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España España · Azuqueca de Henares
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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24 de marzo de 2024 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quien vaya a ver una peli de Lanthimos (y conozca algo su cine) tiene que saber a lo que va. El cine de Lanthimos está marcado por una serie de características muy claras: los mundos distópicos, la crítica social, la moralidad (casi siempre vista desde el prisma más oscuro o desagradable), la incomunicación (de ahí que sus películas sean muy curiosas desde el punto de vista del lenguaje) y las pasiones humanas más viscerales; entre ellas, por supuesto, el sexo. El sexo es un tema fundamental en sus películas; tratado, a veces, de una forma bastante escatológica. Es un cine naturalista, en el sentido del Naturalismo literario del siglo XIX que ponía el foco en temas desagradables como la enfermedad, el trastorno mental, la violencia, etc.

Vamos, que Lanthimos no es Walt Disney, precisamente. Bueno, ojo, que el señor Disney también tenía lo suyo, pero eso ya es otro tema.

'Pobres criaturas' tiene todo eso, envuelto, además, en un aspecto técnico absolutamente espectacular. En este sentido (en el técnico) creo que es el mejor trabajo del director griego. Consigue ambientar ese siglo XIX distópico de manera asombrosa, jugando con el color (también con el blanco y negro), los escenarios barrocos al más puro estilo Tim Burton, el vestuario, los juegos de luces y multitud de detalles que hacen que cada plano de cada escena sea casi un cuadro pictórico. Ese es uno de los puntos fuertes de esta película, junto al gran trabajo de Emma Stone, que está fantástica. Todo es muy barroco en la película, pero también muy romántico (en el sentido literario también), pues la historia (y, especialmente, los personajes de Bella y su creador) están claramente inspirados en roles y temas románticos de la literatura gótica, como los monstruos deformados, la marginación o la usurpación de Dios. Tópicos todos tratados en la maravillosa 'Frankenstein' de Mary Shelley, que es la referencia más clara de esta película. Lanthimos ha mezclado toda esa literatura del siglo XIX (el Naturalismo escatológico y el Romanticismo gótico) con el cine plástico de Tim Burton o Wes Anderson y le ha añadido sus temas habituales ya comentados (la soledad, la incomunicación, la moral, el sexo, la violencia, la enfermedad, etc.) para crear esta fábula sobre la libertad de la mujer en una época todavía bastante oscura al respecto.

Y es que 'Pobres criaturas' seguramente sea también la película más reivindicativa de Lanthimos. Es un grito abiertamente feminista. Un tema que no es nuevo en su cine, pues ya trató la relación de las mujeres, el poder y el sexo en 'La cautiva' (también con Emma Stone). La intención final de 'Pobres criaturas' no es otra que reflejar los inicios del movimiento feminista en ese siglo XIX irreal (aunque tan real), personificado en la figura de Bella, una mujer creada para otros propósitos que decide revelarse y dirigir libremente su vida. La película pone el acento en todo tipo de libertades: habla de la liberación sexual, por supuesto, pero también de una liberación cultural, intelectual y económica.

Es una película plagada de imágenes connotativas y metáforas, todas ellas relacionadas con ese aprendizaje vital de una mujer que se niega a seguir el rol que establecen para ella en aquella época. Hasta su nombre es simbólico.

La utilización del sexo en la película (para algunos, demasiado explícita), creo que está totalmente justificada. No es una película pornográfica, como he llegado a leer, absurdamente; es una película en la que una mujer de aquella época, que es vista como un objeto sexual por todos los hombres, decide utilizar libremente el sexo a su beneficio y placer. Eso también es parte del empoderamiento que ella asume al mismo tiempo que va evolucionando intelectualmente. Otra cosa es que fuera necesario o no el uso de escenas sexuales tan explícitas. Pero bueno, esto es puro Lanthimos.

Es una gran película, aunque no me parece una obra maestra. Tanta metáfora subrayada llega un momento que hace que pierda la emoción por ver qué le ocurre a los personajes, ya que son meros símbolos de esa alegoría y es bastante obvio su desenlace. Eso le quita un poco de emoción. Yo disfruto más de las historias en las que los personajes desempeñan un rol más realista, logro empatizar más con su situación y siento más interés por el resultado al que se enfrentan en las tramas planteadas. Los personajes-símbolo me interesan desde el punto de vista crítico, pero no consigo olvidar que son esencialmente metafóricos y eso lastra un poco la empatía emocional que pueda sentir hacia ellos.

Disfruté mucho de 'Pobres criaturas' por lo que dije al principio: porque es un espectáculo visual apabullante, por la fantástica interpretación de Emma Stone, por los homenajes literarios y cinematográficos y porque me parece una película que describe un proceso histórico necesario y con el que me siento totalmente identificado, faltaría más. Solo un retrógrado puede ver algo negativo en el crecimiento intelectual de una mujer que se niega a ser un objeto sexual y aspira a tener una vida en la que ella tome todas sus decisiones.
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Toda la película hay que entenderla como una metáfora de esa liberación. Por eso Bella Baxter es esa niña en el cuerpo de una mujer atractiva que ha sido "creada" (educada) para casarse, para ser madre y satisfacer los deseos sexuales de los hombres. Y también para estar encerrada en una casa. Hasta que ella, insólitamente, le dice a su padre que quiere salir fuera de esas paredes y experimentar lo que es la verdadera vida. Ese es el gran tema de 'Pobres criaturas' (título también irónico): el empoderamiento de las mujeres en un determinado momento histórico.

Todos los personajes son esencialmente eso, símbolos, metáforas, de ese proceso de empoderamiento. Están todos los elementos tratados: la educación tradicional y bondadosa del padre que, queriendo a su hija, la sobreprotege (al menos en un primer momento); el marido concertado por el padre para que se case con una adolescente (Bella es una niña atrapada en el cuerpo sensual de una mujer); el chulo celoso e impulsivo que solo busca someterla sexualmente y aislarla del mundo (personaje que interpreta Mark Rufallo); el maltratador violento y psicópata (el marido que aparece al final), etc. También hay personajes-símbolo positivos, como la anciana liberal del barco, el joven filósofo cínico que empieza a despertar la curiosidad en Bella o su amiga prostituta que le muestra otros caminos para entender la vida y la propia sexualidad.

'Pobres criaturas' es la metáfora de un proceso histórico y social que comenzó hace algo más de un siglo y que, desgraciadamente, no en todas las partes del planeta ha conseguido sus objetivos, ni mucho menos. Y nunca está mal recordarlo.
1 de abril de 2024 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Daniel Carpalsoro utiliza la figura ficticia de Iván Márquez (Arón Piper) para construir una crónica de la corrupción política y económica que ha asoló a España desde principios de los 90 hasta el estallido de la burbuja inmobiliaria. Dos décadas frenéticas en las que el ladrillo y el dinero negro se convirtieron en el motor de la economía patria y, por supuesto, permitieron que muchos políticos, banqueros y constructores se hicieran multimillonarios gracias a la institucionalización del mercado especulativo.

Arón Piper (que está bastante bien en la película) interpreta a un joven ambicioso que empieza a trabajar en trapicheos de poca monta pero que, poco a poco, al estilo de ‘Scarface’, va ascendiendo en el escalafón de esas organizaciones criminales de blanqueo, a costa de ir jugándosela a unos y a otros. La película recrea la clásica historia de auge y caída del criminal y Carpalsoro utiliza una narrativa que recuerda, en cierto modo, a varios filmes de Martin Scorsese, con esa voz en off cínica del personaje protagonista que va guiando al espectador en las distintas etapas de la biografía. Es esa voz en off la que mezcla situaciones ficticias con datos e imágenes reales de aquellos años negros de corrupción inmobiliaria en España, con los grandes acontecimientos de saqueo especulativo: las Olimpiadas del 92, los planes de recalificación urbanística de los 90, el caso Malaya en Marbella, el caso de Gao Ping, etc. En todos esos momentos está presente Iván Márquez, como si fuera un Forrest Gump del crimen, acompañado por secundarios de lujo como Luis Tosar o Luis Zahera. Aunque la que está espectacular en la película es la actriz belga Laura Sepul, poco conocida en España, pero a la que, seguramente, este trabajo le abrirá muchas puertas.

El resultado es una película bastante entretenida, con muchos homenajes a otros filmes norteamericanos como he comentado, buenas interpretaciones y una estupenda banda sonora de Carlos Jean, que acompasa perfectamente el ritmo frenético del guion. Eso sí, todo lo que ocurre es bastante previsible y la historia va cubriendo las etapas de la evolución criminal del personaje de una manera algo apresurada, lo que no permite que haya verdadera construcción dramática en las tramas. Todo se reduce a ese retrato rápido del crimen en consonancia con los acontecimientos históricos reales, pero, como digo, sin mucha hondura narrativa. En ese retrato están todos los tópicos esperables y eso es lo que le resta originalidad a la película de Carpalsoro: ambición, excesos, sexo, cocaína, traiciones, etc. No hay sorpresas de ningún tipo.

A pesar de la poca profundidad dramática en el desarrollo de los personajes y de los muchos clichés, ‘El correo’ es una película disfrutable. Son 100 minutos de diversión en los que el ritmo no decae en ningún momento y aunque se adivinan desde muy lejos los giros y el desenlace, se ven con agrado las peripecias de este joven Tony Montana vallecano.
29 de marzo de 2024
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una de esas estupendas películas que pasan muy desapercibidas para la mayoría del público por no tener detrás un escaparate publicitario demasiado importante. Aunque, en este caso, el hecho de ser una de las nominadas al Óscar a mejor película internacional sí que le ha permitido tener algo más de proyección en fechas y salas, aunque solo sea por ese reclamo de los premios. Si algo tienen de bueno los Óscars es esto mismo: que aportan cierta visibilidad a películas que, sin las nominaciones, prácticamente nadie vería. Pasó lo mismo con la que, para mí, es la mejor película de 2022, también nominada a esta misma categoría: esa maravillosa y tierna película que es ‘The quiet girl’ (de Colm Bairead). Una pequeña obra maestra que no deben perderse.

Curiosamente, ambas películas comparten ciertos parecidos, además de su estilo indie y una apuesta por una producción sencilla y naturalista que vuelca todo su interés en las historias y los personajes, especialmente los niños. Ambas películas tocan ese tema, el de la infancia, con interés claramente ético, pedagógico incluso, mostrando situaciones complicadas desde la perspectiva de la inocencia infantil o el enfrentamiento injustamente precoz a la problemática adulta.

‘Sala de profesores’ es un thriller inteligente que parte de un problema más bien cotidiano (en un colegio están sucediendo pequeños hurtos) sobre el que se van desbordando una serie de acontecimientos y decisiones que ponen en jaque la profesionalidad de una idealista maestra y llevan al espectador a compartir su angustia, pero también sus dudas con respecto al modo de actuar, no solo de ella, sino del resto de personajes. La profesora, intentando actual bien, se ve envuelta en un dilema moral de difícil resolución, pues afecta, no solo a su ética, sino a su propia imagen como referente de sus alumnos y, sobre todo, a un niño en concreto al que quiere proteger, pero no puede evitar dañar.

Los docentes que vean esta película (como es mi caso), reconocerán muchos de las disyuntivas y conflictos morales que se plantean en una historia con connotaciones tan sensibles como las que se dan en una problemática intrínsecamente retorcida, pues su solución siempre sabes que va a acarrear dolor y cierta incomprensión. La joven profesora se ve atropellada por una pequeña bola de nieve que, casi sin darse cuenta, se convierte rápidamente en un alud gigante ante sus ojos. Ese es uno de los grandes aciertos de la película: lo frenético del guion y la zozobra que provoca esa avalancha emocional que atrapa a la protagonista y con la que es imposible no empatizar. Por cierto, fantástica interpretación de Leonie Benesch, que transmite de manera muy natural esa ansiedad que la va consumiendo con el paso de los acontecimientos. La tensión que empieza a sufrir es asfixiante y cualquier docente podrá verse reflejado en ella porque, efectivamente, en un centro educativo, siempre estás a la mínima de que una pequeña chispa insignificante origine un incendio descomunal. Y cuando algo de eso pasa, es verdad que no hay quien lo pare.

Técnicamente la película está muy bien rodada y es fácil sumergirse en los pasillos, aulas, despachos y salas por los que esta profesora deambula tratando de encontrar una solución que se antoja imposible mientras intenta no perder el control definitivamente. Esa atmósfera un poco claustrofóbica está bien conseguida por la buena dirección de Ilker Catak. Quizás es cuestionable el final, pero a mí me parece que tiene un desenlace interesante, de esos que provoca debate e interpretación. Lo dejo para el spoiler.

Una película que merece mucho la pena ver y, además, sobre la que merece también mucho la pena pensar.
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Los interrogantes que se hace el espectador son los mismos que se hace la profesora: ¿Ha actuado bien? ¿Habría alguna otra manera de enfocar este problema? ¿Es ético mirar para otro lado? ¿Es justo ser condenado siendo la víctima? ¿Cómo señalar a alguien sin herir a terceras personas, vulnerables, como un niño? Muchas preguntas, algunas de las cuales no se responden literalmente en la película y en su desenlace, para que el espectador las medite.

Para mí, ese extraño plano final del niño orgulloso desalojado por la policía poco menos que esposado a la silla, es innecesario y puede llevar a confusión, porque da a entender, quizás, cierto triunfo de ese niño que se muestra orgulloso sobre una especie de trono porque, al fin y a la postre, ha impuesto su voluntad por encima de la profesora, cuya imagen queda muy deteriorada a vista de los padres, del resto del claustro y, lo que es peor, de sus propios alumnos.

Sin embargo, esa posible interpretación creo que es incoherente con lo que acaba de suceder antes, de ahí que resulta bastante contradictorio ese plano final. El niño, que era el mejor alumno de la clase y por el que sentía una clara preferencia esta profesora, sabe que ha obrado mal. Es verdad que su rabia infantil ha sido consecuencia de algo tan natural como defender a su madre de lo que él considera injusto (desde su desconocimiento, claro). Pero, en el fondo, entiende que su comportamiento malmetiendo y perjudicando a esa encantadora profesora que tan bien se había portado siempre con él, no es correcta. Creo que vuelve a clase, no para seguir avivando la guerra o para seguir mostrando su rabia, sino para todo lo contrario. O quizás vuelve porque, sencillamente, es donde se siente más a gusto (no nos muestra la película nada relativo al hogar, pero sí sabemos que su madre es, como poco, cleptómana y que no tiene precisamente buenas pulgas, como se dice vulgarmente). Creo que el niño vuelve, en parte, al lugar donde es feliz para pedir perdón y porque odia, en el fondo, haber perdido ese maravilloso vínculo que tenía con su profesora. Por eso cuando ella, en lugar de huir o querer desalojarlo a toda cosa, se encierra y se sienta con él, tratando de protegerle, de mostrarle que está a su lado, el niño saca el símbolo de ese vínculo entre ambos: el cubo de Rubik que ella le había dejado. Resuelto, porque es un niño brillante, como ella creía y quería potenciar. Ese cubo es la metáfora de la disculpa del niño, arrepentido de su comportamiento con una persona que siempre confió en él y por la que sentía verdadero cariño. Es también un deseo de volver a la normalidad.

Para mí ese era el final perfecto. Lo de la silla y el niño en volandas me lo tomo como una "boutade" artística. Aunque puede ser que, simplemente, el niño haya sido desalojado (ya que estaba expulsado), pero él se va, en cierta forma, contento por haber podido disculparse ante su profesora y sentir también su perdón.
28 de marzo de 2024 2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que la MCU lleva varios años dando tumbos, desde ‘Vengadores. Endgame’, es una obviedad. Solo se han salvado las películas de Sony del trepamuros (especialmente ‘Spiderman: No way home’, que es bastante buena, aunque solo sea por la nostalgia) y la tercera entrega de ‘Guardianes de la galaxia’. Todo lo demás ha sido un fracaso tras otro, incluyendo la mayoría de las series, excepto las de Loki y Visión y Bruja Escarlata que, bueno, tampoco es que sean para tirar cohetes, pero se pueden ver.

Sony quiso estirar el chicle de la franquicia Spiderman, ampliándolo a otras historias y no solo a Tom Holland y Zendaya. Erró con las películas de Veneno, que son bastante malas, pero acertaron con las entretenidas versiones animadas de Miles Morales y sus aventuras por el multiverso.

Ahora nos llega esta película protagonizada por un personaje totalmente secundario (bueno, terciario más bien) del universo arácnido y uno se pregunta ¿por qué? ¿Qué necesidad había de hacer una película sobre Madame Web, un personaje bastante intrascendente que solo recordamos los fans acérrimos de las etapas de John Romita padre? Pues anda que no hay personajes mucho más carismáticos en el universo cercano de Peter Parker que resultarían más atractivos que Madame Web.

El caso es que alguien dio el visto bueno a esta absurda idea y aquí está. A veces, con una ocurrencia tan extravagante, salta la sorpresa en Las Gaunas, le encargan el marrón a algún director o directora semi amateur (o del mundo de la TV o los vídeos musicales) que, en medio del desconcierto, se saca de la manga una película, al menos, divertida (como ocurrió con Ant Man). Pero no es este el caso, desgraciadamente. ‘Madame Web’ es otro truño importante de esta Fase 5 del MCU y, posiblemente, el gran fracaso de Sony con la franquicia, porque las películas de Veneno, sin ser buenas, pues sí funcionaron algo en taquilla, aunque solo fuera por el tirón de Tom Hardy.

‘Madame Web’ solo se salva por el trabajo de sus cuatro actrices principales, especialmente Dakota Johnson, que es una actriz excelente y está para proyectos mucho más importantes, aunque entiendo que el cheque habrá sido jugoso. También me ha gustado mucho Adam Scott, un actor que siempre cumple con solvencia. Todo lo demás, es un desastre en esta película. Un guion plagado de casualidades absurdas, personajes ridículos (como las Arañas de la selva), un villano que no puede ser más arquetípico y aburrido, malas escenas de acción, pésimos exteriores (las escenas grabadas en la selva y en el bosque de Nueva York son un bochorno para una película que se supone que tiene detrás a la MCU y a Sony), etc.

Le pongo un 4 y no menos nota por los guiños a los cómics originales que comento en el spoiler y por el trabajo de Dakota, que hace lo que puede en semejante bodrio.
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El final de la película sí conecta con el verdadero personaje de Casandra Web, creado por Denny O’Neil y John Romita padre a principios de los 80. En esos cómics aparecía Casandra / Madame Web como una anciana ciega en silla de ruedas, capaz de ver el futuro gracias a sus poderes mutantes.

También las tres “chicas araña” tienen alguna aparición en los cómics más modernos, aunque igual de irrelevante, en general, que Madame Web en el universo Spiderman. Sydney Sweeney es Julia Carpenter / Aracne; Isabela Merced es Anya Corazón / Spider Girl; y Celeste O’connor es Martha Franklin / Spider Woman, sobrina de J.J. Jameson (de hecho, en la película menciona a su tío). Curiosamente no se tiene en cuenta en ‘Madame Web’ al personaje original de Spider Woman: la detective y espía Jessica Drew. Ese sí era un personaje más importante en el universo araña y bastante más interesante que estos cuatro de la película.

El guiño que más me ha gustado, eso sí, es el que tiene que ver con Ben, el personaje protagonizado por Adam Scott. En realidad, se trata de Ben Parker, el tío de Peter que, dos décadas después, morirá a manos de ese ladronzuelo al que no quiere detener un joven atolondrado aún por la picadura araña y que provocará su gran sentimiento de culpa y responsabilidad. La chica embarazada es Mary Parker, madre de Peter, que morirá poco después. También se menciona en la película al padre de Peter, Richard. Mary dice en la fiesta prenatal que Richard está en cualquier parte del mundo, viajando (trabajaba para el gobierno, como agente secreto). Ambos, Richard y Mary, mueren poco después en un accidente aéreo, dejando a Peter a cargo de Ben y su esposa, la tía May. A ella se la menciona también de manera indirecta, cuando Ben le dice a su amiga Casandra que ha conocido a alguien especial.

Por cierto, me hizo gracia, en la fiesta prenatal, el juego que hacen para adivinar el nombre del niño. Dicen varios nombres sin acertar. Nadie dice “Peter”, que es, obviamente, el nombre elegido por Mary. Casandra comenta que su madre murió en el parto y Mary se entristece, como si un mal presagio se le viniera a la cabeza.

Estos guiños son lo más interesante de una mala película. Detalles curiosos para un friki como yo de los cómics, pero no lo suficiente para ponerle un aprobado raspado siquiera.
27 de marzo de 2024 1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Christopher Zalla escribe y dirige esta preciosa e inspiradora historia basada en hechos reales con la que quiere homenajear a Sergio Juárez Correa, el joven maestro al que interpreta con tanta ternura y sensibilidad el gran cómico Eugenio Derbez en la película. Juárez cambió la vida de muchos de los alumnos de uno de los pueblecitos más pobres de México gracias a una metodología pedagógica innovadora consistente en crear el interés y la motivación de los niños por el aprendizaje a través de proyectos. Métodos didácticos que están muy de moda en los últimos años, especialmente en los sistemas educativos de países del norte de Europa, pero que, en 2011 (año en el que llegó Sergio a esa escuela) chocaban con las rígidas estructuras curriculares y administrativas. Y más en un pueblecito como Matamoros, en el que la pobreza, la violencia y la droga era (es) algo tristemente común en la vida de unos niños que, solo hace poco más de una década, ni siquiera habían visto nunca un ordenador. Juárez enseñó (y sigue enseñando) a esos niños a creer en sus posibilidades, convenciéndoles de que su futuro no tiene por qué estar ligado a la recogida de chatarra, a trabajar en el enorme basurero municipal del pueblo o a transitar caminos mucho más peligrosos.

A nivel personal, como docente en activo, es una película que me ha emocionado mucho. Admiro profundamente a los maestros y profesores como Sergio Juárez y me parece que este tipo de películas, que no ofrecen seguramente nada que no se haya visto en otras historias similares (reales o ficticias), son de una inspiración necesaria para todos, especialmente para los niños, pero también para sus padres y los docentes. En lo que me toca como profesor, entiendo perfectamente las trabas con las que se encuentra Juárez, ya que muchas veces chocamos casi frontalmente con sistemas tan rígidos, con currículos tan antiguos y con metodologías tan desfasadas, que provocamos lo contrario que un docente debería transmitir a sus alumnos: ilusión, interés y curiosidad. En un momento de la película, Sergio le dice al director de la escuela (magnífico también el trabajo actoral de Daniel Haddad) que los maestros siguen enseñando con los mismos métodos de hace mil años. Y, tristemente, es verdad, por mucho que las leyes quieran maquillar de vez en cuando un sistema que, al menos en España, adolece de muchas mejoras.

Zalla le rinde un precioso homenaje, no solo a Sergio Juárez, sino, en realidad, a todos los Sergio Juárez del mundo. A todos esos maestros y profesores que, a pesar de los muchos obstáculos y sinsabores de la profesión, consiguen lo más difícil y lo más maravilloso de la docencia: conectar con los alumnos hasta el punto de reafirmar su autoestima, despertarles interés por aprender cosas (lo que sea, pero que sientan el placer y el orgullo de aprender) y potenciar sus capacidades. También ‘Radical’ es un bonito muestrario de valores éticos, que es otro aspecto educativo que muchas veces olvidamos los docentes, demasiado obsesionados con los exámenes, las pruebas externas, las promociones, etc., y dejamos a un lado algo tan importante como ayudar a los alumnos a tomar buenas decisiones y ser mejores personas.

Como he dicho, no es una película original en el sentido estricto de las tramas que desarrolla (hay muchos títulos clásicos acerca de profesores inspiradores y experiencias educativas similares), pero el buen hacer de Zalla ofrece un estupendo resultado. Cinematográficamente, la película está construida con buen tino narrativo y ofrece una excelente combinación de momentos divertidos, tiernos y dramáticos. La fotografía de ese pueblo costero y fronterizo, absorbido casi por el basurero municipal, ofrece un retrato notable del ambiente de pobreza y marginalidad en el que vivían (seguirán viviendo) muchos niños de Matamoros. Pero, sobre todo, en ‘Radical’ resulta deslumbrante la actuación de Eugenio Derbez, gran cómico que recuerda mucho al Cantinflas más tierno y menos histriónico (incluso en su voz, tan similar). Derbez construye un personaje maravilloso, vulnerable, tierno y divertido al mismo tiempo. También los niños resultan encantadores, igual que sus personajes.

En definitiva, no es una película que nos ofrezca nada nuevo en el cine de este tipo de género y descansa sobre todos los tópicos ya conocidos: el carismático profesor, la extrañeza de los nuevos métodos, el recelo inicial de los alumnos, obstáculos ambientales y familiares, la implicación personal… Desde ‘Rebelión en las aulas’, pasando por ‘El club de los poetas muertos’, ‘Diarios de la calle’, ‘Lecciones inolvidables’, etc., son muchos los ejemplos de buenas películas con una estructura temática similar a ‘Radical’; pero nunca viene mal contemplar este tipo de cine, tan necesario y tan estimulante.

A pesar de esos tópicos y algunos giros habituales (y esperables) en este tipo de filmes, Zalla firma una hermosa película que recuerda todos esos valores que nunca debemos olvidar, como sociedad, como padres y educadores. Y Eugenio Derbez nos regala este inolvidable y tierno maestro para la historia del cine que, ojalá, sirva también de inspiración real para muchos docentes y alumnos.
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