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Vic
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
30 de junio de 2011 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aron Ralston es a partir de hoy uno de mis ídolos, el novio que querría para mi hermana o el individuo que quiero ser de mayor. Un tío aventurero al que ningún obstáculo puede frenar, sea una grieta, una roca, su propio brazo…

La película nos muestra al personaje en una situación límite, una de esas experiencias que la mayoría ni hemos vivido ni viviremos, en la que afloraría el instinto de supervivencia que tenemos escondido bajo nuestro monótono bienestar. Una odisea dura y agobiante que pone de manifiesto, de nuevo, que la realidad puede llegar a superar a la ficción.

También queda de manifiesto que Danny Boyle tiene algo de idea y estilo a la hora de hacer películas, manejando el ritmo narrativo como nadie tanto a ralentí como con agresivos acelerones. Para ello utiliza varios planos simultáneos, una música electrizante y una estética propia de un videoclip de música house, como ver un reportaje de Jose Luis Calleja yendo a cien por hora en la caravana de Pocholo mientras escuchas “Smack my bitch up”. Este cineasta podrá tener más adeptos o detractores, pero si hace diez años me preguntas cómo me imaginaba el cine del 2011, este sería un buen ejemplo.

Obviamente es imposible comentar algo sobre la peli sin mencionar al brazo que la sostiene, James Franco, un actor al que no le va a faltar curro a partir de ahora y que vamos a tener en cuenta aunque no seamos quinceañeras con acné. El joven actor devora uno de esos papeles que cualquier aspirante a estrella desearía: hora y media de protagonismo en el que sacar tu mejor repertorio. Sin duda cumple, y con creces.

127 horas es, al mismo tiempo, un crudo retrato de la desesperación y un alegre canto a la vida, toda una experiencia que nos puede hacer reflexionar sobre las nimiedades por las que en ocasiones nos preocupamos, y que perderían toda su banal importancia si tuviésemos una roca de quinientos kilos aprisionándonos. Por cierto, no olvidéis si decidís ir de excursión a la montaña, llevar encima una navajucha multiusos, aunque sea de los chinos, nunca se sabe…
Vic
No Direction Home: Bob Dylan
Documental
Estados Unidos2005
7,8
5.300
Documental, Intervenciones de: Bob Dylan, Joan Baez, Allen Ginsberg ...
8
25 de enero de 2016 Sé el primero en valorar esta crítica
Palabras mayores, señoras y señores. Preguntad a cualquier cinéfilo de pro que se haya empapado de la filmografía de Scorsese, cuáles de los trabajos del neoyorquino le hacen más tilín. Soslayando la evidente perogrullada, puesto que un sujeto que no haya repasado el currículum de Don Martin ni es cinéfilo de pro ni de proa, por norma ante semejante cuestión emergen de la respuesta títulos que merecidamente copan el imaginario colectivo: “Uno de los nuestros”, “Taxi driver”, “Casino”, “Toro salvaje”... Pero si además ese susodicho cinéfilo de pro, que lejos de ser un impostor se ha dejado caer inclusive por alguno de los documentales del reputado director, siente especial predilección por la música, ni mucho menos sería descabellado imaginar que en aquella lista scorsesiana incluiría “No Direction Home: Bob Dylan” en los puestos de honor (quizá también “The Last Waltz”, aunque ese último vals ahora mismo son otros López). “¿No direction lo qué? ¡Esa no la he visto!”, pensarán varios despistadillos. Pues mal hecho, troncos.

Mal hecho porque estamos ante casi tres horas y media de una densa y jugosa travesía. Ahí es nada. Mas como ocurre con las grandes obras el film atesora la virtud de contraer el espacio-tiempo y esfumarse en un tris. O por lo menos esa sensación tiene este menda cuando hacia el final aparecen las letras blancas sobre fondo negro mientras Dylan le canta a un público hostil aquello de “How does it feel?” de la soberbia “Like a rolling stone”.

En dicha travesía asistimos a la paulatina transformación del joven Robert Zimmerman (criado en un gélido pueblo minero de Minesota del que renegó prácticamente desde la infancia) hasta convertirse en uno de los principales y más controvertidos iconos de la música en la segunda mitad del siglo XX (imposible entender este proceso de autoafirmación sin la figura de Woody Guthrie, a quien idolatró, imitó y a posteriori homenajeó). En buena medida es el propio Bob quien nos permite hacernos una composición de los hechos mediante las honestas confesiones que, pasándose los edulcorantes por el forro, regala al etéreo entrevistador. Confidencias aderezadas por acotaciones de artistas coetáneos y demás personajes que compartieron vivencias con él, confluyendo en descifrar un portento en ciernes cuyo apetito voraz de experiencias y conocimiento llevaría a perpetrar alguna que otra controvertida anécdota derivada de la astucia, y por qué no decirlo, de la sinvergonzonería más ambiciosa. En efecto, en este mejunje de canciones y viajes (físicos e interiores), ligado por impagables imágenes inéditas y por el pegamento de un trabajo de contextualización histórica a la altura de un realizador con el talento por castigo, se nos reparten las cartas boca arriba sin trampa ni cartón.

Esta esponja humana al que apenas bastaron un par de meses sumergido en los locales del Greenwich Village para interiorizar la esencia de una suntuosa colección de artistas y hacerla carne de su carne, elevándola a la excelencia con la amplificación de su privilegiado ingenio, rompió los moldes y ninguneó las expectativas de algunos de sus colegas, pero sobre todo de una airada porción de un público que sintiéndose traicionado por la electrificación de su folk acústico, mutó la idolatría en pataletas continuas. Pero a él, cómo no, lo que pensase o ladrase el resto del cosmos se la traía bastante al pairo. Con la fría determinación de quien se sabe libre y poderoso, con ese gesto desafiante y chulesco del que tiene la sartén por el mango, tras oír lindezas como “¡Judas!”, se giraba hacia su banda (The Band, peccata minuta...) y soltaba: “Play it fucking loud!”.

“Plat it fucking loud!”, que en cristiano significa algo como: “¡Hagamos que estalle la cabeza de ese memo!”.


(Crítica para "LA VOZ EN OFF" de esturionmusic.com)
Vic
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