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7,0
12.562
7
11 de mayo de 2025
11 de mayo de 2025
Sé el primero en valorar esta crítica
The Brutalist es una obra que exige paciencia, pero que recompensa con una experiencia sensorial y reflexiva profundamente inusual. Brady Corbet, con su habitual ambición estética, construye un retrato sombrío y contenido del siglo XX a través de un protagonista que casi nunca alza la voz, pero cuya historia resuena con fuerza entre la devastación de la guerra y los silencios del exilio.
La película sigue a un arquitecto húngaro que emigra a Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial, y que, como su estilo arquitectónico, apuesta por la funcionalidad austera frente al ornamento vacío. Esa metáfora se convierte en el corazón del film: personajes que viven entre ruinas físicas y emocionales, buscando reconstruir su identidad en un mundo hostil y nuevo.
La fotografía de The Brutalist es impresionante: planos simétricos, iluminación natural y un uso del espacio que refuerza el concepto visual de frialdad estructural. Corbet vuelve a trabajar con una puesta en escena calculada, casi pictórica, que no busca el impacto inmediato, sino una resonancia emocional más lenta y profunda.
Las interpretaciones —especialmente la del protagonista, interpretado con sutilidad por Adrien Brody— son contenidas, casi minimalistas. El elenco secundario, entre ellos Felicity Jones y Guy Pearce, aporta capas de ambigüedad moral que enriquecen el relato sin necesidad de explicaciones verbales excesivas.
Es, sin duda, una película exigente. Su ritmo es deliberadamente pausado y su narrativa fragmentada puede alejar a quienes esperen una historia convencional. Pero para aquellos dispuestos a dejarse llevar por su tono contemplativo y su visión ética del arte, The Brutalist ofrece una experiencia singular y dolorosamente bella.
La película sigue a un arquitecto húngaro que emigra a Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial, y que, como su estilo arquitectónico, apuesta por la funcionalidad austera frente al ornamento vacío. Esa metáfora se convierte en el corazón del film: personajes que viven entre ruinas físicas y emocionales, buscando reconstruir su identidad en un mundo hostil y nuevo.
La fotografía de The Brutalist es impresionante: planos simétricos, iluminación natural y un uso del espacio que refuerza el concepto visual de frialdad estructural. Corbet vuelve a trabajar con una puesta en escena calculada, casi pictórica, que no busca el impacto inmediato, sino una resonancia emocional más lenta y profunda.
Las interpretaciones —especialmente la del protagonista, interpretado con sutilidad por Adrien Brody— son contenidas, casi minimalistas. El elenco secundario, entre ellos Felicity Jones y Guy Pearce, aporta capas de ambigüedad moral que enriquecen el relato sin necesidad de explicaciones verbales excesivas.
Es, sin duda, una película exigente. Su ritmo es deliberadamente pausado y su narrativa fragmentada puede alejar a quienes esperen una historia convencional. Pero para aquellos dispuestos a dejarse llevar por su tono contemplativo y su visión ética del arte, The Brutalist ofrece una experiencia singular y dolorosamente bella.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Uno de los momentos más significativos de The Brutalist ocurre cuando László, el arquitecto protagonista, rechaza finalmente el encargo de diseñar un edificio institucional que contradice sus principios, financiado por empresarios que buscan propaganda más que función. Este acto de resistencia silenciosa se convierte en la verdadera culminación del arco del personaje: el hombre que sobrevivió a la guerra, al exilio y al desarraigo, termina por no renunciar a su ética, incluso cuando el precio es el olvido.
La relación con su esposa, interpretada por Felicity Jones, sufre grietas a lo largo del film, reflejando también la fractura entre la vida privada y la profesional. Su distanciamiento progresivo no estalla nunca en escena, sino que se deja entrever en gestos, miradas y silencios compartidos. Ella, más integrada en la cultura americana, comienza a ver en László una figura rígida, incapaz de adaptarse del todo. Sin embargo, al final, su respeto por su integridad permanece intacto, aunque sus caminos se bifurquen.
La escena final, en la que László contempla uno de sus edificios, casi ignorado por la ciudad, y luego se aleja caminando entre sombras proyectadas por el concreto, es tan simple como devastadora. No hay redención ni castigo, solo un cierre coherente con una vida dedicada a una visión, a menudo en contra del mundo que lo rodeaba.
The Brutalist no da respuestas claras, pero sí deja una pregunta que resuena más allá de los créditos: ¿cuánto estamos dispuestos a sacrificar por ser fieles a una idea? Y esa duda, como la arquitectura brutalista que da título al film, puede no gustar a todos, pero es imposible de ignorar.
La relación con su esposa, interpretada por Felicity Jones, sufre grietas a lo largo del film, reflejando también la fractura entre la vida privada y la profesional. Su distanciamiento progresivo no estalla nunca en escena, sino que se deja entrever en gestos, miradas y silencios compartidos. Ella, más integrada en la cultura americana, comienza a ver en László una figura rígida, incapaz de adaptarse del todo. Sin embargo, al final, su respeto por su integridad permanece intacto, aunque sus caminos se bifurquen.
La escena final, en la que László contempla uno de sus edificios, casi ignorado por la ciudad, y luego se aleja caminando entre sombras proyectadas por el concreto, es tan simple como devastadora. No hay redención ni castigo, solo un cierre coherente con una vida dedicada a una visión, a menudo en contra del mundo que lo rodeaba.
The Brutalist no da respuestas claras, pero sí deja una pregunta que resuena más allá de los créditos: ¿cuánto estamos dispuestos a sacrificar por ser fieles a una idea? Y esa duda, como la arquitectura brutalista que da título al film, puede no gustar a todos, pero es imposible de ignorar.
5
11 de mayo de 2025
11 de mayo de 2025
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Until Dawn, adaptación cinematográfica del exitoso videojuego interactivo de terror de 2015, intenta captar la tensión, el ambiente y la toma de decisiones del título original, pero acaba cayendo en los mismos clichés que el propio juego homenajeaba con cierto ingenio.
Visualmente, la película cumple. La ambientación en la montaña nevada y la clásica cabaña perdida entre los árboles funcionan para generar una atmósfera inquietante, pero no particularmente original. El diseño sonoro acompaña bien y se nota una intención de cuidar el apartado técnico, pero eso no basta para levantar una historia que avanza sin demasiada sorpresa.
El reparto joven cumple en sus papeles arquetípicos: la chica lista, el chulo, la pareja romántica... todos los estereotipos del slasher clásico están aquí, pero sin el tono de parodia o autoconciencia que hizo al videojuego tan interesante. Aquí, todo se toma demasiado en serio, y eso le resta frescura.
El principal problema es que la película no logra elegir un tono claro: ¿quiere ser terror psicológico? ¿Un survival con criaturas? ¿Una historia de venganza? Hay ideas interesantes en su base, pero el guion las mezcla sin armonía. Además, al depender de una narrativa lineal, se pierde por completo el componente interactivo que hizo famoso al juego.
Para los fans de la obra original puede resultar entretenida, pero seguramente también decepcionante. Para los ajenos al juego, es una película más de terror adolescente, correcta pero olvidable.
Visualmente, la película cumple. La ambientación en la montaña nevada y la clásica cabaña perdida entre los árboles funcionan para generar una atmósfera inquietante, pero no particularmente original. El diseño sonoro acompaña bien y se nota una intención de cuidar el apartado técnico, pero eso no basta para levantar una historia que avanza sin demasiada sorpresa.
El reparto joven cumple en sus papeles arquetípicos: la chica lista, el chulo, la pareja romántica... todos los estereotipos del slasher clásico están aquí, pero sin el tono de parodia o autoconciencia que hizo al videojuego tan interesante. Aquí, todo se toma demasiado en serio, y eso le resta frescura.
El principal problema es que la película no logra elegir un tono claro: ¿quiere ser terror psicológico? ¿Un survival con criaturas? ¿Una historia de venganza? Hay ideas interesantes en su base, pero el guion las mezcla sin armonía. Además, al depender de una narrativa lineal, se pierde por completo el componente interactivo que hizo famoso al juego.
Para los fans de la obra original puede resultar entretenida, pero seguramente también decepcionante. Para los ajenos al juego, es una película más de terror adolescente, correcta pero olvidable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Uno de los giros más flojos de la película es el hecho de que todo lo sucedido sea producto de una alucinación inducida por el gas en las minas. En el videojuego, ese giro funcionaba como un elemento más entre muchos (engaños, bromas pesadas, criaturas reales...), pero en la película se convierte en el único eje central, lo que la hace predecible y menos impactante.
El Wendigo aparece demasiado tarde y sin la fuerza que debería tener. En lugar de construir su mitología, se le presenta como una criatura más, sin contexto. En el juego, el trasfondo indígena y el tema del canibalismo aportaban una capa adicional de horror; aquí se reduce a “hay algo ahí fuera que nos quiere matar”.
La escena de la cabaña derrumbándose, que en teoría debería ser el clímax, está mal editada, y los personajes toman decisiones absurdas incluso dentro de las reglas del cine de terror. El sacrificio de Emily se siente innecesario, más como un “check” en la lista de tópicos que como un momento orgánico.
El epílogo con el único superviviente, asustado en el hospital, sugiere una posible secuela, pero en lugar de cerrar con fuerza, deja una sensación de historia inacabada. Y si algo le faltaba a la película era más ambigüedad o capas interpretativas. Todo queda mascado y, al final, poco queda que recordar.
El Wendigo aparece demasiado tarde y sin la fuerza que debería tener. En lugar de construir su mitología, se le presenta como una criatura más, sin contexto. En el juego, el trasfondo indígena y el tema del canibalismo aportaban una capa adicional de horror; aquí se reduce a “hay algo ahí fuera que nos quiere matar”.
La escena de la cabaña derrumbándose, que en teoría debería ser el clímax, está mal editada, y los personajes toman decisiones absurdas incluso dentro de las reglas del cine de terror. El sacrificio de Emily se siente innecesario, más como un “check” en la lista de tópicos que como un momento orgánico.
El epílogo con el único superviviente, asustado en el hospital, sugiere una posible secuela, pero en lugar de cerrar con fuerza, deja una sensación de historia inacabada. Y si algo le faltaba a la película era más ambigüedad o capas interpretativas. Todo queda mascado y, al final, poco queda que recordar.

6,5
3.600
6
11 de mayo de 2025
11 de mayo de 2025
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Thunderbolts llega como una propuesta distinta dentro del Universo Cinematográfico de Marvel, apostando por un enfoque más terrenal, sucio y cínico que el de sus predecesoras. El grupo protagonista, compuesto por personajes secundarios de entregas anteriores, intenta aportar frescura a una fórmula cada vez más desgastada. Sin embargo, el resultado final es irregular.
La película destaca por una fotografía oscura y un tono más sobrio, en la línea de The Suicide Squad (con la inevitable comparación), pero sin alcanzar ni su audacia ni su cohesión. Las escenas de acción cumplen sin brillar, y aunque hay momentos bien coreografiados, otros se ven lastrados por un montaje algo atropellado.
A nivel interpretativo, Florence Pugh y Wyatt Russell destacan sobre el resto, logrando dotar de matices a sus personajes. Lamentablemente, el guion no termina de aprovechar el potencial del grupo. Hay una sensación de dispersión constante, como si el film no tuviera claro si quiere ser una historia de redención, un drama de equipo disfuncional o una sátira de los antihéroes.
El ritmo es desigual: el primer acto promete más de lo que finalmente entrega, y el clímax se siente predecible. Marvel intenta innovar, pero sin arriesgar realmente. La carga emocional se queda corta, y aunque hay buenas ideas sobre la culpa, el deber o la moral gris, muchas se quedan en la superficie.
En resumen, Thunderbolts es una película entretenida, pero que deja la sensación de que podía haber sido mucho más. Aplaudo la intención, pero no tanto la ejecución. Ideal para fans del UCM que buscan algo diferente, aunque no esperen una revolución.
La película destaca por una fotografía oscura y un tono más sobrio, en la línea de The Suicide Squad (con la inevitable comparación), pero sin alcanzar ni su audacia ni su cohesión. Las escenas de acción cumplen sin brillar, y aunque hay momentos bien coreografiados, otros se ven lastrados por un montaje algo atropellado.
A nivel interpretativo, Florence Pugh y Wyatt Russell destacan sobre el resto, logrando dotar de matices a sus personajes. Lamentablemente, el guion no termina de aprovechar el potencial del grupo. Hay una sensación de dispersión constante, como si el film no tuviera claro si quiere ser una historia de redención, un drama de equipo disfuncional o una sátira de los antihéroes.
El ritmo es desigual: el primer acto promete más de lo que finalmente entrega, y el clímax se siente predecible. Marvel intenta innovar, pero sin arriesgar realmente. La carga emocional se queda corta, y aunque hay buenas ideas sobre la culpa, el deber o la moral gris, muchas se quedan en la superficie.
En resumen, Thunderbolts es una película entretenida, pero que deja la sensación de que podía haber sido mucho más. Aplaudo la intención, pero no tanto la ejecución. Ideal para fans del UCM que buscan algo diferente, aunque no esperen una revolución.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Uno de los principales problemas de la película es cómo desaprovecha el conflicto interno de Bucky Barnes. Su presencia en el grupo daba para mucho más, pero termina relegado a un rol casi secundario, con poca profundidad. Lo mismo ocurre con Taskmaster, que aquí parece una sombra de lo que podría haber sido: sin desarrollo, sin carisma, y con una historia apenas insinuada.
El clímax con Valentina traicionando al equipo se veía venir desde el minuto uno. El giro no sorprende, y su personaje sigue sin definirse claramente: ¿es una manipuladora maquiavélica o simplemente una burócrata con poder? El guion no se decide.
Yelena, por su parte, sí logra emocionar en su confrontación con el pasado, especialmente en su conversación con Red Guardian, que aporta uno de los pocos momentos verdaderamente humanos del film. Pero incluso ahí, la resolución es apresurada.
La muerte de Ghost se siente forzada, casi como una excusa para generar impacto dramático en un tercer acto que pedía más riesgo real. Su sacrificio, que debería haber sido el momento culminante, queda diluido por un montaje confuso y una dirección que no termina de subrayar su importancia.
El clímax con Valentina traicionando al equipo se veía venir desde el minuto uno. El giro no sorprende, y su personaje sigue sin definirse claramente: ¿es una manipuladora maquiavélica o simplemente una burócrata con poder? El guion no se decide.
Yelena, por su parte, sí logra emocionar en su confrontación con el pasado, especialmente en su conversación con Red Guardian, que aporta uno de los pocos momentos verdaderamente humanos del film. Pero incluso ahí, la resolución es apresurada.
La muerte de Ghost se siente forzada, casi como una excusa para generar impacto dramático en un tercer acto que pedía más riesgo real. Su sacrificio, que debería haber sido el momento culminante, queda diluido por un montaje confuso y una dirección que no termina de subrayar su importancia.
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