier lectura que se le pueda hacer va a ser alejada de las intenciones del director, intenciones puramente artísticas.

6,8
8.947
8
8 de noviembre de 2015
8 de noviembre de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres personajes solitarios. Tres personajes que no han encontrado su lugar en el mundo. Una pastelería de dorayakis que los une. Básicamente esto es Una pastelería en Tokio, una película dulce sobre las relaciones humanas y lo esenciales que son en nuestra vida.
Sentaro dirige una pastelería del centro de la capital nipona donde acude Wakara, una joven escolar. Tokue, una anciana que se acerca un día al local, se ofrece a ayudar a Sentaro a cocinar los mejores dorayakis que haya probado, éstos son unas tortitas con pasta de judía dentro, el Anko. La pasta que cocina Tokue, está para chuparse los dedos. Por ello, sin dudarlo, Sentaro contrata a la anciana, pese a su avanzada edad y una enfermedad que tiene en las manos.
Naomi Kawase consiguió el galardón a la mejor dirección en esta pasada Seminci con esta cinta. En su trabajo podemos observar un gran cuidado con la forma y el estilo en lo narrado, además la dulzura y el sentimiento que revierte en la cinta, la convierten en una gran experiencia para casi cualquier público.
Si hay que ponerle una pega a la película es su metraje, quizá, demasiado largo. La historia está muy bien contada y medida en su mayor parte, pero son esos últimos 20 minutos los que reinciden innecesariamente en la misma idea. Aun así, el filme no deja de ser tan apasionante y consigue tratar numerosos temas como: la dulzura de la vida, la pasión por el trabajo, la armonía del hombre con la naturaleza o la lepra en la sociedad nipona actual. Este último tema sorprende desde nuestra perspectiva occidental, pero es un verdadero lastre sanitario y, sobre todo, social para muchos japoneses en la actualidad. Merece la pena ver la película y descubrir hasta qué punto una de las sociedades más avanzadas de la tierra posee tantos prejuicios irracionales hacia esta enfermedad.
Quizá un público más refinado, un público que se conozca a la perfección todas las teorías cinematográficas sobre las historias o la narración, al conocido como “crítico pijo”, le falte algo. Pero el resto de los mortales somos capaces de disfrutar con una obra que no es perfecta, pero que, si llega al corazón, lo acaba siendo. Esta gente refinada le sacará mil pegas: que si los personajes son demasiado tópicos, que si la historia no llega a despegar, incluso usarán palabras que ni ellos mismos saben lo que significan para argumentar sus ideas. Ahora bien, que no os engañen. An es una película que hay que ver y disfrutar porque en su esencia está la vida misma y, en palabras de su propia directora, “sólo el hecho de vivir es algo maravilloso”.
Alberto Monje, Esencia Cine
Sentaro dirige una pastelería del centro de la capital nipona donde acude Wakara, una joven escolar. Tokue, una anciana que se acerca un día al local, se ofrece a ayudar a Sentaro a cocinar los mejores dorayakis que haya probado, éstos son unas tortitas con pasta de judía dentro, el Anko. La pasta que cocina Tokue, está para chuparse los dedos. Por ello, sin dudarlo, Sentaro contrata a la anciana, pese a su avanzada edad y una enfermedad que tiene en las manos.
Naomi Kawase consiguió el galardón a la mejor dirección en esta pasada Seminci con esta cinta. En su trabajo podemos observar un gran cuidado con la forma y el estilo en lo narrado, además la dulzura y el sentimiento que revierte en la cinta, la convierten en una gran experiencia para casi cualquier público.
Si hay que ponerle una pega a la película es su metraje, quizá, demasiado largo. La historia está muy bien contada y medida en su mayor parte, pero son esos últimos 20 minutos los que reinciden innecesariamente en la misma idea. Aun así, el filme no deja de ser tan apasionante y consigue tratar numerosos temas como: la dulzura de la vida, la pasión por el trabajo, la armonía del hombre con la naturaleza o la lepra en la sociedad nipona actual. Este último tema sorprende desde nuestra perspectiva occidental, pero es un verdadero lastre sanitario y, sobre todo, social para muchos japoneses en la actualidad. Merece la pena ver la película y descubrir hasta qué punto una de las sociedades más avanzadas de la tierra posee tantos prejuicios irracionales hacia esta enfermedad.
Quizá un público más refinado, un público que se conozca a la perfección todas las teorías cinematográficas sobre las historias o la narración, al conocido como “crítico pijo”, le falte algo. Pero el resto de los mortales somos capaces de disfrutar con una obra que no es perfecta, pero que, si llega al corazón, lo acaba siendo. Esta gente refinada le sacará mil pegas: que si los personajes son demasiado tópicos, que si la historia no llega a despegar, incluso usarán palabras que ni ellos mismos saben lo que significan para argumentar sus ideas. Ahora bien, que no os engañen. An es una película que hay que ver y disfrutar porque en su esencia está la vida misma y, en palabras de su propia directora, “sólo el hecho de vivir es algo maravilloso”.
Alberto Monje, Esencia Cine
9
30 de diciembre de 2013
30 de diciembre de 2013
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
No creo que fuese un asombro que Lars von Trier quisiese hacer una película porno, y mucho menos raro es que esa película se centra en una ninfómana autodiagnosticada. El director danés desde siempre ha llenado de sexo sus películas, uno de los últimos ejemplos “Anticristo” (2009) en la que ya quiso mostrar sexo explícito, pero que al final acabó rodando con dobles para las escenas más crudas. Pero esta vez ha hecho su proyecto más libre, el que de alguna u otra manera ha querido hacer durante todo el tiempo y del que, seguro, se sentirá orgulloso.
Esta versión que hemos visto constituye su versión más “soft”, pero sabemos que todavía hay escenas más crudas. Por lo tanto, ¿Es “Nympomaniac. Volumen 1” una obra que sólo busca la provocación? En absoluto, no es una película comercial, que busque entretener y excitar con escenas eróticas, sino es una historia humana, sobre una mujer que está destrozada por dentro y que se odia a sí misma, y la única forma que tiene de liberarse de ese dolor es contando su historia, esa que le ha dejado como está y que, como ella misma dice, “no todos entenderían”. Desde ese momento, el espectador observa la autodestrucción de un alma, que al principio era feliz en su ingenuidad pero que se empieza a hacer daño a conciencia, teniendo mucha idea de a dónde puede llegar y queriendo llegar allí. Si los análisis de la película se basan en pararse en el porno y en el erotismo, se tapará la profunda y desgarradora historia de una ninfómana que no entiende su propia existencia. Por lo tanto, “Nymphomaniac. Volumen 1” no es una provocación, pues el director no intenta llegar a todo el público. Prosigue con su estilo, ese del Dogma 95 que él mismo creó, por lo que la película no será plato de buen gusto para los paladares más comerciales, a los que se les hará pesada y aburrida. Sin embargo, para los seguidores de este tipo de cine, será entretenida, disfrutable y preciosista.
Stellan Skarsgard puede considerarse un personaje poco importante para la historia, pero no lo es. El sueco representa ni más ni menos que al espectador, que al principio mira con recelo a la historia que le están contando, pero que más tarde se mete de lleno en ella. En el resto del reparto destacan un sorprendente Shia LaBeouf que no quiso tener doble para sus escenas de sexo, y Uma Thurman, que interpreta un papel pequeño pero muy importante para la película, además de ser uno de los mejores de su carrera. Su momento es uno de los más memorables de la cinta al ser duro y desgarrador.
Este Volumen 1, sólo es la mitad de una película recortada de un total de 5 horas de duración. Esta versión ha sido “autorizada pero no vista por el director” como avisan al principio de la proyección. Se notan las escenas censuradas, hay mucho que no hemos visto, y lo malo no es eso, lo malo es las ganas que te dejan de verlo, de ver qué más hay dentro de la cabeza de Von Trier. Hay que reconocer, que aunque no nos mueva el morbo del porno, nos incita a la curiosidad. Si a muchos nos parece mucho esperar un mes para ver la segunda parte, esperar a ver la versión más explícita se nos hará eterno. Además, media película se pasa volando, cuando aparecen los créditos piensas “¿¡Ya?!” y maldices al que se le ocurrió la idea de partir la película a la mitad y dejarte ahí en ese “coitus interruptus”. Y por si eso era poco, el avance de la segunda parte tras los créditos te abre mucho más el apetito.
Lars von Trier es un director capaz de hacer una película porno de autor, donde se mezclan personajes desamparados, rotos, indefensos y mucho sexo para darnos un resultado inmenso. Eso sí, todavía queda la segunda mitad, lo que muchos vemos como algo grandioso puede quedarse en nada si el final no está a la altura, aun así, el 24 de enero saldremos de dudas con el estreno de “Nymphomaniac. Volumen 2”.
Esta versión que hemos visto constituye su versión más “soft”, pero sabemos que todavía hay escenas más crudas. Por lo tanto, ¿Es “Nympomaniac. Volumen 1” una obra que sólo busca la provocación? En absoluto, no es una película comercial, que busque entretener y excitar con escenas eróticas, sino es una historia humana, sobre una mujer que está destrozada por dentro y que se odia a sí misma, y la única forma que tiene de liberarse de ese dolor es contando su historia, esa que le ha dejado como está y que, como ella misma dice, “no todos entenderían”. Desde ese momento, el espectador observa la autodestrucción de un alma, que al principio era feliz en su ingenuidad pero que se empieza a hacer daño a conciencia, teniendo mucha idea de a dónde puede llegar y queriendo llegar allí. Si los análisis de la película se basan en pararse en el porno y en el erotismo, se tapará la profunda y desgarradora historia de una ninfómana que no entiende su propia existencia. Por lo tanto, “Nymphomaniac. Volumen 1” no es una provocación, pues el director no intenta llegar a todo el público. Prosigue con su estilo, ese del Dogma 95 que él mismo creó, por lo que la película no será plato de buen gusto para los paladares más comerciales, a los que se les hará pesada y aburrida. Sin embargo, para los seguidores de este tipo de cine, será entretenida, disfrutable y preciosista.
Stellan Skarsgard puede considerarse un personaje poco importante para la historia, pero no lo es. El sueco representa ni más ni menos que al espectador, que al principio mira con recelo a la historia que le están contando, pero que más tarde se mete de lleno en ella. En el resto del reparto destacan un sorprendente Shia LaBeouf que no quiso tener doble para sus escenas de sexo, y Uma Thurman, que interpreta un papel pequeño pero muy importante para la película, además de ser uno de los mejores de su carrera. Su momento es uno de los más memorables de la cinta al ser duro y desgarrador.
Este Volumen 1, sólo es la mitad de una película recortada de un total de 5 horas de duración. Esta versión ha sido “autorizada pero no vista por el director” como avisan al principio de la proyección. Se notan las escenas censuradas, hay mucho que no hemos visto, y lo malo no es eso, lo malo es las ganas que te dejan de verlo, de ver qué más hay dentro de la cabeza de Von Trier. Hay que reconocer, que aunque no nos mueva el morbo del porno, nos incita a la curiosidad. Si a muchos nos parece mucho esperar un mes para ver la segunda parte, esperar a ver la versión más explícita se nos hará eterno. Además, media película se pasa volando, cuando aparecen los créditos piensas “¿¡Ya?!” y maldices al que se le ocurrió la idea de partir la película a la mitad y dejarte ahí en ese “coitus interruptus”. Y por si eso era poco, el avance de la segunda parte tras los créditos te abre mucho más el apetito.
Lars von Trier es un director capaz de hacer una película porno de autor, donde se mezclan personajes desamparados, rotos, indefensos y mucho sexo para darnos un resultado inmenso. Eso sí, todavía queda la segunda mitad, lo que muchos vemos como algo grandioso puede quedarse en nada si el final no está a la altura, aun así, el 24 de enero saldremos de dudas con el estreno de “Nymphomaniac. Volumen 2”.
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