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Críticas ordenadas por utilidad
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6,6
2.082
7
19 de abril de 2009
19 de abril de 2009
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando empecé a verla, pensé: "Seguro que es una película con moralina antiárabe". Nada más errado.
El director utiliza el argumento de "no pasa casi nada" para quitarnos muchos prejuicios de encima (por ejemplo, el que encabeza esta crítica). Entonces, lo primero que llama la atención es que se nos describen, mediante su actuación en la pantalla, PERSONAS y no tipos.
Debido a un error de la furgoneta que lleva a los miembros de una banda musical de Alejandría a una ciudad de Israel, éstos son dejados en una aldea que no tiene hostelería para pernoctar, en lugar de la ciudad donde debían dar un concierto al día siguiente. Una chica israelí, dueña de un restaurante, es comprensiva con ellos y les acepta, primero, su moneda extranjera para comer, luego, les da de cenar y, por último, los distribuye entre sus amistades para dormir.
Bien, a partir de ese sencillo argumento y en el período de tiempo que se extiende entre el mediodía, la tarde y parte de la noche, Erian Kolirin va desplegando con gran maestría relaciones entre los personajes, a cual más original, interesante y humana.
Pongamos un par de ejemplos: el director de la banda es un hombre, hasta cierto punto adusto, hierático, parco en palabras y gestos, impertérrito ante todo y educado y afectado hasta lo hilarante, por ejemplo llama siempre a Dina (la chica israelí) "señora" y utiliza fórmulas un poco antiguas de cortesía ("si usted no tuviera inconveniente" y expresiones por el estilo). Es, por tanto, un hombre distante aunque correcto; sin embargo, acaba sincerándose con Dina sobre sus miserias, sobre sus intimidades más ocultas: el suicidio de un hijo a causa de su severidad en la educación. Evidentemente, este hecho choca con la idea que tenemos del árabe patriarcal y machista que, desde luego, nunca se desahogaría con una mujer desconocida y joven.
El segundo ejemplo viene dado por la misma Dina: su manera de ser, desenfadada, a veces imprudente en su curiosidad o en sus actitudes y promiscua, según ella cuenta, choca con el estereotipo de judía obsesionada o fanatizada por las leyes de Yaveh, máxime cuando tiene un encuentro con uno de los chicos jóvenes de la banda en su propia casa y en su propia cama.
Así las cosas, apreciamos que el director nos aleja de nuestras ideas sobre el conflicto árabe-judío y pasa a tratar de personas con sus sentimientos, sus inquietudes y su bondad, al margen de encasillamientos; éste es el motivo de que la película sea un himno, una loa, un canto al entendimiento universal entre las razas. Y posiblemente consiga esto más efecto que muchos de organismos internacionales que no llegan a la gente.
Por último,la fotografía y, en general, la estética de las escenas son, a veces, auténticos cuadros de museo; así, los hombrecillos de la banda con sus trajes azul chillón en una esquina de la pantalla debajo de una estilizada farola. Las palabras que resumen esa estética bien pudieran ser "blancura", "claridad", "nitidez" y "luminosidad"
El director utiliza el argumento de "no pasa casi nada" para quitarnos muchos prejuicios de encima (por ejemplo, el que encabeza esta crítica). Entonces, lo primero que llama la atención es que se nos describen, mediante su actuación en la pantalla, PERSONAS y no tipos.
Debido a un error de la furgoneta que lleva a los miembros de una banda musical de Alejandría a una ciudad de Israel, éstos son dejados en una aldea que no tiene hostelería para pernoctar, en lugar de la ciudad donde debían dar un concierto al día siguiente. Una chica israelí, dueña de un restaurante, es comprensiva con ellos y les acepta, primero, su moneda extranjera para comer, luego, les da de cenar y, por último, los distribuye entre sus amistades para dormir.
Bien, a partir de ese sencillo argumento y en el período de tiempo que se extiende entre el mediodía, la tarde y parte de la noche, Erian Kolirin va desplegando con gran maestría relaciones entre los personajes, a cual más original, interesante y humana.
Pongamos un par de ejemplos: el director de la banda es un hombre, hasta cierto punto adusto, hierático, parco en palabras y gestos, impertérrito ante todo y educado y afectado hasta lo hilarante, por ejemplo llama siempre a Dina (la chica israelí) "señora" y utiliza fórmulas un poco antiguas de cortesía ("si usted no tuviera inconveniente" y expresiones por el estilo). Es, por tanto, un hombre distante aunque correcto; sin embargo, acaba sincerándose con Dina sobre sus miserias, sobre sus intimidades más ocultas: el suicidio de un hijo a causa de su severidad en la educación. Evidentemente, este hecho choca con la idea que tenemos del árabe patriarcal y machista que, desde luego, nunca se desahogaría con una mujer desconocida y joven.
El segundo ejemplo viene dado por la misma Dina: su manera de ser, desenfadada, a veces imprudente en su curiosidad o en sus actitudes y promiscua, según ella cuenta, choca con el estereotipo de judía obsesionada o fanatizada por las leyes de Yaveh, máxime cuando tiene un encuentro con uno de los chicos jóvenes de la banda en su propia casa y en su propia cama.
Así las cosas, apreciamos que el director nos aleja de nuestras ideas sobre el conflicto árabe-judío y pasa a tratar de personas con sus sentimientos, sus inquietudes y su bondad, al margen de encasillamientos; éste es el motivo de que la película sea un himno, una loa, un canto al entendimiento universal entre las razas. Y posiblemente consiga esto más efecto que muchos de organismos internacionales que no llegan a la gente.
Por último,la fotografía y, en general, la estética de las escenas son, a veces, auténticos cuadros de museo; así, los hombrecillos de la banda con sus trajes azul chillón en una esquina de la pantalla debajo de una estilizada farola. Las palabras que resumen esa estética bien pudieran ser "blancura", "claridad", "nitidez" y "luminosidad"
Serie

7,8
1.268
9
4 de abril de 2021
4 de abril de 2021
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
No voy a entrar en aspectos técnicos de cineasta — al margen del comentario sobre los grandes actores que encarnan los personajes, la buena fotografía, etc.— porque hablo como un espectador de la masa, profano.
Me explico: la serie cala hondo, porque los personajes son redondos, porque trata de temas muy en la raíz del ser humano y, por tanto, y universales; por la sencillez y cotidianidad del argumento. Y por la música... sublime.
Todos esos elementos la hacen políticamente correcta. Sin embargo, es bien sabida la antipatía que despiertan globamente (y me refiero de la globalización ideológica) los judíos jaredíes porque su mundo no es de este mundo y porque van contra la corriente. Esto constituiría la parte políticamente incorrecta. Pero, he aquí la contradicción. Justamente aquí es donde pienso que radica la magia de esta serie, en lograr la cuadratura del círculo y permitir que una manera de vivir tan minoritaria sea comprendida o, al menos, no rechazada a priori, por los cientos de millones que han seguido la serie.
El éxito, sin duda, es su forma de narrar, capaz de trascender la ideología, las creencias más estrictas y capaz de llegar a lo común del alma humana.
Recomiendo fervientemente la visión un par de capítulos... Luego hablamos.
Me explico: la serie cala hondo, porque los personajes son redondos, porque trata de temas muy en la raíz del ser humano y, por tanto, y universales; por la sencillez y cotidianidad del argumento. Y por la música... sublime.
Todos esos elementos la hacen políticamente correcta. Sin embargo, es bien sabida la antipatía que despiertan globamente (y me refiero de la globalización ideológica) los judíos jaredíes porque su mundo no es de este mundo y porque van contra la corriente. Esto constituiría la parte políticamente incorrecta. Pero, he aquí la contradicción. Justamente aquí es donde pienso que radica la magia de esta serie, en lograr la cuadratura del círculo y permitir que una manera de vivir tan minoritaria sea comprendida o, al menos, no rechazada a priori, por los cientos de millones que han seguido la serie.
El éxito, sin duda, es su forma de narrar, capaz de trascender la ideología, las creencias más estrictas y capaz de llegar a lo común del alma humana.
Recomiendo fervientemente la visión un par de capítulos... Luego hablamos.

7,2
168.291
9
10 de enero de 2010
10 de enero de 2010
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues sí señor. Cameron lo ha logrado. Ha logrado el objetivo de los que se dedican a las artes: que su obra guste a todos (casi), del mismo modo a cinéfilos adeptos a Bergman o Robbe-Grillet, a abuelitas amantes de "Mujercitas" , o a chicos de la ESO enganchados a "Rambo" . Casi imposible, pero lo ha conseguido.
En primer lugar, por el buen uso -¡que ya era hora tras tanto intento mediocre!- de las tres dimensiones, y ello, a pesar del engorro de las gafas. Probablemente esta peli marque una raya divisoria en el cine y, probablemente también, el público y la crítica hayan estado predispuestos a analizarla, a desmenuzarla, a impregnarse de ella y a observarla con lupa, debido a las 3-D.
¿Otras cosillas que abonan la teoría de la obra casi magistral? Un guión ágil e interesante dentro de la fantasía, sin que por ello carezca de gran contenido ideológico -de buena o razonable ideología-. Esa "aventurilla para adolescentes", que pudieran decir los detractores, aporta "mensaje", cargando contra el abuso del hombre hacia la Naturaleza, promoviendo el amor hacia los animales, las plantas y los ecosistemas y exaltando la espiritualidad, el respeto y el afecto entre los habitantes, sus antepasados y sus tradiciones. Además, hay de fondo una bellísima y delicada historia de amor bien tratada.
Se deja ver, por otra parte, cierta autocrítica de Cameron a la prepotencia militar de su propio país que, unas veces nos trae recuerdos de la aniquilación histórica de los indios y otras veces nos transporta a las recientes críticas a las guerras preventivas de Bush. Pero el hecho de que esa carga ideológica se resuelva en un maniqueísmo contundente, encarnado (en uno de los polos) en el maléfico Coronel Miles Quaritch no quita, a mi juicio, ningún valor a la obra; es más, quizá sume méritos el que los malos sean malísimos y los buenos sean buenísimos; y, a lo mejor, hasta añade a la película grandes dosis de candidez, inocencia y sencillez, muy en línea con lo que se nos intenta transmitir. No creo que Cameron, en ningún momento, haya pensado que el malvado coronel vaya a colar como un tipo normal, sino más bien, lo ha elevado a la categoría de personaje de cómic (recordémoslo en las últimas escenas en el interior de un robot de videojuego o de juguete de niño pequeño)... En fin, quitarle este mérito de lo "naif", por así decir, sería algo así como sostener que los cuadros románicos no tienen valor artístico porque no manejan la perspectiva. Realismo no tiene que ser igual a arte indefectiblemente, porque es la imaginación casi sin límites del equipo humano que ha generado la película la que permite nuestro gozo estético ante esos paisajes con luces tamizadas, esa frondosidad exuberante con colores e iridiscencias inimaginables, esas florecillas galácticas, esas lunas y cielos que ya quisiéramos disfrutar en la Tierra, esos humanoides y pseudoanimales fantásticos dotados de vida y de emociones…
En primer lugar, por el buen uso -¡que ya era hora tras tanto intento mediocre!- de las tres dimensiones, y ello, a pesar del engorro de las gafas. Probablemente esta peli marque una raya divisoria en el cine y, probablemente también, el público y la crítica hayan estado predispuestos a analizarla, a desmenuzarla, a impregnarse de ella y a observarla con lupa, debido a las 3-D.
¿Otras cosillas que abonan la teoría de la obra casi magistral? Un guión ágil e interesante dentro de la fantasía, sin que por ello carezca de gran contenido ideológico -de buena o razonable ideología-. Esa "aventurilla para adolescentes", que pudieran decir los detractores, aporta "mensaje", cargando contra el abuso del hombre hacia la Naturaleza, promoviendo el amor hacia los animales, las plantas y los ecosistemas y exaltando la espiritualidad, el respeto y el afecto entre los habitantes, sus antepasados y sus tradiciones. Además, hay de fondo una bellísima y delicada historia de amor bien tratada.
Se deja ver, por otra parte, cierta autocrítica de Cameron a la prepotencia militar de su propio país que, unas veces nos trae recuerdos de la aniquilación histórica de los indios y otras veces nos transporta a las recientes críticas a las guerras preventivas de Bush. Pero el hecho de que esa carga ideológica se resuelva en un maniqueísmo contundente, encarnado (en uno de los polos) en el maléfico Coronel Miles Quaritch no quita, a mi juicio, ningún valor a la obra; es más, quizá sume méritos el que los malos sean malísimos y los buenos sean buenísimos; y, a lo mejor, hasta añade a la película grandes dosis de candidez, inocencia y sencillez, muy en línea con lo que se nos intenta transmitir. No creo que Cameron, en ningún momento, haya pensado que el malvado coronel vaya a colar como un tipo normal, sino más bien, lo ha elevado a la categoría de personaje de cómic (recordémoslo en las últimas escenas en el interior de un robot de videojuego o de juguete de niño pequeño)... En fin, quitarle este mérito de lo "naif", por así decir, sería algo así como sostener que los cuadros románicos no tienen valor artístico porque no manejan la perspectiva. Realismo no tiene que ser igual a arte indefectiblemente, porque es la imaginación casi sin límites del equipo humano que ha generado la película la que permite nuestro gozo estético ante esos paisajes con luces tamizadas, esa frondosidad exuberante con colores e iridiscencias inimaginables, esas florecillas galácticas, esas lunas y cielos que ya quisiéramos disfrutar en la Tierra, esos humanoides y pseudoanimales fantásticos dotados de vida y de emociones…
8 de febrero de 2009
8 de febrero de 2009
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En cierto modo, me recuerda a "El gran silencio". de Gröning por su formato de documental, la usencia de música y la narración de la vida de monjes, unos cartujos, otros japoneses.
Se trata de una película amable, sencilla... sin grandes pretensiones intelectuales y, en ocasiones, con golpes de humor.
El mensaje consiste en que, si buscas un poco de paz en ambientes espirituales y sencillos, si aceptas cierta disciplina y si reflexionas sobre tu vida, te vas a sentir mejor. Y así sucede en el caso de estos dos hermanos, agobiados uno por su homosexualidad no confesada hasta ahora y otro por el abandono a que lo somete su mujer.
A mi entender, son meritorios el contraste tan fuerte que se plantea entre la vida ajetreada y vertiginosa de Tokio y el monasterio japonés, la fotografía y lo verosímil de la trama.
Se trata de una película amable, sencilla... sin grandes pretensiones intelectuales y, en ocasiones, con golpes de humor.
El mensaje consiste en que, si buscas un poco de paz en ambientes espirituales y sencillos, si aceptas cierta disciplina y si reflexionas sobre tu vida, te vas a sentir mejor. Y así sucede en el caso de estos dos hermanos, agobiados uno por su homosexualidad no confesada hasta ahora y otro por el abandono a que lo somete su mujer.
A mi entender, son meritorios el contraste tan fuerte que se plantea entre la vida ajetreada y vertiginosa de Tokio y el monasterio japonés, la fotografía y lo verosímil de la trama.
23 de febrero de 2012
23 de febrero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dejando al margen la valoración o el análisis formal (clara herencia de la "Nouvelle Vague", superposiciones varias, etc, etc.) y centrándome en la propia historia, tengo que decir que me ha gustado la compleja sencillez, la ausencia de maniqueísmo moral en la construcción de los personajes y el realismo. Mejor dicho, en la psicología de los personajes. Aunque la peli es del 98, no veo diferencia entre ese año y el 2012. E incluso incluyo la segunda mitad del siglo XX: desorientación, ansiedad, labilidad emotiva, indecisión, vacío, soledad... Y así seguimos. ésa es la realidad del hombre actual y ése es su sufrimiento cotidiano. O, al menos, del hombre con ciertas inquietudes. El relativismo se pavonea y se hace dueño de nuestras almas. Y eso lo refleja muy bien Assayas. Es su éxito
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