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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
18 de febrero de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuantas más valoraciones positivas leo de esta película, más entiendo que mis críticas de cine no hayan llegado a ninguna parte. Si ésta es la mejor película extranjera estrenada en España (según los Goya), la favorita de los Oscar, la triunfadora en los BAFTA y suma y siguie, significa que no tengo ni puñetera idea de cine.
A mí me parece una película correcta. Es decir, todo está en su sitio. Los personajes bien interpretados, los tiempos medidos para no aburrir y una ambientación lograda a pesar de que no cuenta con un superpresupuesto o, al menos, con la cantidad de dinero que suelen invertirse en las películas de época.
Sin embargo, la historia, lo que se cuenta en el film, carece de sorpresas y, eso para un servidor, es un lastre que pesa durante todo el metraje y que, al final, te deja con un sabor amargo.
Ideológicamente, no he visto película más amable con la monarquía británica. Nada que ver con "The Queen", por ejemplo.
Colin Firth y Bonhan Carter están bien, pero es lo habitual: normalmente superan con nota sus trabajos por flojas que resulten las películas que interpretan.
Por supuesto que Geoffrey Rush se sale en su papel, condenado a priori a no brillar demasiado, pero, de nuevo, es lo habitual en uno de los mejores actores del mundo.
Hay otro asunto que me preocupa: los académicos que le han dado el Goya... ¿la habrán visto en versión doblada? Porque en ese caso deberían sentir mucha vergüenza. Verla en otra lengua que no sea la suya original, el inglés, debería estar penado por la ley.
En definitiva, una película bien rodada, bien montada, bien ambientada, mejor interpretada y que sólo tiene un mérito sobresaliente, el que triunfa en nuestro mundo globalizado, que no disgusta a nadie.
Y en el fondo creo que es lo que más me molesta del éxito de El discurso del rey, que últimamente (aunque ya pasó con Titanic, por citar un ejemplo), se sube a los altares únicamente a las películas que no molestan a nadie. Lo peor del caso es que esta epidemia de darle al premio a la obra menos mala afecta a la literatura, la música y, en general, a todos los artes que cuentan con un público mayoritario, capaz de desterrar los criterios de calidad por la democracia, que en política puede estar muy bien, pero en el arte casi nunca me convence.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¿Quién no sabe desde el primer minuto que el "pobre" aspirante a príncipe tartamudo superará al final de la película sus dificultades? ¿Quíén no se espera la presencia de un maestro?
Lo que no me esperaba es la insoportable candidez de casi todos los personajes, excluyendo a los antagonistas, que casi no oponen resistencia y quedan desdibujados como un borrón.
El guión, para cualquiera que haya leído un par de libros sobre el tema, funciona con cronómetro. Los cambios de timón de la película vienen forzados por los guionistas para que nadie se aburra, no porque lo exija la historia. Así se entiende que de buenas a primeras el joven rey mande a hacer puñetas a su mentor, aunque, de nuevo... ¿quién no sabe que se van a reconciliar?
9 de mayo de 2007
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las cartas boca arriba. A Gutiérrez Aragón se le recordará por muchísimos motivos, pero ninguno de ellos se titulará Una rosa de Francia. Su última película hace aguas por tantos frentes que más bien parece un divertimento del director que un proyecto serio.

Muchos de los males provienen del mismo guión que nos presenta al buscavidas Simón (Jorge Perugorría), un cubano que se dedica a dejar en tierra de nadie a sus compatriotas con la falsa promesa de desembarcarlos en Estados Unidos. Aparte, consigue chicas jóvenes para los pudientes. Una joya, vamos. Todavía le queda tiempo para mantener una relación especial con la “madame” del burdel hasta que conoce a la jovencísima Marie (Ana Celia de Armas). La adolescente al principio queda prendada de Simón, pero Andrés (Álex González), una especie de delfín del contrabandista la cautiva y le ofrece la salvación: la huída a Francia. O séase, de lo dulce a lo agrio pasando por lo picante con triángulo perverso incluido.

Todo en este film parece arbitrario, empezando por la ambientación, una Cuba precastrista, que podría ser cualquier otro lugar y cualquier otro tiempo. Sin saber a qué palo quedarse, el realizador cántabro compone un film que titubea entre la comedia, la aventura caribeña, y termina recordando a El lago azul y otras tragedias amorosas que debieron quedarse en los primeros ochenta. Con todo, dos motivos para verla: la mirada de Ana Celia de Armas y el fastuo visual, si es que echas de menos el delirio almodovariano y el kistch aplicado a épocas jurásicas.
6 de mayo de 2007
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Teresa de Cepeda y Ahumada, hija de un hildago abulense, pierde la honra y no tiene más remedio que trasladarse a un convento. Allí busca la comunicación con Dios con gran dedicación y esfuerzo y lo consigue de tal manera que se considera su esposa. Gracias a sus encuentros místicos, su tesón y algún milagro que otro, Teresa de Jesús alcanza una fama grandiosa, pero se enfrenta a un gran reto: renovar una Iglesia caduca.

El riesgo de dedicarle una película a un personaje por el que se siente fascinación no es la pérdida de la objetividad, ni hablar. A estas alturas ya nadie cree en el realismo ni siquiera parcial de una obra, por biográfica que sea. Es más bien un asunto de pertinencia, de fidelidad. A Ray Loriga le ocurre lo que a muchos, que se enamora de la retratada y se olvida del retrato.
Si la interesante iconografía en torno a Teresa tiene un hueco destacado en el filme junto a sus méritos literarios, el realizador se olvida de la santa y no digamos de la mujer. La narración carece de ritmo, esto es, corta allí donde esperábamos menos aún y se alarga donde debiera dar paso a una elipsis. En ese sentido, tiene mucho de telefilme.
Los cuadros de los encuentros místicos son, eso, cuadros aislados en un conjunto que transcurre lentamente hasta acelerarse al final para rematar abruptamente.
Eso tan difícil de conseguir, que es el estilo, tampoco se acaba de materializar. Los suntuosos trajes casan poco o mal con las celdas tenebrosas de los conventos. ¿Contraste buscado? Quizá, porque sí es cierto que hay un discurso nada subterráneo a favor de la igualdad de clases en el clero de entonces (y supongo que en el de ahora). Sin embargo, las localizaciones adolecen de tanta pobreza, en comparación con los rebuscados momentos de éxtasis, que aquí no puede haber habido juego de espejos.
También se esbozan otras ideas, entre las que sobresale el triunfo de la perseverancia, pero desconcierta el guionista y director cuando subraya que la renovación pasa por un reencuentro con los orígenes. ¿Una llamada al regreso a las catacumbas? ¿Una apuesta por el integrismo?
El casting es otro lastre. Ni Paz Vega ni Charlotte Chaplin encajan en sus papeles, a pesar de su notable trabajo, pero el colmo es forzar una rivalidad entre dos bellezas tan antagónicas, pero al mismo tiempo tan sugerentes, como la de Leonor Watling y la protagonista, Paz Vega.
Y ésta es la tónica general de un filme que, en general, aburre porque sólo parece haber hilvanado un mensaje claro: la pasión de Ray Loriga por una mujer, iluminada o simplemente loca, que llevó su pasión hasta las últimas consecuencias. Hazaña que Loriga no roza con su película ni por casualidad, aunque se atreva (justo es decirlo) con escenas entre Teresa y Jesucristo, que años antes habrían levantado polvareda.
31 de enero de 2010
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leo con asombro que los usuarios reparten balas a discreción contra esta producción televisiva. Algunos la tachan de inverosímil.
De entrada, es una obra de ficción claramente, no un documental ni un reportaje. Todo está subordinado al relato, que es y debe ser ficticio.
Sin embargo, a los usuarios les molesta que se falte al "realismo", aunque seguramente se tragaron ese homenaje al rey, también ficticio, que es 23-F.
En cuanto a "Una bala para el rey", su principal mérito es que saca lechugas del desierto. Es decir, si sabemos el desenlace, sabemos quiénes fueron los implicados, y cómo se desarrolló la operación, ¿para qué narices seguiríamos viendo la serie si no fuera porque, dentro de la producción española, se trata de un buen producto?
Tiene ritmo, incluso demasiado acelerado: el montaje es de orfebres, siempre a punto de caer en el efecto MTV, pero sin darse de morros. Para los paisajistas, hay exteriores a punta pala, que además sirven para apoyar la narración. O sea, que se ve de un tirón e incluso se disfruta.
¿Fallos? Pues claro que no es "La noche de los generales" ni "Argel" ni siquiera "Operación Ogro". En cualquier caso, se trata de una serie más que digna, con unas buenas interpretaciones y un pulso narrativo firme.
Dicho está, si los guionistas se han inventado la mitad... Bien por ellos. Yo ya me informé en su momento.
Los que deberían tomar nota, en todo caso, son los culpables de “Lobo” y “Gal”. Por orden cronológico y de despropósitos. Esos films, para los que se cobró entrada al público en los muchos cines en los que se sirvió, sí que resultan vergonzosos. Y en ese sentido “Una bala para el rey” les saca los colores.
Para colmo, esta malherida producción tiene las agallas de –dentro de su lógica apuesta por el orden constitucional como verdad irrefutable- mostrar los sentimientos de los etarras e incluso la furia innecesaria, no sé si muy patriótica o simplemente furiosa, de los policías al arrestar al cabecilla y sacar ese “viva España”, que es un leve acercamiento a la realidad que tanto clama el público de esta serie: el ramalazo de una extrema derecha latente contra una extrema izquierda-nacionalista siempre peligrosa.
5 de mayo de 2007 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la primera parte del filón de Emilio Martínez-Lázaro se le notaba lo cutre-cañí, aquí entendido como material cinematográfico típicamente español de baja ralea, sobre todo en los numeros musicales. Por lo demás, al resto de la función se le notaban demasiado las referencias a una comedia de enredo sin rumbo ideológico definido (pero sin profundidad ni atisbo de crítica al sistema) que imitan los franceses de los estadounidenses, creyendo que realizan una copia para que después los yanquis la intenten reversionar por su supuesta exquisitez "française".
El caso es que Los dos lados de la cama invierte las tornas. Si por un lado los momentos musicales sacan menos los colores de cualquier espectador con algo de gusto melómano, el resto de la historia es una comedieta a la española como las de antes, como aquellas en las que las mujeres eran seres adorables capaz de enviar al infierno a los hombres, simpáticos y torpes sinvergüenzas que se morían por un cocido.
Pues eso, que huele a rancia.
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