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8,3
95.267
10
29 de noviembre de 2012
29 de noviembre de 2012
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
También en mi pueblo había un cine, como en el tuyo, pequeño, entrañable, cine repleto en las sesiones de verano y vacío, sólo para unos cuantos, en invierno. También como a ti -lo veo en tus ojos- despertaba las mismas emociones, en los pases de tarde de los domingos primero y en los de la noche más adelante al ir creciendo y ocupar butaca numerada. No era un cine cualquiera, ¿verdad?, era el nuestro y eso le hacía ser el más importante y el único. Era un cine acogedor en el que también de vez en cuando ocurría algo, se estropeaba el proyector, se quemaba la cinta, se apagaba la luz, como aquella calurosa noche de verano con la sala repleta en “Lawrence de Arabia”; luz que no volvió, dejando al protagonista en el desierto y quedándonos nosotros a la espera, sedientos junto al mar.
No era una época de censuras, aunque no del todo -recuerda-, porque en el destape también había una parte de conciencia, algo que sentíamos que no tenía que llegar necesariamente precipitado.
Tú también tuviste tu cine Paradiso, lo sé, y con él sus lágrimas, sus ilusiones, su amor. El tiempo ha pasado y en la cinta que siempre ha quedado, salvada del incendio del tiempo, permanecen los besos que hemos dado y aquellas otras oportunidades perdidas, el amor que creíamos conseguido y aquel otro que sabíamos imposible. Es este un homenaje al cine pero a la vez al amor y al paso del tiempo -¿qué decir del tiempo?, ¿acaso hay algo más sobre lo que existir?
Te invito ahora a cerrar los ojos y a sonreír recordando aquellos años, pero hazlo en presente, sal a la calle, descorre la cortina tras el vestíbulo y descubre la sala llena; todos te observan al recorrer el pasillo. Siéntate en la butaca reservada al lado de la chica que habías dejado pasar, retoma la película que habías dejado de ver, la secuencia que te haga soñar. Recoge los trozos de cinta desechados, los trozos de vida seccionados, y júntalos de nuevo. Vuelve a ser el protagonista de la película y de la banda sonora que, aunque no lo creas, no ha dejado de sonar. Y sobre todo siente que hay una razón en todo esto para encontrar un momento continuado de felicidad.
No era una época de censuras, aunque no del todo -recuerda-, porque en el destape también había una parte de conciencia, algo que sentíamos que no tenía que llegar necesariamente precipitado.
Tú también tuviste tu cine Paradiso, lo sé, y con él sus lágrimas, sus ilusiones, su amor. El tiempo ha pasado y en la cinta que siempre ha quedado, salvada del incendio del tiempo, permanecen los besos que hemos dado y aquellas otras oportunidades perdidas, el amor que creíamos conseguido y aquel otro que sabíamos imposible. Es este un homenaje al cine pero a la vez al amor y al paso del tiempo -¿qué decir del tiempo?, ¿acaso hay algo más sobre lo que existir?
Te invito ahora a cerrar los ojos y a sonreír recordando aquellos años, pero hazlo en presente, sal a la calle, descorre la cortina tras el vestíbulo y descubre la sala llena; todos te observan al recorrer el pasillo. Siéntate en la butaca reservada al lado de la chica que habías dejado pasar, retoma la película que habías dejado de ver, la secuencia que te haga soñar. Recoge los trozos de cinta desechados, los trozos de vida seccionados, y júntalos de nuevo. Vuelve a ser el protagonista de la película y de la banda sonora que, aunque no lo creas, no ha dejado de sonar. Y sobre todo siente que hay una razón en todo esto para encontrar un momento continuado de felicidad.
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