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6,4
28.457
7
30 de abril de 2020
30 de abril de 2020
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Probablemente estemos ante una de las películas más oníricas e independientes de la historia moderna del cine. Y como no podía ser de otra manera todo ello irá de la mano de Denis Villeneuve, que dejará al espectador pensativo incluso varías horas después de que termine la película. Esa es la esencia del buen cine en mi opinión, que una película cree en ti esa sensación y haga que tu cabeza de vueltas entorno a ella durante un buen rato, días o incluso permanezca en tu recuerdo.
Estrenada en 2013 y basada en la novela de José Saramago ‘El hombre duplicado’, admito que hasta el día de hoy –y bendito sea el confinamiento en este sentido– no había tenido la oportunidad de verla. Tampoco he leído la novela así que no entraré en comparaciones con la obra de Saramago, como es lógico.
Enemy narra la aburrida vida de un perturbado profesor de universidad que de pronto cambia completamente cuando se encuentra con una persona idéntica a él gracias a una película que éste alquiló en un videoclub. A partir de ahí Adam (Jake Gyllenhaal) se verá abocado a indagar y buscar si realmente existe o no parentesco entre ambos. Esto es lo que Villeneuve, –teóricamente insisto– nos da a entender. Sin embargo la película es mucho más profunda y perturbadora.
Lo que nos cuenta Villeneuve no es relativamente algo complejo de entender a simple vista ni pese a que se nos vayan mostrando algunas imágenes extrañas, oníricas o más bien metafóricas. Una vez finalizada, te darás cuenta que hay varias teorías al respecto (no quiero hacer spoilers) y ahí es donde tu propia imaginación debe analizar y enlazar lo sucedido (muy importante la primera frase del film)... lo que viene siendo comerte la cabeza, vaya.
Sí que lo es sin embargo el apartado visual y sonoro. Especialmente el apartado sonoro merece una mención destacada ya que te perturba y estresa desde el comienzo. Sin ser una película de terror hacía tiempo que no sentía esa sensación de agobio y paranoia permanentes.
En lo visual, destacar paisajes lúgubres, fríos, escenarios reducidos y recurrentemente oscuros –muy Villeneuve– y tonos en escala que oscilan entre pastel, beige y harina de avena. Todo ello recubierto de una atmósfera cargante y con esa misma sensación de claustrofobia o asfixia sólo paliada con algún intermitente plano al aire libre. Magistral en ese sentido también Daniel Bensi, que con su banda sonora consigue lo que se propone; mantenernos en tensión y encerrarnos en esa burbuja inquietante de confusión.
En cuanto a la actuación de Jake Gyllenhaal, creo que junto a Zodiac y Enemies, son sus mejores interpretaciones. Pero si he de quedarme con una, me quedo con esta dada su complejidad al tener que dar vida a dos personales totalmente opuestos; Anthony, el motero chulo e infiel y Adam, el profesor tímido e introvertido. De una forma brillante, encarna perfectamente las dos personalidades con ciertos movimientos corporales tanto de un personaje como de otro.
La bella Sarah Gadon, encarnando a la mujer de Adam, también merece una mención, clavando a la perfección el papel de mujer despechada y dolida pero compadeciéndose de un Gyllenhaal cada vez más fuera de sí.
En definitiva, Enemy te atrapa y te envuelve desde el comienzo en un aroma de perfumada mezcla de confusión y notas de obsesión, juega contigo de una forma alegórica y al final te deja K.O. con un cierre antológico pero abierto tal como gusta a Villeneuve, de esos que crean escuela y de los que recuerdas con el paso del tiempo pese al injusto batacazo que se llevara en las salas de cine. Recomiendo que la disfrutéis relajados, abráis la mente y os dejéis llevar más allá de lo que veáis. Interpretadla como si fuese un poema repleto de metáforas. Ahí es cuando daréis con ella y sacareis vuestras propias conclusiones, todas válidas. Merece la pena.
Estrenada en 2013 y basada en la novela de José Saramago ‘El hombre duplicado’, admito que hasta el día de hoy –y bendito sea el confinamiento en este sentido– no había tenido la oportunidad de verla. Tampoco he leído la novela así que no entraré en comparaciones con la obra de Saramago, como es lógico.
Enemy narra la aburrida vida de un perturbado profesor de universidad que de pronto cambia completamente cuando se encuentra con una persona idéntica a él gracias a una película que éste alquiló en un videoclub. A partir de ahí Adam (Jake Gyllenhaal) se verá abocado a indagar y buscar si realmente existe o no parentesco entre ambos. Esto es lo que Villeneuve, –teóricamente insisto– nos da a entender. Sin embargo la película es mucho más profunda y perturbadora.
Lo que nos cuenta Villeneuve no es relativamente algo complejo de entender a simple vista ni pese a que se nos vayan mostrando algunas imágenes extrañas, oníricas o más bien metafóricas. Una vez finalizada, te darás cuenta que hay varias teorías al respecto (no quiero hacer spoilers) y ahí es donde tu propia imaginación debe analizar y enlazar lo sucedido (muy importante la primera frase del film)... lo que viene siendo comerte la cabeza, vaya.
Sí que lo es sin embargo el apartado visual y sonoro. Especialmente el apartado sonoro merece una mención destacada ya que te perturba y estresa desde el comienzo. Sin ser una película de terror hacía tiempo que no sentía esa sensación de agobio y paranoia permanentes.
En lo visual, destacar paisajes lúgubres, fríos, escenarios reducidos y recurrentemente oscuros –muy Villeneuve– y tonos en escala que oscilan entre pastel, beige y harina de avena. Todo ello recubierto de una atmósfera cargante y con esa misma sensación de claustrofobia o asfixia sólo paliada con algún intermitente plano al aire libre. Magistral en ese sentido también Daniel Bensi, que con su banda sonora consigue lo que se propone; mantenernos en tensión y encerrarnos en esa burbuja inquietante de confusión.
En cuanto a la actuación de Jake Gyllenhaal, creo que junto a Zodiac y Enemies, son sus mejores interpretaciones. Pero si he de quedarme con una, me quedo con esta dada su complejidad al tener que dar vida a dos personales totalmente opuestos; Anthony, el motero chulo e infiel y Adam, el profesor tímido e introvertido. De una forma brillante, encarna perfectamente las dos personalidades con ciertos movimientos corporales tanto de un personaje como de otro.
La bella Sarah Gadon, encarnando a la mujer de Adam, también merece una mención, clavando a la perfección el papel de mujer despechada y dolida pero compadeciéndose de un Gyllenhaal cada vez más fuera de sí.
En definitiva, Enemy te atrapa y te envuelve desde el comienzo en un aroma de perfumada mezcla de confusión y notas de obsesión, juega contigo de una forma alegórica y al final te deja K.O. con un cierre antológico pero abierto tal como gusta a Villeneuve, de esos que crean escuela y de los que recuerdas con el paso del tiempo pese al injusto batacazo que se llevara en las salas de cine. Recomiendo que la disfrutéis relajados, abráis la mente y os dejéis llevar más allá de lo que veáis. Interpretadla como si fuese un poema repleto de metáforas. Ahí es cuando daréis con ella y sacareis vuestras propias conclusiones, todas válidas. Merece la pena.

7,3
69.494
8
14 de mayo de 2020
14 de mayo de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por más que el tiempo pase, jamás dejaré de encontrar pequeños detalles significativos que nos ofrece ‘Gone Girl’, una asombrosa obra cargada de mensaje, dirigida por David Fincher y basada en el bestseller de Gillian Flynn.
La película comienza en primera persona, mostrando al protagonista, Nick (Ben Affleck), acariciando el cabello de su mujer Amy (Rosamund Pike), estableciéndose así el primer contacto con el espectador, donde se nos expone desde la perspectiva del hombre las principales cuestiones que uno se hace cuando se está casado o en pareja.
<<¿Qué pasará por su cabeza?>>
<<¿Qué nos hacemos el uno al otro?>>
A partir de entonces la trama sucede de forma sencilla aunque siempre desde líneas argumentativas o versiones distintas, muy bien enlazadas durante el filme.
Primero tenemos al matrimonio —teóricamente idílico— celebrando su quinto aniversario y donde de repente, una mañana, Amy desaparece sin dejar rastro. Veremos todo el recorrido de Nick por intentar encontrar a su esposa, desde la disputa con sus suegros hasta el agobio policial y periodístico al que se ve sometido como principal sospechoso de la desaparición de Amy.
Por otro lado, tenemos la versión narrada desde la voz en off de Amy y que queda plasmada a través de su diario, así como también será la encargada de ponernos al tanto del comienzo de la relación con Nick hasta el día que desaparece. La versión de Amy, como buena escritora de renombre que es, se narra de una forma casi onírica, de cuento de princesas abarcando en esa tesitura tanto la relación con Nick como el día que Amy desaparece sin dejar rastro. Aquí Fincher, para hornamentar aún más la versión, hace lo propio añadiéndole una sutil banda sonora de fondo—a cargo de Trent Reznor— así como también mostrando escenas rodeadas de un aura casi fantástica entre los dos enamorados paseando bajo las calles frías y nevadas neoyorquinas, con los tortolitos agarrados como protagonistas, donde todo llega a parecer idílico, consiguiendo que desconectemos de la realidad y nos traslademos por un momento a una película puramente romántica.
Este es un aspecto muy a tener en cuenta durante el metraje, ya que una vez que pasamos a la versión de Nick, —la línea argumental principal— lo bucólico y lo maravilloso desaparece, convirtiendo el escenario en algo sombrío y lúgubre, con una música totalmente opuesta, mucho más inquietante y descompasada aunque tranquila, para confundirnos y guiarnos de nuevo a que fijemos nuestro foco de atención en el sospechoso, que no es otro que Nick.
Con estas dos versiones que se irán alternando en la película, Fincher juega de forma magistral con el espectador, desorientándolo desde el principio, alternando escenas románticas con otras grotescas que nos dejarán helados y añadiendo su sello más personal con toques de humor negro que harán que soltemos más de una carcajada y mitigue ,en parte, el ambiente denso y esa sensación de tensión constante que se respira en una historia, a priori, dramática a más no poder. Gracias a esa técnica que Fincher utiliza, la película transcurre de forma mucho más amena ya que cabe recalcar que su duración es de dos horas y media.
Tampoco me atrevería a revelar mucho más a cerca de la trama porque cada minuto que pasa, a parte de valer su peso en oro, es información de gran utilidad y acabaría por hacer spoiler.
Eso sí, a pesar de lo extensa que puede llegar a resultar con ambas tramas entrelazadas, el argumento se sigue sin ningún tipo de dificultad.
La dirección de David Fincher es de categoría, su sello queda patente también en la fotografía como he citado con anterioridad.
Veremos contrastes en ambas versiones:
-El escenario de la trama principal está dotado de tonalidades oscuras, grises y apagadas, tal como debería tener toda película dramática o de intriga. La escasez de luz y esa especie de neblina que recubre la cinta de forma reiterada, harán que esta tome un aire mucho más frío y misterioso.
-El escenario idílico mostrado por Amy a penas carece de tonalidades apagadas salvo cuando la pareja entra en crisis; veremos escenarios más iluminados y con tonalidades rosáceas, pastel, siempre rodeadas de una especie de fina y suave aureola o velo difuminado, como si de un cuento de hadas se tratara.
Tampoco hay que pasar por alto las actuaciones de Ben Affleck y Rosamund Pike.
Pese a que Ben Affleck no sea santo de mi devoción, he de reconocer que en ‘Gone Girl’ está más que correcto. Como sospechoso que es, veremos a un Nick muy frío, calculador, parco en palabras y emociones, siempre ayudado por un Fincher que lo reviste en muchas escenas de un halo de cierto misterio, oscureciendo mucho más su rostro y ensombreciendo incluso su contorno, creando así una escena propiamente intimidatoria. Esa forma ambigua de interpretación, jugando con la mirada o alguna sonrisa carente de sentimiento —muy bien traída por Ben Affleck, todo sea dicho— hará que no sepamos si realmente Nick es culpable o inocente. Esa falta de empatía por su mujer recientemente desaparecida nos descolocará conforme avanza la trama, hasta el punto de no saber qué es lo que realmente le pasa por la cabeza.
Aún así, y pese a que Ben Affleck ,en teoría, sea el ‘main protagonist’, aquí quien se lleva todos los honores para mí es Rosamund Pike, bordando un personaje tan complejo —y con tantas personalidades y tesituras desiguales— como es Amy, la gran Amy. Una Amy sorprendente que veremos evolucionar desde el comienzo hasta el fundido final.
Desde su carácter, frío y calculador como su mirada, su penetrante y autoritaria voz, hasta su esbelta e inquebrantable figura como celebridad que es, todo está maravillosamente ejecutado por Rosamund Pike. Si me pongo a pensar, ahora mismo, no se me ocurre otra actriz que pudiese hacerlo mejor. Sinceramente.
El resto de mi crítica, a continuación en spoilers.
La película comienza en primera persona, mostrando al protagonista, Nick (Ben Affleck), acariciando el cabello de su mujer Amy (Rosamund Pike), estableciéndose así el primer contacto con el espectador, donde se nos expone desde la perspectiva del hombre las principales cuestiones que uno se hace cuando se está casado o en pareja.
<<¿Qué pasará por su cabeza?>>
<<¿Qué nos hacemos el uno al otro?>>
A partir de entonces la trama sucede de forma sencilla aunque siempre desde líneas argumentativas o versiones distintas, muy bien enlazadas durante el filme.
Primero tenemos al matrimonio —teóricamente idílico— celebrando su quinto aniversario y donde de repente, una mañana, Amy desaparece sin dejar rastro. Veremos todo el recorrido de Nick por intentar encontrar a su esposa, desde la disputa con sus suegros hasta el agobio policial y periodístico al que se ve sometido como principal sospechoso de la desaparición de Amy.
Por otro lado, tenemos la versión narrada desde la voz en off de Amy y que queda plasmada a través de su diario, así como también será la encargada de ponernos al tanto del comienzo de la relación con Nick hasta el día que desaparece. La versión de Amy, como buena escritora de renombre que es, se narra de una forma casi onírica, de cuento de princesas abarcando en esa tesitura tanto la relación con Nick como el día que Amy desaparece sin dejar rastro. Aquí Fincher, para hornamentar aún más la versión, hace lo propio añadiéndole una sutil banda sonora de fondo—a cargo de Trent Reznor— así como también mostrando escenas rodeadas de un aura casi fantástica entre los dos enamorados paseando bajo las calles frías y nevadas neoyorquinas, con los tortolitos agarrados como protagonistas, donde todo llega a parecer idílico, consiguiendo que desconectemos de la realidad y nos traslademos por un momento a una película puramente romántica.
Este es un aspecto muy a tener en cuenta durante el metraje, ya que una vez que pasamos a la versión de Nick, —la línea argumental principal— lo bucólico y lo maravilloso desaparece, convirtiendo el escenario en algo sombrío y lúgubre, con una música totalmente opuesta, mucho más inquietante y descompasada aunque tranquila, para confundirnos y guiarnos de nuevo a que fijemos nuestro foco de atención en el sospechoso, que no es otro que Nick.
Con estas dos versiones que se irán alternando en la película, Fincher juega de forma magistral con el espectador, desorientándolo desde el principio, alternando escenas románticas con otras grotescas que nos dejarán helados y añadiendo su sello más personal con toques de humor negro que harán que soltemos más de una carcajada y mitigue ,en parte, el ambiente denso y esa sensación de tensión constante que se respira en una historia, a priori, dramática a más no poder. Gracias a esa técnica que Fincher utiliza, la película transcurre de forma mucho más amena ya que cabe recalcar que su duración es de dos horas y media.
Tampoco me atrevería a revelar mucho más a cerca de la trama porque cada minuto que pasa, a parte de valer su peso en oro, es información de gran utilidad y acabaría por hacer spoiler.
Eso sí, a pesar de lo extensa que puede llegar a resultar con ambas tramas entrelazadas, el argumento se sigue sin ningún tipo de dificultad.
La dirección de David Fincher es de categoría, su sello queda patente también en la fotografía como he citado con anterioridad.
Veremos contrastes en ambas versiones:
-El escenario de la trama principal está dotado de tonalidades oscuras, grises y apagadas, tal como debería tener toda película dramática o de intriga. La escasez de luz y esa especie de neblina que recubre la cinta de forma reiterada, harán que esta tome un aire mucho más frío y misterioso.
-El escenario idílico mostrado por Amy a penas carece de tonalidades apagadas salvo cuando la pareja entra en crisis; veremos escenarios más iluminados y con tonalidades rosáceas, pastel, siempre rodeadas de una especie de fina y suave aureola o velo difuminado, como si de un cuento de hadas se tratara.
Tampoco hay que pasar por alto las actuaciones de Ben Affleck y Rosamund Pike.
Pese a que Ben Affleck no sea santo de mi devoción, he de reconocer que en ‘Gone Girl’ está más que correcto. Como sospechoso que es, veremos a un Nick muy frío, calculador, parco en palabras y emociones, siempre ayudado por un Fincher que lo reviste en muchas escenas de un halo de cierto misterio, oscureciendo mucho más su rostro y ensombreciendo incluso su contorno, creando así una escena propiamente intimidatoria. Esa forma ambigua de interpretación, jugando con la mirada o alguna sonrisa carente de sentimiento —muy bien traída por Ben Affleck, todo sea dicho— hará que no sepamos si realmente Nick es culpable o inocente. Esa falta de empatía por su mujer recientemente desaparecida nos descolocará conforme avanza la trama, hasta el punto de no saber qué es lo que realmente le pasa por la cabeza.
Aún así, y pese a que Ben Affleck ,en teoría, sea el ‘main protagonist’, aquí quien se lleva todos los honores para mí es Rosamund Pike, bordando un personaje tan complejo —y con tantas personalidades y tesituras desiguales— como es Amy, la gran Amy. Una Amy sorprendente que veremos evolucionar desde el comienzo hasta el fundido final.
Desde su carácter, frío y calculador como su mirada, su penetrante y autoritaria voz, hasta su esbelta e inquebrantable figura como celebridad que es, todo está maravillosamente ejecutado por Rosamund Pike. Si me pongo a pensar, ahora mismo, no se me ocurre otra actriz que pudiese hacerlo mejor. Sinceramente.
El resto de mi crítica, a continuación en spoilers.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Por supuesto, el resto del reparto cumple con todas las expectativas, especialmente Margo (Carrie Coon) haciendo de hermana y escudo protector de Nick, o Kim Dickens, en el papel de una detective con un humor muy sarcástico. Neil Patrick Harris, encarnando a Desi, ex pareja de Amy, tampoco quisiera pasarlo por alto, ya que tiene un cierto protagonismo en el desenlace de la historia y su actuación es más que notable.
Si algo podemos sacar en conclusión de ‘Gone Girl’ es que no es un thriller cualquiera; invita al espectador a considerar si ciertas relaciones sentimentales perduran en el tiempo con la misma llama pasional y fulgurante del primer día y por lo tanto, existen y pueden llegar a ser consideradas como relaciones idóneas, o si por contra, la mayoría son una farsa, mostrando una cara perfecta proyectada hacia el exterior cuando en realidad son todo lo contrario; es decir, son relaciones tóxicas y monótonas, llevándolas incluso hacia el terreno del engaño, la locura y el maltrato, tal y como nos lo quiere hacer ver Fincher. Parejas erosionadas por el paso del tiempo o por situaciones injustificables, denunciables, que sin embargo siguen juntas gracias a un único vínculo que todavía les une, pero que ya no es el amor. Aquellas que de cara a la galería denotan perfección pero que en realidad no son más que el hollín de lo que al principio fue una historia perfecta y sin una sola grieta.
En definitiva, ‘Gone Girl’ es un thriller apasionante, muy del sello David Fincher, con un guión consistente y muy depurado, ambiguo, denso en parte, pero que gracias a esos golpes de humor negro y a unas brillantes actuaciones hacen que se convierta en una película bastante entretenida y con un mensaje que llevará al espectador a una más que segura reflexión.
Si algo podemos sacar en conclusión de ‘Gone Girl’ es que no es un thriller cualquiera; invita al espectador a considerar si ciertas relaciones sentimentales perduran en el tiempo con la misma llama pasional y fulgurante del primer día y por lo tanto, existen y pueden llegar a ser consideradas como relaciones idóneas, o si por contra, la mayoría son una farsa, mostrando una cara perfecta proyectada hacia el exterior cuando en realidad son todo lo contrario; es decir, son relaciones tóxicas y monótonas, llevándolas incluso hacia el terreno del engaño, la locura y el maltrato, tal y como nos lo quiere hacer ver Fincher. Parejas erosionadas por el paso del tiempo o por situaciones injustificables, denunciables, que sin embargo siguen juntas gracias a un único vínculo que todavía les une, pero que ya no es el amor. Aquellas que de cara a la galería denotan perfección pero que en realidad no son más que el hollín de lo que al principio fue una historia perfecta y sin una sola grieta.
En definitiva, ‘Gone Girl’ es un thriller apasionante, muy del sello David Fincher, con un guión consistente y muy depurado, ambiguo, denso en parte, pero que gracias a esos golpes de humor negro y a unas brillantes actuaciones hacen que se convierta en una película bastante entretenida y con un mensaje que llevará al espectador a una más que segura reflexión.
8
23 de mayo de 2020
23 de mayo de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Inspirada en las coléricas y morales obras gótico sureñas de Flannery O’Connor, la tercera obra de Martin McDonagh (Seven Psychopaths, In Bruges) nos presenta un drama con notas western, cargado de humor negro y rodado en la America profunda y rural en el que una madre coraje buscará vengar la muerte de su hija violada y asesinada y donde, por lo visto, la policía de la zona no parece interesarse demasiado por el caso.
Dentro de la magnitud argumental de ‘Three Billboards’ también dará tiempo a tratar temas muy delicados como son la homofobia, la justicia, el abuso de poder o el maltrato a la mujer. Vamos, que con esta mezcla de ingredientes tópicos tan extremos y a la vez tan sensibles o bien te sale un mejunje para arrojarlo directamente a la basura o bien te sale un plato de alta cocina que ríete tú de Arzak y sus restaurantes de estrella Michelin. Y aquí se ha obtenido lo segundo, una maravilla visual e interpretativa.
Mildred (Frances McDormand) es una madre divorciada repleta de frustración y odio por la reciente pérdida de su hija a manos de un violador. Ante la pasividad de la policía por intentar buscar al culpable, —se excusan en que no tenían pruebas suficientes— Mildred, harta ya de la situación, decide contratar tres vallas publicitarias para llamar la atención del pueblo y culpar al sherif de no hacer más por encontrar al asesino de su hija, fallecida siete meses atrás. Aquí veremos cómo gira por primera vez la trama de la película, consiguiendo Mildred con su gesto provocar una reacción totalmente opuesta; que el pueblo se ponga de parte de la policía.
A partir de entonces, Mildred se verá envuelta en un sinfín de situaciones extremas donde el director, brillantemente, las adorna con dosis de un humor negro pocas veces visto en situaciones así.
Porque si hay que destacar una palabra que defina al filme por encima del resto es esa; extremo. Pasaremos de un extremo a otro en cuestión de segundos, algo a priori, surrealista y e incluso podríamos catalogarlo de escena de tebeo pero que indudablemente refresca un género muy estancado y monótono de por sí.
De estar inmersos en mitad de una bronca donde vuelan los cuchillos, al llanto por parte de los protagonistas para acto seguido terminar abrazados de la risa en un giro de 360 grados, y todo en un abrir y cerrar de ojos.
Con esto quiero decir que la película rebosa en matices y detalles pese a que el ritmo sea irregular, cosa que es de agradecer por mi parte. Desde el odio con el que Mildred afronta su particular ‘vendetta’, a la resignación por no poder encontrar una solución o incluso a sentirse, en parte, culpable de la muerte de su hija. Los altibajos emocionales están presentes desde el inicio y son un punto a favor en el desarrollo del film, renovando un género muy masticado en el que la trama sucede en secuencias de A-B-C, con un ritmo siempre lineal y previsible.
Conforme avancemos en la historia, ahondaremos más en esos personajes rudos y pueblerinos, conociéndoles de una forma más directa y donde el ritmo será algo más pausado.
Aquí hay que hacer un punto y a parte porque la trama también girará en torno al cuerpo policial, el cual tendrá un peso fundamental en el desarrollo de la misma ya que es responsable en parte de la situación. Pero ello nos hará comprender que a veces los malos no son tan malos, ni los buenos tan buenos. Conoceremos especialmente al comisario Willoughby (Woody Harrelson), al que Mildred señala como responsable, un hombre autoritario que padece cancer terminal y por el que Mildred no sentirá ningún tipo de compasión pese a que éste también se siente afectado e impotente por el asesinato de su hija. Una muy buena interpretación de Woody Harrelson, siendo de algún modo pieza clave en el desenlace de la historia con varias incursiones no aptas para sensibles utilizando su voz en off.
Luego está uno de sus ayudantes, Dixon (Sam Rockwell), interprenando un dificilísimo papel de policía racista y homófobo, que no llega a eclipsar a Frances McDormand pero que tiene especial cabida y peso en la trama. Alternaremos la particular cacería de Mildred para adentrarnos un poco más en la vida este policía alcohólico que se cree superior a los demás, frustrado por la muerte de su padre y que ahora tiene que estar a cargo de su anciana y enferma madre, una madre autoritaria e influyente en el día a día de Dixon. Y por si fuera poco tendrá que lidiar con otra madre más, ésta, en concreto, sedienta de venganza. La transformación que sufrirá especialmente Dixon hará que sea junto a Mildred las estrellas del filme. Sí que es cierto, que se echa en falta el conocer algo más esa animadversión de Dixon por la raza negra o esa homofobia repentina, pero creo que parte de la culpa de ese carácter la tiene la ausencia de su padre.
Papelazo como la copa de un pino el suyo.
El papel de Francés McDormand encarnando a una madre rota por el dolor además de sufrir el maltrato por su ex marido es bestial, llegando desde el inicio al espectador con una interpretación desgarradora y divertida. Con razón se llevó un Oscar más que merecido. La cantidad de melismas que se aprecian en cada una de las escenas donde ella está presente es digno de enseñanza en las escuelas de interpretación. Esa sangre fría para aplicar el ojo por ojo a todo el que ve para después derrumbarse, emitir una arenga reaccionaria o simplemente quedarse impasible ante una amenaza es, sencillamente, admirable.
La banda sonora, una mezcla entre indie y folk con toques country, actúa como nexo de unión en aquellas escenas puramente misantrópicas, equilibrando de alguna forma momentos críticos de tensión frente a otros más suaves y sentimentales.
Dentro de la magnitud argumental de ‘Three Billboards’ también dará tiempo a tratar temas muy delicados como son la homofobia, la justicia, el abuso de poder o el maltrato a la mujer. Vamos, que con esta mezcla de ingredientes tópicos tan extremos y a la vez tan sensibles o bien te sale un mejunje para arrojarlo directamente a la basura o bien te sale un plato de alta cocina que ríete tú de Arzak y sus restaurantes de estrella Michelin. Y aquí se ha obtenido lo segundo, una maravilla visual e interpretativa.
Mildred (Frances McDormand) es una madre divorciada repleta de frustración y odio por la reciente pérdida de su hija a manos de un violador. Ante la pasividad de la policía por intentar buscar al culpable, —se excusan en que no tenían pruebas suficientes— Mildred, harta ya de la situación, decide contratar tres vallas publicitarias para llamar la atención del pueblo y culpar al sherif de no hacer más por encontrar al asesino de su hija, fallecida siete meses atrás. Aquí veremos cómo gira por primera vez la trama de la película, consiguiendo Mildred con su gesto provocar una reacción totalmente opuesta; que el pueblo se ponga de parte de la policía.
A partir de entonces, Mildred se verá envuelta en un sinfín de situaciones extremas donde el director, brillantemente, las adorna con dosis de un humor negro pocas veces visto en situaciones así.
Porque si hay que destacar una palabra que defina al filme por encima del resto es esa; extremo. Pasaremos de un extremo a otro en cuestión de segundos, algo a priori, surrealista y e incluso podríamos catalogarlo de escena de tebeo pero que indudablemente refresca un género muy estancado y monótono de por sí.
De estar inmersos en mitad de una bronca donde vuelan los cuchillos, al llanto por parte de los protagonistas para acto seguido terminar abrazados de la risa en un giro de 360 grados, y todo en un abrir y cerrar de ojos.
Con esto quiero decir que la película rebosa en matices y detalles pese a que el ritmo sea irregular, cosa que es de agradecer por mi parte. Desde el odio con el que Mildred afronta su particular ‘vendetta’, a la resignación por no poder encontrar una solución o incluso a sentirse, en parte, culpable de la muerte de su hija. Los altibajos emocionales están presentes desde el inicio y son un punto a favor en el desarrollo del film, renovando un género muy masticado en el que la trama sucede en secuencias de A-B-C, con un ritmo siempre lineal y previsible.
Conforme avancemos en la historia, ahondaremos más en esos personajes rudos y pueblerinos, conociéndoles de una forma más directa y donde el ritmo será algo más pausado.
Aquí hay que hacer un punto y a parte porque la trama también girará en torno al cuerpo policial, el cual tendrá un peso fundamental en el desarrollo de la misma ya que es responsable en parte de la situación. Pero ello nos hará comprender que a veces los malos no son tan malos, ni los buenos tan buenos. Conoceremos especialmente al comisario Willoughby (Woody Harrelson), al que Mildred señala como responsable, un hombre autoritario que padece cancer terminal y por el que Mildred no sentirá ningún tipo de compasión pese a que éste también se siente afectado e impotente por el asesinato de su hija. Una muy buena interpretación de Woody Harrelson, siendo de algún modo pieza clave en el desenlace de la historia con varias incursiones no aptas para sensibles utilizando su voz en off.
Luego está uno de sus ayudantes, Dixon (Sam Rockwell), interprenando un dificilísimo papel de policía racista y homófobo, que no llega a eclipsar a Frances McDormand pero que tiene especial cabida y peso en la trama. Alternaremos la particular cacería de Mildred para adentrarnos un poco más en la vida este policía alcohólico que se cree superior a los demás, frustrado por la muerte de su padre y que ahora tiene que estar a cargo de su anciana y enferma madre, una madre autoritaria e influyente en el día a día de Dixon. Y por si fuera poco tendrá que lidiar con otra madre más, ésta, en concreto, sedienta de venganza. La transformación que sufrirá especialmente Dixon hará que sea junto a Mildred las estrellas del filme. Sí que es cierto, que se echa en falta el conocer algo más esa animadversión de Dixon por la raza negra o esa homofobia repentina, pero creo que parte de la culpa de ese carácter la tiene la ausencia de su padre.
Papelazo como la copa de un pino el suyo.
El papel de Francés McDormand encarnando a una madre rota por el dolor además de sufrir el maltrato por su ex marido es bestial, llegando desde el inicio al espectador con una interpretación desgarradora y divertida. Con razón se llevó un Oscar más que merecido. La cantidad de melismas que se aprecian en cada una de las escenas donde ella está presente es digno de enseñanza en las escuelas de interpretación. Esa sangre fría para aplicar el ojo por ojo a todo el que ve para después derrumbarse, emitir una arenga reaccionaria o simplemente quedarse impasible ante una amenaza es, sencillamente, admirable.
La banda sonora, una mezcla entre indie y folk con toques country, actúa como nexo de unión en aquellas escenas puramente misantrópicas, equilibrando de alguna forma momentos críticos de tensión frente a otros más suaves y sentimentales.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Estamos ante una película que conmueve desde el inicio ya que, incluso siendo una obra dotada de una fuerte carga dramática donde se nos muestra el dolor de una madre traducida en rabia, ira y violencia extrema, acaba siendo paliada magistralmente con altas dosis de humor macabro, consiguiendo un efecto balsámico a ojos del espectador.
Con un guión excelente y un elenco de actores —especialmente Frances McDormand— dejándonos actuaciones memorables, ‘Three Billboards’ es una obra difícil de olvidar, que no deja a nadie indiferente, con una crítica social muy profunda a cerca de temas tan puntiagudos como los ya mencionados y que nos obligará a reflexionar sobre juicios morales o situaciones que a todos nos podrían acaecer y, quién sabe si llevados por la impotencia, seríamos capaces de imitar reaccionando de igual forma.
Ah, y con un final que... bueno, ya lo verás.
Con un guión excelente y un elenco de actores —especialmente Frances McDormand— dejándonos actuaciones memorables, ‘Three Billboards’ es una obra difícil de olvidar, que no deja a nadie indiferente, con una crítica social muy profunda a cerca de temas tan puntiagudos como los ya mencionados y que nos obligará a reflexionar sobre juicios morales o situaciones que a todos nos podrían acaecer y, quién sabe si llevados por la impotencia, seríamos capaces de imitar reaccionando de igual forma.
Ah, y con un final que... bueno, ya lo verás.

6,2
3.562
7
19 de mayo de 2020
19 de mayo de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con Bart Layton a los mandos de su primera obra cinematográfica aunque habiendo probado previamente la vertiente documental como toma de contacto detrás de las cámaras, y sin dejar del todo esta faceta aplicada también en el filme, el resultado final de ‘American Animals’ es, a mi juicio, más que satisfactorio.
La película, basada en hechos reales, narra uno de los robos históricos más ambiciosos llevados a cabo en Estados Unidos en 2004; el del conocido robo de manuscritos y bocetos de la biblioteca universitaria de Transilvania.
Aquí entran en escena los dos principales protagonistas que son, Spencer Reinhard (Barry Keoghan) y Warren Lipka (Evan Peters). Ellos son dos estudiantes universitarios y amigos desde siempre que buscan encontrarle sentido a sus aburridas y monótonas vidas. Para lograrlo, se les ocurre la “brillante” idea de robar un conjunto de libros exclusivos de la sala de colecciones especiales ubicadas en la biblioteca de Transilvania, que están valorados en torno a 12 millones de dólares y por los que, tras indagar en el mercado negro, habrían localizado a un posible comprador.
Ante la dificultad por trazar un plan efectivo y aún habiéndolo estudiado todo minuciosamente, deciden reclutar a dos colegas más con el objetivo de facilitar y agilizar el golpe.
Para lograr que el filme adquiera un tono más veraz si cabe, —recordemos que esta historia es real como bien se nos cita al principio— Bart Layton, nos recrea la historia desde dos perspectivas o puntos de vista diferentes, intentando eso sí evitar ensalzar la figura de los delincuentes:
- La primera es mostrándonos paso a paso los hechos desde el comienzo; desde que el grupo de jóvenes ladrones formados por 4 universitarios planean el robo hasta el desenlace final.
- La segunda es a través de los comentarios reales de los propios ladrones así como el de sus familiares a modo de entrevista, unos años más tarde del suceso.
Estas dos perspectivas, que se irán alternando en sendas secuencias durante el film, están muy bien argumentadas y enlazadas por Bart Layton, sobretodo cuando en ocasiones los verdaderos protagonistas intervienen para darnos su punto de vista desde un prisma de falso documental, dotando a la película de un toque más fidedigno, desenfadado y sutilmente humorístico; como si estuvieran quitándole hierro a un hecho delictivo tan grave que, a la postre, cambiaría sus vidas para siempre. Esta forma subjetiva de relatar o documentar un robo consigue que podamos empatizar de una forma u otra con los verdaderos ladrones, aunque mucho menos sin intentar justificarlos.
Otro punto a favor es su guión, que es excelente. Pero gran parte de esa culpa la tienen los personajes, sobretodo los principales, encarnando brillantemente a los ladrones.
Warren es el ambicioso líder del grupo, una persona solitaria y egoísta (adquirió una beca deportiva y la desaprovechó totalmente), muestra un carácter díscolo y en ocasiones rozando tanto lo enfermizo, que por momentos me hizo recordar —incluso en lo físico— a Malcolm McDowell en ‘La naranja mecánica’.
Por otro lado, Spencer es el estudiante de artes, una persona más empática, razonable y discreta, solitaria aunque emocional y que, a pesar de no ser el cabecilla, fue el que dio a conocer a Warren lo que había en la biblioteca y la exclusividad que poseía. Si tuviésemos que clasificar a ambos por carácter, podríamos decir que Spencer era el ‘bueno’ y sosegado de la banda y Warren el impulsivo y la voz cantante.
Desde el comienzo la película es frenética, muestra una carga dramática abrumadora, te atrapa y no te suelta. Vives junto a ellos la gestación del robo, desde los preparativos, cómo estudian todo al detalle, hasta que lo ejecutan. Todo pasa rapidísimo y solo deseas que llegue el momento en que se produzca. El hilo musical que acompaña a la trama también es excelente, ya que embriaga con una dosis de tensión extra un ambiente de por sí angustioso. Ese conjunto de detalles consiguen que te pongas más nervioso ante la descabellada estructura del plan y sientas que incluso a ti te han hecho partícipe de los hechos, logrando que tu pulsación se dispare en los momentos clave aunque sepas que el desenlace será más que previsible.
Concluyendo, ‘American Animals’ es una película interesante, repleta de acción e intriga ya que, aún a sabiendas del desenlace que todos imaginábamos que iba a acontecer teniendo en cuenta que se trataba de gente joven e inexperta, nos mantiene en vilo hasta el final gracias a un guión y dirección impecables. También posee esa singularidad que otras películas del mismo ámbito no tienen, y es, la alternancia entre los hechos en ficción y las entrevistas reales a los autores del delito. Un filme sin duda, innovador y más que recomendable.
La película, basada en hechos reales, narra uno de los robos históricos más ambiciosos llevados a cabo en Estados Unidos en 2004; el del conocido robo de manuscritos y bocetos de la biblioteca universitaria de Transilvania.
Aquí entran en escena los dos principales protagonistas que son, Spencer Reinhard (Barry Keoghan) y Warren Lipka (Evan Peters). Ellos son dos estudiantes universitarios y amigos desde siempre que buscan encontrarle sentido a sus aburridas y monótonas vidas. Para lograrlo, se les ocurre la “brillante” idea de robar un conjunto de libros exclusivos de la sala de colecciones especiales ubicadas en la biblioteca de Transilvania, que están valorados en torno a 12 millones de dólares y por los que, tras indagar en el mercado negro, habrían localizado a un posible comprador.
Ante la dificultad por trazar un plan efectivo y aún habiéndolo estudiado todo minuciosamente, deciden reclutar a dos colegas más con el objetivo de facilitar y agilizar el golpe.
Para lograr que el filme adquiera un tono más veraz si cabe, —recordemos que esta historia es real como bien se nos cita al principio— Bart Layton, nos recrea la historia desde dos perspectivas o puntos de vista diferentes, intentando eso sí evitar ensalzar la figura de los delincuentes:
- La primera es mostrándonos paso a paso los hechos desde el comienzo; desde que el grupo de jóvenes ladrones formados por 4 universitarios planean el robo hasta el desenlace final.
- La segunda es a través de los comentarios reales de los propios ladrones así como el de sus familiares a modo de entrevista, unos años más tarde del suceso.
Estas dos perspectivas, que se irán alternando en sendas secuencias durante el film, están muy bien argumentadas y enlazadas por Bart Layton, sobretodo cuando en ocasiones los verdaderos protagonistas intervienen para darnos su punto de vista desde un prisma de falso documental, dotando a la película de un toque más fidedigno, desenfadado y sutilmente humorístico; como si estuvieran quitándole hierro a un hecho delictivo tan grave que, a la postre, cambiaría sus vidas para siempre. Esta forma subjetiva de relatar o documentar un robo consigue que podamos empatizar de una forma u otra con los verdaderos ladrones, aunque mucho menos sin intentar justificarlos.
Otro punto a favor es su guión, que es excelente. Pero gran parte de esa culpa la tienen los personajes, sobretodo los principales, encarnando brillantemente a los ladrones.
Warren es el ambicioso líder del grupo, una persona solitaria y egoísta (adquirió una beca deportiva y la desaprovechó totalmente), muestra un carácter díscolo y en ocasiones rozando tanto lo enfermizo, que por momentos me hizo recordar —incluso en lo físico— a Malcolm McDowell en ‘La naranja mecánica’.
Por otro lado, Spencer es el estudiante de artes, una persona más empática, razonable y discreta, solitaria aunque emocional y que, a pesar de no ser el cabecilla, fue el que dio a conocer a Warren lo que había en la biblioteca y la exclusividad que poseía. Si tuviésemos que clasificar a ambos por carácter, podríamos decir que Spencer era el ‘bueno’ y sosegado de la banda y Warren el impulsivo y la voz cantante.
Desde el comienzo la película es frenética, muestra una carga dramática abrumadora, te atrapa y no te suelta. Vives junto a ellos la gestación del robo, desde los preparativos, cómo estudian todo al detalle, hasta que lo ejecutan. Todo pasa rapidísimo y solo deseas que llegue el momento en que se produzca. El hilo musical que acompaña a la trama también es excelente, ya que embriaga con una dosis de tensión extra un ambiente de por sí angustioso. Ese conjunto de detalles consiguen que te pongas más nervioso ante la descabellada estructura del plan y sientas que incluso a ti te han hecho partícipe de los hechos, logrando que tu pulsación se dispare en los momentos clave aunque sepas que el desenlace será más que previsible.
Concluyendo, ‘American Animals’ es una película interesante, repleta de acción e intriga ya que, aún a sabiendas del desenlace que todos imaginábamos que iba a acontecer teniendo en cuenta que se trataba de gente joven e inexperta, nos mantiene en vilo hasta el final gracias a un guión y dirección impecables. También posee esa singularidad que otras películas del mismo ámbito no tienen, y es, la alternancia entre los hechos en ficción y las entrevistas reales a los autores del delito. Un filme sin duda, innovador y más que recomendable.

6,2
31.429
8
4 de mayo de 2020
4 de mayo de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como era de esperar, Robert Eggers, no decepciona a la hora de reinterpretar un género que lleva años a la deriva. Eso lo vemos reflejado en ‘The Witch’, Una película dotada de una carga dramática enorme a la que se le añade el poder sobrenatural del ocultismo. Y si a eso le sumamos una dirección brillante, una fotografía más brillante aún y una banda sonora tétrica e inquietante el producto resultante no puede ser otro que extraordinario. Quizá para aquel que ignora el verdadero cine de terror —o de horror en este caso— sea una película más y pase ante sus ojos sin pena ni gloria, probablemente la califique de sosa, tediosa o aburrida, carente de sustos, de gritos, de saltos de butaca (esos infames ‘jumpscares’ tan de siglo XXI) y de matanzas varias, pero os aseguro que después de comernos durante años el mismo refrito ‘comercial’ con distinto nombre, se agradecen películas de esta índole; Con un trasfondo histórico, —explicado en los créditos y en la propia portada— con una gran variedad de interpretaciones y metáforas y sobretodo por querer alejarse del ‘fast view’, convirtiéndola en una película de horror-psicológico. Cuando una película causa a uno la sensación de tener que volver a verla porque cree que una escena en concreto puede significar algo, investiga por su cuenta y al día siguiente se retracta y piensa de otra manera, se traduce en que la película ha causado un impacto emocional y te ha llegado o tocado la fibra sensible. Y ese es mi caso con ‘The Witch’.
Ambientada en la Nueva Inglaterra rural del siglo XVII, R. Eggers nos narra el drama de una familia colono cristiana de 1630 formada por un matrimonio y sus cinco hijos que, debido a unos actos cometidos por el padre y tras ser sometido a juicio, es sentenciado a abandonar la colonia que habitan, por lo que terminarán desterrados y trasladándose a una granja decrépita en mitad del bosque con el objetivo de empezar una nueva vida, dejar atrás su pasado y poder redimirse de sus pecados. A partir de entonces se darán una serie de acontecimientos fatídicos —como la desaparición del hijo recién nacido— que llevarán al límite la capacidad de supervivencia y de creencia de la familia. Digo supervivencia porque también lidiarán con sequías y otras desgracias. Y digo creencia porque lo paranormal, estará muy presente.
Podríamos decir que con este guión tan sencillo a simple vista estuviesemos ante una pelicula parecida a ‘El bosque’ de M. Night Shyamalan (2004) o ‘La Profecía’ de Richard Donner (1976), pero nada más lejos de la realidad. La obra es una pieza genuina, es una continua obsesión de Eggers por los detalles y la perfección (¡quién diría que es su primera película!), por los planos y encuadres medidos al milímetro, por la intensidad de sus personajes y sobretodo por el choque sensitivo que produce al espectador, que lo hará empatizar de tal manera con el mal fario que atraviesa la familia que terminará por sufrir igual que ellos en varias escenas que son, simplemente, brutales.
Sin querer entrar en detalles ni Spoilers, que ya están más que explicados a estas alturas de la película (y nunca mejor dicho), la resumiría en una interpretación subjetiva del folclore Inglés del siglo XVII, el cual, se ve plasmado perfectamente en el filme cuando Eggers mezcla de forma brillante mito, religión y fe. También de la ignorancia por la que atravesaba Occidente en aquella época, llevando muchas veces a nuestros personajes a un conflicto fanático-religioso excesivo traducido en temor hacia lo desconocido y que como consecuencia conllevará a la pérdida de la fe e incluso a la acusación de unos a otros. En menor medida se aborda de una forma sutil la tentación del despertar sexual (Caled) y del empoderamiento femenino (Thomasin).
Como dije al principio, puede que Eggers haya bebido de varios clásicos para producir The Witch, como también creo que parte de su inspiración recayera en cuentos históricos tan famosos como es el de Hansel y Gretel. Especialmente este último, en mi opinión. Aún así, el director ha sabido darle su propio estilo creando una atmósfera de inquietud e incertidumbre a lo largo de la película y enlazando una banda sonora oscura, con voces femeninas corales que van in crescendo evocuando así los aquelarres de la época y una fotografía con escenarios exteriores que nos harán sentir temor por lo que nos pueda pasar si nos adentramos en el bosque, ese bosque siniestro que delimita la realidad del terror sobrenatural, de lo desconocido. Del hábitat de la bruja, en definitiva.
La fotografía, a cargo de Jarin Blaschke, es uno de los puntos más fuertes de la película. Esos planos abiertos desde la granja hacia el bosque infinito de pinos, esos ropajes de época, esos tonos grises y apagados casi carentes de luz solar dotan al filme de un cariz tenebroso y convierten a ‘The Witch’ no solo en una película excelente, si no en toda una experiencia visual.
Para que todo funcionase con maestría hay que destacar, cómo no, su cuidado guión. Por ello Eggers ha contado con la participación destacada de Ana Taylor-Joy (Thomasin), Ralph Ineson (William), Kate Dickie (Katherine) y Harvey Scrimshaw (Caled). Tampoco me olvidaré del macho cabrío Black Philip, por supuesto.
La historia se narra desde el punto de vista de la inocente adolescencia de Thomasin, a la que destaco por encima del resto. La evolución de este personaje hasta llegar al final hará que lo recuerdes.
Pese a todo, el elenco de actores y actrices al completo se ha vaciado para tratar de hacer que creamos en lo increíble y para que suframos con ellos, dejándonos clavados y rematados en el sofá hasta que salgan los créditos.
A continuación, mi conclusión la añadiré a los Spoiler:
Ambientada en la Nueva Inglaterra rural del siglo XVII, R. Eggers nos narra el drama de una familia colono cristiana de 1630 formada por un matrimonio y sus cinco hijos que, debido a unos actos cometidos por el padre y tras ser sometido a juicio, es sentenciado a abandonar la colonia que habitan, por lo que terminarán desterrados y trasladándose a una granja decrépita en mitad del bosque con el objetivo de empezar una nueva vida, dejar atrás su pasado y poder redimirse de sus pecados. A partir de entonces se darán una serie de acontecimientos fatídicos —como la desaparición del hijo recién nacido— que llevarán al límite la capacidad de supervivencia y de creencia de la familia. Digo supervivencia porque también lidiarán con sequías y otras desgracias. Y digo creencia porque lo paranormal, estará muy presente.
Podríamos decir que con este guión tan sencillo a simple vista estuviesemos ante una pelicula parecida a ‘El bosque’ de M. Night Shyamalan (2004) o ‘La Profecía’ de Richard Donner (1976), pero nada más lejos de la realidad. La obra es una pieza genuina, es una continua obsesión de Eggers por los detalles y la perfección (¡quién diría que es su primera película!), por los planos y encuadres medidos al milímetro, por la intensidad de sus personajes y sobretodo por el choque sensitivo que produce al espectador, que lo hará empatizar de tal manera con el mal fario que atraviesa la familia que terminará por sufrir igual que ellos en varias escenas que son, simplemente, brutales.
Sin querer entrar en detalles ni Spoilers, que ya están más que explicados a estas alturas de la película (y nunca mejor dicho), la resumiría en una interpretación subjetiva del folclore Inglés del siglo XVII, el cual, se ve plasmado perfectamente en el filme cuando Eggers mezcla de forma brillante mito, religión y fe. También de la ignorancia por la que atravesaba Occidente en aquella época, llevando muchas veces a nuestros personajes a un conflicto fanático-religioso excesivo traducido en temor hacia lo desconocido y que como consecuencia conllevará a la pérdida de la fe e incluso a la acusación de unos a otros. En menor medida se aborda de una forma sutil la tentación del despertar sexual (Caled) y del empoderamiento femenino (Thomasin).
Como dije al principio, puede que Eggers haya bebido de varios clásicos para producir The Witch, como también creo que parte de su inspiración recayera en cuentos históricos tan famosos como es el de Hansel y Gretel. Especialmente este último, en mi opinión. Aún así, el director ha sabido darle su propio estilo creando una atmósfera de inquietud e incertidumbre a lo largo de la película y enlazando una banda sonora oscura, con voces femeninas corales que van in crescendo evocuando así los aquelarres de la época y una fotografía con escenarios exteriores que nos harán sentir temor por lo que nos pueda pasar si nos adentramos en el bosque, ese bosque siniestro que delimita la realidad del terror sobrenatural, de lo desconocido. Del hábitat de la bruja, en definitiva.
La fotografía, a cargo de Jarin Blaschke, es uno de los puntos más fuertes de la película. Esos planos abiertos desde la granja hacia el bosque infinito de pinos, esos ropajes de época, esos tonos grises y apagados casi carentes de luz solar dotan al filme de un cariz tenebroso y convierten a ‘The Witch’ no solo en una película excelente, si no en toda una experiencia visual.
Para que todo funcionase con maestría hay que destacar, cómo no, su cuidado guión. Por ello Eggers ha contado con la participación destacada de Ana Taylor-Joy (Thomasin), Ralph Ineson (William), Kate Dickie (Katherine) y Harvey Scrimshaw (Caled). Tampoco me olvidaré del macho cabrío Black Philip, por supuesto.
La historia se narra desde el punto de vista de la inocente adolescencia de Thomasin, a la que destaco por encima del resto. La evolución de este personaje hasta llegar al final hará que lo recuerdes.
Pese a todo, el elenco de actores y actrices al completo se ha vaciado para tratar de hacer que creamos en lo increíble y para que suframos con ellos, dejándonos clavados y rematados en el sofá hasta que salgan los créditos.
A continuación, mi conclusión la añadiré a los Spoiler:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Finalizando mi reseña, The Witch es un ejercicio psicológico-existencial e hipnótico de principio a fin, un examen de lo que tu mente pudiese llegar a ser capaz de creer si atravesaras por esa misma situación en ese contexto y se convierte por méritos propios —y a mi parecer— en una cinta de culto, alejándose de lo tópico, de ese género de brujas voladoras en escobas (emm bueno, no digo nada) y nos embarca en algo que se acerca mucho más a lo real y a lo que en aquellos tiempos temían nuestros ancestros; las inscritas en el libro de Satán y sus consiguientes rituales sangrientos. Stephen King, uno de mis autores fetiches, en forma de halago, dijo en una entrevista que la cinta le aterrorizó, y en ese sentido viniendo de quien viene la afirmación, dio en el blanco de la diana.
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