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Críticas 603
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
3
11 de septiembre de 2012
26 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuarto film de los hermanos Coen, estrenado en 1991, fue unánimemente aclamado por la crítica llegando a ganar los tres premios más importantes del Festival de Cannes de la edición de aquel año: los galardones a Mejor Director, Mejor Actor y la Palma de Oro a la mejor película. Barton Fink es una película algo inclasificable que puede ser contemplada con diferentes lecturas pero que yo solo analizaré en el sentido del entretenimiento puro.

Barton Fink (John Turturro) es un dramaturgo que triunfa en Nueva York con su nueva obra, y que acepta el encargo de escribir su primer guión para una película en Hollywood que producirá Jack Lipnick (Michael Lerner). Fink se aloja en el hotel Earle, donde sufrirá una crisis creativa que le impide escribir, que tratará de solucionar pidiéndole consejo a un escritor alcohólico (John Mahoney) y tomando copas con el residente de la habitación de al lado, un vendedor de seguros pasado de peso (John Goodman).

Siempre que me pongo a ver una película de los hermanos Coen lo hago con las expectativas de que voy a ver una gran película y la mayor parte de las ocasiones acabo con la sensación de decepción, con Barton Fink no ha sido diferente la experiencia. A ver, en las dos horas de metraje hay sobradas muestras de que tras ella hay dos grandes cineastas: mucho plano imposible, movimiento de cámara con significado, una ambientación y atmósfera opresivas, mucho retrato de personaje, referencias a otros directores... pero me ha faltado lo realmente importante: que me cuenten una historia, sobre todo que me la cuenten sin dejar cabos sueltos, que en realidad son todos aquellos que hacen que el largometraje mantenga el interés (el papel de la pared que se despega, el retrato de la mujer en la pared, el interior de la caja) porque la trama principal resulta tediosa y solo despierta cuando llega su tercio final, con un giro dramático que parece pertenecer a otra película que hasta entonces no hemos visto. Haciendo una comparación fácil, diré que Barton Fink comparte rasgos con la posterior Carretera Perdida cambiando la fascinación que produce el film de David Lynch por sopor.

Es una pena, porque la factura técnica y artística de la película es impecable, destacando la dirección artística (el diseño del hotel es aterrador) que es bien captada por la fotografía del habitual de los Coen, Roger Deakins, bien secundada por la música de otro colaborador habitual como es Carter Burwell y el vestuario, que encaja perfectamente con el 1941 que recrea el largometraje. De hecho, en dos de estos apartados (Dirección de Arte y Vestuario) fue nominada al Oscar.

En el reparto pues una serie de interpretes en estado de gracia como es normal en las películas de los Coen, que suelen ser buenos directores de actores, un afectado John Turturro, un grande en todos los sentidos John Goodman (el protagonista de los mejores momentos del film), un hasta este film ignorado por mí como Michael Lerner, nominado al Oscar por su interpretación. A ellos sumarle la aportación en papeles de reparto de John Mahoney, Judy Davis, Tony Shaloub, Jon Polito y un Steve Buscemi en su tónica habitual, sin que ninguno de ellos desentone.

Una obra cumbre de los Coen alabada hasta la extenuación, que a mí me ha parecido sobrevalorada en exceso, pese a que en más de un apartado borda la perfección, pero de nada sirve que el envoltorio sea perfecto si en la historia, más allá de en la idea inicial no encontramos nada que nos enganche a excepción de los misterios que la película deja sin resolver. Misterios sobre los que no he profundizado en la reseña porque hay multitud de otras páginas web, blogs o la misma Wikipedia que dan respuestas, opiniones y simbolismos varios al respecto y que os pueden servir de ayuda (o no). Personalmente, una vez acabo el visionado de una película no me apetece ponerme a buscar el significado de lo que he visto, prefiero quedarme con la sensación que me ha dejado, en el caso de Barton Fink una sensación negativa e incompleta.
13 de septiembre de 2012
22 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Telefilm para el canal de TV HBO, tuvo un paso minoritario por salas comerciales en España debido en parte al gran éxito logrado en el Festival de Sitges de 1995, consiguiendo premios importantes en el certamen: mejor película, director (Chris Gerolmo) y actor (Stephen Rea). El otro intérprete importante de Ciudadano X, Donald Sutherland, se quedó sin premio en el festival, lo que no le quitaría el sueño pues ese mismo año se llevo un Globo de Oro por su excelente papel secundario.

A Stephen Rea y Donald Sutherland les acompañan otros actores de renombre como Jeffrey DeMunn (The Walking Dead), Imelda Staunton (El Secreto de Vera Drake), Joss Ackland (Arma Letal 2) y Max Von Sydow (El Exorcista).

Basada en hechos reales sucedidos en la Unión Soviética, y recogidos en el libro de Robert Cullen de mismo nombre, Ciudadano X explica la caza al asesino Andrei Chikatilo (De Munn), quien entre 1982 y 1990 mató un total de 52 mujeres y niños. El encargado de investigarlo, un forense (Rea) ascendido a detective, contará con la ayuda de un coronel (Sutherland) con el que entabla una fuerte amistad.

Hay tres focos sobre los que gira Ciudadano X y sobre los que recae todo el peso de la película:

- El retrato de una Rusia comunista que puso cantidad de trabas para que la operación de cazar al asesino fructificara. No aportaban medios, no querían hacerlo público para tener al pueblo avisado, y tampoco aceptaban colaboraciones exteriores. Es la parte de la película que refleja la Unión Soviética de los 80 y, aunque interesante, no es la mejor baza de Ciudadano X.

- La investigación por parte de los personajes de Rea y Sutherland para cazar al asesino. Sigue la estela de los mejores thrillers de los 90. Ciudadano X seria una especie de El Silencio de los Corderos de ambiente rural y realista.

- La amistad entre Burakov (Rea) y el Coronel Fetisov (Sutherland), quienes empezaron con mal pie pero se acabaron haciendo amigos. La película se beneficia de esta emotiva relación, y además de la gran labor de los dos intérpretes. Tampoco nada mal el acompañamiento que hacen un Max Von Sydow haciendo de psiquiatra (muy en plan El Exorcista e igual de resolutivo), un Joss Ackland que se hace odioso (y que tiene el problema de aparecer en una serie de escenas que se hacen reiterativas) y un enfermizo Jeffrey DeMunn.

Sumarle la buena dirección artística (se rodó en Hungría) y la bella banda sonora de Randy Edelman (Dragonheart), da como resultado una película al que la televisión se le quedó pequeña teniendo en cuenta los buenos logros conseguidos por el film de un Chris Gerolmo en su única aportación reseñable en el mundo del cine.
19 de marzo de 2014
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nueva película surgida de un personaje del mundo del comic, en este caso uno que ni he leído ni conozco, Yo, Frankenstein (2014). Kevin Grevioux es su autor, y en su traslación a la pantalla ejerce de guionista, productor y actor secundario, tareas todas ellas en las que repite tras haberlas realizado en la saga Underworld. Dirige Stuart Beattie -también guionista- en su segunda producción tras las cámaras después de estrenar años atrás un pseudo-remake de Amanecer Rojo, Mañana, Cuando la Guerra Empiece (2010)

El reparto, para poner caras: Aaron Eckhart, Jay Courtney (el hijo de John McClane en La Jungla: Un Buen Día para Morir), Miranda Otto, Yvonne Strahovski (Asesinos de Élite), Bill Nighy (repitiendo papel similar al de Underworld) y el citado creador del comic, Kevin Grevioux. Qué escribió exactamente éste: la batalla entre gárgolas (el Bien) y demonios (el Mal) y como el monstruo de Frankenstein (Eckhart) -bautizado como Adam- interviene para desnivelar la balanza a favor de los primeros.

Si en los dos primeros párrafos se me ha escapado citar un par de veces a Underworld no es casualidad. Comparten artífices, medios y posiblemente las mismas intenciones. La trama es la misma cambiando vampiros y lobos por gárgolas y demonios, oscuros paisajes digitales góticos que lo envuelven todo, muchos (cutre) efectos especiales y la única pretensión de entretener. Como suelen dejarse poco dinero en ellas, no cuesta recuperar la inversión y obtener rápidos beneficios que aseguren una secuela para seguir sacándose unas perras.

Con Yo, Frankenstein deberían irse olvidando, batacazo en taquilla, y crítica y público poniéndola a parir. Es normal, la película no es buena, lo que no evita que en un par de frases pueda resumir porque Yo, Frankenstein no me parece tan detestable. Es corta (80 minutos), no le falta ritmo, alguna coreografía sorprende y que, si bien se acaba de ver sin agrado, tampoco molesta nunca. Queda como un intento fallido de ser otra Underworld -saga que tampoco es nada del otro mundo-.

Lo (realmente) malo: cada actor que aparece en imagen, algunos últimamente acostumbrados a cagarla -Eckhart, Courtney-, otros nunca lo habían hecho tan mal -Nighy-. No les ayuda mucho unos personajes bastante indefinidos y un guión que simplemente los deja vagando en pantalla a la espera de la siguiente escena de tortazos.
8 de noviembre de 2012
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
'De los creadores de Paranormal Activity e Insidious', con este eslogan comercial son vendidas todas las producciones que está llevando a cabo Oren Peli. Atrapados en Chernobyl, la recién estrenada Sinister, la próxima The Lords of Salem, y The Bay. Lo curioso es que tras The Bay, a diferencia de las otras, hay un director de prestigio tras las cámaras, Barry Levinson, ganador del Oscar por Rain Man y con una filmografía plagada de películas populares: El Secreto de la Pirámide, Good Morning Vietnam, Bugsy, Acoso, Sleepers, Esfera...

En The Bay por primera vez incursiona en el cine de terror, y lo hace con una película 'Found Footage' (metraje encontrado) al estilo Paranormal Activity, con cámara en primera persona al estilo [Rec]. Nos cuenta lo que sucede en la bahía de Chesapeake cuando una plaga, consecuencia de la radiactividad en unas larvas, acaban con casi la totalidad de la población (especialmente aquella que tiene contacto con el agua, lugar en que se encuentran los parásitos).

Cabin Fever + [Rec] + Contagio = The Bay. De la primera cogemos la infección vírica que produce el contacto con el agua, de la de Balagueró el estilo de realización, periodista inclusive, y de Contagio un reparto coral a través del cual vemos la magnitud de los sucedido en la bahía. Lo hace The Bay con un tono falso documental que consigue epatar debido a un detalle que la diferencia de cualquier largometraje similar, The Bay parece en todo momento real, generando por lo tanto un miedo igual de veraz.

Se aprovecha The Bay de un excelente y dinámico montaje, el mejor visto en un 'found footage', cogiendo la premisa de la creación de una página web que recaba información de lo sucedido en Chesapeake. De este modo vemos grabaciones caseras de los ciudadanos, de cámaras de seguridad, documentos sonoros, videoconferencias, Skype, SMS, el telediario... Todos los puntos de vista de los involucrados, sea para dar información en el ámbito científico (el origen de la plaga), la parte logística de cómo salvar a los ciudadanos (la videoconferencia con el Centro de Control de Enfermedades) o ver los capítulos escabrosos y sangrientos que se dan por el pueblo.

El único pero, pequeño al igual que comprensible es que, al ser una suma de fragmentos de diferentes documentos supuestamente verídicos, no tiene The Bay un clímax demasiado potente. No evita que se pase una magnífica hora y media de sufrimiento (en el buen sentido de la expresión).
West of Memphis
Documental
Nueva Zelanda2012
7,4
726
Documental
10
12 de agosto de 2013
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es nuevo el tema que trata el documental West of Memphis (2012), hay una trilogía que relatas estos verídicos hechos con más detalle todavía, Paradise Lost de Joe Berlinger y Bruce Sinofsky -cuyo último capítulo es conocido por obtener una nominación al Oscar-. Casi cinco horas de metraje que han sido sintetizadas en West of Memphis, una producción de Peter Jackson y Fran Walsh presentada en festivales como Toronto y Sundance con buenas críticas. La directora es Amy Berg, experta en el campo de los polémicos docus tras haber realizado Líbranos del Mal (2006), sobre escándalos sexuales de la iglesia católica.

1993 en Memphis. Aparecen en un arroyo el cuerpo de tres niños de ocho años, Christopher Byers, Stevie Branch y Michael Moore. La búsqueda y captura de la policía da con los presuntos culpables, tres adolescentes aficionados a la brujería, Damien Echols, Jason Baldwin y Jesse Misskelley. La testificación de este último -borderline- a la policía hace que se celebre un juicio del que son declarados culpables, y con condenas de cadena perpetua y tal vez pena de muerte para Echols, el único mayor de edad.

West of Memphis empieza relatando los hechos con imágenes de archivo de las noticias procedentes de los medios de comunicación, mostrando las pruebas presentadas en el juicio -el arma, la confesión de Misskelley- y las declaraciones de todos aquellos que se sentaron en el estrado para penalizar la fatal conducta de los acusados. En resumen, se muestra la historia desde el punto de vista interesado en hacer que Echols, Baldwin y Misskelley sean los que paguen el pato.

La película de Amy Berg mira más de cerca, una cosa es lo que parece, otra es lo que realmente pasó, un ejemplo no ficción de lo que pasa en el Doce Hombres sin Piedad (1957) de Sidney Lumet. Ninguno de los tres chicos era culpable, ni siquiera estaban cerca de la escena del crimen, cosa que quedó clara en el juicio con las testificaciones de las coartadas a las que el jurado hizo caso omiso. Sí se hizo a caso a la cinta en la que Misskelley admite el crimen bajo coacción del cuerpo de policía, también a las testificación de testigos que ni siquiera les conocían, o comprados para mentir y tildarles de satánicos.

¿Las razones? Ser raros, escuchar Metallica, vestir de negro, no ser sociales. Pesaba como una losa para un pequeño pueblo como Arkansas un caso tan grande como este, la mejor solución era cargarle el muerto a alguien que se saliera de lo común, Echols, Baldwin y Misskelley.

Años después, Damien Echols entabla correspondencia con Lorri Davis, su futura mujer, quien desde el exterior empieza su investigación contando con la ayuda de Peter Jackson y Fran Walsh -productores de El Señor de los Anillos-, la contribución de músicos como Henry Rollins, Eddie Vedder de Pearl Jam, Patty Smith y Natalie Moanes de Dixie Chicks, incluso el propio Johnny Depp.

Se pusieron en contacto con miembros del FBI, especialistas forenses, y con los participantes para bien y para mal del juicio a los tres de Memphis -como se les conocía-. Descubrieron la manipulación de pruebas, erratas en las autopsias, las mentiras y arrepentimiento de los que testificaron en contra, la absoluta inocencia de los chavales. El documental de Amy Berg no solo acierta en este apartado, tratando de demostrar la inocencia de los protagonistas, es incluso mejor cuando da hipótesis sobre quién pudo haber cometido el asesinato, con razonamientos, deducciones y las suficientes pruebas para incriminar a otro personaje en la historia.

Una de las películas más emocionantes que he visto en tiempo, a lo que ayuda no conocer el caso ni su resolución. Como curiosidad, uno de los tres de Memphis, Jason Baldwin, es el productor este 2013 de Devil's Knot, la adaptación al cine de este escabroso caso.
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