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6
29 de septiembre de 2019
29 de septiembre de 2019
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mejor: la feroz crítica al sueño americano (entendido desde una perspectiva básicamente clásica y puede que demasiado simplista) es digna de cualquier reconocimiento que se precie, recurriéndose para plasmarla a una serie de elementos fílmicos alternativos completamente diferentes de los convencionales que, por lo menos a los acérrimos degustadores de piezas de culto, agradará particular e incomparablemente; la pletórica interpretación de un majestuoso e irreconocible John Travolta (dónde quedó su excelsa figura de Grease es todo un misterio) logra, con la honrosa e inestimable complementación de un Devon Sawa igualmente cambiado e intenso (cualquier parecido con su participación en Destino final es pura coincidencia), entusiasmar a cada paso que da y encandilar con cada palabra que profiere; el regreso a la dirección del autor tras un largo período de inactividad (exactamente once años) no podía ser más atrevido e impactante, lo cual no puede sino alabarse efusiva e intelectualmente a pesar de los descoumunales e intrínsecos riesgos que contrae realizar una producción tan genuina como la que ocupa.
Lo peor: el ritmo narrativo despierta gran recelo e incluso cierto sopor, y es que el nivel de comprensión e inmersión requerido no se alcanza en ningún momento a causa de una argumentación algo reiterativa e insustancial que, a la postre, abstrae al espectador de la trama desde los hipnóticos sucesos iniciales hasta los arduos compases finales; la retahíla de comentarios negativos que ha suscitado tan valiente propuesta por parte de muchos medios especializados internacionales, no por crueles (cada cual tiene derecho de abanderar su propia opinión y exponerla del modo que crea oportuno) sino por infundados (afirmar que “si disfrutas riéndote a carcajadas de un cine corrosivo e inepto puedes haber encontrado un nuevo objeto de fanatismo” como lo hace Mike Mazzanti para The film stage es una rotunda absurdez), por no citar otras observaciones destinadas al teórico mal hacer del protagonista pese a su obvia entrega; el violento desenlace no casa excesivamente con el resto de cinta, y es que en él se pierde en gran medida el exquisito cuidado artístico e insinuador que prima en la misma, hasta el punto de restar bastantes preguntas sin responderse.
Daniel Espinosa
www.cementeriodenoticias.es.tl
Lo peor: el ritmo narrativo despierta gran recelo e incluso cierto sopor, y es que el nivel de comprensión e inmersión requerido no se alcanza en ningún momento a causa de una argumentación algo reiterativa e insustancial que, a la postre, abstrae al espectador de la trama desde los hipnóticos sucesos iniciales hasta los arduos compases finales; la retahíla de comentarios negativos que ha suscitado tan valiente propuesta por parte de muchos medios especializados internacionales, no por crueles (cada cual tiene derecho de abanderar su propia opinión y exponerla del modo que crea oportuno) sino por infundados (afirmar que “si disfrutas riéndote a carcajadas de un cine corrosivo e inepto puedes haber encontrado un nuevo objeto de fanatismo” como lo hace Mike Mazzanti para The film stage es una rotunda absurdez), por no citar otras observaciones destinadas al teórico mal hacer del protagonista pese a su obvia entrega; el violento desenlace no casa excesivamente con el resto de cinta, y es que en él se pierde en gran medida el exquisito cuidado artístico e insinuador que prima en la misma, hasta el punto de restar bastantes preguntas sin responderse.
Daniel Espinosa
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5,0
4.406
4
20 de noviembre de 2018
20 de noviembre de 2018
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mejor: la reinvención (si se puede denominar así al curioso ejercicio propuesto a partir de una absorbente e infundada suplantación de identidad) del género de terror que el debutante en la materia Daniel Goldhaber firma bajo el sello de Blumhouse, distribuidora que ha decidido aprovecharse de la fórmula comercial más fructífera del mercado (paupérrimo presupuesto y grandes expectativas) para lanzar una cinta de corte preciosista y vanguardista directamente (obviando las proyecciones en festivales especializados) en la plataforma Netflix, la cual colabora económicamente por interés, principalmente, propio (añadir a su largo listado de películas originales otro título a coste prácticamente cero es perspicaz); la absoluta actualidad en la que se sitúa la cinta, una en la que el empoderamiento femenino determina un sinfín de feroces competiciones como la aquí relatada, valiendo todo (incluyendo baños, comidas, masturbaciones y hasta suicidios remunerados e impuestos) por y para completos desconocidos, quienes terminan supliendo la falta de autoestima propia con su sórdida aprobación; la superficialidad convertida en largometraje que supone la ocasión que, lejos de resultar contraproducente (si bien suscita cierto recelo), se traduce en el recurso más sincero y efectivo, conformando un complejo entramado en el que conspiraciones, degeneraciones, extravagancias, favoritismos, humillaciones e inseguridades se sustentan en obsesiones y perversiones para, ante pasividades policiales e incomprensiones sociales, retratar la profundamente deprimente realidad de un trabajo tan demandado como comprometido.
Lo peor: la confusión entre elegancia y obstinación que se observa a lo largo del producto, visualmente glamuroso (en contraposición al guión, vulgar como pocos en esencia al no albergar ningún aprendizaje ni para la replicada protagonista ni para el esperanzado público) e inteligentemente promocionado (de qué otro modo se puede adjetivar la enorme repercusión de la que ha gozado juzgándolo objetiva y sinceramente); la popularidad como fuente de justificación de todo acto, pues centrándose la trama en una chica que se dedica a leer y cumplir los deseos húmedos de sus seguidores en directo a cambio de monedas virtuales como medio de cobro y subida de posiciones en la clasificación de las más vistas es parcialmente entendible pero no enteramente razonable, siendo en cualquier caso un perfecto reflejo de la actitud adoptada por muchos jóvenes que, sin oficio ni beneficio, se rigen por dichas directrices sin importar cuáles sean las terribles consecuencias que tan descerebrado talante pueda comportar; el filme solo se ajusta sin discusiones, en resumidas cuentas, a una velada erótico-festiva de adolescentes (por aquello de contener alguna que otra escena sugerente para paladares poco exigentes) al no ofrecer más que una limitada y surrealista crítica de popular temática y genérico trasfondo, lo cual impide elevarla a algún grado de provecho superior que el del entretenimiento más simplista y, sobre todo, frívolo.
Daniel Espinosa
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Lo peor: la confusión entre elegancia y obstinación que se observa a lo largo del producto, visualmente glamuroso (en contraposición al guión, vulgar como pocos en esencia al no albergar ningún aprendizaje ni para la replicada protagonista ni para el esperanzado público) e inteligentemente promocionado (de qué otro modo se puede adjetivar la enorme repercusión de la que ha gozado juzgándolo objetiva y sinceramente); la popularidad como fuente de justificación de todo acto, pues centrándose la trama en una chica que se dedica a leer y cumplir los deseos húmedos de sus seguidores en directo a cambio de monedas virtuales como medio de cobro y subida de posiciones en la clasificación de las más vistas es parcialmente entendible pero no enteramente razonable, siendo en cualquier caso un perfecto reflejo de la actitud adoptada por muchos jóvenes que, sin oficio ni beneficio, se rigen por dichas directrices sin importar cuáles sean las terribles consecuencias que tan descerebrado talante pueda comportar; el filme solo se ajusta sin discusiones, en resumidas cuentas, a una velada erótico-festiva de adolescentes (por aquello de contener alguna que otra escena sugerente para paladares poco exigentes) al no ofrecer más que una limitada y surrealista crítica de popular temática y genérico trasfondo, lo cual impide elevarla a algún grado de provecho superior que el del entretenimiento más simplista y, sobre todo, frívolo.
Daniel Espinosa
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4,8
10.634
5
30 de abril de 2018
30 de abril de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mejor: la diversión que brindan las escenas protagonizadas por cierta extremidad, muy en sintonía con el videojuego Dead space y su macabro sentido del humor, negro como el humo que desprende la nave una vez accidentada en su ardua misión de extraer energía para subsanar la falta de la misma en el planeta; la esencia que desprende esta odisea espacial (original de la multiplataforma de pago Netflix, la cual comienza a asumir los derechos de propuestas medianamente destacables) poco o nada tiene que envidiar a otras de semejante índole (obviando, por supuesto, clásicos del género como Alien y similares), siendo la más ambiciosa (que no provocadora, pues esa sería sin duda la anterior) de las partes hasta ahora lanzadas al mercado; la serie de infortunios que acaban con la vida de algunos personajes (no se detallará el número exacto por no desvelar la trama pero es bastante elevado), atroces sucesos muy bien resueltos desde la perspectiva visual pese a primar el ordenador en su consumación.
Lo peor: la inaceptable reacción de determinado miembro de la tripulación cuando descubre que le ha sido amputada una parte de su cuerpo, tan contradictoria como varios impases de la película (quien pueda creerse la gravitatoria hazaña lograda posee el envidiable don cinéfilo de no cuestionarse lo imposible); la escasa (apenas el monstruoso desenlace y alguna que otra citación puntual) relación del título con sus antecesores, algo que resulta decepcionante respecto al primero (la acción subjetiva era absorbente) y satisfactorio en comparación con el segundo (la parsimonia argumental era tediosa); la paradójica explicación final convence tan poco como la temática de los universos confluyentes y las dimensiones paralelas, restando la sensación de haberse desaprovechado una magnífica oportunidad de incrementar notablemente el interés por una franquicia de calidad demasiado oscilante (incluso en las propias entregas de la saga) aun entreteniendo de un modo tremendamente directo y aún más solvente.
Daniel Espinosa
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Lo peor: la inaceptable reacción de determinado miembro de la tripulación cuando descubre que le ha sido amputada una parte de su cuerpo, tan contradictoria como varios impases de la película (quien pueda creerse la gravitatoria hazaña lograda posee el envidiable don cinéfilo de no cuestionarse lo imposible); la escasa (apenas el monstruoso desenlace y alguna que otra citación puntual) relación del título con sus antecesores, algo que resulta decepcionante respecto al primero (la acción subjetiva era absorbente) y satisfactorio en comparación con el segundo (la parsimonia argumental era tediosa); la paradójica explicación final convence tan poco como la temática de los universos confluyentes y las dimensiones paralelas, restando la sensación de haberse desaprovechado una magnífica oportunidad de incrementar notablemente el interés por una franquicia de calidad demasiado oscilante (incluso en las propias entregas de la saga) aun entreteniendo de un modo tremendamente directo y aún más solvente.
Daniel Espinosa
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6
17 de abril de 2018
17 de abril de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mejor: la fórmula narrativa, combinándose planos convencionales con otros en primera persona e incluso vista subjetiva mediante las cámaras situadas en los pesados cascos portados por los integrantes de la unidad de reconocimiento que lleva a cabo la premisa fundamental de la producción, una misión de extracción consistente en localizar a los supervivientes de un virus que ha brotado recientemente para extinguir a más de dos billones de personas para inocularles la pertinente antitoxina sanadora, ofrece la sensación de subirse a una atracción extrema de un parque dotado de realidad virtual o de disfrutar de un videojuego ultrarealista de una consola de última generación; la revelación del minutos cincuenta y cinco, comprensible e inesperada, supone un giro argumental que clarifica ciertos detalles anteriores presupuestos graves errores conductuales y redirecciona una historia que no redefine las bases del subgénero pero lo reafirma como exponencialmente efectivo sin necesidad de grandes inversiones; la contundencia de algunas escenas, muy pocas para ser sinceros en relación a la pretensión primera según lo anunciado, alzan la propuesta a cotas de recomendación ligeramente superiores a otras propuestas.
Lo peor: la acción, acompañada de música electrónica a intervalos, aunque abundante y variada no se justifica lo más mínimo, al igual que no lo hace el minúsculo provecho de la siempre impactante visión nocturna ni la breve aparición de Pat Healy; la ínfima calidad de la mayoría de la película, posiblemente para dotarla de mayor veracidad, no surte el efecto que con el rodaje en tan indignante resolución se pretende; la división en niveles de la cuarentena estipulada por la autoridades militares a partir de numerosas pruebas de campo, clasificando a los infectados según presenten síntomas, espasmos, locura, hibernación y mutación, apenas convence, al igual que sucede con la heroica aventura que emprende la protagonista de la trama, de índole tan suicida como la incauta costumbre de entrar en un domicilio para salvaguardarse sin tan siquiera cerrar la puerta tras atravesarla.
Daniel Espinosa
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Lo peor: la acción, acompañada de música electrónica a intervalos, aunque abundante y variada no se justifica lo más mínimo, al igual que no lo hace el minúsculo provecho de la siempre impactante visión nocturna ni la breve aparición de Pat Healy; la ínfima calidad de la mayoría de la película, posiblemente para dotarla de mayor veracidad, no surte el efecto que con el rodaje en tan indignante resolución se pretende; la división en niveles de la cuarentena estipulada por la autoridades militares a partir de numerosas pruebas de campo, clasificando a los infectados según presenten síntomas, espasmos, locura, hibernación y mutación, apenas convence, al igual que sucede con la heroica aventura que emprende la protagonista de la trama, de índole tan suicida como la incauta costumbre de entrar en un domicilio para salvaguardarse sin tan siquiera cerrar la puerta tras atravesarla.
Daniel Espinosa
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4,5
230
3
11 de abril de 2018
11 de abril de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mejor: la muestra de entornos valiéndose de planos en trescientos sesenta grados y vista subjetiva demuestra la habilidad de Steven Shainberg para adaptarse a las últimas tendencias, no siendo esto suficiente para convencer al público más innovador al aludir continuamente a soporíferos clasicismos (la lección de que no hay nada más humano que el miedo implora rechazo y el intento de disfrazar una historia de invasiones con vacíos fundamentos evolutivos demanda lo que encuentra, bochorno); el protocolo seguido por ciertos investigadores resulta en un primer momento fascinante (en último término redundante e indigno), recurriendo a las fobias (a arácnidos, a las alturas, al agua...) de los veinte humanos reconvertidos en pacientes al creer que poseen mayor potencial que el resto para lograr algo excepcional en ellos y que el terror ocasione un cambio en su material genético para, así, reestablecer el orden universal tras crecer en número, salvando de este modo al planeta de su eterno mal, los propios terrícolas; el código “G1012X” y su trascendencia (aunque la misma se revele de manera engañosa e imprevista) mantiene en alerta al espectador en aras de averiguar su significado, decepcionando a la postre al relacionar neciamente el tacto dérmico con otra sensitiva raza.
Lo peor: el profesional seguimiento que propicia el secuestro de alguien que deja abierta su casa para que cualquiera irrumpa en la misma es excesivo e incomprensible, mas ocultar cámaras en lámparas y microbombas en neumáticos se presume un control no desmesurado sino ilusorio, propio de la ciencia ficción en la que se circunscribe la cinta; la convivencia entre reclusos en un experimental laboratorio es nula, no siendo comprensible al tratarse de un propósito como el relatado, tanto o menos como que media película sea de desenfrenada fuga sin destino por interminables pasillos y conductos de ventilación que comunican todas las estancias de un recinto carcelario para facilitar la misión de huida a ciegas y confiar en otros conversando distendidamente en semejante tesitura, lo cual también ocurre para desesperar todavía más; la multitud de deslices, tales como desvestir a una víctima y permitir que mantenga su calzado para ocultar en él lo que precise, responder a impertinentes interrogatorios sin cuestionarse por qué se están llevando a cabo, instalar cerraduras de triple protección sin asegurarse de la correcta clausura de la puerta, poder deshacerse de potentes ataduras sin apenas esfuerzo al no emplear los típicos imanes de las contenciones psiquiátricas (por desgracia un servidor los tiene muy presentes en la unidad de neurología en la que presta servicio como Técnico en Curas Auxiliares de Enfermería) sino a simples nudos..., en definitiva, pinceladas ilógicas que tienen más delito que el propio acto criminal que se perpetra con enorme planificación.
Daniel Espinosa
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Lo peor: el profesional seguimiento que propicia el secuestro de alguien que deja abierta su casa para que cualquiera irrumpa en la misma es excesivo e incomprensible, mas ocultar cámaras en lámparas y microbombas en neumáticos se presume un control no desmesurado sino ilusorio, propio de la ciencia ficción en la que se circunscribe la cinta; la convivencia entre reclusos en un experimental laboratorio es nula, no siendo comprensible al tratarse de un propósito como el relatado, tanto o menos como que media película sea de desenfrenada fuga sin destino por interminables pasillos y conductos de ventilación que comunican todas las estancias de un recinto carcelario para facilitar la misión de huida a ciegas y confiar en otros conversando distendidamente en semejante tesitura, lo cual también ocurre para desesperar todavía más; la multitud de deslices, tales como desvestir a una víctima y permitir que mantenga su calzado para ocultar en él lo que precise, responder a impertinentes interrogatorios sin cuestionarse por qué se están llevando a cabo, instalar cerraduras de triple protección sin asegurarse de la correcta clausura de la puerta, poder deshacerse de potentes ataduras sin apenas esfuerzo al no emplear los típicos imanes de las contenciones psiquiátricas (por desgracia un servidor los tiene muy presentes en la unidad de neurología en la que presta servicio como Técnico en Curas Auxiliares de Enfermería) sino a simples nudos..., en definitiva, pinceladas ilógicas que tienen más delito que el propio acto criminal que se perpetra con enorme planificación.
Daniel Espinosa
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