Confieso que al principio me costó. Dos capítulos que me dejaron a medias. Pero menos mal que seguí, porque Ozark terminó siendo una de las mejores series que he disfrutado en años. Te agarra cuando menos te lo esperas.

Sí, tiene algún que otro giro de guión que hace que levantes una ceja, pero se lo perdono. En conjunto, es de notable alto. El desarrollo de los personajes es lo que realmente la eleva. Te mete en un mundo oscuro, el blanqueo de dinero, sin ponerte una capa de superhéroe narco en la espalda. Aquí no hay épica gratuita para los “sospechosos habituales”. Solo dilemas éticos que te golpean en la cara y te hacen cómplice de criminales de guante blanco. Y, ¿sabes qué? Lo disfrutas.

Además, logra algo que pocas series hacen bien: te enseña. Con un equilibrio casi perfecto entre didáctica y entretenimiento, Ozark te sumerge en un mundo turbio que te hace pensar dos veces en tus propios principios.

After Life es mejor que la media de lo que solemos encontrar hoy en día. Ricky Gervais maneja la tragicomedia con soltura, dándole a la serie ese toque de humor negro que se agradece, mientras los personajes, aunque caricaturescos, no llegan a ser una parodia de sí mismos. Hasta ahí, todo bien.

Lo que no acaba de encajar es que se le da demasiada vuelta al duelo del protagonista. En la primera temporada ya entiendes perfectamente su dolor, pero después siguen machacando lo mismo, una y otra vez. No es que no se entienda su tragedia, pero ya en la segunda temporada empiezas a pedir algo de evolución, que cambien el disco.

En resumen: buena, pero quizá se queda demasiado en lo mismo.

Es muy probable que tú también hayas recibido una de esas cartas con el plastiquito negro, firmada por la Agencia Tributaria.

Seguro que, al recibirla, un sudor frío te recorrió el cuerpo, con la certeza de que no traía buenas noticias.

Es posible que no tengas idea de por qué te ha llegado. Quizás no seas consciente de haber hecho nada mal. Pero también sabes que el desconocimiento no exime de responsabilidad, y vas asumiendo que te va a tocar pagar.

Y eso que aún no has abierto la carta.

Entonces la abres, y tus temores se confirman.

Puede que estés de acuerdo con la acusación, o puede que no. Da igual, porque, sin pensarlo demasiado, ya te convences de que podría haber sido peor. Mejor pagar y no complicarse la vida con alegaciones. Al fin y al cabo, ya sabes que las probabilidades están en tu contra.

Si alguna vez te quedaste con la duda y las ganas de reclamar, te recomiendo que veas este true crime. No tiene mucha intriga, porque el criminal se desvela desde el primer minuto. O tal vez sí la tiene, porque, aunque ya conoces al culpable, no te imaginas hasta dónde puede llegar.

Ánimo.

No logro conectar en ningún momento con la historia.
No logro creerme al personaje.
No logro entender porqué me resultó tan aburrida, cuando mi mujer me aseguró que el libro le pareció muy interesante.
No logro encontrar el motivo, pero la terminé de ver.

Y lo cierto es que debí quitarla mucho antes

Aunque con capítulos de calidad desigual, no deja de ser una serie que apuesta por hacer algo diferente y casi siempre entretenido.

Es capaz de hacerte reír, sentir vergüenza ajena, y un poco de miedo, en cuestión de minutos sin abandonar un hilo conductor que casi siempre lleva a un desenlace que invita a la reflexión.