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Críticas 22
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
13 de junio de 2018 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El amor al cine y a la música se juntan en La ciudad de las estrellas (La La Land) (La La Land, 2016), una película bonita, ligera, entretenida y rompedora con un final brillante.

Tan solo las casualidades habían impedido que volviera a ver La La Land desde su ya lejano estreno. Solamente su pegadiza música me mantenía enganchado a ella como una droga de la que resulta complicado quitarse, pero incluso con el paso de los meses la frecuencia con la que la escuchaba había decaído progresivamente hasta quedar relegada a algunos paseos de camino al trabajo.

Ayer volví a verla. Conocer la banda sonora de Justin Hurwitz casi de memorieta me sirvió para fijarme en otras cosas –algo habitual en segundos visionados– que me permitieron disfrutarla a otro nivel y recordar por qué, a pesar de algunos titubeos, me había gustado tanto el día en que la fui a ver a una sala de cine. Ahora recuerdo que durante la película me mantuve escéptico. No paraba de decir para mis adentros que aquella historia de amor, con dos personajes tremendamente manidos, era un cliché con todas las letras, pero el bueno de Damien Chazelle tenía guardado un giro en forma de bofetón sonoro y picante.

La La Land empieza amable, colorista y bailarina, con un número alegre y dinámico que sienta las bases de lo que será la película: una carta de amor al cine y, en concreto, al género musical. Hay mucho idealismo en ella, y el tono está muy alejado de la oscura y tensa Whiplash, pero conserva la temática: ¿a qué estamos dispuestos a renunciar para cumplir nuestros sueños? Tras un primer tercio muy musical y ligero, pasamos al desarrollo de la relación, la parte menos brillante que incluso se puede hacer un poco larga hasta que comienzan a emerger los conflictos. Entonces la película mejora enteros y se prepara para brindarnos un final brillante, sorprendente y bellamente filmado que la eleva de lo que venía siendo un notable alto a la categoría de sobresaliente. Una jugada arriesgada que se torna en maestra cuando acaba la función, dándole la vuelta al género y dejándonos un regusto que ninguno esperábamos.

Así, pues, hay momentos para todos los públicos, incluso para aquellos que buscaban algo diferente a pesar de tratarse de una película mainstream. De esta manera, han sido pocos los defraudados por La La Land, de la que pueden destacarse una gran fluidez visual, su melodiosa música y una Emma Stone que se come la pantalla. Imprescindible.
29 de diciembre de 2011 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo empieza con violencia y acaba de la misma manera. Cabe destacar una intervención de Bill el carnicero que define perfectamente esta situación: “Si alguien me roba, le corto las manos; si me insulta, le corto la lengua; si se rebela contra mí, le clavo su cabeza en una estaca y la pongo bien alta para que puedan verla todos. Eso es lo que mantiene el orden de las cosas: el miedo”. Todos conocemos la predilección del señor Scorsese por la violencia, pero esta vez se le ha ido un poco de las manos. No es la forma de mostrarla, sino el ambiente que rodea e impregna a toda la película. El principio y el final son realmente violentos.

En cuanto a la actuación y los personajes, sin duda alguna el que destaca por encima del resto es el señor Day-Lewis. El irlandés aprovecha todas las características de su personaje para hacer una excelente actuación, aunque un poco teatral y excesiva, y comerse a todos sus compañeros de reparto. El personaje interpretado por Di Caprio no da para gran cosa, ya que su Ámsterdam Vallon está bastante visto, pero aun así, Leo cumple. La dama de la función, Jenny, interpretada por Cameron Díaz, cubre un papel que yo considero perfectamente prescindible. Las escenas amorosas no tienen transcendencia ninguna en la historia y sólo hacen que alargarla.

Hay una paradoja que se nos muestra constantemente, y es que el bando de los “nativos americanos” se autoproclama a sí mismo con ese nombre, siendo una apelación completamente errónea. Los nativos americanos de verdad son aquellos a los que diezmaron esos mismos que en la película se hacen llamar así. Otra paradoja es que estos mismos “nativos americanos” luchan legítimamente por defender la que consideran su tierra, los Estados Unidos, de los miles de inmigrantes irlandeses que llegan en busca de un hogar. Esa misma situación se repitió un siglo y medio atrás, cuando eran ellos los que llegaban a América invadiendo las tierras de los nativos americanos de verdad.

No es de extrañar que hoy en día los Estados Unidos de América sea un país donde predomina la cultura de la violencia viendo la manera en que se forjó. Yo le doy un diez al director italoamericano por haber plasmado perfectamente el ambiente que corría por aquellas fechas y por haber logrado una película con enormes tintes épicos mostrando la violencia en bandas y grupos delictivos como él mejor sabe: Godfellas, Casino… A las pruebas me remito.

Lo mejor: el personaje de Bill el carnicero y ese aroma a cine épico que desprende durante sus 168 minutos de metraje.
Lo peor: el poco desarrollo del personaje de Ámsterdam Vallon y la innecesaria historia de amor.
18 de septiembre de 2019
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La novena película de Quentin Tarantino, Érase una vez en... Hollywood, es el nostálgico viaje a un pasado idealizado de un cineasta que homenajea con amor infinito una época, una industria y un modo de hacer cine del que sin duda alguna es fruto y al que no puede sino reverenciar en una película que rezuma amor y alegría por los cuatro costados

Si hacemos caso a las palabras de Quentin Tarantino, el ocaso de su carrera como director queda a tan solo una película de distancia tras el estreno de su novena cinta, Érase una vez en... Hollywood, y ya sea de manera premeditada o inconsciente, su última obra empieza a sonar a despedida. Tras transitar por el thriller, el género policiaco, la serie z, la comedia negra, el cine de artes marciales, el bélico o el western, Tarantino abandona sus manierismos para apostar por una contenida película de época que no pretende ni mucho menos realizar un retrato fiel de un momento histórico, sino reflejar su visión sobre una industria y una forma de hacer cine que lo ha moldeado como artista hasta convertirlo en lo que hoy es: uno de los cineastas más relevantes de los últimos 30 años.

Para elaborar una de sus obras más personales, Quentin Tarantino no ha escatimado en medios humanos ni técnicos. Leonardo DiCaprio y Brad Pitt, formando una pareja memorable al estilo Redford-Newman, son los catalizadores del espectador hacia una época recreada hasta lo enfermizo: decorados, vestimentas, atrezzo, música... ¡Y menuda música! Toda esta amalgama de elementos convierte a la película en un producto de puro disfrute contemplativo donde el placer reside en el aquí y el ahora, en las escenas alargadas hasta el extremo más allá de lo recomendable, en el transcurrir de las conversaciones, en los trayectos en coche con la radio a todo volumen, en la sucesión de anécdotas y los detalles de pura pasión cinéfila. Como muestra, los primeros 10 minutos en los que conocemos el bagaje cinematrográfico del actor Rick Dalton, con constantes cortes a apariciones estelares en sus principales películas y series televisivas.

La trama queda relegada a un segundo plano, muy residual, y todo aquel que espere una película más cercana a otras del autor en lo que a giros e historias cruzadas se refiere se sentirá en cierto modo decepcionado, pues el ritmo es lento, apenas hay sorpresas y solo en algunos instantes se permite Tarantino tirar de su faceta más alocada y excéntrica. Por ese mismo motivo esta obra se siente más madura, reposada y crepuscular. Es la película de un autor en plena madurez que se ve capaz de abandonar ciertos aspectos innatos a su cine sin miedo a que su sello se vea cuestionado. No ocurre sino todo lo contrario: su firma se siente en todo momento.

Por ese motivo, lo que ocurra en el desenlace poco importa, y eso que importa muchísimo, al menos para la reflexión del propio cineasta con la película. Se siente como un regalo al fan de siempre en la forma, pero en el fondo es la guinda de una obra inmensa, compleja y muy rica en detalles que merece todos los visionados del mundo, porque hay tantos como maneras de disfrutarla.
13 de junio de 2018 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Spider-Man (ídem, 2001), el inicio de la ola moderna de películas de superhéroes, es una película irregular sustentada por el carisma de sus personajes.

Vista Spider-Man: Homecoming, quise revisitar el inicio de todo. En el siglo pasado ya vimos películas de superhéroes más o menos exitosas, como la saga de Batman de finales de los '80 y años '90, pero la trilogía de Sam Raimi se atrevió a retomar este género, después de que cayera en el desprestigio, con una buena película que bebe mucho precisamente del Batman de Tim Burton.

Esta referencia no se encuentra solo en la banda sonora compuesta por Danny Elfman, el mismo que compondría la mítica melodía para Batman y Batman vuelve, sino en elementos fácilmente identificables, como esa cabalgata que malogra el Joker de Jack Nicholson y que aquí se vuelve a ver en el Día de la Unidad que el Duende Verde aprovecha para llevar a cabo sus tropelías; o un estilo noventero que acaba resultando perjudicial para su vigencia temporal, y es que a pesar de ser una película del 2001, parece mucho anterior precisamente por su fotografía.

Desgraciadamente en algunos fragmentos se percibe cierta falta de seriedad, y no me refiero a que la película pueda tirar más o menos a la comedia o al drama, sino al hecho de no tomarse el género como algo de valor. Aun así, eso le aporta ligereza y se compensan bien los momentos dramáticos con los de pura evasión.

La historia nos cuenta el comienzo de todo: la picadura de la araña, (¡SPOILER!) la muerte del tío Ben, y cómo Peter Parker construye su Spider-Man a raíz de unos ideales bien marcados. Precisamente lo mejor de la película y lo que más se echa en falta al nuevo trepamuros de Tom Holland.

Por lo demás, la película es irregular y su interés va y viene. El plan del villano es tan simple como querer matar a Spider-Man, y este se limita a salvar viejecitas, niños y a su amada Mary Jane, enclaustrada en su papel de mujer objeto y de princesa en apuros. Aun así el elenco actoral es de lo más destacable. Tobey Maguire hace de perfecto empollón, y carece de ese aura de genialidad que tienen tanto el personaje de Andrew Garfield y Tom Holland. Este Spider-Man es un verdadero pringado, y no hay nada de malo en ello. Kirsten Dunst brilla y nos deja para el recuerdo la secuencia del beso bajo la lluvia, que será lo más recordado de esta película con el paso de los años.
11 de noviembre de 2012 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La elección del director Sam Mendes para dirigir esta película levantó los ánimos a los que quedaron alicaídos tras el chasco que supuso 'Quantum of solace'. Mendes ha decidido llevar a Bond de vuelta a casa, desarrollando la mayor parte de la película en el Reino Unido para ahondar en lo más profundo del agente secreto y M, creando de esta manera la película más íntima y oscura de toda la saga.

La mano de Mendes se percibe desde el primer momento, en el que nos damos cuenta de que la cámara siempre está donde debe. Pero 'Skyfall' tiene un gran error: la falta absoluta de la elegancia y el atractivo que siempre caracterizó a las películas de 007. Cabe decir que la trama no acompaña (resulta mucho más atractivo y glamuroso un Casino Royale), pero si cambiáramos a Bond por Bourne, no nos daríamos ni cuenta. Otro punto más para apoyar esta teoría es la mínima y banal presencia de las chicas Bond: a una la perdemos pronto de vista y la otra se desvanece a medida que avanza el tiempo.

En cuanto a la elección de Silva/Bardem como malo, queda claro que 'Skyfall' se ha visto altamente influenciada por 'El caballero oscuro' de Christopher Nolan y su excepcional Jóker interpretado por Heath Ledger. Bardem es un psicópata igual de cínico, tarado y deformado que el rival de Batman, aunque, eso sí, bastante más feo. Su personaje, de lo más destacable del largometraje, es un ser algo amanerado que, al igual que en la película de Nolan, todo lo sabe y todo lo puede hacer.

En cuanto al desarrollo de la trama, el hilo argumental es el más sencillo de las últimas entregas de Bond: atrapar al malo y proteger a M de los planes del de la peluca. Todo lo demás es el hundimiento y el resurgir de Daniel Craig y la presentación de varias caras que acostumbraremos a ver en las próximas entregas del agente secreto más famoso del mundo. Aparte, el tour de force final resulta bastante forzado y fuera de sitio.

En definitiva, muchas sorpresas y caras nuevas encontramos en esta correcta pero imperfecta 'Skyfall', que al final resulta tener más relevancia tanto en el presente como en el futuro de la saga, con varias sorpresas que harán que el espectador deseé volver a ver a un agente que, a pesar de cumplir 50 años en la historia del celuloide, se mantiene muy fresco como para ofrecernos mucho más en el futuro, y al que Craig ha dado un aire completamente fresco desde que debutara con 'Casino Royale' (la mejor de todas ellas), participara en el horror vacui de 'Quantum of Solace' y remontara el vuelo con esta 'Skyfall'.

Pd: el vestuario diseñado por Tom Ford es maravilloso.
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