Comienza simbólica, futurista en imágenes. La narración avanza a paso lento y en penumbra, intrigante. La cámara se sitúa en lugares insospechados y ayuda a la creación de un lugar intranquilo.
Durante los primeros 10 minutos se presenta al personaje que hace gala de valentía en la habitación. Grandioso, duro y sólido Mr.Johnson (Lemmy).
La banda sonora genera una atmósfera tenebrosa, pero resulta pobre y repetitiva, como la voz narrativa, que se va reiterando hasta la saciedad, lo que produce una exhausta respiración del proceso kafkiano del que somos testigos.

Fantástico juego de luz en varios planos (especialmente el de la bombilla en la escalera).

Al más puro estilo de la dirección, Godard vuelve con su simbolismo en la mujer-muñeca. El ritmo se hace tenue y más lento en el viaje hacia el fin de la noche.

Se trata de una invitación con iniciación a la lógica del lenguaje. Hegel sigue presente. Muerte y vida, ser y nada. La visión más abstracta del ser, el principio (alpha), no es más que la nada (zeroville). La lógica se transforma en muerte del individuo humano.

Seductoras para dormir, soñar tal vez.

Lemmy hace de pez torpedo al estilo socrático, desde que ha llegado nadie entiende nada. Recuerda a 1984 y la supresión de ideas-palabra. Y en la segunda parte recobra fuerza e interés y consigue "luchar para que el fracaso sea posible": paradoja del sentido vital humano.

Para nuestra desgracia, el mundo es real, llegan a decir en Alphaville. Se produce la justificación de la violencia discursiva y la contraposición de las sombras contra la luz. Si arrojamos demasiada luz sobre la vida, la paralizamos, la alienamos, se constata, muere y podemos definirla. Por ello el hombre (ser humano) se obceca en dejarlo ser tal cual para apreciarlo desde la sombra, el matiz, la condición de posibilidad.

Nos duele y lo agradecemos.

Me encantó la transición del personaje de Daniel Brühl al tratar de compensar el ideal materno en tan poco tiempo. Una gran historia de amor que fluye con una dolorosa cuenta atrás. Anclarse en el pasado sirve en ocasiones como ésta, cuando tiene un fin cercano y está tratado tan cariñosamente. Ganaron los buenos, o eso parece, pero ganarán los buenos, o eso nos parece. Sin duda la banda sonora es la parte más importante, y la técnica de fotografiar los planos para dar ese entorno del pasado. Muy emocionante. Escucharé esa banda sonora una y otra vez.

Tiene que ser maravilloso asistir a tu propio funeral. Oír lo bueno que digan de tí, o incluso decir algunas palabras.
Una comedia suelta, bastante vacía, que te hace pasar un rato divertidísimo. Un pequeño pastel que no termina de empalagar, llena de tópicos pero muy fresca. Los chistes y las perlas de humor son verdaderamente buenas. Las interpretaciones son serenas, con lucidez, pero lo mejor son las situaciones tan desastrosas que se dan, pero con un aire de desenlace de problemas sensacional, no hay tensión más que para soltarla y reirse. No es un peliculón, pero mi nota se debe a lo bien que me lo he pasado, el ritmo es genial, y la banda sonora, como siempre en la visión irlandesa, emociona y, a mí, me encanta. Facilona pero genial.

Elizabeth Taylor y Paul Newman forman una pareja inolvidable, despreciada e inseparable. Como Brando y Leigh de otro tono. Todo comienza con una lesión de tobillo en una situación sensacional. Todo evoca un tiempo que fue mejor, y que por alguna razón se rompió. Los culpables se irán desvelando poco a poco. Pero el drama no sólo es personal, si no social, cuando los hijos de la familia deben posicionarse en esa supuesta guerra por la herencia que sus mujeres llevan al quicio (para sobrepasarlo). Newman al principio no convence, parece tambalearse, no estar seguro. Pero según le van dando diálogo, según entona sus primeros enfados, impresiona, deja huella y te embauca. Mientras oyes a Elisabeth Taylor no piensas en otra cosa, aquella muñeca seduce dialecticamente, dulce y desgajada, tenaz y desbocada. El ritmo hace que todo discurra como agradable paseo donde en algunos momentos hay que agarrarse a la butaca. Gracias Tennessee Williams por otro estupendo drama que Brooks elevó con mérito. Me quedo con una imagen, en la que se ve al hipnótico Newman y entabla un diálogo de miradas con Taylor, no se dicen casi nada, y casi todo queda dicho cuando tira ese cojín sobre la cama. Pulso el botón, se pausa la imagen, los veo abrazados y se pausa también mi pulso.

Producción y el equipo de montaje han hecho un trabajo ex-perto, ellos no escribieron este guión. Un Joker ex-pléndido, ese actor tampoco escribió este guión. Acerca de la unidad de la película: ánimo a todo aquel que no escribiera este guión.

Me remito a otra crítica: http://www.filmaffinity.com/es/review/48945375.html para remarcar ciertos aspectos de una película de ciencia-ficción. En el discurso final de este bodrio, el nuevo sargento pone énfasis en la recompensa por tener fe. No estuvo nada acertado aquel que ideó que la fe lleva una buena recompensa teniendo en cuenta que la fe de los que vimos Batman begins debería reportarnos cierta gratitud. Muy mal parche a una primera parte escandalosamente absurda. Comencé la crítica con adjetivos que empezaban por ex-, yo seré desde ahora un (es ficción, puedo imaginar) ex-espectador de lo que pretendan venderme como maravilla los responsables de estas más de dos horas indignantes.
Mi puntuación es para el trabajo bien hecho en que este guión llegue a tener esa plasticidad.