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6,9
6.359
7
26 de septiembre de 2024
26 de septiembre de 2024
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en el libro "Hay algo que no es como me dicen" de Juanjo Millás, así como en el testimonio real de Nevenka Fernández, la película focaliza en el caso de la primera mujer en España que consiguió una condena por acoso sexual a un político. Sitiada en el municipio de Ponferrada el año 2001 y diferenciándose de las dinámicas habituales de maltrato en la intimidad, para este particular, "Neve" confió en el poder liberador de la verdad para buscar justicia en un caso acontecido y juzgado a la vista de todos, desencadenando un cambio social sin parangón.
Siguiendo a "Kenka", la película mezcla el mundo personal y el profesional dentro de un seno gubernamental, retratando los entresijos de cualquier formación política: el llamado nepotismo, los tratos de favor o los tejemanejes económicos mediante empresas terciarias, siendo todos ellos un caldo de cultivo idóneo en el que se ponen de manifiesto los roles de poder entre las distintas jerarquías hasta el punto culminar en un mobbing laboral y social de carácter mafioso.
Dirigida por Icíar Bollaín y rodada en Zamora debido a la sombra que aún proyectan estos acontecimientos en la ciudad de la provincia leonesa, la película transmite de inicio a fin la inexplicable angustia y acorralamiento que sintió la protagonista, gracias, en buena medida, a la labor de Gris Jordana en la dirección fotográfica, quien junto a la cineasta proporciona al relato la cercanía nerviosa que precisa, valiéndose de tomas inquietas cámara en mano, angulaciones y lentes aberrantes o ya en la puesta en escena, superposiciones de elementos que aporten una incómoda verticalidad a las imágenes e incluso cuidadas disposiciones de tamaño que establecen los roles de cazador y presa en el encuadre.
En el bloque interpretativo, en un acto de completa sensibilidad e interpelación, la joven Mireia Oriol hace un trabajo encomiable al dar vida a los aciertos, errores y claroscuros de una chica abrumada y todavía ingenua quien lo gana y pierde todo de la noche a la mañana por no ceder. De igual modo, cabe alabar el trabajo de Urko Olazabal, quien se enfunda en un papel taimado nada agradecido, reflejando de maravilla esos individuos narcisistas de las esferas político-empresariales que, llenos de complejidades y vistiendo una sonrisa por defecto, gozan del don de gentes y la falsedad, valiéndose de un carisma y crueldad que completan a un personaje capaz, manipulador y experimentado.
En adhesión a ello, cabe apuntar que, si bien es un ejercicio ciertamente documentalista e ideológicamente bastante tibio, preocupa que la propia película y en consecuencia el público banalicen políticamente el caso, máxime en las tensiones políticas de hoy día, donde se aprovecha cualquier filón para arremeter al adversario, como deja plena consciencia la presente, al mostrar cómo se obvia el irreparable dolor de unos pocos para salvaguardar el inexistente honor de otros muchos.
En definitiva, valiéndose de un final arrojado, la película reivindica la dignidad de una figura repudiada que, sin recibir justicia alguna, peleó por su dignidad a la vera de unos pocos valientes que con ella eligieron alzar la voz. Nevenka fue, es y será una precursora que habló para vivir y para que otras víctimas pudieran gritar, dejando a su paso una sociedad mejor en la que paulatinamente los crímenes no pasan (tan) desapercibidos.
"Aquí todos miran, pero nadie ve".
(Vista en su preestreno)
Siguiendo a "Kenka", la película mezcla el mundo personal y el profesional dentro de un seno gubernamental, retratando los entresijos de cualquier formación política: el llamado nepotismo, los tratos de favor o los tejemanejes económicos mediante empresas terciarias, siendo todos ellos un caldo de cultivo idóneo en el que se ponen de manifiesto los roles de poder entre las distintas jerarquías hasta el punto culminar en un mobbing laboral y social de carácter mafioso.
Dirigida por Icíar Bollaín y rodada en Zamora debido a la sombra que aún proyectan estos acontecimientos en la ciudad de la provincia leonesa, la película transmite de inicio a fin la inexplicable angustia y acorralamiento que sintió la protagonista, gracias, en buena medida, a la labor de Gris Jordana en la dirección fotográfica, quien junto a la cineasta proporciona al relato la cercanía nerviosa que precisa, valiéndose de tomas inquietas cámara en mano, angulaciones y lentes aberrantes o ya en la puesta en escena, superposiciones de elementos que aporten una incómoda verticalidad a las imágenes e incluso cuidadas disposiciones de tamaño que establecen los roles de cazador y presa en el encuadre.
En el bloque interpretativo, en un acto de completa sensibilidad e interpelación, la joven Mireia Oriol hace un trabajo encomiable al dar vida a los aciertos, errores y claroscuros de una chica abrumada y todavía ingenua quien lo gana y pierde todo de la noche a la mañana por no ceder. De igual modo, cabe alabar el trabajo de Urko Olazabal, quien se enfunda en un papel taimado nada agradecido, reflejando de maravilla esos individuos narcisistas de las esferas político-empresariales que, llenos de complejidades y vistiendo una sonrisa por defecto, gozan del don de gentes y la falsedad, valiéndose de un carisma y crueldad que completan a un personaje capaz, manipulador y experimentado.
En adhesión a ello, cabe apuntar que, si bien es un ejercicio ciertamente documentalista e ideológicamente bastante tibio, preocupa que la propia película y en consecuencia el público banalicen políticamente el caso, máxime en las tensiones políticas de hoy día, donde se aprovecha cualquier filón para arremeter al adversario, como deja plena consciencia la presente, al mostrar cómo se obvia el irreparable dolor de unos pocos para salvaguardar el inexistente honor de otros muchos.
En definitiva, valiéndose de un final arrojado, la película reivindica la dignidad de una figura repudiada que, sin recibir justicia alguna, peleó por su dignidad a la vera de unos pocos valientes que con ella eligieron alzar la voz. Nevenka fue, es y será una precursora que habló para vivir y para que otras víctimas pudieran gritar, dejando a su paso una sociedad mejor en la que paulatinamente los crímenes no pasan (tan) desapercibidos.
"Aquí todos miran, pero nadie ve".
(Vista en su preestreno)

5,7
18.814
5
11 de diciembre de 2023
11 de diciembre de 2023
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con una sugerente premisa y un contexto muy concreto Ridley Scott se inmiscuye de nuevo en esos filmes históricos que tanto le apasionan, guiándonos por un viaje capitaneado por la magna figura de Napoleón, que comprenderá desde el año 1789 donde comienza el ocaso de la Revolución Francesa mediante la ejecución de María Antonieta en la guillotina -cuando este era simplemente un capitán de artillería- hasta su muerte durante su segundo exilio en Santa Elena en el 1821, desarrollando, como comenta en un artículo el portal de la BBC “un espectáculo de pompa alrededor del hombre que puso a Europa de rodillas”.
Con todo y ese poderoso punto de partida lo cierto es que se trata de un biopic plagado de controversias y polémicas totalmente comprensibles en el análisis del mismo, especialmente de su cuestionable forma y fondo llevadas a cabo mediante decisiones objetivamente desacertadas, comenzando por una dirección clásica e invisible que no imprime ni intención identitaria ni riqueza artística o estilística alguna más allá de limitarse a plasmar lo que debe con un canon taimado, mecánico e inerte. Asimismo, las labores de fotografía y montaje resultan igualmente faltas de sangre en una contención que limita lo disruptivo, diferente e incluso lo memorable.
La película se construye mediante dos estilos que va alternando, el dialéctico y el bélico; el primero lo aprovecha para construir mediante diálogos, en su mayoría soporíficamente insulsos, una pasionalmente tóxica relación entre Josephine, encarnada por la maravillosa Vanessa Kirby, y el inadaptado protagonista al que da vida un contenido Phoenix y, el segundo a posteriori, para hacer un efímero repaso a los momentos estelares de las contiendas denominadas como guerras napoleónicas.
Todo ello surge como consecuencia de un pobrísimo guion obra de David Scarpa, con quién el cineasta británico ha unido fuerzas para urdir los últimos grandes proyectos que está orquestando, que realiza un retrato sobrio y crudo percibido como adulto por su desvergonzada visión del sexo, las insinuaciones eróticas y su descarnada brutalidad con los que se limita a atravesar toda una serie de hechos históricos que debe concatenar para alcanzar el único cierre que pudo tener un filme semejante.
Dicho lo cual, no cabe duda de que se erguirá como un hito singular en un territorio estadunidense poco versado culturalmente, de hecho, no es más que un ejercicio superficial de cultura para yanquis, debidamente acotado y ramplón con el fin último de que haya poco que procesar y, por descontado, nada que reflexionar. Buen ejemplo de ello es que no hay lugar para el análisis de la interesante psique de esta figura histórica ni tampoco para cavilar mínimamente acerca de las motivaciones que alberga la mente de un individuo tan completo como complejo en sus claroscuros, pues, si bien era un estratega brillante, lo cierto es que su carácter, ciertamente altivo y singular, maximizaron una manifiesta ineptitud social en su persona.
En lo que al apartado visual se refiere tampoco da en el blanco, pues, haciendo gala de una imagen desaturada y una exagerada colorimetría que procura asemejarse a las tonalidades cromáticas de un cuadro o un pergamino, no hace, sino que construir una atmósfera anodina y desabrida en un filme que se concibe como épico. Por contraparte, cabe halagar que independientemente de la buena cantidad de pantallas verdes que por razones lógicas ha de utilizar, aunque en no pocas ocasiones resulte perceptible su presencia pese a lo colosal que de por sí resulta una producción semejante, hace gran uso de un CGI que procura implementarse con una concepción semejante al analógico.
Lamentablemente, pese a la mejor de las predisposiciones, uno no puede más que abandonar la sala de cine con el peor de los sentimientos posibles tras experimentar una obra artística; una indiferencia magna ante el generoso despliegue experimentado que ni aporta ni destila nada por lo que ser reseñable y menos aún, recordado y no precisamente por falta de recursos, talento y liquidez, ya que tenía la suerte de poder contar con esa tan ansiada triada en el ámbito audiovisual.
En definitiva, es un ejercicio correcto que no destacará ni perdurara, cuyo mérito reside en los millones a sus espaldas -desaprovechados- en una superproducción que con el sazón adecuado, bien pudo no quedarse en tierra de nadie, ya que lo poco que arriesga no favorece a la experiencia cinematográfica sino que dilapida incluso, haciendo gala de esa incoherencia y dejadez tan actuales, un rigor histórico que habría enriquecido un filme que se cree muy docto y resulta estúpidamente burdo, como las gentes candentes de hoy día.
Con todo y ese poderoso punto de partida lo cierto es que se trata de un biopic plagado de controversias y polémicas totalmente comprensibles en el análisis del mismo, especialmente de su cuestionable forma y fondo llevadas a cabo mediante decisiones objetivamente desacertadas, comenzando por una dirección clásica e invisible que no imprime ni intención identitaria ni riqueza artística o estilística alguna más allá de limitarse a plasmar lo que debe con un canon taimado, mecánico e inerte. Asimismo, las labores de fotografía y montaje resultan igualmente faltas de sangre en una contención que limita lo disruptivo, diferente e incluso lo memorable.
La película se construye mediante dos estilos que va alternando, el dialéctico y el bélico; el primero lo aprovecha para construir mediante diálogos, en su mayoría soporíficamente insulsos, una pasionalmente tóxica relación entre Josephine, encarnada por la maravillosa Vanessa Kirby, y el inadaptado protagonista al que da vida un contenido Phoenix y, el segundo a posteriori, para hacer un efímero repaso a los momentos estelares de las contiendas denominadas como guerras napoleónicas.
Todo ello surge como consecuencia de un pobrísimo guion obra de David Scarpa, con quién el cineasta británico ha unido fuerzas para urdir los últimos grandes proyectos que está orquestando, que realiza un retrato sobrio y crudo percibido como adulto por su desvergonzada visión del sexo, las insinuaciones eróticas y su descarnada brutalidad con los que se limita a atravesar toda una serie de hechos históricos que debe concatenar para alcanzar el único cierre que pudo tener un filme semejante.
Dicho lo cual, no cabe duda de que se erguirá como un hito singular en un territorio estadunidense poco versado culturalmente, de hecho, no es más que un ejercicio superficial de cultura para yanquis, debidamente acotado y ramplón con el fin último de que haya poco que procesar y, por descontado, nada que reflexionar. Buen ejemplo de ello es que no hay lugar para el análisis de la interesante psique de esta figura histórica ni tampoco para cavilar mínimamente acerca de las motivaciones que alberga la mente de un individuo tan completo como complejo en sus claroscuros, pues, si bien era un estratega brillante, lo cierto es que su carácter, ciertamente altivo y singular, maximizaron una manifiesta ineptitud social en su persona.
En lo que al apartado visual se refiere tampoco da en el blanco, pues, haciendo gala de una imagen desaturada y una exagerada colorimetría que procura asemejarse a las tonalidades cromáticas de un cuadro o un pergamino, no hace, sino que construir una atmósfera anodina y desabrida en un filme que se concibe como épico. Por contraparte, cabe halagar que independientemente de la buena cantidad de pantallas verdes que por razones lógicas ha de utilizar, aunque en no pocas ocasiones resulte perceptible su presencia pese a lo colosal que de por sí resulta una producción semejante, hace gran uso de un CGI que procura implementarse con una concepción semejante al analógico.
Lamentablemente, pese a la mejor de las predisposiciones, uno no puede más que abandonar la sala de cine con el peor de los sentimientos posibles tras experimentar una obra artística; una indiferencia magna ante el generoso despliegue experimentado que ni aporta ni destila nada por lo que ser reseñable y menos aún, recordado y no precisamente por falta de recursos, talento y liquidez, ya que tenía la suerte de poder contar con esa tan ansiada triada en el ámbito audiovisual.
En definitiva, es un ejercicio correcto que no destacará ni perdurara, cuyo mérito reside en los millones a sus espaldas -desaprovechados- en una superproducción que con el sazón adecuado, bien pudo no quedarse en tierra de nadie, ya que lo poco que arriesga no favorece a la experiencia cinematográfica sino que dilapida incluso, haciendo gala de esa incoherencia y dejadez tan actuales, un rigor histórico que habría enriquecido un filme que se cree muy docto y resulta estúpidamente burdo, como las gentes candentes de hoy día.
3
5 de noviembre de 2017
5 de noviembre de 2017
14 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película consta de todos los clichés habidos y por haber pero adaptados al mundo Pokémon, con el cual muchos de nosotros crecimos en nuestra infancia y adolescencia. Se trata de un combinado extra-compromido de historias que ya habiamos visto, contando inclusive de nuevo el inicio de la relación del joven Ash y su inseparable Pikachu, sumado con una rocambolesca carrera por ver a múltiples Pokemon en pantalla sin lógica o sentido alguno. En los aspectos técnicos nada sobresale, se trata de una animación similar a la que hemos visto en la propia serie o en otras películas previas de la franquicia.
Conclusión:
- Si eres de las viejas generaciones lo más seguro es que no comulgarás con esta película, pero eso sí, echarás unas buenas risas con las descabelladas situaciones que se suceden (Spoiler).
- Si eres un milenial que iniciaste tu aventura por este mundo allá por el 2010, te gustará
- Si directamente no conoces nada sobre este universo y ves la película por curiosidad u por obligación de un pariente tuyo menor seguramente te agrade bastante, es una historia sencilla, previsible, con valores de amistad y compañerismo para los más pequeños y por último y no menos importante se dan situaciones de todo tipo; desde cómicas a tristes, pasando por la siempre presente tensión/emoción surgida en los combates.
Conclusión:
- Si eres de las viejas generaciones lo más seguro es que no comulgarás con esta película, pero eso sí, echarás unas buenas risas con las descabelladas situaciones que se suceden (Spoiler).
- Si eres un milenial que iniciaste tu aventura por este mundo allá por el 2010, te gustará
- Si directamente no conoces nada sobre este universo y ves la película por curiosidad u por obligación de un pariente tuyo menor seguramente te agrade bastante, es una historia sencilla, previsible, con valores de amistad y compañerismo para los más pequeños y por último y no menos importante se dan situaciones de todo tipo; desde cómicas a tristes, pasando por la siempre presente tensión/emoción surgida en los combates.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
(Spoiler)
- Un Pikachu que mágicamente... ¡Habla!
- Pokemon con movimientos desproporcionados
- Diferentes Pokémon de Ash evolucionan sin apenas luchar
- Una séptima generación forzada para contentar a las nuevas generaciones
- Un Ash que renace de una muerte absurda, gracias a un "portal" al que accede Pikachu
- Un Team Rocket desaprovechado por completo, utilizado solo a modo de múltiples cameos cómicos
- Un Pikachu que mágicamente... ¡Habla!
- Pokemon con movimientos desproporcionados
- Diferentes Pokémon de Ash evolucionan sin apenas luchar
- Una séptima generación forzada para contentar a las nuevas generaciones
- Un Ash que renace de una muerte absurda, gracias a un "portal" al que accede Pikachu
- Un Team Rocket desaprovechado por completo, utilizado solo a modo de múltiples cameos cómicos

6,7
6.888
9
9 de octubre de 2023
9 de octubre de 2023
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada menos que 31 años después del que fuera su último largometraje, Víctor Erice, el realizador español más solvente de todos los tiempos, regresa a primera línea de cartelera ya no en plena forma, sino con una lucidez exacerbada, a sus nada desdeñables 83 años de edad para realizar un testamento fílmico sin parangón que a su vez firma como una suerte de memorias propias dando forma, junto a la inestimable colaboración de Michel Gaztambide, una de las rúbricas más sobresalientes de este país, a una de las historias más bellas jamás contada y experimentada por mí en un cine, de incidencia casi bíblica se presenta como una apuesta sumamente compleja con multitud de capas que, a posteriori, terminan casando armónicamente.
Con objeto de ahondar en los sinuosos senderos de la mente, investiga las complejidades de la memoria humana a través de esa memoria (historia) fílmica a la que rinde a su modo un sentido homenaje con una forma de realizar que ya no regresará en la constante y voraz evolución que padece el séptimo arte. Tanto es así que, solemne, referencia a esas grandes obras y figuras fundamentales, relegadas al ostracismo, tomándose tiempo incluso para incluir de forma orgánica, mediante elementos intrínsecos de la trama, guiños de cortesía que evocan a sus 3 anteriores filmes.
Tan capital resulta el patrimonio artístico -así en la vida como en la ficción- que, procurándose una filosofía próxima al arte y ensayo, se hallan en esta fragmentos de las distintas disciplinas que dividen las bellas artes: pintura, escultura, música, danza, literatura y, por descontado, el cine. Asimismo, en un metraje dilatado en planos contemplativos que se detienen a inmortalizar la vida, actúa como un retrato magnánimo de la cultura hispanohablante en sus diferentes estadios, hallándose desde los clásicos naipes castellanos hasta el tango de Gardel, sin olvidarse, como no podía ser de otro modo, tanto de la cultura gastronómica autosuficiente y de proximidad de la que gozamos, como del patrimonio cultural que suponen las novelas de autores de la talla de Marsé o Delibes, así como la esencia de conservar los negativos de los filmes en sus bobinas de celuloide para preservar su concepción original.
En lo que a la estructura del filme refiere, entre diálogos poéticos y críticos con los tiempos pasados y presentes hallamos un primer tercio de metraje aplastante, monótono y críptico que propicia pretendidamente un hermetismo que impide que accedas al filme, pero según se fraguan los minutos de metraje su crisálida se va abriendo, dejando atisbar unos enriquecedores rayos de luz que insuflan alma y vida al conjunto, permitiendo que germinen toda una serie de semillas que con suma pericia se han ido disponiendo longitudinalmente en sus distintas capas, deviniendo en un resultado tan minuciosamente estructurado que a cuentagotas, director de fotografía mediante, Erice va activando esos visuales estetas que le caracterizan.
En conclusión, con esta epopeya melancólica, Erice se alza orfebre de un ejercicio catártico que supone el crepúsculo de una vida que ha sido enriquecida y deformada por multitud de elementos que la moldean y conforman directa e indirectamente como un algo único e irrepetible, con especial hincapié en la influencia que insufla a un individuo la presencia o desaparición de un ser querido, para lo cual se vale de una minuciosa dirección de actores, que interpretativamente, además, saca lo mejor de los mismos propiciando labores interpretativas acongojantes de actores ya consolidados que alcanzan el culmen de su carrera con una propuesta de solera clasicista, sosegada y veraz.
Sencillamente, es una historia que solo puede realizarse tras una vida experimentada y plena, repleta de momentos, derrotas y aprendizajes tales que permiten la privilegiada sabiduría de vislumbrar con la mirada taimada el milagro de las artes, del cine y de la vida. Invitando, a quién bien se preste a ello, a que abra sus ojos para atestiguar la nada subyacente o bien los cierre para verlo todo.
Con objeto de ahondar en los sinuosos senderos de la mente, investiga las complejidades de la memoria humana a través de esa memoria (historia) fílmica a la que rinde a su modo un sentido homenaje con una forma de realizar que ya no regresará en la constante y voraz evolución que padece el séptimo arte. Tanto es así que, solemne, referencia a esas grandes obras y figuras fundamentales, relegadas al ostracismo, tomándose tiempo incluso para incluir de forma orgánica, mediante elementos intrínsecos de la trama, guiños de cortesía que evocan a sus 3 anteriores filmes.
Tan capital resulta el patrimonio artístico -así en la vida como en la ficción- que, procurándose una filosofía próxima al arte y ensayo, se hallan en esta fragmentos de las distintas disciplinas que dividen las bellas artes: pintura, escultura, música, danza, literatura y, por descontado, el cine. Asimismo, en un metraje dilatado en planos contemplativos que se detienen a inmortalizar la vida, actúa como un retrato magnánimo de la cultura hispanohablante en sus diferentes estadios, hallándose desde los clásicos naipes castellanos hasta el tango de Gardel, sin olvidarse, como no podía ser de otro modo, tanto de la cultura gastronómica autosuficiente y de proximidad de la que gozamos, como del patrimonio cultural que suponen las novelas de autores de la talla de Marsé o Delibes, así como la esencia de conservar los negativos de los filmes en sus bobinas de celuloide para preservar su concepción original.
En lo que a la estructura del filme refiere, entre diálogos poéticos y críticos con los tiempos pasados y presentes hallamos un primer tercio de metraje aplastante, monótono y críptico que propicia pretendidamente un hermetismo que impide que accedas al filme, pero según se fraguan los minutos de metraje su crisálida se va abriendo, dejando atisbar unos enriquecedores rayos de luz que insuflan alma y vida al conjunto, permitiendo que germinen toda una serie de semillas que con suma pericia se han ido disponiendo longitudinalmente en sus distintas capas, deviniendo en un resultado tan minuciosamente estructurado que a cuentagotas, director de fotografía mediante, Erice va activando esos visuales estetas que le caracterizan.
En conclusión, con esta epopeya melancólica, Erice se alza orfebre de un ejercicio catártico que supone el crepúsculo de una vida que ha sido enriquecida y deformada por multitud de elementos que la moldean y conforman directa e indirectamente como un algo único e irrepetible, con especial hincapié en la influencia que insufla a un individuo la presencia o desaparición de un ser querido, para lo cual se vale de una minuciosa dirección de actores, que interpretativamente, además, saca lo mejor de los mismos propiciando labores interpretativas acongojantes de actores ya consolidados que alcanzan el culmen de su carrera con una propuesta de solera clasicista, sosegada y veraz.
Sencillamente, es una historia que solo puede realizarse tras una vida experimentada y plena, repleta de momentos, derrotas y aprendizajes tales que permiten la privilegiada sabiduría de vislumbrar con la mirada taimada el milagro de las artes, del cine y de la vida. Invitando, a quién bien se preste a ello, a que abra sus ojos para atestiguar la nada subyacente o bien los cierre para verlo todo.
12 de julio de 2020
12 de julio de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me parece un experimento súper curioso e interesante que demuestra que el cine trasciende de todas las filigranas que puedan hacerse en un rodaje, puesto que el director Rodrigo Sorogoyen y la actriz Marta Nieto logran confinados desde su casa y con la única ayuda de un dispositivo móvil, un mediometraje que desde luego cumple con creces su cometido.
Como habéis podido intuir no se disponía del equipo técnico humano ni el material profesional para desarrollar con gran calidad las diferentes facciones de una producción, debido a ello y a la (en líneas generales) escasa edición posterior, se siente prácticamente como una obra de teatro, eso sí, con escenas y planos muy logrados.
Con respecto a la historia encontramos un thriller casi sobrenatural en que el personaje de Sorogoyen, que en esta ocasión además de dirigir y escribir hace las veces de actor (con muy buen resultado), descubre en el personaje de Nieto comportamientos extraños y alguna característica que le era desconocida, hecho que inicia una serie de sucesos que les harán plantearse ciertas cuestiones.
Así pues, volvemos al cine más puro y experimental, dónde destaca la intencionalidad de las actuaciones, pero con el distinguido toque de Sorogoyen, que genera una atmósfera vivaz capaz de sumirnos de lleno en la pantalla. Si disponéis de 40 minutos, echadle un ojo.
Como habéis podido intuir no se disponía del equipo técnico humano ni el material profesional para desarrollar con gran calidad las diferentes facciones de una producción, debido a ello y a la (en líneas generales) escasa edición posterior, se siente prácticamente como una obra de teatro, eso sí, con escenas y planos muy logrados.
Con respecto a la historia encontramos un thriller casi sobrenatural en que el personaje de Sorogoyen, que en esta ocasión además de dirigir y escribir hace las veces de actor (con muy buen resultado), descubre en el personaje de Nieto comportamientos extraños y alguna característica que le era desconocida, hecho que inicia una serie de sucesos que les harán plantearse ciertas cuestiones.
Así pues, volvemos al cine más puro y experimental, dónde destaca la intencionalidad de las actuaciones, pero con el distinguido toque de Sorogoyen, que genera una atmósfera vivaz capaz de sumirnos de lleno en la pantalla. Si disponéis de 40 minutos, echadle un ojo.
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