En serio, ¿quién no puede reírse cuando ve a un tío mellado tocando el piano con una gallina encima?

En primer lugar, uno de los científicos más importantes del país acaba dando clases en un colegio de un pueblo de mala muerte, sin vigilancia alguna. Acto seguido, no se le ocurre mejor idea que la de estrellarse contra un tren militar para dejar libre a un alienígena antropófago, CON UNA FURGONETA. Por supuesto, el tren salta en mil pedazos y todos los alrededores en 200m a la redonda acaban hechos migas, pero una cámara de super 8 sale ilesa.
Tras todo ello, los militares aparecen en unas 7 milésimas de segundo (aunque esto es habitual en este tipo de películas) y el alien se construye una madriguera y en un par de noches se construye una nave espacial con chatarra, bicicletas... a pesar de que el material original del que se componía su nave era una serie de pseudo-cubos de rubik. Una vez hecho esto, y tras devorar a medio pueblo, deja sin embargo que tres chiquillos que descubren su guarida se escapen, y que le den su bendición para abandonar el planeta.
Todo ello va superponiéndose a las relaciones entre los habitantes del pueblo, a las que sin embargo se les podría sacar más chicha. Aunque claro, teniendo en cuenta al director y al productor, una peli donde primen las relaciones sociales no le entraría al público ni con calzador.