No está del todo mal, excepto porque es demasiado didáctica y nos explica una y otra vez lo obvio, sin avanzar ni profundizar en la trama. La novia de la prota parece que no tiene vida propia ni familia ni siquiera habla en la boda. Es una planta decorativa. Lo que más me llama la atención es que, llegados a este punto del siglo XXI, el mensaje no escrito es que puedes ser heterosexual o gay, da igual, lo imprescindible es que seas delgado/a. Si no, la pantalla no tiene espacio para ti.

Receta: actriz joven y muy, muy delgada. Actor algo más mayor, no necesariamente en forma. Ninguno de los dos necesita ser buen actor: con hacer de sí mismos, les vale, porque son un soporte para la voz de Allen, verdadero y pedante protagonista. Detalles super cutres (¿a quién se le ocurre poner un piano con la caja acústica en dirección contraria al público? No, no puede ser un guiño, es demasiado cutre). Una idea algo creativa seguramente obra de un equipo de gente que trabaja para Allen. Un guion muy flojo, muy casposo, que parece de 1980. Pobre Allen: en esto ha quedado su irreverencia y su comicidad de los '70.

Una lástima, porque empieza bien, con diálogos mordaces y buen ritmo. Pero a los 20 minutos cambia de rumbo y se convierte en un tostón previsible, tonto, largo, con escenas que sobran, y paisajes con filtro de Instagram. Los nuevos guionistas no leyeron el comienzo de la trama y van a su bola. Increíble que hayan logrado inversionistas para este despropósito.

A un guión previsible y ñoño, se le suman desprolijidades de montaje como el personaje del supuesto niño pianista (cuya mano no es de pianista) que tiene un profesor que no habla....y luego de presentarlos, no aparecen nunca más en la película. Entonces, ¿para qué incluyen esa escena? Evidentemente porque hubo algo más, que se cortó. Y así todo. No vale ni para sábado por la tarde.

A la manera de "El nombre", es una obra de teatro low cost llevada al cine que se basa en diálogos pretendidamente ingeniosos, pero que suenan acartonados y con el sexo como único tema, que a estas alturas (pandemia, crisis, clima) suena forzado. Mención aparte es la casposísima y machista elección de parejas, en donde en ambos casos ellos tienen 10 años (y bastantes canas) más que ellas, normalizando aquello de chica joven, flaca y guapa casada con señor canoso, arrugado y con michelines. ¿Para cuándo una pareja en donde ambos tengan edad aproximada? Belén Cuesta hace el mismo personaje (al menos, habla igual) que en Paquita Salas.