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7,1
10.999
8
2 de diciembre de 2013
2 de diciembre de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Zhang Yimou es uno de mis directores preferidos. Lo descubrí en el año 2000 al ver "Camino a casa" (1999). En esta sencilla y conmovedora cinta el director chino conseguía, sin grandilocuentes efectimos, definir un preciso y precioso retrato del amor. En contadas ocasiones se combinan con tanta maestría todos los ingredientes necesarios para que una película se transforme en poesía. Bien, pues "Camino a casa" es uno de esos milagros.
Después vendrían producciones magníficas, como la épica "Hero" (2002), "La casa de las dagas voladoras" (2004), "La maldición de la flor dorada" (2006) o "Amor bajo el espino blanco" (2010), también nominada para los Premios Fleischman en ediciones anteriores.
Es cierto que Zhang Yimou tuvo una tensa relación con el régimen chino, que prohibió en su país la proyección de alguna de sus películas, pero esas discrepancias se han ido desvaneciendo hasta el punto de que el partido comunista le "solicitó" en 2008 que dirigiese y coreografiase la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Beijing. Ahora es señalado como colaboracionista del régimen. En fin, nunca llueve a gusto de todos y prueba de ello es que un sector de los críticos cinematográficos lo infravaloran porque entienden se abandona a la estética, al preciosismo artificioso y superficial. Yo no estoy de acuerdo en absoluto con esta premisa, porque las historias que narra siempre están cargadas de afectividad, sentimiento y ternura. La maravillosa y cuidada fotografía de sus producciones y su exquisita concepción de la belleza, han hecho de Zhang Yimou uno de los directores con mayor proyección internacional, respaldada ésta por la aceptación del público y de los grandes festivales de cine europeos: Cannes, Venecia y Berlín.
Por otra parte, cualquiera que me conozca sabe que me apasiona el cine sobre la Segunda Guerra Mundial. No en vano, la mayor parte del contenido de mi web www.unaguerradecine.com, se centra en un recorrido por los principales hitos del mayor conflicto armado de la historia de la humanidad y su reflejo en el celuloide. Así que, si unos de mis directores favoritos filma una película localizada cronológicamente en el preludio de este triste episodio, es inevitable que yo disfrute de su visionado. No puedo ser objetivo.
En "Las flores de la guerra" el aclamado cineasta vuelve a centrarse en su fascinación por las mujeres hermosas, fuertes y decididas. En el contexto de la más aberrante depravación, la idea del sacrificio en aras de un bien mayor vence al egoista, pero muy humano, instinto de supervivencia. Las protagonistas, acompañadas por un cínico Christian Bale en pleno proceso de redentora trasformación, nos regalan un generoso ejercicio de incuestionable bondad que nos obliga a seguir creyendo en el género humano.
El mayor problema de la película es que soporta con dificultad la comparación con la brutal y soberbia "Ciudad de vida y muerte" (2009) de Lu Chuan, que también fue nominada en su día para los Premios Fleischman. Las dos producciones narran la masacre de Nanking en 1937, una de las más desgarradoras fases de la guerra chino - japonesa, que sería obertura preliminar de la Segunda Guerra Mundial. Las tropas niponas del Imperio del Sol entraron en la ciudad a sangre y fuego, llevándose la vida de cerca de 300.000 personas y realizando más de 20.000 violaciones. He leído críticas en las que se acusaba a ambas películas chinas de no contemplar matices en los combatientes japoneses, pero me parece ridículo intentar ponderar las atrocidades cometidas por el ejército imperial, dada la magnitud de este sanguinario exterminio. La mayor y más cara superproducción del cine chino es quizá menos contundente que "Ciudad de vida y muerte", pero está plagada de sutilezas visuales de enorme belleza. Las escenas bélicas son espectaculares y las interpretaciones de los actores muy sólidas. En consecuencia, debemos concluir que "Las flores de la guerra es una gran película" y que algunos de sus detractores, cegados por la inquina hacia su país de origen, son incapaces de ver el talento inherente en todo su metraje.
Después vendrían producciones magníficas, como la épica "Hero" (2002), "La casa de las dagas voladoras" (2004), "La maldición de la flor dorada" (2006) o "Amor bajo el espino blanco" (2010), también nominada para los Premios Fleischman en ediciones anteriores.
Es cierto que Zhang Yimou tuvo una tensa relación con el régimen chino, que prohibió en su país la proyección de alguna de sus películas, pero esas discrepancias se han ido desvaneciendo hasta el punto de que el partido comunista le "solicitó" en 2008 que dirigiese y coreografiase la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Beijing. Ahora es señalado como colaboracionista del régimen. En fin, nunca llueve a gusto de todos y prueba de ello es que un sector de los críticos cinematográficos lo infravaloran porque entienden se abandona a la estética, al preciosismo artificioso y superficial. Yo no estoy de acuerdo en absoluto con esta premisa, porque las historias que narra siempre están cargadas de afectividad, sentimiento y ternura. La maravillosa y cuidada fotografía de sus producciones y su exquisita concepción de la belleza, han hecho de Zhang Yimou uno de los directores con mayor proyección internacional, respaldada ésta por la aceptación del público y de los grandes festivales de cine europeos: Cannes, Venecia y Berlín.
Por otra parte, cualquiera que me conozca sabe que me apasiona el cine sobre la Segunda Guerra Mundial. No en vano, la mayor parte del contenido de mi web www.unaguerradecine.com, se centra en un recorrido por los principales hitos del mayor conflicto armado de la historia de la humanidad y su reflejo en el celuloide. Así que, si unos de mis directores favoritos filma una película localizada cronológicamente en el preludio de este triste episodio, es inevitable que yo disfrute de su visionado. No puedo ser objetivo.
En "Las flores de la guerra" el aclamado cineasta vuelve a centrarse en su fascinación por las mujeres hermosas, fuertes y decididas. En el contexto de la más aberrante depravación, la idea del sacrificio en aras de un bien mayor vence al egoista, pero muy humano, instinto de supervivencia. Las protagonistas, acompañadas por un cínico Christian Bale en pleno proceso de redentora trasformación, nos regalan un generoso ejercicio de incuestionable bondad que nos obliga a seguir creyendo en el género humano.
El mayor problema de la película es que soporta con dificultad la comparación con la brutal y soberbia "Ciudad de vida y muerte" (2009) de Lu Chuan, que también fue nominada en su día para los Premios Fleischman. Las dos producciones narran la masacre de Nanking en 1937, una de las más desgarradoras fases de la guerra chino - japonesa, que sería obertura preliminar de la Segunda Guerra Mundial. Las tropas niponas del Imperio del Sol entraron en la ciudad a sangre y fuego, llevándose la vida de cerca de 300.000 personas y realizando más de 20.000 violaciones. He leído críticas en las que se acusaba a ambas películas chinas de no contemplar matices en los combatientes japoneses, pero me parece ridículo intentar ponderar las atrocidades cometidas por el ejército imperial, dada la magnitud de este sanguinario exterminio. La mayor y más cara superproducción del cine chino es quizá menos contundente que "Ciudad de vida y muerte", pero está plagada de sutilezas visuales de enorme belleza. Las escenas bélicas son espectaculares y las interpretaciones de los actores muy sólidas. En consecuencia, debemos concluir que "Las flores de la guerra es una gran película" y que algunos de sus detractores, cegados por la inquina hacia su país de origen, son incapaces de ver el talento inherente en todo su metraje.

7,9
120.110
8
22 de diciembre de 2013
22 de diciembre de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si no es la mejor película estrenada en España en 2013, creo que al menos puede ser la más extravagante y divertida. Cuando terminas de verla, sabes que volverás a hacerlo. Da igual que "Django desencadenado" a nivel de guión sea Django desestructurado, que su argumento contenga notables y delirantes incongruencias o que su metraje sea excesivo. Una vez superas los irritantes anacronismos que ya padecimos en "Malditos Bastardos" (2009), con el Sr. Tarantino la única actitud plausible es relajarse y disfrutar. La película está contextualizada dos años antes de la Guerra de Secesión y el Ku Klus Klan se creó una vez terminado el conflicto, pero qué nos importan esos detalles cuando un escritor - director con talento, inteligencia y un extraordinario sentido del humor nos regala escenas sublimes como el prólogo de la carga a caballo encabezada por Big Daddy (Don Johnson). La conversación entre los abanderados de la supremacía blanca respecto a sus capuchas es absolutamente genial. No estoy de acuerdo en que el humor sea la manifestación más alta de los mecanismos de adaptación del individuo, porque creo que Quentin Tarantino es un formidable desequilibrado: Un niño gamberro e irónico que adora la trasgresión y la desobediencia.
El cineasta de Knoxville lleva casi dos décadas obsequiándonos con momentos de cine inolvidables. Tiene la capacidad de pasar del humor al drama a una velocidad vertiginosa y eso para mí es síntoma de salud mental. No le preocupa que las transiciones en los diálogos o visuales sean estridentes, es más, parece obvio que goza con la más abusiva y estrepitosa teatralidad. Se ha ganado a pulso ser un icono cinematográfico moderno porque su estilo ha impregnado y condicionado a generaciones enteras de cineastas.
Algunas de las escenas de la "Django Unchained" nos recuerdan muchísimo a otras películas de Tarantino. El preámbulo de la tortura del protagonista nos trae a la memoria la escena de "Pulp Fiction" (1994) en la que Butch y Marcelus Wallace tienen un desafortunado encuentro con el degenerado dueño de una armería. También el despliegue de los pistoleros armados con sus rifles en la casa de grande de Candyland invoca la mítica secuencia de la novia contra los 88 maníacos de "Kill Bill" Vol I. El maestro del cine pop nos brinda otro gran ejercicio de estilo; su estilo. Vuelve a saquear las videotecas construyendo un collage particular, su spaguetti western con trasfondo. Los títulos de crédito en sí mismos y la inclusión de la música del gran Morricone son toda una declaración de intenciones.
En esta última producción trata el espinoso tema de la esclavitud y lo hace de forma contundente. Entiendo que auto proclamados portavoces de la comunidad negra como el severo Spike Lee, apreciarán este acercamiento a un vestigio de depravación ética y moral que debe avergonzar a la autocomplaciente conciencia de algunos sectores de la población norteamericana. Un estigma que se presenta con la misma crudeza con la que los perros despedazan al esclavo huido.
Los actores, en estado de gracia, son el cimiento sobre el que se construye el éxito de la película. Tarantino, en su faceta de guionista regala magníficos diálogos. Que me disculpe el soberbio (en el sentido peyorativo de la palabra) y engreído Jamie Foxx, pero el auténtico protagonista de la película es el gran Christoph Waltz. Su cazarrecompensas King Schultz se regocija con sutil ironía en frases que quedan grabadas en la memoria del espectador. Samuel L. Jackson, el actor que ha participado en más películas del director estadounidense, está magnífico como inquietante esclavo fiel y DiCaprio cumple con solvencia en su rol de secundario.
Que me disculpen mojigatos, beatos y puritanos, pero qué divertido es ver esas pistolas del siglo XIX, que poseen un fantasioso y brutal retroceso, reventar cuerpos y esparcir litros y litros de supuesta sangre. Nadie sufre por los heridos que gritan y se retuercen entre agónicos dolores, porque todo es una grandísima y estimulante broma. Como dice un amigo mío cuando algo le entusiasma: "Django unchained" ¡Qué grande!"
El cineasta de Knoxville lleva casi dos décadas obsequiándonos con momentos de cine inolvidables. Tiene la capacidad de pasar del humor al drama a una velocidad vertiginosa y eso para mí es síntoma de salud mental. No le preocupa que las transiciones en los diálogos o visuales sean estridentes, es más, parece obvio que goza con la más abusiva y estrepitosa teatralidad. Se ha ganado a pulso ser un icono cinematográfico moderno porque su estilo ha impregnado y condicionado a generaciones enteras de cineastas.
Algunas de las escenas de la "Django Unchained" nos recuerdan muchísimo a otras películas de Tarantino. El preámbulo de la tortura del protagonista nos trae a la memoria la escena de "Pulp Fiction" (1994) en la que Butch y Marcelus Wallace tienen un desafortunado encuentro con el degenerado dueño de una armería. También el despliegue de los pistoleros armados con sus rifles en la casa de grande de Candyland invoca la mítica secuencia de la novia contra los 88 maníacos de "Kill Bill" Vol I. El maestro del cine pop nos brinda otro gran ejercicio de estilo; su estilo. Vuelve a saquear las videotecas construyendo un collage particular, su spaguetti western con trasfondo. Los títulos de crédito en sí mismos y la inclusión de la música del gran Morricone son toda una declaración de intenciones.
En esta última producción trata el espinoso tema de la esclavitud y lo hace de forma contundente. Entiendo que auto proclamados portavoces de la comunidad negra como el severo Spike Lee, apreciarán este acercamiento a un vestigio de depravación ética y moral que debe avergonzar a la autocomplaciente conciencia de algunos sectores de la población norteamericana. Un estigma que se presenta con la misma crudeza con la que los perros despedazan al esclavo huido.
Los actores, en estado de gracia, son el cimiento sobre el que se construye el éxito de la película. Tarantino, en su faceta de guionista regala magníficos diálogos. Que me disculpe el soberbio (en el sentido peyorativo de la palabra) y engreído Jamie Foxx, pero el auténtico protagonista de la película es el gran Christoph Waltz. Su cazarrecompensas King Schultz se regocija con sutil ironía en frases que quedan grabadas en la memoria del espectador. Samuel L. Jackson, el actor que ha participado en más películas del director estadounidense, está magnífico como inquietante esclavo fiel y DiCaprio cumple con solvencia en su rol de secundario.
Que me disculpen mojigatos, beatos y puritanos, pero qué divertido es ver esas pistolas del siglo XIX, que poseen un fantasioso y brutal retroceso, reventar cuerpos y esparcir litros y litros de supuesta sangre. Nadie sufre por los heridos que gritan y se retuercen entre agónicos dolores, porque todo es una grandísima y estimulante broma. Como dice un amigo mío cuando algo le entusiasma: "Django unchained" ¡Qué grande!"

7,6
64.667
9
24 de noviembre de 2013
24 de noviembre de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Conocíamos a Denis Villenneuve, director de Prisioneros, porque su anterior película Incendies (2010) acumuló gran cantidad de premios. Entre ellos destacamos por cercanía los de mejor guión y público de la Seminci vallisoletana. También cabe señalar que varias asociaciones de críticos consideraron que su simple nominación al óscar como mejor película extranjera de 2010 no fue suficiente, ya que entendían era la justa acreedora del mencionado galardón. Yo no comparto este criterio porque me encantó la cinta ganadora, la danesa En un Mundo Mejor (2010).
El excelente guión de Aaron Guzikowski estaba en la lista de los mejores argumentos no producidos (black list de 2009). La rumorología implicaba en el proyecto a Antoine Fuqua como director y a Leonardo DiCaprio, Mark Wahlberg o Christian Bale como posibles protagonistas. Finalmente ha sido el canadiense Denis Villenneuve quien ha dirigido esta producción con excepcional maestría, contando con la colaboración de dos grandes actores; Hugh Jackman y Jake Gyllenhaal. El primero, que interpreta con impoluta solvencia al atormentado padre de una niña desaparecida, aporta como extra su considerable presencia física a modo de amenaza constante. Los acontecimientos destrozan los cimientos éticos de su personaje que, inmerso en un proceso de autodestrucción moral, nos invita a reflexionar sobre los límites que cada uno de nosotros seríamos capaces de traspasar en una situación límite.
Hacer apología del ojo por ojo es una barbaridad, pero en un país en el que cientos de asesinos y violadores están recuperando su libertad a diario, muchos nos preguntamos si no es cierto que el dolor anestesia. No se me ocurre otra explicación plausible a la manifiesta ausencia de represalias hacia los criminales liberados. Entiendo que, una especie de letargo induce a la parálisis e impide que familiares y amigos de las víctimas se tomen la justicia por su mano. En Prisioneros se nos plantea ese mismo dilema añadiendo dos variables a esta deontológica ecuación:
A) Como agravante: El protagonista no tiene la certeza absoluta respecto a la culpabilidad del supuesto malhechor.
B) Como atenuenate: La violencia no responde a un deseo de venganza sino a una fundada esperanza de encontrar a su hija.
Por otra parte, Jake Gyllenhaal está brillante como detective Loki. La camisa abotonada hasta el cuello, un tatuaje en el cuello y un molesto tic ocular acompañan a este sereno y competente policía. No hay ninguna referencia a su vida personal porque no la tiene, su vida es su trabajo.
Podemos concluir que Prisioneros es un melodrama lleno de misterio, intenso e inquietante, donde el desasosegante drama familiar se solapa de forma soberbia con laberíntico thriller policial. Un producto sin fisuras, emocional y emocionante, que os recomiendo veáis si no lo habéis hecho ya.
El excelente guión de Aaron Guzikowski estaba en la lista de los mejores argumentos no producidos (black list de 2009). La rumorología implicaba en el proyecto a Antoine Fuqua como director y a Leonardo DiCaprio, Mark Wahlberg o Christian Bale como posibles protagonistas. Finalmente ha sido el canadiense Denis Villenneuve quien ha dirigido esta producción con excepcional maestría, contando con la colaboración de dos grandes actores; Hugh Jackman y Jake Gyllenhaal. El primero, que interpreta con impoluta solvencia al atormentado padre de una niña desaparecida, aporta como extra su considerable presencia física a modo de amenaza constante. Los acontecimientos destrozan los cimientos éticos de su personaje que, inmerso en un proceso de autodestrucción moral, nos invita a reflexionar sobre los límites que cada uno de nosotros seríamos capaces de traspasar en una situación límite.
Hacer apología del ojo por ojo es una barbaridad, pero en un país en el que cientos de asesinos y violadores están recuperando su libertad a diario, muchos nos preguntamos si no es cierto que el dolor anestesia. No se me ocurre otra explicación plausible a la manifiesta ausencia de represalias hacia los criminales liberados. Entiendo que, una especie de letargo induce a la parálisis e impide que familiares y amigos de las víctimas se tomen la justicia por su mano. En Prisioneros se nos plantea ese mismo dilema añadiendo dos variables a esta deontológica ecuación:
A) Como agravante: El protagonista no tiene la certeza absoluta respecto a la culpabilidad del supuesto malhechor.
B) Como atenuenate: La violencia no responde a un deseo de venganza sino a una fundada esperanza de encontrar a su hija.
Por otra parte, Jake Gyllenhaal está brillante como detective Loki. La camisa abotonada hasta el cuello, un tatuaje en el cuello y un molesto tic ocular acompañan a este sereno y competente policía. No hay ninguna referencia a su vida personal porque no la tiene, su vida es su trabajo.
Podemos concluir que Prisioneros es un melodrama lleno de misterio, intenso e inquietante, donde el desasosegante drama familiar se solapa de forma soberbia con laberíntico thriller policial. Un producto sin fisuras, emocional y emocionante, que os recomiendo veáis si no lo habéis hecho ya.

7,1
7.764
8
29 de abril de 2023
29 de abril de 2023
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una excelente película que nos muestra sin pudor las sombras y contradicciones de aquellos que intentaron mejorar la sociedad de su época. Los ideales ilustrados son defendidos por seres humanos, con sus debilidades e incoherencias. Un asunto real es inteligente, compleja y llena de aristas. Imposible no empatizar con los protagonistas que, a pesar de sus defectos, luchan contra el inmovilismo, la superstición y la ignorancia impuestas por los monarcas y alimentadas por la Iglesia.
Interesantísimo guion que presenta el choque de los reformistas, que apelaban a la razón, la ciencia y el humanismo, frente al Régimen absolutista. Los privilegios feudales atesorados por la aristocracia y el alto clero se vieron por primera vez amenazados. Su respuesta a sangre y fuego no tardó en llegar. En toda Europa los reaccionarios pelearon por apagar las luces que surgían al calor de los textos de Voltaire. Una película rigurosa, bellamente filmada, con potentes interpretaciones llenas de matices y muy, muy útil para entender la evolución de nuestras sociedades occidentales contemporáneas.
Interesantísimo guion que presenta el choque de los reformistas, que apelaban a la razón, la ciencia y el humanismo, frente al Régimen absolutista. Los privilegios feudales atesorados por la aristocracia y el alto clero se vieron por primera vez amenazados. Su respuesta a sangre y fuego no tardó en llegar. En toda Europa los reaccionarios pelearon por apagar las luces que surgían al calor de los textos de Voltaire. Una película rigurosa, bellamente filmada, con potentes interpretaciones llenas de matices y muy, muy útil para entender la evolución de nuestras sociedades occidentales contemporáneas.

7,7
42.214
9
12 de noviembre de 2013
12 de noviembre de 2013
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Caza (Jagten 2012) Esteno en España 19/04/2013
Debo reconocer que, de la filmografía del danés Thomas Vinterberg, sólo había visto Festen "Celebración" (1998). Era casi una obligación porque se trataba de la primera película del movimiento DOGMA. En 1995 Lars Von Trier y Thomas Vinterberg abanderaron un movimiento vanguardista que apostaba por un cine de cámara en mano, sin iluminación artificial, prescindiendo de tecnología, música y decorados. La "Manifestación de Dogma" o "Voto de Castidad" contenía una serie de normas y objetivos: Abogaba por un cine más puro, sin edulcorantes ni artificios. Personalmente yo tenía una predisposición negativa hacia este movimiento. De partida, ya me irritaba el nombre. Una propuesta que para autodenominarse utiliza una palabra que significa "principio cierto e innegable" no es una propuesta, es un ególatra ejercicio de soberbia. Además, las premisas de Dogma me parecían un paso atrás. Las Von Trier y su amigo Vinterberg actuaban como pretenciosos y mesiánicos amish, salvadores del cine y de unos espectadores tristemente manipulados por la doctrina del cine comercial. Para mí disfrutar de "Celebración" fue como un acto de contrición. Me pareció un transgresor e incómodo latigazo a los convencionalismos sociales y éticos. Tuve que rendir mis prejuicios al talento del danés y a la interminable batería de premios que recibió la película. Chapeau.
Muchísimos años después de que se desvaneciese el narcisista movimiento DOGMA 95 ha llegado a las pantallas "La caza" y hemos podido comprobar que aquellas premisas no se perdieron totalmente. Un aroma artesanal impregna esta brutal reflexión sobre la presión asfixiante que una pequeña comunidad puede ejercer sobre uno de sus miembros. Todos hemos padecido en los últimos años lo que se ha denominado como epidemiología del alarmismo: Pandemias aviares que amenazaban la humanidad, inminentes ataques con armas de destrucción masiva que arrasarían occidente... Pues bien, la pequeña localidad donde vive el protagonista de la película no es una excepción. La norma es propagar rumores sobre peligros imaginarios o exagerar los reales. Aunque, como en todas las disertaciones interesantes, el guión plantea dilemas. Cualquier delito es reprobable per se, pero pocos o ninguno tan repugnantes como la pederastia. Así que tampoco debemos condenar sin atenuantes a aquellos que acosan y agreden a Lucas (interpretado por un sublime Mad Mikkelsen), porque entienden que su presunto comportamiento aberrante amenaza lo que más aman en este mundo: Sus niños.
En este potente, duro y frío drama, el protagonista debe digerir el rechazo de sus personas más cercanas y queridas. La mentira se extiende como un virus letal que transforma el entorno de Lucas en un auténtico infierno. El poder difamador de lo falso jamás se diluye: La calumnia marcará toda su vida. Vinterberg logra que los espectadores compartamos la tensión y el miedo del protagonista, su frustración ante la injusticia. Normalmente la persona condenada socialmente puede dirigir su ira hacia el calumniador, pero en este caso es una niña, así que Lucas pierde la potestad de vengarse y sólo puede centrarse en recuperar su dignidad. Las escenas en el supermercado y la iglesia son especialmente intensas. "La caza" es como un brutal puñetazo, una herida abierta, una reflexión incómoda sobre cómo una mentira puede destrozar la vida de un hombre y desestabilizar una comunidad. No os la perdáis, es una película formidable.
Debo reconocer que, de la filmografía del danés Thomas Vinterberg, sólo había visto Festen "Celebración" (1998). Era casi una obligación porque se trataba de la primera película del movimiento DOGMA. En 1995 Lars Von Trier y Thomas Vinterberg abanderaron un movimiento vanguardista que apostaba por un cine de cámara en mano, sin iluminación artificial, prescindiendo de tecnología, música y decorados. La "Manifestación de Dogma" o "Voto de Castidad" contenía una serie de normas y objetivos: Abogaba por un cine más puro, sin edulcorantes ni artificios. Personalmente yo tenía una predisposición negativa hacia este movimiento. De partida, ya me irritaba el nombre. Una propuesta que para autodenominarse utiliza una palabra que significa "principio cierto e innegable" no es una propuesta, es un ególatra ejercicio de soberbia. Además, las premisas de Dogma me parecían un paso atrás. Las Von Trier y su amigo Vinterberg actuaban como pretenciosos y mesiánicos amish, salvadores del cine y de unos espectadores tristemente manipulados por la doctrina del cine comercial. Para mí disfrutar de "Celebración" fue como un acto de contrición. Me pareció un transgresor e incómodo latigazo a los convencionalismos sociales y éticos. Tuve que rendir mis prejuicios al talento del danés y a la interminable batería de premios que recibió la película. Chapeau.
Muchísimos años después de que se desvaneciese el narcisista movimiento DOGMA 95 ha llegado a las pantallas "La caza" y hemos podido comprobar que aquellas premisas no se perdieron totalmente. Un aroma artesanal impregna esta brutal reflexión sobre la presión asfixiante que una pequeña comunidad puede ejercer sobre uno de sus miembros. Todos hemos padecido en los últimos años lo que se ha denominado como epidemiología del alarmismo: Pandemias aviares que amenazaban la humanidad, inminentes ataques con armas de destrucción masiva que arrasarían occidente... Pues bien, la pequeña localidad donde vive el protagonista de la película no es una excepción. La norma es propagar rumores sobre peligros imaginarios o exagerar los reales. Aunque, como en todas las disertaciones interesantes, el guión plantea dilemas. Cualquier delito es reprobable per se, pero pocos o ninguno tan repugnantes como la pederastia. Así que tampoco debemos condenar sin atenuantes a aquellos que acosan y agreden a Lucas (interpretado por un sublime Mad Mikkelsen), porque entienden que su presunto comportamiento aberrante amenaza lo que más aman en este mundo: Sus niños.
En este potente, duro y frío drama, el protagonista debe digerir el rechazo de sus personas más cercanas y queridas. La mentira se extiende como un virus letal que transforma el entorno de Lucas en un auténtico infierno. El poder difamador de lo falso jamás se diluye: La calumnia marcará toda su vida. Vinterberg logra que los espectadores compartamos la tensión y el miedo del protagonista, su frustración ante la injusticia. Normalmente la persona condenada socialmente puede dirigir su ira hacia el calumniador, pero en este caso es una niña, así que Lucas pierde la potestad de vengarse y sólo puede centrarse en recuperar su dignidad. Las escenas en el supermercado y la iglesia son especialmente intensas. "La caza" es como un brutal puñetazo, una herida abierta, una reflexión incómoda sobre cómo una mentira puede destrozar la vida de un hombre y desestabilizar una comunidad. No os la perdáis, es una película formidable.
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