Maggie Gyllenhaal debuta en la dirección con esta bella obra en la que se narra una delicada historia en relación a la maternidad. Olivia Colman y Jessie Buckley interpretan al mismo personaje, Leda Caruso, en distintas épocas de su vida y, francamente, ambas me han fascinado. Lo hacen con una extraña armonía puesto que cada actuación de Colman profundiza en la de Buckley, y viceversa. Ambas dotan a su personaje de una complejidad y una profundidad muy difícil de alcanzar que provoca un inevitable sentimiento de empatía del espectador hacia Leda y hacia la figura de la madre, en general.

Los flashbacks en los que aparece la versión más joven de Leda se intercalan a la perfección en la historia del presente. Las interacciones de la versión más adulta de Leda con el personaje interpretado por Dakota Johnson generan una especie de aura enigmática y seductora y, de la misma forma, alimentan los recuerdos de una vida pasada marcada los desafíos identitarios que supone la maternidad. Estas interacciones se producen en una especie de juego espléndido de espejos y dualidades que nos ayuda a entender a la protagonista. El climax de la película puede resultar un poco confuso, pero es envolvente y subyugante.

El guión explora la crueldad en lo femenino y en las expectativas de una sociedad liberticida sobre la figura de la madre y la condena social que podría conllevar. Leda siente remordimientos y culpa por no sentir que la maternidad está en la cúspide de su proceso de realización personal y, probablemente, este sentimiento sea más común de lo que muchos creemos, puesto que esto sigue siendo un estigma social.

Esta película dramática narra la historia de J.D. Vance, un estudiante de derecho en Yale que está a punto de conseguir el trabajo de sus sueños. Sin embargo, una crisis familiar le obligará a regresar a su hogar y lidiar con su disfuncional familia Apalache, embarcándose en un recorrido emocional bastante complejo a través de su madre Bev y su abuela Mamaw.

Hasta donde la novela trata de profundizar en su retrato en las comunidades rurales del sur y el oeste de Estados Unidos, su adaptación cinematográfica no parece buscar la misma narración. La película se vuelve bastante repetitiva, con una trama intranscendental, unos diálogos plagados de clichés y la interpretación forzada y sobreactuada, a veces paródica, de Amy Adams. Llega a ser abrumador ver la conducta abusiva de la que es víctima J.D., por parte de su madre, mediante flashbacks que tienen poco trasfondo.

Hillbilly, una elegía rural se sostiene gracias a la interpretación de Glenn Close, que consigue mantener el equilibrio en este rol tan complejo. Su interpretación como Bonnie "Mamaw" Vance resulta emotiva y honesta, encarnando a una mujer agotada de la falta de sensatez y responsabilidad en su familia. Las actuaciones del resto del elenco no merece tal reconocimiento. Gabriel Basso ofrece una actuación plana y Haley Bennett, correcta.

El mayor fallo de esta película es la falta de contexto de esa América Rural, que serviría para poder empatizar con el drama familiar que transcurre. Esto propicia una falta de entendimiento y empatía hacia los personajes que, sumado al histrionismo melodramático que se muestra constantemente, dota a la película de una palpable mediocridad.

Roland Joffé dirige a Patricia Arquette como una malvada "femme fatale" en un thriller erótico neo-noir que reflexiona, desde la comedia negra y la sátira, de la doble moral de la sociedad. El director establece una trama inverosímil llena de relaciones amorosas conflictivas, falsas apariencias y giros en la trama para sorprender al espectador. En mi caso, me ha resultado algo tediosa en algunos momentos por los diálogos petulantes y la ausencia de una tensión natural.

Sin duda alguna, el personaje de Ellen DeGeneres (como la detective) es el peor papel escrito por los guionistas de esta película. Podría haber dado mucho más de si. El resto de actores principales parecen no tener mucha química entre ellos. No obstante, la estética y la fotografía parece estar cuidada.

En resumidas cuentas, si os gustan los cuentos de asesinatos llenos de giros en la trama y no tenéis altas pretensiones, echadle un vistazo. Si por el contrario, tenéis un alto espíritu crítico que solo os permite ver obras maestras de cine de autor, quemad esta cinta (si alguno las sigue usando).

Podría definir “La cascada” como mi primera incursión en el cine taiwanés y he de decir que no me ha sabido a poco. La película narra la compleja relación de una mujer divorciada y su hija rebelde en el contexto de la emergencia sanitaria causada por el COVID-19, aunque este trasfondo sirve más como excusa que como eje de la historia.

Chung Mong-hong enfoca la atención sobre la fragilidad y vulnerabilidad de los vínculos emocionales y la exploración de los límites en medio de una atmósfera opresiva y una caótica realidad que se desmorona. El director nos acerca a temas tan actuales como la salud mental, las relaciones familiares, el aislamiento o la soledad con un ritmo pausado y un tono intimista. Asimismo, no podemos obviar el cuidado esteticismo en la puesta de escena de la mayor parte del filme.

Reconozco que la cinta transmite cierto magnetismo y me ha conseguido atrapar. No obstante, considero que la presentación del problema de salud del personaje interpretado por Alyssa Chia ha sido muy errática. Por otro lado, algunas escenas en las que la protagonista empieza a no ser capaz de discernir entre lo que es real y lo que es producto de su imaginación me han generado confusión. Sin embargo, los recursos narrativos empleados y las interpretaciones de las protagonistas son verdaderamente brillantes.

"Strawberry Mansion" es el ejemplo excepcional de que aún se pueden encontrar obras innovadoras y frescas, alejadas del cine convencional, en medio de una coyuntura de estancamiento creativo. Podríamos definir esta película como una explosión excéntrica de imágenes vívidas e ideas imaginativas que van desde lo sorprendentemente conmovedor hasta lo humorísticamente absurdo. La historia camina claramente entre el surrealismo y el mundo fantástico.

Esta película nos muestra una historia existencialista que se desarrolla en un futuro distópico, con una atmósfera retrofuturista, donde el protagonista descubre que los sueños están siendo manipulados por las corporaciones para introducir publicidad subliminal. Partiendo de esa premisa, se explora el mundo de los sueños, un mundo particular y repleto de imaginación, en donde una crítica anticapitalista converge con un dulce romance. En este viaje onírico se esclarece que el más oscuro aprendizaje parte, a veces, desde lo más dulce.

La fotografía sienta las bases de ese onirismo y es que se ha de decir que la estética tan colorida, vibrante y psicodélica es lo que marca la diferencia. No obstante, este deleite audiovisual de cariz surrealista se queda corto en cuanto al mensaje. Parece haber un mayor interés en desarrollar la trama amorosa que en realizar un análisis provocativo que sobrepase la capa superficial y que, verdaderamente, critique a los sistemas de control social ejercidos por el gobierno.